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Maccarone, probable luz amarilla
para el camión de Domingo Cavallo

La dinámica de la crisis revelará pronto si el otro Roque se convertirá en un nuevo dique para la avidez
de fondos del cordobés.

Roque Maccarone, señalado
para suceder a Pedro Pou.
Reservas y encajes, dos posibles casus beli con Cavallo.

Por Julio Nudler

Al asumir el Banco Central, Roque Maccarone se hará cargo de dos cuestiones estratégicas: el respaldo de la convertibilidad –es decir, las reservas de divisas– y el de los depósitos que el público tiene colocados en las entidades financieras. Sobre ambos montones de dinero fijó su mirada codiciosa Domingo Cavallo, dando pábulo a los temores de los ortodoxos, que advierten contra el manoseo de esos sagrados baluartes de la estabilidad. En este sentido, Pedro Pou era un escollo para el ministro de Economía, y ahora la pregunta es si el sucesor de aquél se plegará dócilmente a los dictados del cordobés o les hará frente. La impresión general es que Maccarone se mostrará algo más flexible, sobre todo para que los bancos puedan ofrecer más crédito y a tasas más bajas, pero nadie sabe si bastará para la avidez de Cavallo, imperiosamente necesitado de que la economía arranque.
Por la trayectoria de este otro Roque, que se llevó muy bien con diversos personajes hoy mortalmente enfrentados –como Carlos Menem y Cavallo, por ejemplo–, no puede precisarse de quién está más cerca: ¿del mediterráneo o de los banqueros? De hecho, el jefe de Acción por la República tenía otros candidatos para el BCRA, pero debió descartarlos: tanto Adolfo Sturzenegger como Horacio Tomás Liendo (h), aquél por director y éste por presidente, quedaron envueltos en el desguace del Mercobank, intento de rescate del turbio BCP. Como tercer hombre, Maccarone debió ser arrebatado de su cómoda y bien paga posición de asesor de lujo del Galicia, con despacho sólo separado por un mullido pasillo del despacho de Eduardo Escasany.
Hay un aspecto en el que, dentro de ciertos límites, los intereses de Cavallo y de la banca coinciden: se trata de la reducción de los requisitos de liquidez, o encajes, que inmovilizan recursos. Liberarlos para que los bancos los coloquen en títulos públicos o en préstamos al sector privado es una manera de aumentar la rentabilidad del negocio bancario. La cuestión delicada es cuánto aflojar, lo cual depende de un riesgo que sólo puede estimarse: consiste en predecir qué proporción de los depósitos podría llevarse, abruptamente, una corrida.
En 1995, durante el Tequila, se evaporó el 18 por ciento. Ahora, con el circuito concentrado y jugadores de anchas espaldas patrimoniales como son los bancos multinacionales, la sangría debería ser menor, según los analistas. Pero nadie puede asegurarlo. El punto del que se parte son exigencias muy altas, superiores incluso a las vigentes en los países más estrictos, como buscando –ilusoriamente, para algunos críticos– que el sistema financiero sea un castro en medio de una economía arrasada. Se sabe que Maccarone coincide con soltar liquidez para ayudar a la reactivación, pero dentro de márgenes conservadores. En el actual contexto se corre el peligro de convalidar la fuga de dólares.
Un campo más complicado aún es el de las reservas de divisas, que son la prenda común de los pesos que circulan. Por ley, hasta un tercio de esas reservas puede constituirse con títulos públicos nominados en moneda extranjera. De ese tope está utilizada menos de una cuarta parte, lo cual significa en concreto que, si los mercados siguiesen cerrados para el país, Cavallo podría retirar unos 6000 millones de dólares de las reservas (medio año de intereses de la deuda), sustituyéndolos por bonos poco confiables. En este caso, alguien debería estimar la magnitud de una eventual corrida contra el peso, para saber cuántos dólares es realmente necesario mantener en la caja fuerte. De nuevo, es un cálculo muy aventurado.
Como reaseguro, un segundo límite determinaba que el Banco Central no podía aumentar su tenencia de títulos públicos más de un 10 por ciento por año, pero esta restricción quedó relativizada por la reciente reforma de la Carta Orgánica, de redacción ambigua. Aquí la incógnita es hasta dónde podría querer llegar Cavallo si lo empuja la crisis, pero también hastadónde lo dejaría avanzar Maccarone, un hombre tan afecto a la banca que, cuando presidía el Nación, lo asoció como adherente a Adeba, la extinta entidad de los bancos privados argentinos.

