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terremoto economico

Ahora ni siquiera alcanza tener la plata para pagar

Mientras los mercados crean que la Argentina quebrará, pagar algunas cuotas más de la deuda no desactivará la crisis. En una peligrosa apuesta, Cavallo echa mano de las reservas líquidas para no tirar la toalla.
Los fotógrafos gatillan en los momentos previos a una rueda de prensa que fue pura imagen.
Lo que no debía ocurrir probablemente ocurra: la Argentina tampoco crecería este año.

Por Julio Nudler

Aunque Domingo Cavallo pueda mostrar que tiene asegurada la financiación que necesita para poder cubrir los vencimientos de la deuda en varios meses, de poco le servirá si la economía no arranca. Mientras continúe la recesión, los especuladores van a seguir pensando que la Argentina tarde o temprano dejará de pagar, y querrán anticiparse a la bancarrota. En los hechos, esta tensión catapulta el riesgo país (sobretasa de interés que debe pagar el país) a niveles que hacen imposible la reactivación y también agravan el déficit fiscal, tanto por el peso de los intereses en el gasto público como por la merma de la recaudación impositiva al no recuperarse la economía. Por tanto, quiéralo o no, Cavallo está en manos de los mercados financieros, a los que acusa de �no entender� su programa. En marzo se hizo cargo, con su aura de salvador, de una situación muy compleja, prácticamente inmanejable, y hasta ahora no ha conseguido modificarla, pese a su hiperactivismo. Su rueda de prensa de ayer (ver aparte), sin anuncios y limitada a predicar confianza con admoniciones que van desgastándose, dejó la sensación de que, frente a una situación financiera tan caliente como la de las últimas jornadas, no puede sacar ningún otro conejo de la galera. 
Antes de que su jefe reasumiera Economía un mes atrás, los cavallistas explicaban que el problema con José Luis Machinea primero y con Ricardo López Murphy después era que no tenían una política que asegurara una inmediata salida de la recesión. Esa carencia les resultó fatal �agregaban� porque la Argentina no estaba en condiciones de soportar, social ni políticamente, un 2001 sin crecimiento. Pues bien: esto es exactamente lo que hay, pero ahora con Cavallo en el ministerio. Promediando escenarios pesimistas y optimistas, la perspectiva para este año es de crecimiento cero, con una nueva contracción en el ingreso por habitante. Fuera de las expectativas que buscó inducir, Cavallo no pudo aplicar hasta ahora ninguna medida reactivante. Su más relevante innovación concreta �el impuesto a las cuentas corrientes� le resta recursos al sector privado, con lo cual es más recesiva que estimulante.
Ante el cierre para la Argentina de los mercados financieros internacionales, Cavallo optó por colocar cada vez más títulos de deuda pública en el sistema bancario local y en las AFJP, esperando tiempos mejores. Con el dinero así obtenido paga las cuentas del endeudamiento anterior. De esta manera, sustituye deuda externa por interna, o �nacionaliza� deuda pública. Por tanto, en el hipotético casi de que esta historia fuera a acabar mal, una eventual cesación de pagos del Estado nacional afectaría menos a inversores de afuera, que están saliéndose del riesgo argentino, pero en cambio arrastraría más aún a los bancos del país, cuyos activos están crecientemente poblados de bonos públicos. Los bancos podrían caer en la insolvencia y sufrir dificultades para responder ante sus depositantes. Es improbable que la desnacionalización de la banca atenúe el problema para los titulares de las cuentas. Pocos creen que las casas matriz de los bancos internacionales acudirían en auxilio de sus filiales en la Argentina.
El caso de los fondos jubilatorios también sería delicado, ya que están invertidos, en alrededor de un 60 por ciento, en títulos públicos. Si el Estado cayera en default, los asalariados correrían la suerte de los demás acreedores, la que dependerá del acuerdo al que finalmente se llegue con el deudor. Ese arreglo incluiría probablemente una quita en el capital adeudado (algunos barajan hipótesis que van del 20 al 50 por ciento) y una reprogramación de los vencimientos. Finalmente, la reforma previsional capitalista de 1994 no desenganchó del Estado a las jubilaciones. 
Tras unas pocas semanas en funciones, Cavallo corre peligro de caer en la misma trampa en que se debatió Machinea: la del achique retroalimentado. Si debiera recurrir a una poda significativa del gasto público (se esperan próximos anuncios sobre el particular) para contener el déficit fiscal, acabaría yendo a remolque de la deflación. Armado el círculo vicioso, cada nuevo corte del gasto preanuncia el siguiente. Sin embargo, es obvio que los acreedores seguirán exigiéndolo, dado que ellos compiten por los mismos escasos fondos estatales con los empleados públicos, los jubilados, los planes sociales, etc. En este sentido, la fulminante caída de López Murphy tras anunciar su programa de ajuste fue leída por los ávidos financistas extranjeros como una prueba más de que los argentinos no están dispuestos a asumir los sacrificios necesarios. 
Mañana se rodará otro capítulo de esta serie en los mercados. Cavallo ya ha hecho su apuesta, y de cómo le vaya depende el costo que finalmente pagará el país por la resolución de esta crisis, pacientemente incubada a lo largo de diez años.

 

 

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