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OPINION

Pánico y corrida

Por Alfredo Zaiat

Cuando en los mercados las variables se derrumban sin, al parecer, encontrar un piso, se dice que los inversores están en pánico. Ese miedo se traduce en corrida contra activos financieros, temor que preanuncia el inminente crac o un salvataje que lo evita. La confianza es lo que se pierde, y no hay declaración ni carta de ministro ni iniciativa política que pueda recuperarla por arte de magia. Precisamente, en ese momento se encuentra hoy la plaza argentina: con pánico de inversores en una corrida contra los títulos públicos, o sea contra el país, que está sospechado de incapacidad para pagar su deuda.
La historia económica argentina reciente tiene en su haber el padecimiento de otras corridas, que ayudan al menos a comprender un poco que es lo que está pasando. En cada una de ellas el común denominador ha sido la angustia y desorientación de la población. También la de buscar mecanismos defensivos para preservar el capital amenazado.
Así fue en 1989, cuando la corrida fue contra la moneda nacional, siendo la cotización del dólar el termómetro del estado de ánimo del mercado, castigando día tras día al Gobierno de Raúl Alfonsín. El pánico de los inversores, pequeños y grandes, se reflejaba en la desesperación por encontrar refugio en dólares al capital. La hiperinflación junto con la evaporación de la moneda fue el crac que parió esa corrida, que se pudo frenar recién con el tipo de cambio fijo de la Convertibilidad.
También hubo corrida en 1995, cuando el ataque fue contra los depósitos. La caída de bancos y la depresión bursátil definían el ritmo de las condenas que padecía diariamente el Gobierno de Carlos Menem. El pánico se manifestaba en la ansiedad de los ahorristas por retirar el dinero del banco para fugarlo al exterior o buscarle cobijo en el colchón. Esa corrida no derivó en un crac del sistema aunque, de todos modos, el saldo fue la desaparición de casi 100 entidades financieras. El mecanismo para evitarlo fue un paquete financiero millonario que acercó recursos al Estado y, de esa forma, se recuperó confianza que frenó la huida.
Ahora, la corrida es contra los bonos, cuyo indicador de la crisis es la tasa de riesgo país, que lastima a diario al Gobierno de Fernando de la Rúa. El pánico se traduce en derrumbe de las cotizaciones por ventas aceleradas de títulos ante el miedo al no pago de esa deuda. La cesación de pagos sería la corporización del crac de esta corrida. Para evitarla se necesitaría estructurar un megacanje voluntario de deuda para aliviar los pagos inmediatos de deuda o un salvataje financiero internacional. Esta es una alternativa que podría frenar esta corrida. Alguna otra, sólo Dios sabe.


 

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