Por
Martín Granovsky
Se
define como un pragmático social. Al verlo, eso se
traduce en un tipo que da argumentos y ejemplos para apoyar cada afirmación,
elude el conflicto sin sonar oportunista, esquiva la política sin
ser antipolítico y sortea el mundo académico sin pasar por
un irracional. La única preocupación de Muhammad Yunus,
nacido hace 60 años en Bangladesh, con un título de economista
en los Estados Unidos y un libro editado aquí por Andrés
Bello, Un mundo sin pobreza, es acabar con la marginalidad.
Su herramienta es Grameen, el banco creado por él que da crédito
a los pobres.
En 1974, después de una tremenda hambruna en Bangladesh, Yunus
visitó la franja más pobre de la población para conocer
su situación de cerca. Lo iluminó el caso de Sufia Begun,
una mujer de 21 años con tres hijos que fabricaba con sus manos
banquitos de bambú y jamás obtenía ni siquiera una
ganancia miserable porque debía entregar su producción a
los usureros del pueblo. Yunus forjó entonces una de sus conclusiones:
No hay mayor impulso para un pobre que su necesidad de supervivencia,
y lo que una persona necesita primero no es formación sino capital
para arrancar sin los condicionamientos de la usura.
¿Es verdad que recibe muchos mensajes desde la Argentina?
Es cierto. Todos los días, entre las seis y las siete y media,
chequeo los mails. Recibo unos 40 por día, la mayoría desde
Occidente, y dentro de ellos, curiosamente, la mayoría llegan de
la Argentina.
¿Quiénes escriben desde aquí?
Universitarios, sobre todo. Jóvenes en general.
¿Y por qué lo hacen?
Es raro, ¿no? Será porque en la Argentina mucha gente
se tomó mi libro en serio y lo leyó a fondo. Los estudiantes,
por ejemplo, me dicen que no hay un sistema de préstamos en su
colegio o en su facultad y quieren una forma de implementarlo.
¿Usted escribe en español?
No, pero cuando me di cuenta de que el flujo desde la Argentina
iba a seguir implementé una forma de contestar los mails. Un programa
los traduce al inglés, yo los contesto, el programa traduce mis
respuestas al español y entonces los mando. A veces basta con un
consejo práctico de una sola línea y un sí o un no.
Desayuna con los mails argentinos.
No, vienen antes del desayuno y la ducha. Después leo los
diarios en la oficina, que queda al lado de mi casa. Chequeo gado a chequear
toda información interesante, que después uso en reuniones
durante todo el día.
¿Hace vida de político?
(Se ríe). La diferencia es que yo obligatoriamente rechazo
invitaciones. Suele explicar que mi norma
standard es no aceptar invitaciones. Si acepto todas, físicamente
agotaré las posibilidades de pasar siquiera por mi oficina y mi
casa. Si acepto el diez por ciento, terminaré irritando al 90 por
ciento que rechazo. Y tengo otro criterio para mi uso del tiempo: no paso
todo el día con el staff, porque si no pierdo contacto con la realidad
en las distintas regiones.
¿Sigue visitando aldeas, por ejemplo?
Todo el tiempo. Y me emociona ver cómo cambiaron las cosas.
Al principio trataba de medir si Grameen funcionaba o no. Ahora constato
cómo se va extendiendo y planeamos su crecimiento.
Estamos hablando de más 15 años.
Sí. Es mucho, ¿no?
No sé. ¿Es mucho?
Yo suelo provocar a la gente de Grameen en las aldeas haciéndole
justamente esa pregunta. ¿No estás aburrida, tanto
tiempo haciendo lomismo y lo mismo? ¿Por qué no abandonas?,
pregunto. Y me gritan que no, que no dejarán.
¿Es una respuesta para usted mismo?
Totalmente. No se imagina lo interesante que resulta ver de qué
manera no solo todos los días se le paga a la gente, sino cómo
la gente va cambiando su propia vida. La gente recibe dinero, y a la vez
recibe vida.
¿Es un plan de inclusión social?
Sí. Ahora, muchos más están dentro de la corriente,
no fuera de ella. Ya no son marginales.
¿No son marginales porque han pasado de la marginalidad a
la pobreza?
Prefiero ponerlo de otra manera: la pobreza es en sí misma
una forma de marginalidad. No hago más distinciones. Grameen busca
cambios de vida para que la gente pueda dejar de ser pobre. Es un banco
para los pobres, pero me gusta cuando lo llaman El banco de los
ex pobres.
