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el Kiosco de Página/12

El sendero luminoso

Por Eugenio Raúl Zaffaroni*

Anoche fui a tomar un café con un amigo de la infancia. La conversación iba bien, hasta que al pasar comenté un poco irónicamente el hecho de que a Ruckauf le molesta el Poder Judicial que pone obstáculos a las cúpulas policiales y a sus funcionarios políticos, pide el juicio político de los jueces “garantistas”, persigue defensoras que interponen hábeas corpus y quiere denunciar la Convención Americana de Derechos Humanos. Ese fue el detonante. Mi amigo comenzó un discurso imparable, alabando con entusiasmo a Ruckauf y maldiciendo a jueces, fiscales y defensores de la provincia.
¿Para qué ponen obstáculos? No haciendo nada podrían cobrar tranquilamente sus sueldos, no saldrían en los diarios, los ascenderían, incluso de vez en cuando alguno de ellos llegaría a ministro. Y las cúpulas policiales podrían seguir liberando zonas, de modo que puedan robar sólo los chorros oficializados y no cualquiera. El robo es un delito, pero no tiene por qué ser un caos. La “merca” la podrían vender sólo expendedores autorizados, igual que la nafta. Es una cuestión de orden: se sabe cuánto se vende, cómo se corta, cuánto cuesta, tiene un precio de mercado. No puede caerse en el capitalismo salvaje, después de todo Keynes algo de razón tenía. La prostitución tiene que pagar su canon, como cualquier otra actividad que usa el espacio público, y con mayor razón si tiene instalados locales. El juego no tiene por qué ser monopólico. ¿Acaso no estamos en una economía de mercado?
¿Para qué los fiscales y los jueces quieren hacer la instrucción, si siempre la hizo la policía? No sólo la instrucción, ¿por qué no dejarlos que hagan el juicio? Si así se hace en lo contravencional, ¿por qué no puede hacerse también en lo penal? Después de todo no hay mucha diferencia entre un hurtito y una contravención. Y ellos sólo se limitarían a revisar; es suficiente garantía, siempre un juez revisa, claro. ¿La tortura? ¿Y cómo se puede investigar sin tortura? Ya lo dijo Videla. ¿Que se venden sobreseimientos y se acomodan pruebas? Bueno, hay demasiadas condenados, tampoco hay que ser inhumano. Y si, andando a los balazos, de vez en cuando se fusila a alguien o se va una bala, es una guerra y en toda guerra hay muertos inocentes.
¿Y las cárceles? Pero si las cárceles son para los delincuentes. Si fuesen muy cuidadas, los no chorros se harían chorros porque estarían más cómodos en las cárceles que en sus casas; tienen que ser sucias, lóbregas, indeseables. Algunos no las aguantan y se suicidan o se piran; mala suerte, lo hubieran pensado antes. Otros se pescan un HIV: eso les pasa por drogas o por gays. ¿Dos por uno? ¡Qué dos por uno! Lo mejor es “0,50 por uno”, el tiempo de prisión preventiva debe computarse como mitad del tiempo de la pena. ¿Acaso no es cierto que es sólo para seguridad y no para castigo? Tan cierto es que lo dice la propia Constitución. La pena es para castigo, la pepa sólo para seguridad. Debe reconocérsele sólo la mitad y gracias. ¿Pacto de San José, convenciones de derechos humanos? Sólo paja, cosa de gringos imperialistas y de marxistas, sus aliados de siempre. Hay que sacarse de encima todo eso, somos soberanos, como Fujimori, que señaló claramente el rumbo que ahora transita Ruckauf; se ríen siempre, la risa es salud, de tanto reírse se les achinan los ojos.
Me fui cabreando y en un momento pagué y quería irme, hasta que no pude más y le dije que se había convertido en un fascista posmo. Lo negó, pero reafirmó que todos esos argumentos y muchos más había que perfeccionarlos y dárselos a los medios de difusión de fascistas y corruptos, al pobre Neustadt –que ya perdió el poco ingenio que nunca tuvo y no le queda repertorio– y, en especial, a Ruckauf. Se exaltó y gritó: “Viva la Revolución”. Miré alrededor, no por miedo a la policía sino a los médicos, Foucault mediante. En excitación casi maníaca vino lo peor: era necesario acabar con todo, el fuego purificador, el apocalipsis. Era mejor el caos que esto, Hobbes puesto de cabeza. Con sanciones internacionales por haber denunciado todos los instrumentos de derechos humanos, aislados diplomáticamente, con las cúpulas policiales dueñas de grandes capitales,los políticos dependiendo de los magnates comisarios para sus campañas, la merca ordenadamente distribuida, los asaltos con horario por barrio como los viejos cortes de luz, los presos calladitos con algún motín bien reprimido cada tanto. Si se mueren algunos penitenciarios, algunos policías, algunos chorritos, bueno, son todos pobres y de ese modo los pobres se van dando cuenta de que los usan.
Objeté que así no se puede vivir y a mi amigo se le iluminaron los ojos. “Justamente de eso se trata. De que reviente todo, que se siga el sendero luminoso de Fujimori–Ruckauf y nos quedemos sin Poder Judicial, sin fiscales, sin defensores, sin abogados, sin policía, sin cárceles, sin penitenciarios, con bandas de delincuentes en donde no se pueda distinguir a los estatales de los privados, con los pobres más pobres, sin clase media, con la clase alta amenazada por sus propios monstruos, que todos sintamos que se logró lo que Ruckauf quería, que la vida no valga nada, que nos quedemos sin nada, despreciados por el mundo, eso es lo que hace falta, llegar al fondo del programa de Ruckauf, destruir las instituciones.”
Estaba tan exaltado que tuve miedo. “Sólo así se hace la Revolución. Hay que destruir todo para recrear todo, desde la raíz, porque lo que hay, está podrido. Nada de contemplaciones. Los jueces, los fiscales, los defensores son sólo el colchón de la burguesía; el verdadero impulso dialéctico viene de Ruckauf, ése es el hombre de la transformación.”
“Pero, ¿vos pensás que es un submarino, que puede ser Trotski o Mao?”, pregunté ya en la vereda. “No, no lo es; las revoluciones siempre se comen a sus hijos; cuando venga el caos, los comemos con mostaza.”
Como despedida me animé a preguntarle si no creía que necesitaba unas buenas vacaciones. Me alegró la respuesta, porque por un momento se calmó y me dijo que, efectivamente, se estaba notando un poco nervioso en el último tiempo. Pero no podía tomarse vacaciones porque estaba esperando un nombramiento en la provincia.
* Director del Departamento de Derecho Penal UBA. Vicepresidente de la Asociación Internacional de Derecho Penal.

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