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NOQUEO A LENNOX LEWIS EN EL QUINTO ROUND
El mayor batacazo de los últimos tiempos del boxeo se llama Rahman

Desde aquel nocaut con que James Buster Douglas venció inesperadamente a Mike Tyson en Tokio, hace más de una década, que no se veía nada igual. El norteamericano, que estaba abajo 20-1 en las apuestas, durmió de un derechazo al monarca de los pesados y ahora abre un panorama de incógnitas en el campo de la máxima categoría. ¿Peleará con Tyson antes de fin de año?

Por Daniel Guiñazú

Si aquel célebre nocaut de James Buster Douglas a Mike Tyson en Tokio fue el mayor batacazo del boxeo de todos los tiempos, el nocaut en el 5º round que Hasim Rahman le infligió a Lennox Lewis el domingo a la medianoche en Brakpan, Sudáfrica, no lo es menos. Si aquel resultado, inesperado y sorprendente, shockeó el boxeo de los 90 y cambió el curso de la historia de los pesados, éste, tan inesperado y sorprendente como aquél, tendrá idénticos efectos sobre el pugilismo del nuevo milenio. Si la demolición impensada de Tyson aquella vez atrasó un negocio multimillonario (su pelea con Holyfield que llegó con cinco años de demora), el derrumbe fuera de todo cálculo de Lewis posterga con fecha incierta, otro supercombate: Lewis-Tyson hasta ayer, encaminado para realizarse no más allá de febrero del 2002 y ahora puesto entre gruesos signos de interrogación después de la insólita debacle del gigante británico.
Era tan favorito Lewis en las pizarras de los apostadores de Las Vegas que el 20-1 a su favor solo era superado por el 42 a 1 de Tyson ante Douglas de 1990 y el 25 a 1 de la primera Tyson-Holyfield en 1996. Sin embargo, Lewis se cayó. Y ahora entre los pesados reina Hasim Rahman, un mastodonte de Baltimore, que subió como víctima propiciatoria y que con una inolvidable derecha cruzada puso a Lewis en la lona y al boxeo mundial con los pies para arriba como pocas veces en la historia.
Boquiabiertos todavía por el asombro y con el resultado ardiendo en la palma de las manos, puede resultar cómodo y aventurado apretar la tecla “subestimación” para intentar una explicación de por qué Lewis se vino a pique y Rahman es ahora el nuevo campeón mundial de los pesados para el Consejo y la Federación. Pero algo de eso hubo y hay pruebas para sustentarlo. Mientras Rahman se apartó de su familia y sus tres hijos y llegó a Sudáfrica un mes antes del combate para adaptarse convenientemente a los 1700 metros de altura sobre el nivel del mar de Brakpan (un suburbio 37 kilómetros al este de Johanesburgo donde tuvo lugar el pleito), hastahace dos semanas Lewis estaba pavoneándose en Las Vegas en una filmación al lado de Julia Roberts, Brad Pitt y George Clooney y arribó con apenas 10 días de anticipación. Un lapso que todos estimaron insuficiente. Todos menos Lewis y su equipo. “Esa gente respira arrogancia” dijo de ellos Rodney Berman, el promotor sudafricano de la reunión.
Mientras Rahman subió al ring con una impecable puesta a punto, Lewis trepó al cuadrilátero del Casino Carnival City con el peso más alto de toda su carrera: 114,760 kg, señal de que su entrenamiento no era el adecuado. Y mientras Rahman peleó con agresividad y determinación, consciente de que tenía por delante la pelea de su vida, Lewis paseó por el ring abúlico, desganado, desmotivado. Como si estuviera harto del boxeo y de la vida. Como si no quisiera cumplir el trámite de una defensa de bajo riesgo. Como si su mente, su punto más vulnerable, estuviese volando por cualquier otro lugar y no quieta allí, en Sudáfrica.
Tan vacío estuvo Lewis que ni siquiera hizo jugar a su favor, las ventajas que tenía en cuanto a su talla y alcance. Le llevaba 6 centímetros de altura (1,94 m contra 1,88) y rara vez les dio salida a la izquierda en jab y directo y a la derecha recta, para mantenerlo a raya a Rahman. Colocó algunos buenos ascendentes de derecha cada vez que Rahman quería reducir distancias a los saltos, pero fue insuficiente. En el 3º round, Rahman se dio cuenta que enfrente tenía a un Lewis vacilante y discontinuo, distante de aquel que partió por el medio a Golota, Michael Grant y Frans Botha. Y ahí mismo empezó a cambiar la pelea para siempre.
Rahman advirtió que era fácil entrarle a Lewis la derecha voleada. Y empezó a tirarla y a pegarla. En el 4º la conectó una vez y le bastó para adjudicarse el asalto. En el 5º amagó lanzarla de nuevo y Lewis retrocedió asustado como un chico ante la inminencia de una paliza. Volvió a amagar Rahman y volvió a dar marcha atrás Lewis hasta quedar mal parado, de perfil contra las cuerdas. Rahman vio la mandíbula desguarnecida por encima del hombro izquierdo de Lewis y proyectó la derecha que estallócomo un misil teledirigido contra la quijada de Lewis. Diez segundos más tarde, contra todos los pronósticos, era Lewis quien dormía contra el piso y era Rahman el nuevo dueño del mundo de los pesados.
No vaya a creerse que ha nacido un gran campeón. Rahman, ahora con un record de 35 triunfos, 2 derrotas y 29 nocauts a favor, es un monarca de ocasión surgido más a partir de la defección de Lewis que de sus propios merecimientos. Tuvo la misma suerte que Douglas hace una década ante Tyson. Se encontró con un campeón hueco, sin alma y lo único que hizo fue aprovecharlo. Después de paladear el sabor único de la gloria, vendrá el tiempo de los millones. El menú de opciones es amplio: lo aguardan desde un retador del montón, hasta Tyson, pasando por un desquite ya firmado con Lewis que habrá que ver si se convierte en revancha directa antes de fin de año. Algo aparece claro en medio de la conmoción: Rahman no es negocio como campeón. Y de él, y de nadie más que de él, dependerá crecer y consolidarse o ser un ave de paso como portador de tres versiones del título que vale más que todos. Que no le pase lo de Douglas, que se creyó su victoria ante Tyson, se montó en su soberbia y siete meses más tarde, acabó acribillado por Holyfield en apenas tres rounds.
Otra incógnita, pero de signo diferente es Lewis. El mejor pesado del momento, el tricampeón indiscutible, el deportista más rico de Gran Bretaña, se derritió como ya le sucediera una vez, en 1994 ante Oliver Mc Call, quien lo noqueó en dos rounds y lo despojó del título del Consejo. Y parece haber llegado a un punto de inflexión en su carrera: o cambia o se va. Si su mente sigue en la misma nebulosa de su últimas peleas, si subir el ring no le genera emoción alguna, si ya está aburguesado porque sus cuentas bancarias revientan de millones de dólares, debería irse ya mismo: el boxeo no es deporte para aburridos. Si el mazazo de Rahman, en cambio, fue lo que necesitaba para dejar de sentirse invulnerable y superior al resto de los mortales, si le devolvió la motivación perdida, Lewis debe continuar, aunque más no sea, por una razón de orgullo. Eso sí: haga lo que decida hacer, habrá que quitar a Lewis para siempre de la lista de los más grandes de hoy y de todas las épocas. Desde la medianoche del domingo, allí ya no hay más lugar para él.

