Por Silvina Friera
En el hall de entrada de la Rural, el público de los primeros días de la 27ª edición de la Feria Internacional del Libro se amontonaba y observaba con curiosidad un asador hecho de ladrillos con libros en su interior, acompañado por cuatro esculturas con forma de chivitos. La instalación Fuegos de libros, que recuerda la quema de ejemplares en la dictadura, realizada por los artistas Ariel Mlynarzewicz y Carlos Alonso, se constituyó en uno de los atractivos para los que ingresaban por la avenida Sarmiento. �Amo los libros porque me proporcionan grandes alegrías y siento horror al recordar ese acto de salvajismo contra la cultura�, explica Mónica González, parada frente a la instalación.
Como todos los años, el público se pierde en el laberinto de pasillos. Pero a no desesperar: se recomienda retirar un plano y seguir las coloridas indicaciones, que dividen el mapa de la exposición en dos pabellones: el verde y el amarillo. Otro clásico insoslayable de la exposición, que la gente acepta con resignación, fueron los folletos y papeles que se entregan en los ingresos y puestos de promociones. Muchos se indignan, con razón, por los precios del patio de comidas: una empanada ($1,20), un sandwich de jamón cocido ($3). �Está bien que sea gratis los días de semana, pero caminar tanto te cansa. Si te comprás un libro y querés comer o tomar algo, el paseo te sale muy caro�, se quejaba Martín Barreto.
Como el café en los bares cuesta 1,50, muchos optan por las máquinas con fichas a un peso. Los más chicos se detienen en el stand El origen de los nombres, para consultar gratuitamente el significado, la historia y el carácter de sus nombres. La provincia de Entre Ríos sorprende, una vez más, a los que transitan el pabellón verde con un stand atractivo, con un diseño que reproduce la arquitectura del Palacio San José. Los más gasoleros eligen sentarse en los bancos para descansar; otros leen allí las revistas y libros que compraron durante el recorrido.
�Miran, eligen y se llevan�, fueron los tres verbos que utilizó Hugo Cejas, el encargado de Alfaguara-Santillana, para describir el comportamiento de los que pasaron por ese stand durante las primeras horas de la Feria del 2001. �Los primeros días nunca son buenos en público ni en ventas. La presencia de la gente va a crecer en la próxima semana�, define. Respecto de la gratuidad de la Feria de lunes a viernes, Cejas cree que �es una medida estimulante porque con esos cinco pesos se puede comprar un libro�. Entre las ofertas de Alfaguara, cuyo stand está ubicado en el pabellón verde, se destacan las obras completas de Charles Dickens y Miguel de Cervantes a 8 pesos cada tomo. En cambio, Lorena, la encargada de Anagrama, remarca que en la inauguración hubo menos gente que en 2000. �Para no romper la costumbre, la organización de la Feria es bastante caótica�, dictamina, mientras da indicaciones a los que deambulan perdidos. Anagrama ofrece un descuento del 10 por ciento en efectivo sobre textos como Pulp, de Charles Bukowski ($7,20); Padres e hijos, de Franz Kafka (6,30), Los subterráneos, de Jack Kerouac (6,50). La apuesta más fuerte de la distribuidora Basilisco es El escritor, el amor y la muerte, de Enrique Medina, a 4 pesos. En la Librería de las Luces los curiosos que buscaban alguna perlita en una mesa de dos pesos encontraban anoche Con otra gente, de Haroldo Conti; El aderezo de brillantes y otros cuentos de Guy de Maupassant y Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes.
�La del jueves fue la apertura más laica y profundamente democrática que he presenciado, porque por primera vez habló un escritor�, comentaba con satisfacción Daniel Divinsky en el stand de Ediciones de la Flor. �A pesar del costo ($50), La historieta argentina, de Judith Gociol y Diego Rosemberg, se está vendiendo muy bien�, cuenta Divinsky. Además, De la Flor tiene obras como Comer y comer, de Noé Jitrik, por 1 peso; Clemente 2, de Caloi por $5,50 y dos platos fuertes: la presentación de Te digo más... y otro cuentos, de Roberto Fontanarrosa, y Gaturro 2, de Nik. Para los que quieren gastar poco y conseguir obras de calidad, se sugiere pasar primero por el stand 6 de la librerías Santa Fe que ofrece La Odisea, de Homero, y Así hablaba Zaratustra, de Nietzsche, por 3 pesos y después continuar con la librería El Aleph, que vende Doña Flor y sus dos maridos, de Jorge Amado y Antología poética, de Federico García Lorca, por 2. �Al margen del dinero, el que ama un libro lo compra�, asegura Aviva Catz, de AC, especializada en música, que viene vendiendo bien las recopilaciones de letras de Beatles, U2 y María Elena Walsh.
El fin de la Contra
A diferencia de las ediciones anteriores, en las afueras del predio ya no estarán los poetas y escritores de la Contraferia, que en desacuerdo con la organización de la exposición, reclamaban por una entrada gratuita todos los días y pedían stands para las pequeñas editoriales y revistas. �La feria era un mega shopping, en lugar de ser un espacio dedicado a la cultura�, justifica Esteban Charpentier, el organizador de la Contra. �Somos utópicos y creo que logramos nuestro sueño�, agrega, ahora que, salvo sábados, domingos y feriados, entrar es gratis. Charpentier recuerda que siempre lucharon para estar adentro. �Promocionada como un encuentro entre el autor y el lector, con una entrada a 5 pesos, eso no era posible, al menos para mucha gente�, apunta el poeta que organiza ciclos de poesía y blues en un restaurant boliviano del Abasto. �Si las pequeñas editoriales no estaban en la Feria, nosotros tampoco�, subraya sobre el pasado. En esta Feria, los martes y jueves entre las 20 y las 22 los responsables de la Contraferia que ya no existe estarán en el ciclo Los poetas al rincón, con micrófono abierto para el que se anime a leer o recitar. �Es bueno que se invierta en cultura. Además de Góngora y Quevedo, hay escritores que tratamos de contar lo que le pasa a la gente ahora y es necesario que el público nos conozca�, dice. |
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