¿En qué momento alguien deja de ser pobre?
Hay diez parámetros distintos, y son internacionales. Por
ejemplo, en lo que tiene que ver con el hambre, es la ingestión
de 200 calorías diarias, más determinadas condiciones sobre
ahorro, escuela, salud, agua potable y techo.
¿Techo?
Sí, y no le digo solo casa sino techo. Techo en sentido literal.
Recuerde que en mi país las lluvias son tremendas, y entonces es
crucial contar con un techo que no deje pasar el agua.
Eso quiere decir que una catástrofe puede volver a la pobreza
a miles de personas que habían logrado salir de ella.
Sí. En días. O en horas. Hay un nivel de desastre
promedio que ya podemos manejar. Ahora, cuando se trata del anegamiento
de kilómetros y kilómetros cuadrados, hay que volver a empezar,
y eso es tremendo.
¿Con qué ingreso se sale de la pobreza?
Con cinco mil takas. Digamos, unos 100 dólares. Con esa cifra
se puede vivir decorosamente.
¿Cómo hace Grameen para medir, en general, el progreso?
Con una ficha por familia.
Usted, así, construye lo que en términos políticos
sería un gran aparato. Lo deben tentar con ofertas de líderes
religiosos o políticos.
Religiosos no. En Bangladesh el origen de los líderes religiosos
está relacionado con el sector más tradicional, o tradicionalista
de la población. Políticos sí.
¿Por qué no se convirtió usted en político?
La misma persona no puede hacer todo, y no quiero dejar de hacer
lo que hago: cosas buenas para la gente. La política es sucia y
violenta.
No todos los políticos lo son.
Tiene razón, pero la lógica política sí
lo es. Si el sistema político me destruyera yo no podría
volver al banco. Y seguro me atacarían. Dirían que yo uso
millones de takas del banco para la política. Mentirían,
pero no importaría la verdad o la mentira: yo debería dedicar
tanta energía a negar los ataques que no me quedarían fuerzas
para cosas útiles.
¿Cómo es su familia?
Mi esposa es profesora de física, y tengo una hija de 15
años. Tengo otra hija, mayor, de mi matrimonio anterior con una
norteamericana. Vive en los Estados Unidos y es cantante de ópera.
Soprano.
¿La familia apoya su elección por Grameen en lugar
de una brillante carrera como economista?
Sí, se sienten muy reconfortados con el reconocimiento hacia
Grameen. Y conocen cómo funcionan los campus universitarios. Cuánta
energía se desperdicia en ellos en peleas internas y riñas
absurdas.
¿Cómo se formó el capital inicial de la institución?
No sé si usted sabe que le presté 27 dólares
a 42 personas. Está en su libro. Pero ignoro cómo
siguió después.
Al principio fui a los bancos a pedir dinero.
¿Para usted?
No. Quería que les prestasen directamente a los pobres.
Que no eran solventes.
Claro, ése era el problema. Por eso me puse yo de garante.
¿Usted mismo firmaba?
Sí. Era la única manera de convencer a los banqueros.
¿Y luego?
Luego empezó a mandar la realidad. Como los préstamos
tienen un pago inmediato y constante, semanal, para que los pobres lo
sientan menos, y como el nivel de retorno del préstamos resultó
altísimo, como del 98 por ciento, la propia historia del sistema
de Grameen fue sirviendo de garantía. Cuando buscábamos
dinero los bancos ya sabían que recuperarían su plata.
¿Cómo hizo para vencer las resistencias?
Al principio decían: Ustedes están locos.
Después, hoy colapsan. Más tarde, el colapso
sin duda ocurrirá mañana. O argumentaban que todo
se debía a mi carisma, lo cual se cayó cuando aparecieron
200 organizaciones similares a Grameen.
¿Y ahora qué dicen?
Que está bien Grameen, que funciona, pero que es inútil
porque las cifras son demasiado bajas. O: Es bueno, te felicito,
pero nosotros no lo hacemos. O esto: Las reglas de mi banco
no lo permiten, pero sigan adelante. Antes mis colegas me preguntaban
por qué mezclarme con los pobres, ya que ese no era trabajo de
un economista. Y debo decirle que la prensa internacional fue muy útil.
El vecino de uno no es nadie, pero si aparece en The New York Times debe
ser alguien, ¿no?
Pareciera que su preocupación es lo útil y lo práctico.
Así es.