Las asombrosas

Por D.G.

1 James Buster Douglas GKO 10 a Mike Tyson (10/2/90 en Tokio): sin dudas la sorpresa más sorpresa de todas. Tyson estaba invicto, parecía imbatible y nadie daba nada por Douglas. Pero el Hombre de Acero, jaqueado por graves problemas personales y una pésima preparación terminó siendo noqueado en el 10º round por un Douglas que subió al Superdomo de la capital japonesa con las apuestas 42-1 en su contra.
2 León Spinks GPP 15 a Muhammad Alí (15/2/78 en Las Vegas): Spinks entró al ring 8 a 1 en las apuestas, pese a haberse consagrado un año y medio antes campeón olímpico de los pesados en Montreal (1976). Por sus antecedentes, no podía aspirar siquiera a la chance ante el mítico Alí. Pero Alí no hizo nada sino recostarse contra las sogas y durante 45 minutos recibió la metralla corta de Spinks.
3 Jim Corbett GKO 21 a John L. Sullivan (7/8/1892 en Nueva Orleans): en su décimo año como campeón, Sullivan era favorito 5 a 1. Pero no pudo encontrarlo jamás a Corbett que bailoteó toda la pelea y que, en el 21º round, conectó un gancho a la mandíbula de Sullivan que puso un final inesperado al segundo reinado más largo de la historia de los pesados.
4 James Braddock GPP 15 a Max Baer (13/3/35 en Nueva York): fuera del Long Island Bowl, una ambulancia esperaba discretamente por Braddock, tal era el favoritismo de Baer. Pero Braddock se rió de la cátedra, pudo escapar de la derecha letal de su rival y dos puntos descontados a Baer por infracciones terminaron dándole la victoria y el título.
5 Cassius Clay GKOT 7 a Sonny Liston (25/2/1964 en Miami): todos creían que el estilo bailarín del por entonces autodenominado Clay sucumbiría ante el vigor bestial de Liston. Pero Clay le dio una clase de boxeo y una paliza al “Oso Feo” quien, avergonzado, abandonó en el comienzo del 7º, aduciendo una lesión.

 

 

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