Por Gabriel A. Uriarte
En cierto sentido, quienes dicen
que el ascenso de Jinichiro Koizumi al liderazgo de Japón es un
evento revolucionario tienen razón por motivos equivocados, mientras
quienes lo niegan están equivocados por los motivos correctos.
Los primeros enfatizan que su elección como presidente del Partido
Liberal Demócrata (PLD) representa el comienzo de una cruzada contra
el inmovilismo de ese partido. Sería un líder, según
lo exaltó ayer el Economist, mucho más cercano al
Japón moderno que sus envejecidos predecesores... Un abanderado
de la reforma contra la sucia política partidaria. Y, en
efecto, las recetas económicas que propone sólo resultan
revolucionarias contrastadas con el incestuoso proteccionismo y promoción
industrial que el ala conservadora de su PLD defiende aun después
de 10 años de recesión. En relación con las políticas
aplicadas en el resto del mundo, su ortodoxia es impecable. Así,
la segunda corriente de opinión desestima a Koizumi como otro falso
reformista cuya verdadera agenda es puramente neoliberal. Pero ambas versiones
distorsionan el fenómeno al limitarlo a una comparación
de teorías económicas. Para apreciar la verdadera revolución
que impulsa el nuevo premier hay que recurrir a los anacrónicos
conceptos de nacionalismo y nación. O, en esta etapa inicial, a
los de su expresión armada: el ejército.
Es antinatural que no tengamos un ejército: todo país
debe tener uno propio para impedir la agresión. Esta fue
la única declaración importante que el nuevo presidente
del PLD hizo ayer acerca de sus planes futuros. Y no era extraño
que no tuviera mucho impacto fuera de Japón, ya que en el exterior
no siempre se aprecia el grado en el que ese país está desmilitarizado.
Su Constitución no sólo prohíbe explícitamente
el uso clausewitziano de la guerra como instrumento de la política,
sino que su Artículo 9 veta además la mera existencia de
fuerzas armadas de tierra, mar o aire. En efecto, la desmilitarización
en Japón es tan profunda que alcanza lo que se ha llamado debelicización,
la supresión cultural del militarismo. Incluso lo que dobla eufemísticamente
como Fuerzas Armadas, la Fuerza de Autodefensa, hace muchos
esfuerzos por no parecer más que el ala armada del cuerpo de bomberos:
sólo hay que comparar la montaña de comunicados sobre sus
acciones de socorro durante desastres naturales con su absoluto silencio
acerca de maniobras o hipótesis de conflicto.
Por supuesto, el nacionalismo y militarismo del Japón pre-1945
siempre existieron bajo la superficie, y en círculos mucho más
amplios que los pintorescos superpatriotas de Yukio Mishima. Los más
importantes estaban, en efecto, dentro el mismo PLD, y es en este punto
que surge la confusión acerca de Koizumi. El hecho que su predecesor,
el arquetípico aparatchik conservador Yoshiro Mori, haya descrito
al Japón como una nación de dioses con el Emperador
como su centro, puede llevar a homologar a ambos políticos
como parte de un mismo fenómeno. Sin embargo, el nacionalismo de
Koizumi es mucho más radical que la nostalgia imperial y shintoísta
de Mori y los conservadores del PLD. Es todo lo contrario: un instrumento
más para efectuar una revolución en el partido y el país,
que comenzaría enmendando el famoso Artículo 9.
De la misma manera que su privatización del sistema de ahorro postal
puede adquirir tonos casi épicos dentro de Japón ya
que amenaza eliminar las bases clientelistas del PLD, esta enmienda
sería un rechazo explícito a la culpa colectiva que el país
carga desde 1945. Se dice que su autocrítica fue siempre mucho
menor a la alemana, pero esto se debía a que su sociedad desmilitarizada
y casi despolitizada despertaba muchas menos sospechas. En especial, el
PLD fue mucho más lejos que el CDU alemán al renunciar a
jugar cualquier rol en la región fuera del económico. Es
el hartazgo con ese inmovilismo, con adoptar una eterna actitud
servil hacia Pekín mientras que los barcos espía de
ese país violan impunemente sus aguas territoriales, que Koizumi
explota ahora. Su PLD está fatalmente desprestigiado por la recesión
económica, y el mismo Koizumi subraya que por dos años sus
reformas radicales sólo causarán desempleo y quiebras.En
ese sentido, su vuelco hacia el nacionalismo es inevitable, ya que es
la única fuente alternativa de legitimidad al bienestar económico
que ni él ni los tradicionalistas en el PLD pueden ofrecer. Es
en este sentido que su ascenso representa una transformación de
las bases teóricas de la política japonesa. En otras palabras,
algo parecido a una revolución.
¿Pero qué significa todo esto en términos geopolíticos?
