Por
Esteban Pintos
Desde Montevideo
El
Indio Solari, consciente del ascendiente que tiene sobre su público,
pidió con tono paternalista, cuando recién empezaba la fiesta:
Acá no hay locales ni visitantes, respeten a este país;
la gente es hospitalaria; yo los conozco, hagamos bien las cosas, por
favor. Era un modo de reafirmar la elección realizada por
el grupo que lidera junto con Skay. Montevideo, la nueva apuesta en busca
de tranquilidad (después de tantas batallas), resultó una
anfitriona relativamente tolerante para canalizar la adrenalina ricotera
y ayer, al cierre de esta edición, no se habían registrado
incidentes graves, ni adentro ni afuera del legendario Estadio Centenario.
Los Redondos concretarán esta noche su segunda presentación
en tierra uruguaya y se especula con que serán en total unas cuarenta
mil personas las que habrán asistido a estos conciertos, los primeros
que realiza la banda en la temporada 2001.
Un aire de relajación, coincidente con el modo en que se toman
las cosas los uruguayos, dominó la noche montevideana. Más
allá del natural filtro de público que suponía un
viaje a otro país, fue evidente que la mayoría de los que
cruzaron el charco (muchos de los cuales seguramente era la primera vez
que salían de la Argentina) quería disfrutar de un show,
más que ser protagonistas de la crónica policial. De todos
modos, fueron detenidos 52 jóvenes en las inmediaciones del estadio,
por diversos motivos.
El Indio se mostró menos tensionado que en otras ocasiones. Inclusive,
por primera vez hizo alusión en forma tajante, desde arriba de
un escenario, al asesinato de Walter Bulacio, cometido diez años
atrás. Los asesinos siguen sueltos, dijo, y luego aludió
a su cariño por la abuela de Walter, para después dedicar
a su memoria uno de los himnos ricoteros: Juguetes perdidos.
El público uruguayo, menos empapado del ritual (con todo lo que
ello significa) siguió las alternativas del concierto con interés,
pero sin tanta euforia. El set, que sirvió para presentar íntegramente
el último disco del grupo, Momo Sampler 2000, fue interrumpido
tres veces, lo que le quitó cierto clima al show. No obstante,
cada vez que volvían, lo hacían con todo: sonaron varios
clásicos de todas las épocas, desde Preso en mi ciudad
hasta Queso ruso (precedido por la frase del Indio: Este
es un país libertario, cantemos este tema), pasando por El
pibe de los astilleros (con él abrieron el show) y Vamos
las bandas y el cierre, obligado y estremecedor como siempre: Ji
ji ji.
FANS
ARGENTINOS Y URUGUAYOS COMPARTIERON EL RITUAL
El
que no salta es un inglés
La
policía uruguaya detuvo a 52 fans argentinos, en la mayor parte
de los casos por alcoholismo y por pretender entrar al estadio sin entrada.
Y poco antes de empezar el show una pareja de jóvenes fue detenida
por la policía después de asaltar un comercio cercano al
estadio, donde habían obtenido un botín de menos de 200
dólares. Del operativo participaron unos 550 uniformados (más
de los que son convocados para un Peñarol-Nacional) y no se produjeron
incidentes graves.
El público estaba repartido. Había más uruguayos,
pero los siete mil argentinos se hacían sentir. Hasta ayer a la
noche, se evidenció una relativa confraternidad entre ricoteros
de ambas orillas. Los respectivos gritos de Argentina, Argentina
y Uruguay, Uruguay marcaron algunos matices: cuando eran los
argentinos los que gritaban, se escuchaban algunos tibios silbidos, en
cambio cuando los uruguayos respondían gritando por su país,
los redonditos argentos aplaudían. Igual, todos se ponían
de acuerdo cuando la consigna era: El que no salta es un inglés.
Las banderas delataban el origen
de las bandas, y en muchos sentidos parecía un show argentino:
Isidro Casanova, Temperley y San Martín, entre muchísimas
otras, representaban al Conurbano bonaerense. Pero también se vieron
estandartes de Mar del Plata y, evidentemente atraídos por la cercanía,
de la provincia de Entre Ríos.
El viento del noroeste y el frío
no amedrentaron a los más fanáticos. La compra y el mangueo
de mantas y abrigos fueron fundamentales para quienes eligieron levantar
sus tiendas en los alrededores del estadio. Otros decidieron deambular
por la capital uruguaya, en busca de alguna petaquita para
levantar la temperatura ambiente.
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