Por
Gustavo Veiga
La FIFA padece hoy los mismos efectos de una medicina que ya han probado
otros delicados pacientes del fútbol. La crítica situación
de su principal socio, el grupo ISMM en rigor, el gerenciador de
sus contratos más importantes la colocó en estado
de alerta y provocó que su comité de urgencia adoptara medidas
extraordinarias. Así como ya había ocurrido con el Real
Madrid, que cuando delegó la administración de sus recursos
en la temporada 1996-97 tambaleó y, más tarde, tuvo que
recuperar la explotación de sus propios derechos, ahora la FIFA
desandaría el mismo camino. La entidad que preside el suizo Joseph
Blatter resolvió la semana pasada una serie de medidas que simbolizan
un paso atrás antes de caer al abismo. Se creó en forma
preventiva una sociedad de mercadotecnia independiente, llamada FIFA Marketing
AG y se aceptó que la federación internacional explote de
modo directo los derechos de merchandising si éstos regresan a
poder de la FIFA, entre otros asuntos.
La crisis, si no provocara enseñanzas, sería como una gran
oportunidad perdida de replantear un negocio desmesurado. El fútbol
está sospechado de operaciones en las que se lava dinero, vive
jaqueado porque el flujo de divisas pasa por pocas manos y no se extiende
a la mayoría de los protagonistas, ha sido salpicado por el affaire
de los pasaportes falsos y es dominado por empresarios a quienes les daría
lo mismo invertir en la Bolsa de Nueva York o en el tráfico de
armas. Mientras tanto, en la Argentina, el denominado gerenciamiento todavía
representa para demasiados personajes una atractiva zanahoria. Decía
el periodista Dante Panzeri que la corrupción empieza cambiando
nombres. Dirigentes por empresarios, clubes por empresas, administrar
por gerenciar. Aquí, hasta las modas llegan con retraso y, acaso
por esa razón, aún no se perciba la dimensión del
efecto FIFA-ISMM(ISL).
Una vez más, resulta oportuno recordar el caso de una de las instituciones
más opulentas del mundo. La deuda de casi 300 millones de dólares
que tenía el Real Madrid a fines de 2000 se originó en la
recompra de sus propios derechos de imagen. Durante la presidencia de
Ramón Mendoza, una empresa llamada Infosa pasó a manejar
los derechos de televisión, la publicidad estática en el
estadio Santiago Bernabeu, la indumentaria y otros rubros a cambio de
un desembolso inicial de 20 millones de dólares. Cuando las autoridades
del club español comprobaron que el negocio no era nada ventajoso,
para recuperar el timón, tuvieron que comprometer el pago de 500
millones de dólares, una decisión que todavía sigue
afectando sus finanzas.
La AFA en dificultades
El ultraliberal régimen para captar inversiones que el menemismo
instauró en el país durante los años 90 arrasó
con todo tipo de empresas, tanto estatales como privadas, que tenían
una larga tradición familiar. En ese marco, se generó una
cultura del negocio expeditivo y la ganancia fácil que se extendió
a otras actividades como el fútbol. En 1994, la AFA le cedió
el control del merchandising de la selección nacional a la firma
Futdial S.A. a cambio de 350.000 pesos anuales. Rogelio Riganti, un empresario
metalúrgico amigo de Julio Grondona, colocaba de ese modo los cimientos
de lo que hoy es ISL Argentina. Algunos cambios en la composición
accionaria de esta firma (filial de la casa matriz que tiene un 14 por
ciento de sus acciones) quizás llevaron a que en la AFA haya dirigentes
y asesores que todavía no conozcan a sus dueños. Este dato,
a juzgar por la comprometida situación del grupo ISMM, no deja
de ser llamativo.
El superávit que arrojó el último balance de la entidad
que preside Julio Grondona también puede resultar engañoso.
Una fuente de la AFA consultada por Página/12 afirmó que
las cuentas están en rojo. Por eso, se están gestionando
créditos en los bancos Credicoop y Provincia. Ocurre que
el nivel de gastos aumentó desde el 30 de junio del 99 al
30 de juniodel año pasado, de 45.161.111,54 a 57.961.002,94 y las
inversiones en el complejo deportivo de Ezeiza realizadas para el
Mundial Juvenil Sub 20- han resentido demasiado la economía. También
hay otros datos que no deben soslayarse: por gastos de consultoría
de televisión y auditoría, la AFA pagó 982.052 pesos
al cierre del último balance cuando en el ejercicio anterior, ese
costo no llegaba a 61.380. Además, por primera vez en muchos años,
no se le abonó la gratificación a todo el personal. Mientras
tanto, la asociación difícilmente pueda percibir una moneda
de los 50.626.115,01 pesos que le deben los clubes afiliados por créditos
otorgados.
En consecuencia, si ISL no hizo bien las cuentas en su descontrolada expansión
comercial, si la FIFA se encuentra en estado de zozobra por la quiebra
de su gerenciadora (aunque un tribunal cantonal acaba de dejar en suspenso
la medida) y si aquí la AFA no atina a frenar el despilfarro de
los dirigentes (que integran el Comité Ejecutivo como representantes
de sus instituciones), no debería extrañar que los futbolistas
argentinos analicen la posibilidad de decretar un paro por los 100 millones
de pesos que les deben en conjunto. La interpretación es unívoca:
si el circuito por el cual fluye el dinero más importante del negocio
corre peligro de ir a la bancarrota, ¿qué destino les espera
a los principales protagonistas del espectáculo, además
de patear una pelota?
La respuesta no puede tenerla únicamente el mercado. El producto
fútbol es una actividad practicada por seres humanos y no una mercancía.
O, como sostienen algunas voces, es demasiado deporte para ser un negocio
y no al revés.
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