Y también parece obsesionado por evitar conflictos.
Ajá. Damos préstamos.
Pero el préstamo con el criterio de Grameen implica también
un conflicto. Es un modelo de relación social.
Por supuesto, y ésa es la razón por la que yo evito
ciertos conflictos. En Bangladesh hay gente muy capacitada para la discusión
ideológica y para el debate político. Es interesante, pero
si uno se mete no sale. Al mismo tiempo, yo me meto en todo debate sobre
derechos humanos. Eso tiene que ver con el bienestar de la gente y con
los créditos para que la gente salga de la pobreza.
Planteado así, parece una cuestión de voluntad.
Es una cuestión de voluntad.
¿También de voluntarismo?
No. Mire, si uno quiere terminar con la pobreza no es seguro que
pueda hacerlo, pero si uno no lo busca es seguro que no lo hará.
¿Y qué dicen los usureros?
La mitad de la población es rechazada por los bancos. No
califica para sus requisitos mínimos y por eso recurre a los usureros,
que existen en todo el mundo. Hoy (por ayer) les dije a los funcionarios
del gobierno de la ciudad con los que me entrevisté que seguro
hay gente pobre que paga tasas del diez por ciento diario pidiendo plata
a usureros. Les dije que me dieran una semana en Buenos Aires, que lo
demostraría.
¿Qué hicieron los usureros al principio de Grameen?
Fueron durísimos. Cuando iba a una aldea me mandaban un mensaje:
Si entran, no salen vivos.
¿Y entraban?
No. Jamás nos prestamos a la violencia. Pero les dejaban
el campo libre a los usureros.
Tampoco. Hacíamos saber que nos habían negado la entrada
a una aldea, y entonces gente de esa
aldea venía a vernos. Yo les decía que con gusto iba a recibirlos,
pero en otro sitio, y que si querían que fuésemos en su
aldea debían resolver ellos mismos el problema con quienes nos
impedían la entrada. Es decir: confrontamos a los usureros con
la gente. Y la gente les ganó. Con la ventaja adicional de que,
luego de ganar, quedó inmune también a todo tipo de clientelismo
por parte de los políticos.
¿Por qué es tan alta la tasa de retorno de los créditos,
Yunus? ¿Cuál es el castigo si un crédito no se paga?
¿Castigo? Ninguno.
¿No hay hipoteca ni ejecución?
No. Pero no quiera imaginar el castigo moral a quien no paga, lo
mal que llega a sentirse ese individuo ante la mirada de los demás.
Por eso el grupo es un requisito de la construcción de Grameen.
Claro. Si no, el sistema no funciona.
¿Son diferentes los bengalíes?
(Se ríe) ¿Diferentes?
Sí. De los argentinos.
Usted no lo va a creer, pero en todos los países me preguntan
lo mismo. Y yo contesto lo mismo: que es abrumadora la similitud entre
hombres de uno y otro país. En circunstancias similares, los pobres
sufren problemas similares y, al mismo tiempo, requieren condiciones similares
para salir de la pobreza.
¿Cuántos empleados tiene Grameen?
Ahora, 12 mil.
¿Cuánto ganan?
Siete mil quinientos takas.
Ciento cincuenta dólares.
Sí. No está mal. Más beneficios sociales.
¿Cuántos préstamos dieron?
Dos millones y medio.
¿Qué edad tiene, Yunus?
Cumplí 60.
¿Y es verdad que comenzó Grameen por el shock de ver
a una mujer que no podía salir de la pobreza porque no conseguía
los centavos iniciales para comenzar una pequeña actividad?
Sí. Ese shock cambió mi vida y determinó mi
elección profesional. Después me vi envuelto en una serie
de desafíos, y uno me fue llevando a otro. Que el sistema funcione
en una aldea, en otra, en otra, en una ciudad, en otra ciudad más,
en una ciudad más grande, en una región, en todo el país,
en otros países.
Una
visita que disparó el microcrédito en la ciudad
Tras
declarar ciudadano ilustre a Yunus, el gobierno porteño destinó
30.000 pesos al Grameen. El Nación le donará 100.000.
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Los
créditos para pobres llegarán también
a la Ciudad de Buenos Aires. El gobierno porteño formalizó
un convenio con la filial argentina del Grameen Bank, fundado por Muhammad
Yunus, por el cual la ciudad dispone un fondo inicial de 30.000 pesos
y otorga oficinas en las sedes de los Centros de Gestión y Participación.
