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Un cardiocirujano argentino que ya pertenece a la Legión de Honor

Francia condecorará hoy a Juan Carlos Chachques, creador del echarpe cardíaco y de un tratamiento con inyección de células.

Por Pedro Lipcovich

La noticia es: un cardiocirujano argentino, creador del “echarpe cardíaco”, recibe hoy la Legión de Honor otorgada por el Estado francés. Pero también puede ser: en los últimos meses, el creador del “echarpe” puso a punto un revolucionario método para tratar la insuficiencia cardíaca, que consiste en inyectar directamente en el corazón, sin necesidad de operar, células obtenidas del propio paciente. Y también se puede escribir: un ex detenido-desaparecido llega en Francia a la cumbre de su carrera, mostrando, una vez más, cómo la dictadura militar privó al país de algunos de sus mejores investigadores. En todos los casos, el protagonista es Juan Carlos Chachques, que esta tarde recibirá la máxima condecoración de los franceses y ayer, desde París, dialogó con Página/12 sobre sus descubrimientos y su vida, que comenzó en 1944 en el pueblito santafesino donde su padre era médico rural.
“Yo mismo elegí el lugar para recibirla: la Maison de l’Amérique Latine, en París: quise ratificar así mi origen latinoamericano”, destacó Chachques. Allí le serán conferidas las insignias de Caballero de la Orden Nacional de la Legión de Honor. Su origen latinoamericano ya se puso en juego en el tema al que Chachques dedicó su vida, la insuficiencia cardíaca. Esta enfermedad consiste en que el corazón no tiene fuerza para enviar suficiente sangre al cuerpo, de modo que la persona experimenta fatiga, le falta el aire, ve impedida su actividad. Las causas pueden ser de dos tipos: los infartos, que, si son importantes o reiterados, dejan cicatrices en el músculo cardíaco; o bien enfermedades degenerativas como la de Chagas-Mazza, “de especial incidencia en América latina”, recuerda Chachques.
Hay insuficiencias cardíacas que no responden a los medicamentos. Una alternativa es el trasplante de corazón pero nunca hay suficientes órganos, además de ser una operación cara y complicada. Desde la década de los ‘80, Chachques desarrolló la técnica del “echarpe cardíaco”: se toma de la espalda del propio paciente el músculo llamado dorsal ancho y se lo implanta rodeando el corazón dañado; un marcapasos hace que se contraiga con el ritmo necesario. Ya más de 2000 personas salvaron la vida gracias a esta operación, que, desarrollada en Francia, se practica en la Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia, Venezuela, México y distintos países de Asia, Europa del Este y Africa.
Pero el año pasado, el propio Chachques –director de investigaciones cardiológicas en la Universidad de París y en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia– puso a punto un método todavía mejor: la cardiomioplastia celular. “Mediante biopsia, extraemos de una pierna o un brazo del paciente dos o tres centímetros cúbicos de músculo, unos diez gramos. De ese tejido aislamos unas 50 o 100 células llamadas mioblastos; cultivándolas con las técnicas actuales, en tres semanas tenemos cien millones”, explica Chachques.
Esas células van a ser inyectadas en el músculo cardíaco dañado “mediante una sonda que se introduce en una arteria, en la ingle o en el brazo”. “En su interior hay una aguja y cuando la sonda toca la pared interna del corazón, el cirujano hace salir la aguja unos milímetros, según el espesor de la pared cardíaca, y por ella inyecta el preparado con los mioblastos. Las células se integran en el músculo cardíaco y reemplazan al tejido deteriorado, sin necesidad de marcapasos”, explica el cardiocirujano que, desde hace 12 años, es francés.
El nuevo método se empezó a desarrollar hace cuatro años “mediante un programa de investigación que financió la Unión Europea y que finalizó con éxito el año pasado. Hay unos 10 pacientes intervenidos con esta técnica, cuatro de ellos en Francia y cuatro en Estados Unidos”.
Chachques nació el 8 de enero de 1944 en la localidad de Godoy, provincia de Santa Fe, donde su padre ejercía como médico rural. Cuando tenía 5 años, la familia se trasladó a Rosario, donde el padre llegó a dirigir el Instituto del Cáncer. Juan Carlos estudió allí y pasó a BuenosAires para hacer la residencia en el Hospital de Clínicas, donde llegó a jefe y, también, presidió la Asociación de Residentes. Pero en abril de 1976, pocos días después del golpe militar, fue secuestrado y detenido en la ESMA; allí permaneció alrededor de un mes. “Los interventores en la Universidad consideraron necesario secuestrarme para dar un escarmiento a mi actividad gremial”, relata.
Cuando quedó en libertad, ya había sido declarado prescindible en el Clínicas y en la Universidad. Permaneció todavía unos años en la Argentina, trabajando como cirujano general, pero en 1980 aprovechó una beca para Francia. Allí desarrolló la carrera que esta tarde, en la Maison de l’Amérique Latine, llegará a su punto de máximo reconocimiento.

 

 

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