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Botijas del barrio Jacinto Vera,
la percusión alternativa uruguaya

El quinteto Tribu Mandril es telonero del primer show redondito en Montevideo. Será su gran presentación para el público de ambas orillas del Río de la Plata.
La Tribu Mandril utiliza latas, baldes, bidones, botellas descartables, cepillos de dientes, como instrumentos.
Tienen un cd editado en Uruguay y se los puede ver cada sábado al mediodía en la Plaza Matriz de Montevideo. 

Por Juan P. Andrade

�¡Tribu Mandril!�, exclamó una voz femenina durante la reciente visita de Jorge Drexler a estas tierras, mientras el uruguayo presentaba a los músicos que lo acompañaban. Detrás de los tamboriles, Nicolás Arnicho hizo un leve gesto de asentimiento. Y sonrió. Es que, desde hace cinco años, la vida del percusionista gira en torno de la Tribu Mandril. Y aunque ya no son un secreto a voces de este lado del charco, su excursión porteña del año pasado �tocaron en Niceto y luego en La Plata� no despertó el mismo interés que cuando se presentó como integrante del grupo de sus compatriotas Rubén Rada y Hugo Fatorusso. Pero hablar de aquellas expectativas por estos días puede sonar a chiste: la Tribu fue elegida para oficiar de telonera en el primero de los dos shows de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. El privilegio será compartido con Zevelé, que hará lo propio en la segunda fecha con su candombe del Barrio Sur montevideano. 
Ahora bien: ¿Quiénes son esos chicos capaces de hacer música utilizando �instrumentos� como latas, baldes, bidones, botellas descartables, cepillos de dientes y caños de PVC? La Tribu Mandril es un quinteto de �percusión alternativa� integrado por una barra de amigos del barrio Jacinto Vera. Tan habituados están al retumbar de los tambores en las esquinas que se animan a percutir con lo que tengan más a mano. E incursionan en la música popular con tal irreverencia que los resultados pueden llevar por título �Samba da cozinha�, �Chacarera del water close� o �La cueca de las computadoras�. Además de Arnicho, los �mandriles� son Pablo Gancho Leites, Jorge Cabeza López, Diego Chumbo Volunté y Alejandro Ratón Etchegoyen. Con un álbum en su haber �Tocalata, recientemente editado en CD, pero que vendió cerca de cuatro mil copias con su edición casera en casete�, suele vérselos tocando en la plaza Matriz del Paseo de la Ciudad Vieja de Montevideo los sábados al mediodía, o en un festival en un parque o a una kermese organizada por la cooperadora de una escuela para recaudar fondos.
�¿Cómo surgió la idea de formar la Tribu Mandril?
�Yo había estudiado percusión en Cuba y después viví unos años en Salvador de Bahía, donde la música se trabaja en bloques, bien a lo afro, con arreglos en los que participa mucha gente. En Montevideo eso todavía no se usaba. Nosotros nos conocimos tocando los tambores en el barrio. Paralelo a eso, yo daba unos talleres gratuitos de percusión en el barrio El Cerro. Eran como sesenta alumnos, y no había instrumentos para todos. Entonces sugerí trabajar con baldes, algo que ya había visto hacer en Bahía. A partir de la fusión de lo que estaba haciendo en El Cerro con los baldes y de lo que estábamos haciendo con los tambores en el barrio, más algunas letras que había empezado a escribir, armamos un show cortito para el verano del �97 que empezamos a presentar en las calles, en las ferias y en los parques. Y eso justo coincidió con un programa sobre el grupo Stomp que pasaron en HBO: ellos tocan con latas, con escobas, con el cuerpo, con lo que sea. La gente empezó a asociarnos con ellos, y ese año tuvimos mucho trabajo. Y el verano siguiente también, y acá estamos.
�¿Hay alguna filosofía detrás del hecho de usar ese tipo de instrumentos?
�No hay nada místico, ni una idea muy pulida al respecto. De mi parte, que estudié música en la universidad y que me desenvuelvo profesionalmente como percusionista con Rubén Rada o con Luis Salinas dentro de los parámetros de lo convencional, era muy interesante la posibilidad de tocar con algo que no tuviera un punto de referencia concreto. Cuando tocás un timbal, una tumbadora, un bongó o un pandero ya sabés cómo tenés que tocar para hacerlos sonar bien. Otra cosa es si te dan un bidón, una botella o una escoba. Además, el laburo es más tranquilo, más relajado. 
�¿Qué relación tiene la música que ustedes hacen con la percusión murguera convencional?
�Nosotros no hacemos murga. Tocamos música negra, afrolatina. Tiene que ver con mucha música de Brasil: el samba, el samba funk y el samba moderno. También hay mucho de música cubana: rumba, salsa y cha-cha-chá. Y hay funk, rap y candombe: siempre los ritmos que armamos se basan en algún golpe de tambor, aunque usemos latas. 
�¿Cómo es que tocan una chacarera con tapas de inodoro?
�Los instrumentos surgen de acuerdo a los temas. Una vez agarramos un par de botellas descartables y armamos una batida, a la que después le puse letra. Otra vez metimos cepillos de dientes, envases de champú y un calentador de agua para bañarse en un bolero en el que un tipo le canta a una mina a la que dejó porque era sucia. Cuando escribí la letra de la chacarera se me ocurrió poner eso de las tapas de water, y entonces salimos a buscarlas para ver cómo quedaba. Y nos gustó.
�¿Cuál es la diferencia entre tocar con Tribu Mandril y con músicos como Salinas, Rada o Hugo Fatorusso?
�(Se ríe.) Es muy diferente. La música es siempre la misma, pero una de las cosas más lindas que tiene la Tribu Mandril es que no es un conjunto de músicos. Es un grupo de amigos, y ellos se �educaron� musicalmente conmigo pero bajo los códigos que usamos en el barrio. Es un vínculo diferente al que se puede tener con un músico profesional que te contrata para un show determinado. Tocar con la Tribu Mandril es como ir a jugar al fútbol con los guachos del barrio. 

 

 

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