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ENTREVISTA A VOLKER SCHLöNDORFF, UNA VISITA ILUSTRE
“Todavía hay dos Alemanias”

La muestra recibió ayer a dos realizadores que, cada cual a su modo, resultan fundamentales para el cine contemporáneo. Volker Schlöndorff vino a presentar un film que echa otra mirada sobre la Alemania reciente; Jim Jarmusch viajó para recibir un premio especial y a la vez relativizar el concepto de cine independiente según Hollywood.
Schlondörff, director de �El tambor�, vino al Festival a presentar �La leyenda de Rita�, su nueva película.

Por Luciano Monteagudo

“Yo hubiera querido hacer esta película por lo menos siete años atrás, pero nadie en mi país quería financiarla, me decían que el tema de las dos Alemanias había quedado atrás. Sólo ahora se dan cuenta de que este tema nunca se va a acabar, que dentro de 40 años seguirá reapareciendo.” El director alemán Volker Schlöndorff llegó al Festival para presentar personalmente La leyenda de Rita, que no sólo es su mejor película en muchos años sino también la que lo devolvió al centro de la escena del cine de su país.
El realizador de El tambor eligió contar un momento en la vida de las dos Alemanias, en los años previos a la caída del Muro. En el lenguaje que utilizaba la Stasi, la policía secreta de la ex RDA, una “leyenda” era la nueva identidad que recibían los refugiados políticos que escapaban de Alemania occidental. Y ese es el caso de Rita (la notable Bibiana Beglau), una integrante de una célula armada, que después de una serie de acciones violentas en Berlín oeste consigue refugiarse en Alemania del Este bajo diferentes nombres y profesiones, hasta que con la caída del Muro es perseguida por la policía de ambos estados, incluso el que hasta entonces le había dado protección. “Así es como sucedieron las cosas, o más o menos así”, aclara un texto al finalizar el film, como para dejar en claro que La leyenda de Rita está basada en hechos recientes y reconocibles, pero que finalmente es una ficción y que su protagonista no existió con ese nombre, aunque quizás sí con esa misma “leyenda”.
–Su película resultó muy polémica en el Festival de Berlín del año pasado, ¿por qué?
–Es que la mentalidad de la gente no cambia de un día para otro. La polémica estalló porque los alemanes occidentales decían “Esto no es Alemania del Este”. Y los alemanes del este, por el contrario, reconocían su país en el film. “No, están equivocados”, insistían los occidentales, para quienes el Este era solamente una prisión, un lager stalinista, donde no era posible enamorarse, o salir a la noche a bailar. Son los prejuicios y malentendidos que quedan de la época de la guerra fría. Para los occidentales, los del este eran sólo prisioneros, con la mentalidad de tales. Para muchos orientales, en cambio, ellos formaban parte de un estado moralmente superior: antifascista, solidario con el Tercer Mundo, sin problemas sociales. En la última década yo viví seis años en el Este dirigiendo los estudios de Babelberg, donde trabajan más de 700 alemanes orientales, y me preocupé por conocer su realidad y me identifiqué con ellos. Por eso me sorprendí cuando desde occidente surgió la polémica, porque me di cuenta de que todavía prevalecían los prejuicios de la guerra fría. En todo caso, confirmé que mi film no es sobre el terrorismo sino sobre Alemania. Lo curioso es que tuvo mucho más público en el este que en el oeste, quizás porque entendieron mejor el mundo que mostrábamos. Al fin y al cabo fue su mundo, y diez años después de la caída del Muro prácticamente desapareció y todo eso es historia.
–¿Le parece que, hasta ahora, la historia la escribieron sólo los vencedores?
–Sí, Alemania occidental se comportó como el ganador y por lo tanto decretó que todo lo hecho por el perdedor, el este, estaba mal. Y diez años después se viene a descubrir que había ciertas cosas que no estaban tan mal. Por supuesto, no había tanta eficiencia, la economía no marchaba bien, la mayoría no podía salir del país, pero la gente tenía un fuerte sentimiento de seguridad y las relaciones humanas eran más simples y más abiertas. En occidente siempre estamos vendiendo algo a alguien, y en Alemania oriental esto no sucedía: no había nada para vender. Son procesos de orden cultural. La gente en Alemania del este sentía que estaba haciendo un sacrificio por un cierto ideal que no era Stalin o Brezhnev, sino el sueño de que alguna vez podía existir un mundo mejor y que ellos,de alguna manera, serían parte. Había un orgullo en eso y de pronto, con el colapso de la experiencia socialista, se preguntan dónde quedó esa utopía. ¿Es que acaso ya no quedan ideales, sino sólo shoppings? ¿El mercado global lo va a resolver todo? De todo esto trata, a su manera, La leyenda de Rita: es una película sobre el sentido de las vidas de los personajes. Porque esa utopía claramente se acabó, pero eso no significa que debamos aceptar las cosas tal como están.
–¿Está de acuerdo con Günter Grass, de quien usted adaptó “El tambor”, de que lo que sucedió en Alemania no fue una unificación sino una anexión?
–Sí, fue un anschluss, una anexión. No soy un economista y mi respuesta es quizás de orden pasional, pero debieron haber existido otras maneras de hacerlo. Y no me refiero solo a Alemania, donde las cosas funcionaron mejor que en otros lados, sino a la ex Unión Soviética, Polonia, Rumania. Yo acabo de estar en Ucrania para rodar un documental sobre los chicos de la calle, y la situación allí está como para iniciar una revolución ahora mismo. ¡Las cosas están peor que en la época de los zares!
–Durante el último año Alemania debatió el tema de la lucha armada y la incorporación de algunos miembros de la generación de Mayo del ‘68 al gobierno. ¿Su película forma parte de este debate?
–No necesariamente, porque el tema del terrorismo se aborda en los primeros veinte minutos. Pero es verdad que, por ejemplo, le tuve que explicar a mi protagonista qué significaba, en esa época, dar la vida por una causa, algo que a la gente joven de hoy le resulta incomprensible. Por otra parte, hubo que explicar también que esas doce personas del grupo Baader-Meinhof no estaban en situación de poner el Estado en peligro. Se produjo una sensación de histeria total. Mi actriz me contaba que cuando ella era chica miraba debajo de la cama antes de acostarse, para ver si no había un terrorista.
(La leyenda de Rita se exhibe hoy a las 22 y mañana a las 19.15 en el Hoyts 12; tiene distribuidor en Argentina.)

