El atentado
de ayer por la mañana en la localidad israelí de Kfar
Saba, en que murieron un médico israelí de origen
argentino y el terrorista que llevaba la bomba, además de
causar unos 40 heridos, refuerza la compleja lógica político-militar
que ha estado desplegando el primer ministro Ariel Sharon durante
sus seis semanas en el poder. Desde luego, esa lógica descansa
en un repertorio instrumental mucho menos unilateral y fatídico
que el previsto por los enemigos propagandísticos del líder
del Likud. Y la inestabilidad que pareció sugerirse en su
amplia coalición de gobierno tras la breve ocupación
del norte de la Franja de Gaza por las fuerzas israelíes
el lunes pasado se esfuma otra vez en la compactación de
las alianzas políticas detrás del imperativo de la
defensa nacional mientras Israel se dirige hacia los festejos del
53º aniversario del Estado, este jueves.
La principal novedad de la incursión en Gaza el lunes no
fue que ocurriera, sino la reacción inusualmente dura que
produjo en una administración norteamericana dominada por
los intereses petroleros y, por lo tanto, por el oportunismo
hacia los árabes y el rápido repliegue de Sharon
tras 24 horas de una operación que el comandante militar
israelí en Gaza había previsto que podría durar
días, semanas, meses. Es que Sharon ha aprendido
considerablemente de la importancia de la opinión internacional
desde su invasión del Líbano en 1982, sin que por
eso constituya un rehén de las tramas políticas del
Departamento de Estado. Vale decir: luego de la abortiva ocupación
de Gaza, Israel volvió a entrar dos veces más en los
territorios palestinos plenamente autónomos, al tiempo que
sus fuerzas han agregado misiles tierra-tierra a los tanques y helicópteros
con que el gobierno anterior de Ehud Barak había tratado
de detener la guerra.
Pero esto es sólo parte de la operación: la otra mitad
viene compuesta por la relajación por Israel del cierre de
los territorios palestinos, y por la reunión de seguridad
que israelíes y palestinos concluyeron en el puesto fronterizo
de Erez horas antes de que estallara la bomba. Esta parte del dispositivo
apunta a potenciar las brechas abiertas entre una conducción
palestina caótica y una población civil donde los
servicios de seguridad israelíes están empezando a
detectar una creciente fatiga de guerra. Sharon al contrario
de Barak mantiene todas sus instancias abiertas: golpea mientras
negocia, aprieta mientras afloja.
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