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EDUARDO ANGUITA, AUTOR DE �SANO JUICIO� 
�Fui a testificar por mi 
madre y escribí el libro�

Es la historia del juicio en España a los represores argentinos. También es la vida de los protagonistas, del juez Baltasar Garzón, del fiscal Carlos Castresana y de los abogados José Luis Galán y Carlos Slepoy.

 

Por Luis Bruschtein

"Fui a declarar y me di cuenta de que no era sólo un juicio, sino una verdadera revolución del derecho penal internacional", afirma Eduardo Anguita, coautor con Martín Caparrós, de los tomos de La Voluntad, que acaba de presentar Sano juicio, un libro sobre la causa abierta en España por el juez Baltasar Garzón contra los represores argentinos. La revolución de Garzón derivó en la detención de Pinochet en Inglaterra y del represor de la ESMA Ricardo Cavallo en México. El juzgado de Garzón se había convertido en un tribunal penal con jurisdicción internacional y Sano juicio se lanza a bucear en la vida de los protagonistas, el juez el fiscal y los acusadores. "Tuvieron que pasar cincuenta años --subraya Anguita-- para que se pusiera en práctica toda la legislación sobre derechos humanos que existe en el planeta desde la Declaración Universal del '48."

  --Me interesé en este juicio porque en primer lugar me tocó de manera personal. Fui a España en mayo del año '97 a declarar por la desaparición de mi madre, que había ocurrido en julio del 78. Mi madre tenía ascendencia española y decidí que tenía que ir. Cuando tomé conocimiento de lo que era ese juicio, me di cuenta de que en realidad, no era un juicio por los descendientes de ciudadanos españoles, sino que revolucionaba el derecho penal internacional. Empecé a entender que ese despacho de Garzón se estaba convirtiendo en un tribunal con jurisdicción internacional. Garzón estaba juzgando a los genocidas argentinos por crímenes de lesa humanidad, por cosas que estaban vistas por el derecho penal internacional desde hacía 40 años, desde la Declaración Internacional de los Derechos Humanos del año '48. Pero por primera vez en esos 50 años, un tribunal juzgaba delitos cometidos en otro lugar, lo que los legistas llaman extraterritorialidad.

   --¿Por qué no había funcionado antes en otros países?

   --Por infinidad de motivos. En algunos porque esa mismas leyes se cruzaban con otras que impedían que se ejecutaran las anteriores y en muchos casos, por falta de voluntad de justicia. A su vez, en España coincidieron otros factores. No fue tan sólo una quijotada de Garzón, sino que además la legislación española lo hacía más factible que otras legislaciones europeas. La legislación española que se actualizó recién a la caída del franquismo es mucho más avanzada que la de otros países que lo hicieron en la posguerra, como los franceses, los belgas y demás. La española tiene una ley penal del año '85 que ayuda a que se juzguen estos delitos. 

  --En su libro juegan más los protagonistas del juicio que los tecnicismos legales...

  --Hay varios a los que me ocupé de seguirlos personalmente muchos días, los entrevisté muchas horas y los vi actuar. Uno es un argentino, Carlos Slepoy, hay otros argentinos más y algunos chilenos y los españoles José Luis Galán y Carlos Castresana. Galán es abogado de la acusación popular y Castresana es uno de los directivos de la Asociación Progresista de Fiscales que interpuso la denuncia de genocidio. Ellos estaban viviendo en una España que terminaba con Felipe González, con ese socialismo de capa caída, corrupción, la represión de los GAL y había mucho temor de que la derecha española, a través de la Fiscalía se opusiera. Y efectivamente se opuso. Durante dos años y medio, sin cobrar un sueldo de nadie (desde marzo del 96, hasta octubre del 98, cuando en un fallo histórico la Audiencia Nacional dijo que los tribunales españoles tenían jurisdicción internacional) estos protagonistas, los abogados, y las víctimas que iban a declarar, no tenían certeza de que todo fuera validado por la justicia española, el riesgo de frustración era tremendo.

  --Los abogados se jugaban su carreras y además les cambió la vida completamente...