 

Otra mirada, el mismo país

Para quienes quieran hacer hoy en el Festival un doble programa sobre la Alemania contemporánea nada mejor que –antes de la exhibición de La leyenda de Rita– acercarse a Die Innere Sicherheit / The State I Am In, un magnífico film dirigido por Christian Petzold, que bien puede considerarse la nueva revelación del cine de su país. Con un guión escrito en colaboración con su mentor, Harun Farocki –un cineasta fuertemente político, que nunca quiso salir del underground– Petzold narra el proceso de desintegración de una pareja que vive en la clandestinidad, por su pasado terrorista. El punto de vista elegido por el film es el de la hija adolescente, que forzosamente debe seguir el modo de vida de sus padres, cada vez más aislados, ya sea porque sus compañeros han caído presos o porque se adaptaron a los tiempos que corren, integrando una burguesía política que antes cuestionaban de manera violenta. Con un rigor y un despojamiento ejemplares, Die Innere Sicherheit (“La seguridad interior”) echa una mirada implacable en todas las direcciones. En la quirúrgica visión del film, la pareja no puede avanzar sino hacia su autodestrucción, mientras que por afuera de su paranoica realidad existen apenas dos opciones: una sociedad absolutamente indiferente y un estado policial omnipresente, dedicado a la férrea custodia de la felicidad material
(Hoy a las 18.15 en el Hoyts 12).

 