 

Consultas de madrugada

El timbre del teléfono lo obligó a despertarse exaltado. Miró el reloj: eran las 5.30 de la madrugada del lunes. Alarmado, alzó el tubo. Inmediatamente Eduardo Escasany, presidente del Banco Galicia, reconoció la inconfundible voz de Domingo Cavallo del otro lado de la línea. “¿Qué dijo, acepta?”, le disparó el ministro, antes de disculparse por la hora del llamado. Cavallo no pudo reprimir su ansiedad y esperar hasta las 11, hora fijada para el encuentro con Roque Maccarone, a quien le había ofrecido el cargo de presidente del Banco Central el sábado por la noche, a sugerencia de la banca local. Maccarone había rechazado el convite, pero Cavallo insistió. Roque pidió el domingo para pensarlo y responder el lunes. Tras una ronda de consultas con banqueros asociados a Abappra, Maccarone terminó el domingo con una cena y larga sobremesa con Escasany, cuando tomó una decisión. Cavallo no pudo esperar la salida del sol para conocerla.

 

Apunten contra Powell

Los empleados del Banco Central solicitaron la “inmediata” remoción de Andrew Powell. “En consonancia con la remoción del presidente del Central, Pedro Pou, se exige la inmediata renuncia del actual gerente de Economía y Finanzas, Andrew Powell, de nacionalidad extranjera, ingresado de manera irregular contradiciendo en forma flagrante el estatuto de la autoridad monetaria, el cual establece que para desempeñar una función pública se debe ser argentino o naturalizado”, demandó en un comunicado la comisión interna del banco. “Este súbdito inglés (...) ejecutó una política contraria a los intereses de al Nación Argentina y su pueblo y al servicio de los grupos multilaterales del poder financiero”, completaron.

 

CAMBIOS A LA CARTA ORGANICA DEL BC
Una cuestión verbal

El mismo día en que la comisión bicameral redactaba un lapidario dictamen contra Pedro Pou, el jefe de Gabinete Chrystian Colombo acudió al Senado escoltado del cavallista Horacio Liendo para convencer a los justicialistas de que el decreto 439, modificatorio de la Carta Orgánica del Banco Central, no vulnera la autonomía de esa entidad. El presunto afán de preservar la independencia de la autoridad monetaria quedaría safisfecho con un retoque de forma acordado ayer: en lugar de ordenarle al banco a introducir ciertas modificaciones, la norma sólo facultaría a hacerlo.
La convocatoria del jefe de Gabinete fue realizada por las comisiones de Presupuesto y Hacienda y la de Asuntos Constitucionales, presididas por los menemistas Carlos Verna y Jorge Yoma. El convite incluía también a Domingo Cavallo, autor del decreto, y estuvo fundado en el argumento de que las nuevas normas técnicas avanzaban sobre un terreno no comprendido en la reciente delegación de facultades parlamentarias.
Entre otros retoques, el decreto 439 habilita a constituir reservas en pesos (actualmente son en dólares) y encajes con títulos de deuda pública, medida de la que se valió el PJ para objetar los aspectos técnicos del decreto. “Se le quita calidad a las reservas: no es lo mismo que sean en dólares a que el respaldo del país esté constituido en papeles”, objetaba ayer Yoma, poco después de la conferencia de prensa que ofreció junto a Colombo, Liendo y su colega Verna.
Sin embargo, los reparos de los legisladores parecen más un intento por preservar el poder que les da ser mayoría en la Cámara, que expresión de una preocupación genuina porque el Central pierda autonomía. Fuera de los micrófonos, los legisladores justicialistas admiten que la política monetaria es un instrumento de la política económica y, por consiguiente, es natural que haya subordinación de la autoridad monetaria al ministerio de Economía. En este sentido, ven con buenos ojos el eventual nombramiento de Roque Maccarone como reemplazante de Pou, ya que reconocen a aquel como un hombre próximo a Cavallo.
Verna descartó públicamente que Pou se hubiese opuesto al decreto –y, por consiguiente, que el Senado se hiciera eco de esa resistencia–, aunque precisó que fueron los asesores jurídicos del Central quienes llamaron la atención acerca de las distintas interpretaciones que admite el artículo 4 del decreto, que habilita la constitución de encajes en pesos. Presuntamente, la promesa de Colombo de que no hay intención de vulnerar la autonomía y el reemplazo de la palabra “debe” por “puede” en el párrafo que admite este cambio habría dejado el tema resuelto.

 

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