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Por Martín Pérez
 Cuando el director español Fernando Trueba estrenó el musical Calle 54 en España, escribió que este film era su manera de saldar una deuda. �El jazz latino me ha hecho disfrutar y me ayudó a vivir como ninguna otra. Y como siempre he creído que la función principal del arte no es otra que ayudar a la gente a vivir, he intentado con esta película transmitir la alegría que hay en esta música, así como mi pasión por ella.�
Armada a partir de breves momentos documentales, que cronican la investigación previa al rodaje de los números musicales y puntuada por breves y precisos parlamentos en off del propio Trueba, Calle 54 es una contagiosa labor de amor. El centro es una música entregada en brillantes interpretaciones por músicos fundamentales �Michel Camilo, Chano Domínguez, Chico O�Farrill, Eliane Elías, Tito Puente, Jerry González, Cachao, Gato Barbieri, Paquito D�Rivera y Chucho Valdés, entre otros� grabados y filmados tocando en los estudios Sony de la Calle 54, en Manhattan, de ahí el nombre del film. �Hacer esta película fue para mí un auténtico lujo asiático�, explicó Trueba, presente en Buenos Aires para acompañar el estreno del film en el festival porteño. �Todo el mundo me decía que era algo imposible. �¿Rodar una película en 35 milímetros, con seis cámaras y sobre jazz latino? ¡Eso es una locura!�, me decían. �¡Es Imposible!� Bueno... yo lo hice. Con mis músicos favoritos, y lo pasamos como Dios. Para mí es de esas cosas únicas que te regala la vida, cuando uno puede hacer un sueño y luego enseñárselo a los demás...�
�Al comienzo del film usted dice que fue un disco de Paquito D�Rivera el que le complicó la vida...
�Sí (se ríe). Creo que la vida sería muy aburrida si uno no fuera descubriendo cosas en el camino. Y cuando descubres a alguien que te toca el corazón, sea músico, novelista o director de cine, pues es una razón más para estar vivo. Pero a partir de entonces uno comienza a esperar qué va a hacer luego, se preocupa por seguirle la pista... y ahí es cuando la vida se complica... (risas)
�¿Recuerda cuál fue su primer contacto con el jazz latino?
�De manera consciente, pensando �esto es algo que es jazz y es latino�, tal vez haya sido con aquel primer disco estadounidense de Paquito D�Rivera con el que abro mi film, que se llama Blowing. Pero en realidad todo comenzó para mí cuando estaba en la facultad, y uno de nuestros músicos favoritos era el Gato Barbieri, al que escuchábamos todo el tiempo. ¡Estábamos absolutamente colgados con Gato!
�Ver a Barbieri en el film es como ver a un fantasma paseando su leyenda...
�Antes de la filmación hablamos con cada músico para decidir qué tema iban a tocar, y yo al Gato le dije que no quería que tocase nada de sus últimos discos. �Quiero al Gato de Latinoamérica�, le dije. �Quiero oír a ese Gato otra vez, con el fuego y la pasión�. Y al escucharme él sonrió. Porque creo que eso era lo que estaba deseando que alguien le dijera. Así que hubo algo de resurrección muy bonito en el plató, ante la cámara, cuando aquello volvió a materializarse...
�Calle 54 también sorprende por sus detalles de fan, por la inquietud de la cámara y su obsesión por mostrar de dónde vienen los sonidos todo el tiempo...
�Es que yo no quería que fuera como la mayor parte de las películas musicales, que documentan un concierto, y tienen algo de transmisión de partido de fútbol, ¿no? Hay en ellas algo de observar y registrar un evento que ya sucedió. Y para mí esta pelicula no era eso. Por eso no quería que hubiera un público. Es decir: el público es la cámara, y sólo si los músicos tocan para la cámara luego el espectador puede tener la sensación de que están tocando para él...
�¿Qué películas musicales le sirvieron como referencia a la hora de rodar?
�Hay algunas películas musicales que considero que están muy bien hechas, como The last waltz (The Band) o Stop making sense con Talking Heads. Pero no dejan de ser películas referidas a un concierto que ya sucedió, como decía antes. Quizás la película musical que a más me impresionó en los últimos años es Latcho Drom, de Tony Gatliff. Se trata de una película francesa sobre la música gitana, cuyo director realizó posteriormente un film de ficción también ambientado entre gitanos llamado Gadjo Dilo.
�Gadjo Dilo se llegó a estrenar aquí comercialmente, bajo el nombre de
El extranjero loco...
�¡Qué bien! Porque tal vez éstos sean los mejores films de los últimos años, pero no los ha descubierto mucha gente... Ahora bien, otra referencia inevitable es Buena Vista Social Club, un film con el que tengo sentimientos contrapuestos. Por un lado la ves y dices �Ah, este Ry Cooder, que tío tan majo�. Es un poco como el clásico estadounidense bueno, así que dices �qué bien que se haya fijado en estos viejecillos �. Y además Rubén, Ibrahim y los demás son tan entrañables que es imposible no disfrutarles allí. Pero hay algo que no soporto, y eso que a mí me encanta Cooder como músico... pero no soporto ni la guitarra hawaiana que mete ahí, ni a su hijo haciendo percusión en el país de los percusionistas Me parece una falta de pudor inocente, con la inocencia típica de los estadounidenses, que llegan a Sevilla y se ponen a torear y no se dan cuenta de la aberración que es eso... Y luego...
�... y luego se llega inevitablemente a Wenders.
�Joder, Wenders es un director que sabe muy bien poner la cámara y sabe rodar como un Dios, eso nadie se lo discute. Pero creo que era ajeno en ese mundo, no sabía muy bien lo que le estaban contando ni lo que estaban tocando. Pero no me quiero meter demasiado con la película porque tiene cosas entrañables...
(Calle 54 se exhibe hoy a las 21.30 en la sala 7 del Abasto. Repite el lunes a las 20.45 en la sala 6. Aún no tiene distribuidor en la Argentina.)
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