Tanto más y menos de lo que podría esperarse. Más,
porque significa que el presupuesto de defensa japonés de 45.000
millones de dólares (el tercero más alto del mundo) actuará
de manera mucho más decisiva para contrapesar a China, cuyo propio
presupuesto es inferior en un 31 por ciento al de los aliados norteamericanos
en el Pacífico. Menos, porque esto sólo puede ilustrar un
hecho que el Pentágono de Donald Rumsfeld siempre intentó
ocultar: China está efectivamente aislada en una región
donde su único aliado es Corea del Norte. Sin duda, el nuevo orgullo
nacional japonés causará resquemores en este cordón
sanitario, pero probablemente no demasiado: sus vecinos no necesitan a
Rumsfeld para decirles si realmente existe un peligro para su soberanía,
este no viene desde el Japón.
Claves
Ayer Junichiro Koizumi
fue elegido como el presidente del oficialista Partido Liberal Demócrata
(PLD) en Japón. Su victoria en la contienda interna significa
que pronto será votado por el parlamento como el nuevo premier,
reemplazando al desacreditado Yoshiro Mori.
Tras enterarse de la
noticia, Koizumi prometió que enmendaría la constitución
nacional para eliminar el artículo que prohíbe fuerzas
de tierra, mar y aire. Y que le daría a la actual Fuerza
de Autodefensa un papel mucho más activo en defender
a Japón de la agresión, con lo que se refería
a las frecuentes incursiones desde China y Corea del Norte. Sería
un giro muy adverso para China, ya que enfatizaría su relativo
aislamiento dentro en el Pacífico.
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ACUSAN
A EE.UU. DE CRUZAR UNA LINEA ROJA CON TAIWAN
China desafía al sheriff unipolar
Por Danny Gittings
Desde
Hong Kong
China acusó ayer a Estados
Unidos de cruzar una línea roja con la venta de armas
sofisticadas a Taiwan y amenazó con una rápida represalia.
El canciller de Pekín expresó su seria preocupación
por el anuncio del paquete de armas y tecnología militar, y un
editorial del oficial China Daily advirtió que Estados Unidos pagaría
un alto precio. Aunque la reacción inicial del ministro fue considerada
por algunos como relativamente suave y no daba ninguna indicación
de los pasos que tomará Pekín como respuesta, los académicos
progubernamentales eran mucho menos cautelosos.
La protesta es una acción demasiado tibia, dada esta ruptura
de la línea roja, advirtió el Profesor Wu Xinbo, del
Centro Universitario Fundan de Shanghai para Estudios Norteamericanos,
refiriéndose a la inclusión en el paquete de Estados Unidos
de submarinos y un sistema de defensa antimisiles que aumentará
mucho las capacidades defensivas de Taiwan. Habrá algunas
acciones sustantivas y eso ocurrirá muy pronto. Estas acciones
harán que Estados Unidos sea plenamente consciente del costo de
su conducta en este tema. Los académicos descartaron la decisión
de Washington de no acceder al pedido de Taiwan de destructores equipados
con el sistema de radar Aegis como un truco para distraer la atención
de otras partes del paquete de armas avanzadas. Un submarino, aún
en términos de tecnología militar, es un arma ofensiva.
Esto es un cambio fundamental, un cambio importante, dijo Yan Xuetong,
del Instituto para Estudios Internacionales de la Universidad de Qinghua
en Pekín. Si pueden usar esos submarinos para atacar buques
de guerra chinos y reducir las capacidades chinas en los mares, entonces
sus aviones tendrán la capacidad para atacar las ciudades costeras
de China. También hubo advertencias de represalias, que afectarían
desde las relaciones comerciales hasta los esfuerzos de anti proliferación.
Yan también indicó que los acuerdos internacionales de control
de misiles podrían ser otro blanco de la ira de Pekín. China
se sentirá indefensa en sus intentos de mantener el régimen
internacional de no proliferación si Estados Unidos trata de socavar
ese régimen, dijo. Pero un diplomático occidental
en Pekín predijo que China probablemente adoptaría un enfoque
de represalia solapada. Hay áreas de cooperación militar
y tecnológica en estados de Medio Oriente en los que pueden ser
más complacientes, donde técnicamente no violan ningún
acuerdo, dijo. China ya ha sido acusada por la CIA de dar apoyo
al programa de misiles de Pakistán, y ayudar a Irán, Libia
y Corea del Norte.
Las tensiones entre EE.UU. y China se intensificaron este mes después
de la colisión en el aire entre un caza chino y un avión
espía de Estados Unidos. Y que EE.UU. haya otorgado una visa de
turista al ex presidente taiwanés Lee Tenghui, vilipendiado
por Pekín por su postura proindependentista, para viajar a la Universidad
de Cornell, su alma mater, sugiere que las relaciones se pueden deteriorar
aún más. La última vez que Lee visitó Cornell,
cuando todavía era presidente en 1995, China reaccionó llevando
a cabo ejercicios con misiles activados.
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