El programa funcionará en la zona sur de la ciudad, empezando por
Mataderos o Lugano. Los créditos irán de 100 a 500 pesos
y su gestión estará íntegramente a cargo de la Fundación
Grameen, que en los próximos meses hará una convocatoria
pública en los barrios elegidos. También el Banco
de la Nación convino en financiar los microcréditos, a través
de una donación de cien mil pesos.
Los 30.000 mil pesos servirán para una experiencia piloto de alrededor
de un centenar de créditos, cuya gestión se canalizará
mediante los Centros de Gestión y Participación (CGP) de
los barrios correspondientes. La Fundación Grameen se incorporó
desde el año pasado a la Mesa de Diálogo Social observó
para este diario Daniel Figueroa, secretario de Promoción Social
del gobierno porteño; desde entonces estudiamos la posibilidad
de instalar su metodología en la ciudad. Para hacerlo se eligió
la zona sur, en los barrios de Lugano o Mataderos, y se prevé que
el programa empiece a funcionar dentro de tres meses.
Estos créditos, antes que pedidos, serán ofrecidos. Pablo
Broder, presidente de la Fundación Grameen en la Argentina, explicó
que cuando entramos a un pueblo, o en este caso a un barrio, no
esperamos a que la gente venga sino que hacemos una convocatoria pública,
en la plaza, en la iglesia. Los interesados deben calificar como pobres
muy pobres, deben tener proyectos productivos y constituirse en grupos
de cinco personas que no sean familiares entre sí y que pasarán
por talleres de entrenamiento.
En cuanto a la relación con las autoridades, la filosofía
de Grameen requiere que la operación no se efectúe ni directa
ni indirectamente por entidades de derecho público como el gobierno
de la ciudad: seremos nosotros quienes operemos mediante el soporte que
ofrecerá la ciudad: financiación, oficinas, aporte de trabajadores
sociales.
Un antecedente del proyecto puede encontrarse puntualizó
Cecilia Felgueras, vicejefa de gobierno de la Ciudad en los créditos
para vivienda destinados a jefas de hogar otorgados por la Secretaría
de Acción Social, que tuvieron un índice de devolución
altísimo, que llegó al 98,8 por ciento. Las mujeres
jefas de hogar son destinatarias principales de los créditos Grameen.
Otro antecedente está dado por los créditos a tasa
cero para microemprendimientos, que viene otorgando la ciudad, señaló
Eduardo Hecker, secretario de Desarrollo Económico porteño.
Ayer Aníbal Ibarra, jefe de gobierno de la Ciudad, declaró
visitante ilustre a Muhammad Yunus.
También el Banco de la Nación Argentina firmó un
convenio con la Fundación Grameen, por el cual la financiará
con cien mil pesos. Enrique Olivera, presidente del Banco, destacó
que no se trata de un préstamo sino de una donación,
que se canaliza a través de la Fundación Banco Nación.
El presupuesto de la Fundación, que llega a un millón de
dólares anuales, se ha reorientado en el sentido de financiar organizaciones
no gubernamentales cuya finalidad sea promover microcréditos para
personas que no tengan patrimonio ni garantías. Es una tendencia
internacional, a partir del hecho de que la mitad de la población
mundial todavía está afuera del sistema oficial de crédito.
Encuentro
con el maestro
Fue
un encuentro de los impulsores del microcrédito en la Argentina
con quienes consideran como su maestro. Unas 700 personas entre
representantes de una serie de ONG que llevan adelante aquí
el ejemplo de Muhamad Yunus y beneficiaros de esos programas
se encontraron con el bengalí para escuchar de primera mano
las recomendaciones y enseñanzas sobre cómo prestar
plata sin garantía a la gente pobre.
Organizado por la revista Tercer Sector, en el encuentro Yunus detalló
que los créditos que otorga el Grameen Bank se dan a partir
de la conformación de un grupo solidario, que es el responsable
de dar vía libre al pedido. El acceso al crédito
es un derecho humano fundamental, aseguró.
Siguiendo el ejemplo del economista bengalí, las organizaciones
argentinas entregaron en los últimos diez años microcréditos
por valor de unos 100 millones de dólares. Entre las ONG que
se encontraron con Yunus estuvieron Provivienda Social, Fundación
Emprender, Grameen (Aldeas) Argentina, Fundación Vivienda y
Comunidad, Sedeca, Fundación Sagrada Familia, Idemi y el Foncap. |
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