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Un abogado que se autosecuestró y pidió rescate a su propia familia

Era un conocido abogado de La Matanza: �era�, pues tras ir preso por el secuestro trucho se supo que su título también era falso.

Por Horacio Cecchi

El abogado Carlos Alejandro Casas, un reconocido defensor de presos de La Matanza, desapareció el miércoles 18 de abril, después de una visita a un cliente, en una comisaría de González Catán. A partir de entonces, nadie supo nada más de él hasta que una llamada telefónica alertó sobre el mal tan temido: “Queremos 250 lucas para que lo devolvamos vivo”, dijo la voz a la esposa del abogado. Dos días más tarde, los investigadores, después de cruzar llamadas, descubrieron que el rescate iría al bolsillo del mismo Casas, que el secuestrado era en realidad un autorrehén, que se ocultaba en casa de una amiga en el Abasto porteño, que los llamados los hacía un amigo y que el viernes por la noche se estaba por autoentregar después de tres días de autosuplicio. Apenas pisó la calle lo esposaron junto a su amigo. No se trató de una autodetención porque intervinieron 40 policías autodisimulados como vecinos. Como broche de oro, el prestigioso doctor, oriundo de Uruguay, confesó que se había autotitulado abogado y que en su tierra natal había sido remisero, taxista y colectivero.
Casas, de 36 años, había ganado su prestigio en los tribunales de La Matanza. Desde hacía tiempo, asociado a varios abogados de la zona de González Catán y Laferrere, había instalado su nombre en causas penales. El miércoles pasado, salió de su casa de la calle Zeppelin 480, de González Catán. Supuestamente realizó su gira por los tribunales. Por la tarde visitó un cliente detenido en la comisaría de González Catán. Después de eso, desapareció misteriosamente.
Alrededor de las 18, un llamado al estudio de su hija, en Laferrere, aclaró la situación: Casas estaba secuestrado. “No hagas la denuncia o es boleta”, amenazó la voz del otro lado del teléfono. Una hora más tarde, cuando la familia del desaparecido entraba en el último tramo de la desesperación, un nuevo llamado, atendido por su esposa, aclaró: “Queremos 250 luquitas”, además de sugerir que el doctor abandonara una causa de narcotráfico. La mujer apenas si pudo reaccionar para presentar una denuncia por secuestro extorsivo ante la comisaría de González Catán. Intervino el fiscal Sergio Fernández Carrera. El drama golpeó a la familia: el hijo menor, de 5 años, fue internado por el estado de nerviosismo y la mujer intentó infructuosamente revolver cielo y tierra para obtener el rescate.
Un equipo de la DDI de La Matanza y otro de la Side comenzaron a cruzar datos, previa intervención del teléfono de la casa de los Casas. Las escuchas fueron localizadas en un teléfono público de la zona del Abasto. Más precisamente en Valentín Gómez al 3800. Alrededor de 40 investigadores, disfrazados de vecinos, rodearon la zona, siguieron los pasos del autor de los llamados y observaron que se internaba en el edificio de Valentín Gómez 3438. La vivienda era propiedad de una amiga de Casas. Desde un edificio lindero se estableció una discreta vigilancia. Fotos mediante, se determinó que el autor de las llamadas era Marcos Alberto Domínguez, también vecino de González Catán y, curiosamente, también amigo de Casas. “Se notaba que estaban en buenas relaciones”, señaló un investigador a este diario. La carátula de secuestro extorsivo comenzaba a tambalear.
El viernes por la noche, después de que la mujer, desgarrada, sostuvo que no podía reunir el rescate, la voz llamó nuevamente para asegurar que en pocas horas más Casas sería devuelto a su familia. Todo se terminó por desmoronar cuando los policías detectaron que el secuestrado, vestido con jeans y camisa, se cambiaba de ropa para colocarse el sufrido saco y corbata que vestía a la hora del secuestro. Y luego, acompañado por su amigo de la misteriosa voz, salía para cumplir con la autoentrega. El dúo trucho no tuvo tiempo de nada. Los 40 policías les cayeron encima. Después se comprobó que, antes del autosecuestro, había cobrado a los clientes de sus socios 50 mil pesos por servicios que él no había realizado. Fue más tarde que se determinó que Casas no sólo había cometido un falso secuestro sino que, además, era abogado trucho: no figuraba en ningún registro de abogados del país. El único registro que tenía era uruguayo, de conductor: había sido remisero, taxista y colectivero.

 

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