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LOS REDONDOS ACTUARON EN MONTEVIDEO
Y fueron locales otra vez

Ante alrededor de 20 mil fans, 7 mil de ellos argentinos, Patricio Rey concretó el primero de sus dos shows previstos en el Centenario.

Por Esteban Pintos
Desde Montevideo

El Indio Solari, consciente del ascendiente que tiene sobre su público, pidió con tono paternalista, cuando recién empezaba la fiesta: “Acá no hay locales ni visitantes, respeten a este país; la gente es hospitalaria; yo los conozco, hagamos bien las cosas, por favor”. Era un modo de reafirmar la elección realizada por el grupo que lidera junto con Skay. Montevideo, la nueva apuesta en busca de tranquilidad (después de tantas batallas), resultó una anfitriona relativamente tolerante para canalizar la adrenalina ricotera y ayer, al cierre de esta edición, no se habían registrado incidentes graves, ni adentro ni afuera del legendario Estadio Centenario. Los Redondos concretarán esta noche su segunda presentación en tierra uruguaya y se especula con que serán en total unas cuarenta mil personas las que habrán asistido a estos conciertos, los primeros que realiza la banda en la temporada 2001.
Un aire de relajación, coincidente con el modo en que se toman las cosas los uruguayos, dominó la noche montevideana. Más allá del natural filtro de público que suponía un viaje a otro país, fue evidente que la mayoría de los que cruzaron el charco (muchos de los cuales seguramente era la primera vez que salían de la Argentina) quería disfrutar de un show, más que ser protagonistas de la crónica policial. De todos modos, fueron detenidos 52 jóvenes en las inmediaciones del estadio, por diversos motivos.
El Indio se mostró menos tensionado que en otras ocasiones. Inclusive, por primera vez hizo alusión en forma tajante, desde arriba de un escenario, al asesinato de Walter Bulacio, cometido diez años atrás. “Los asesinos siguen sueltos”, dijo, y luego aludió a su cariño por la abuela de Walter, para después dedicar a su memoria uno de los himnos ricoteros: “Juguetes perdidos”.
El público uruguayo, menos empapado del ritual (con todo lo que ello significa) siguió las alternativas del concierto con interés, pero sin tanta euforia. El set, que sirvió para presentar íntegramente el último disco del grupo, Momo Sampler 2000, fue interrumpido tres veces, lo que le quitó cierto clima al show. No obstante, cada vez que volvían, lo hacían con todo: sonaron varios clásicos de todas las épocas, desde “Preso en mi ciudad” hasta “Queso ruso” (precedido por la frase del Indio: “Este es un país libertario, cantemos este tema”), pasando por “El pibe de los astilleros” (con él abrieron el show) y “Vamos las bandas” y el cierre, obligado y estremecedor como siempre: “Ji ji ji”.


FANS ARGENTINOS Y URUGUAYOS COMPARTIERON EL RITUAL
“El que no salta es un inglés”

La policía uruguaya detuvo a 52 fans argentinos, en la mayor parte de los casos por alcoholismo y por pretender entrar al estadio sin entrada. Y poco antes de empezar el show una pareja de jóvenes fue detenida por la policía después de asaltar un comercio cercano al estadio, donde habían obtenido un botín de menos de 200 dólares. Del operativo participaron unos 550 uniformados (más de los que son convocados para un Peñarol-Nacional) y no se produjeron incidentes graves.
El público estaba repartido. Había más uruguayos, pero los siete mil argentinos se hacían sentir. Hasta ayer a la noche, se evidenció una relativa confraternidad entre ricoteros de ambas orillas. Los respectivos gritos de “Argentina, Argentina” y “Uruguay, Uruguay” marcaron algunos matices: cuando eran los argentinos los que gritaban, se escuchaban algunos tibios silbidos, en cambio cuando los uruguayos respondían gritando por su país, los redonditos argentos aplaudían. Igual, todos se ponían de acuerdo cuando la consigna era: “El que no salta es un inglés”.
Las banderas delataban el origen de las bandas, y en muchos sentidos parecía un show argentino: Isidro Casanova, Temperley y San Martín, entre muchísimas otras, representaban al Conurbano bonaerense. Pero también se vieron estandartes de Mar del Plata y, evidentemente atraídos por la cercanía, de la provincia de Entre Ríos.
El viento del noroeste y el frío no amedrentaron a los más fanáticos. La compra y el mangueo de mantas y abrigos fueron fundamentales para quienes eligieron levantar sus tiendas en los alrededores del estadio. Otros decidieron deambular por la capital uruguaya, en busca de alguna “petaquita” para levantar la temperatura ambiente.

 

 

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