  --Y le cambió la vida también a Garzón. Había hecho procedimientos muy importantes contra el terrorismo de Estado del GAL y había sufrido muchas presiones. Era un juez muy probado en la persecución del narcotráfico en Europa y en el Norte de Africa; y también un gran perseguidor del terrorismo de ETA. Era un tipo sobresaliente en España, muy conocido y muy polémico. Pero al recibir esta denuncia empezó a compenetrarse con el derecho humanitario internacional. A partir de allí se convirtió en un participante de primera línea en todos los congresos de derecho humanitario a nivel internacional. Cuando en julio del 98 se reunió la primera comisión para debatir la conformación de un tribunal penal internacional, Garzón es visto como uno de los candidatos a presidirlo o a integrarlo.

  --¿Hay una relación entre la vida de los protagonistas y el contenido del juicio?

  --Las concepciones modernas del derecho centran la Justicia en la necesidad reparatoria de las víctimas. Estos juristas, José Luis Galán, que integra la Asociación Libre de Abogados; Castresana, con los Fiscales Progresistas; y Carlos Slepoy, que preside una asociación de derechos humanos de argentinos, asumen el derecho como una necesidad de aportar a las víctimas. Les han cedido el protagonismo a quienes fueron a testimoniar ante Garzón. Esto les ha significado ser parte del dolor y del sufrimiento actualizado de las víctimas. Se pasaron horas y horas de su vida con las personas o los familiares que sufrieron los peores vejámenes en Chile y Argentina. Es importante decir que estos protagonistas, antes de ser abogados, fueron o son militantes. En el caso de Slepoy fue militante, un tipo que luchó acá y José Luis Galán fue el principal abogado en la persecución de los GAL. Galán es una de las pocas personas que tiene un coche viejo en España. Ni en el juicio de los GAL, ni en este cobró un peso. No tienen honorarios. Van cinco años de juicio.

  --¿Cómo proyectan hacia el futuro esta experiencia que están haciendo?

  --Han sido convocados por la mayoría de las universidades y asociaciones de juristas, han participado con ponencias y jurisprudencia. Son consultados por abogados que afrontan situaciones similares en otros países. La causa fue como una bola de nieve. De hecho, la detención del represor de la ESMA, Ricardo Cavallo en México hace unos pocos meses, quizás no ha sido tan impresionante como la detención de Pinochet, pero desde el punto de vista del derecho es fuertísimo. Es la primera resolución de un tribunal americano que acepta la jurisdicción extraterritorial y es la primera decisión de un Estado americano que da curso a una decisión de un juez de primera instancia de otra nacionalidad sobre estos temas. Y también la resolución del juez Gabriel Cavallo de dejar nulas las leyes de Obediencia Debida y Punto Final tiene muchísimo que ver con este juicio que se lleva adelante en España.

  --El juicio en España también produjo un efecto de descompresión en Argentina...

  --En el relato y en el desarrollo del juicio encontramos no solamente conceptos, sino también caminos, que son los que se han cerrado en Argentina. La Conadep funcionó creo que solamente nueve meses y dio pie a un juicio que visto a la distancia resulta impactante. Y sin embargo casi no hay relatos de ese juicio porque es muy frustrante que esa condena que parecía ser histórica haya sido tirada a la basura por dos leyes forzadas por asonadas militares y el indulto de un cínico como Carlos Menem. Como dijo Maradona, la sensación fue que nos cortaron las piernas. Lograr justicia enriquece no solamente a las víctimas directas sino también a toda la sociedad, porque toda la sociedad fue víctima de la dictadura.

  --De todos los protagonistas de su libro, el que más parece atraparlo es Slepoy...

  --Trabajo mucho sobre la figura de Carlos Slepoy porque en esta historia de pérdidas, en este juego de olvido-memoria en el cual estamos todos en la Argentina permanentemente, Slepoy tuvo tres pérdidas que para mí son muy fuertes. Al haber estado preso, perdió la dimensión del tiempo, porque eso pasa en la cárcel. Después estuvo exiliado y perdió la dimensión del territorio, del espacio. Y después, estando en España, un policía le metió un tiro en la espalda por defender a unos chicos en la calle, y perdió la movilidad en las dos piernas. Qué curioso que alguien que tuvo pérdidas tan fuertes, lucha por la recuperación de la memoria y se haya convertido en un protagonista tan importante de este juicio. Me parece que en esa figura, y en su vida, en sus sueños, en sus miedos, en todo esto que trato de narrar en el libro, muchos podemos ver nuestras propias situaciones por las pérdidas y por las cosas que podemos recuperar.

 

 

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