Por Martín
Granovsky y
Felipe Yapur
Si quiere, el Presidente Fernando
de la Rúa podrá disponer hoy mismo la cesantía de
Pedro Pou como titular del Banco Central. Por cuatro votos radicales contra
uno peronista, la comisión bicameral del Congreso le elevó
ayer un dictamen aconsejando su relevo de acuerdo con un artículo
de la carta orgánica del BCRA: el que permite decretar la remoción
de cualquier miembro del directorio cuando mediare mala conducta
o incumplimiento de los deberes de funcionario público.
Durante la reunión que mantuvieron los legisladores en Casa de
Gobierno con el Presidente, De la Rúa leyó todos los títulos
del informe de más de 400 páginas y los sorprendió
con una medida: durante la lectura mandó llamar a Horacio Tomás
Liendo, principal asesor del ministro de Economía Domingo Felipe
Cavallo (ver aparte). Liendo debía encargarse de la redacción
del decreto de destitución del hipermenemista que aconsejó
a Carlos Menem la dolarización de la economía
Una vez que se conozca el decreto que remueve a Pou, el proceso para nombrar
a su sucesor es relativamente sencillo. El Presidente elevará al
Senado un pliego de designación del nuevo titular del Central,
o sea Roque Maccarone, y la comisión de Acuerdos emitirá
un dictamen favorable que deberá ser aprobado por mayoría
simple en el recinto. Mientras esto ocurra, el puesto vacante será
ocupado interinamente por el vicepresidente de la institución,
Martín Lagos, un hombre muy cercano al devaluado Pou. Tan cercano
que anoche circularon en el Senado fuertes versiones sobre la renuncia
de Lagos ante la remoción de su superior.
De la Rúa anunció anoche que sobre Pou y Maccarone hablará
hoy.
Pou se irá en medio de una fuerte crítica oficial. Fue incluido
por Cavallo entre los responsables del cataclismo financiero de los últimos
días. Un legislador de la comisión relató a Página/12
la fuerte impresión que produjo Pou cuando, a mediados de marzo,
vaticinó remezones en los mercados para los días siguientes,
o para un plazo de dos o tres semanas, y ante una pregunta de Raúl
Baglini relacionó esos sacudones con el cuestionamiento a su permanencia
en el Banco Central.
Sonó a amenaza, fue la conclusión de los congresistas,
y ayer uno de ellos vinculó el episodio con el disparo del riesgo
país a las nubes, por encima de los mil puntos.
Pero el reproche más duro a Pou no es ése sino el que apunta
al control deficiente del sistema financiero por parte del Banco Central.
Según el documento, el presidente del BCRA combinó dos criterios
de mando:
u Por un lado, impuso una estructrura piramidal estricta. Todo remataba
en él, y todos reportaban a él.
u Por otro, estableció un sistema insular de control
sobre las entidades financieras. Para la comisión, fue esa insularidad
la que terminó creando organismos compartimentados y sin coordinación
y, por eso, imposibilitados de cotejar su información para convertirla
en un mecanismo eficiente de prevención.
El texto de los legisladores se preocupa por describir en detalle la caída
de instituciones financieras de acuerdo con un patrón de conducta:
a veces tenían tiempo suficiente para que no perdieran dinero los
directivos o los socios, pero el Central no les daba un plazo capaz de
evitar la bancarrota de los clientes.
La comisión consideró que hubo falta de control en operaciones
de lavado de dinero, en el otorgamiento de redescuentos a entidades en
situación financiera crítica e imprevisión ante la
situación que condujo al cierre de los bancos Mayo, Integrado Departamental,
Patricios y Basel.
Cuatro legisladores firmaron el dictamen de mayoría: los radicales
Baglini, Víctor Peláez, Alcides López y Mario Losada,
al mismo tiempo presidente provisional del Senado.
Uno firmó dictamen en minoría: el peronista Carlos Verna.
La argumentación de Verna fue curiosa. En principio, no cuestionó
la legitimidad ni la legalidad de la comisión bicameral, o sea
que no sintonizó con el juego de Pou. Tampoco reclamó la
separación de Pou, aunque al mismo tiempo no apoyó al presidente
del Central. Lo que hizo fue pedir que la comisión fuera más
lejos. Según trascendió, Verna opinó que a la comisión
le faltó profundizar su tarea y que debería
haber ampliado el espectro de lo investigado y no sólo detenerse
en la conducta de Pou sino de la totalidad de los integrantes del directorio.
Por tal motivo, el senador de la oposición insiste en su dictamen
que faltan testimonios por escuchar y probanzas por estudiar.
Si la bicameral hubiera seguido este criterio, Pou seguiría eternamente
como presidente de la entidad y Cavallo quedaría simétricamente
en una posición de debilidad.
Los legisladores oficialistas de la comisión encontraron ayer entusiasmado
a De la Rúa y de buen humor a Cavallo. Fue una verdadera
sorpresa ver tanto dinamismo, susurró a este diario un miembro
de la bicameral. Y al Mingo se lo veía contento, dijo.
Hasta se dio el gusto de hacer bromas sobre Pou.
Casi hacia el final del encuentro, el Presidente se comunicó telefónicamente
con Verna. Le agradeció al justicialista la participación
y el trabajo realizado. Era una forma de premiar que no hubiera puesto
en duda a la comisión que le dejó 50 páginas de análisis
y 350 de anexos y le permitirá hoy quitarse de encima al fundamentalista
del mercado que no garantizó la limpieza del mercado financiero.
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