Un viajero permanente que se ríe de todos los rótulos

Por Martín Pérez

“No creo en las fronteras, en los países o en las banderas”: durante la charla pública que dio ayer en el Abasto, Jim Jarmusch repitió en dos oportunidades este particular resumen de su filosofía cinematográfica y -¿por qué no?– de vida. Dominando a un auditorio de más de trescientas personas desde una tarima sobre la que estuvo acompañado durante su charla por el traductor a un lado, Jorge Telerman .-el secretario de Cultura porteño.- del otro, y un poco más allá, por Quintín, el director artístico del Festival, Jarmusch respondió con mucha parsimonia las preguntas de los periodistas primero, y luego las del numeroso público presente.
Sinónimo de cine independiente y presente con su film Ghost Dog en la última edición del Festival, Jarmusch llegó a Buenos Aires invitado por los organizadores para recibir un premio instituido casi ad hoc, denominado “Premio a la Trayectoria del Cine Independiente”. Sin embargo, y a juzgar por el fervor con que el público del Festival lo rodeó ayer al terminar la conferencia, Jarmusch vino a dejar el recuerdo de su particular melena blanca como la mejor instantánea de esta tercera edición del Festival.
En la primera edición, Francis Ford Coppola había venido a Buenos Aires acompañando a su hija Sofía, que competía con su corto Lick the star. Jarmusch, cuya presencia fue calificada por Telerman como “un sueño hecho realidad”, llegó acompañado de su esposa, y sus únicas actividades públicas son la conferencia de prensa de ayer, y una clase pública a realizarse hoy a las 16.30 en la sala A–B del Centro Cultural San Martín. “Me resisto a analizar por qué la gente se siente tan atraída por mi cine”, dijo ayer Jarmusch. “En los Estados Unidos me consideran un director de culto, o underground, o tal y cual cosa. Mientras que en otros lugares del mundo soy un director, a secas. Por eso estoy en contra de los rótulos. Yo hago lo que hago. Y después se puede pensar que tengo suerte, o que hay mucha gente que tiene muy mal gusto”, ironizó el director, que precisó qué significa para él el cine independiente: “Ser independiente en la vida significa encontrar tu propio camino y descubrir tus propios errores. Y en el cine es lo mismo: hacer tu film de la manera en que querés, y no de la manera que quiere hacerlo el que pone el dinero”, resumió. Aunque aclaró: “Ultimamente se ha bastardeado mucho la palabra independiente dentro del cine, en particular desde que Hollywood la utilizó para vender muchas de sus películas, por lo que ya no parece saberse muy bien qué significa. Pero yo sé muy bien lo que quiere decir para mí”, explicó el director de Ghost Dog, que se disculpó por no conocer nada del cine argentino (“Estoy avergonzado”, dijo).
Fue interrogado por su relación con cineastas como Nicholas Ray, Samuel Fuller (“para ilustrar el significado de cine independiente en un diccionario deberían poner su foto”) o Wim Wenders (“tengo un gran respeto por él, pero desde El estado de las cosas me perdió como espectador”), y personajes como Tom Waits (“Es como un hongo que crece solo en el desierto”) o Roberto Benigni. De este último, a quien lo une una larga relación que comenzó cuando lo eligió para protagonizar su film Down by law mucho antes de que el italiano conquistase Hollywood con La vida es bella, dijo que le es difícil hablar de su fenómeno reciente “porque lo conozco mucho”, y celebró que haya resistido la seducción de Hollywood y esté a punto de rodar un nuevo film producido en Italia.
A la hora de hablar de las influencias de la cultura rock en su cine, Jarmusch respondió enviándole sus respetos al recientemente fallecido Joey Ramone, agregando a continuación que él creía que si no hubieran existido grupos como los Ramones, él jamás se hubiese atrevido a filmar ninguna película. “Su filosofía de subirse al escenario a tocar sin ningún tipo de experiencia, demostrando que lo que sentían era más importante quecualquier virtuosismo, fue de gran inspiración durante mis comienzos. Y de la misma manera que los Ramones redujeron el rock a su esencia, directores como Bresson y Dreyer hicieron lo mismo con el cine”.
–¿Está diciendo que Bresson o Dreyer fueron Los Ramones de la historia del cine?
–No sé si quiero decir exactamente eso (risas). Pero si los comparo a ellos y al cine independiente con el punk es porque en los setenta el rock se había transformado en un espectáculo más preocupado por los solos de guitarra masturbatorios, de la misma manera que el establishment de Hollywood. Y si el punk le devolvió la esencia al rock al enfrentarse con esa actitud, eso mismo hizo en su momento el cine independiente. Sin embargo quiero aclarar que en lo que respecta al rock se me hace muy difícil creer en él desde la muerte de Kurt Cobain. Espero estar equivocado, pero no sé si sigue vivo. Lo que no dejé de escuchar nunca es el hip hop, algo que hago desde la década del ochenta.
–¿Y cree que el cine independiente sigue vivo?
–Creo que no. Al menos como movimiento. Pero debo decirlo otra vez: no creo en los movimientos. Si uno mira el océano desde el aire, puede ver muchas olas una atrás de otra, que incluso se cruzan entre ellas. Pero es imposible darles un nombre a todas, porque son todas parte del mismo mar.

 

Recomendaciones para hoy

Estas son las mejores opciones de hoy del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires:

11.00: Jacky (Holanda), de Fow Pyg Hu (Hoyts 8)
12.00: The Mad Songs of Fernanda Hussein (EE.UU.), de J.Gianvito (Cosmos)
13.30: Bonanza (Argentina), de Ulises Rosell (Hoyts 8)
15.45: Peppermit Candy (Corea), de Lee Chang-dong (Hoyts 10)
17.00: Sans soleil (Francia), de Chris Marker (Lugones)
19.00: Wings of Hope (Alemania), de Werner Herzog (Lorca 1)
19.15: Hotaru (Japón), de Naomi Kawase (Hoyts 10)
21.00: Vagón fumador (Argentina), de Verónica Chen (Hoyts 11)
22.00: Level 5 (Francia), de Chris Marker (Lugones)
22.15: Water Drops on Burning Rocks (Francia), de Francois Ozon (Hoyts 6)
23.24: Watts (Uruguay), de Rabella y Stoll (Hoyts 10)
Las entradas para todas las funciones valen 3,50. Se recomienda sacarlas anticipadamente.

 

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