Por Julián Gorodischer
Si los agarro, los parto
en cien pedazos, dice Mariana, la capitana. Mariana se sienta en
su banquito plegable desde el mediodía, y no se mueve de su trono
hasta la noche. Grita piropos a los de la tercera de River, que corren
muy tempranito, y se divierte cuereando a las mojigatas de
la primera línea de carpas. Las del fondo tienen muy claro lo que
están buscando: Los voy a recibir con un forro colgando del
cuello, avisa esta salteña que lo dejó todo por los
Backstreet Boys, como la mayoría, para hacer la cola.
Es la prueba de amor que ninguna cuestiona. Significa suspender la vida
y esperar 45 días aunque caiga el diluvio, un hito
de esta aventura ocurrido a principios de marzo. Saben que habrá
coladas ese 28 de abril que ya suena a utopía, cuando se abran
las puertas del estadio, pero ahora las preocupaciones son otras. Aquí,
en la cola, donde muchas de las cien chicas no se bañan
hace diez días, donde otras no comen nada caliente, los pesados
molestan a horas insólitas: Un peso por carpa, les
dicen justo a ellas, que ya no tienen para una hamburguesa en Mc Donalds.
No hay que interrumpirlas. Es hora de su ceremonia: cantan a coro The
call, el hit del disco Black and Blue, el que el grupo viene a presentar.
Pero el rezo dura poco, porque ya se distingue la silueta de Annie, llegando
por Figueroa Alcorta. Los conseguí, grita esta enamorada
de Nick que se pasó tres horas rasgando afiches gigantes de las
paredes de Liniers, y ahora los trae intactos, uno para cada íntima.
Ellos son tan importantes como mi familia y como Dios, asegura.
Despliega los afiches con el respeto de una devota y, cuando están
extendidos, todas dan el grito de la victoria. ¡Ayyyy!,
aturden, entre la queja y el gemido. Uno tan fuerte como el de Mayra en
el 98, cuando le tocó la mano a A. J. (asomado desde un micro)
y tuvo un orgasmo, allí mismo, instantáneo, que ahora confiesa
entre las risas de las otras. Annie y sus íntimas se
diferencian. Me imagino en un parque junto a Nick, sueña
María Laura, de 17. Tomaríamos mate. La colegiala
espera 45 días por una caricia. La capitana, desde el fondo, pasando
la rampa del estacionamiento, es contundente: Son unas pelotudas.
Ella quiere sexo, qué Nick ni ocho cuartos. Se imagina
a sí misma, así corpulenta y enorme, pero no en el banquito
plegable sino revolcándose con A. J. en una superficie lisa. La
que diga otra cosa miente, alecciona. No te olvides que las
de adelante son caretas.
Las pioneras son las que desafiaron a las lluvias de principios
de marzo, hundieron las piernas en el agua hasta las rodillas y abrieron
el camino a las otras, que ya no lavan ni cuidan chicos, ni trabajan en
Jumbo o en Coto (ocupaciones que se repiten) sino que padecen un ocio
forzado que se estira, casi como en Gran Hermano. Todas rinden
tributo a la casa televisada, uno tan intenso que les pegó fuerte.
En la avenida no hay televisores (eso está muy claro). Y, además,
el testimonio común dirá que permanecen plantadas
como un árbol en sus puestos de batalla. Pero aquí
hay una India, una Colo y una Pampita,
como en el reality game show, y se amenazan con exclusiones fraguadas
en cada discusión. A la mañana nos paseamos en bata,
bromea la capitana, que se dispersa fácilmente. Ahora, por ejemplo,
pasa una tribu de jugadores de River entrenando, y ella les dedica: Vení
bombón, te parto todo.
¿Así todo el día?
Charlamos de cualquier cosa, nos contamos cuentos de miedo. Insultamos
a los que nos gritan Descerebradas desde los autos.
Trolas, les dispara uno apenas unos segundos después,
y la corrida de las chicas persigue al auto del insulto hasta el estadio.
Los mártires son los que no duermen en la zona o, si
lo hacen, es en contadas oportunidades. No me importa, es
la frase que repiten, con ligeras variaciones. No me molesta,
podrán aducir, sobre el culto de sus novias,o amigovias, a los
cantantes. Marcos, hermano de una pionera, conoció
a Annie aquí mismo, en la cola, y se enamoró a primera
vista. Las reglas siempre fueron claras: la pasión por Nick no
se sometería a discusión, y -así y todo ya
están por cumplir quince días juntos, yendo de la mano desde
la cola al McDonalds, en un ida y vuelta que marca los momentos
del día: el almuerzo (una hamburguesa compartida entre muchas),
el salpicón con agua en las axilas, la minicena. Hay, sin embargo,
unas cuantas concesiones. Nunca estuvimos a solas, confiesa
el novio agitado, después de la caminata, y señala al grupo
que ahora está bailando al ritmo de The call. Está
todo bien -.dice, comprensivo, pero yo soy de Nirvana.
Las coladas son unos fantasmas que reaparecen como una pesadilla, cada
noche, cuando las chicas imaginan llegando a una bandada de avivadas,
ese 28 de abril, que se abre paso a empujones para llegar a la valla y,
después, a la primera fila del césped. Todas (la capitana,
Annie, María Laura, las pioneras) tuvieron alguna vez esa visión
premonitaria, la de la turba que les deja sin sentido la larga espera,
y no llegan a consensuar sus posiciones. La capitana avisa: Que
ni se les ocurra, si quieren seguir vivas. María Laura es
comprensiva: Que hagan lo que quieran; no son tan fanáticas
como nosotras ni lo serán nunca. Las más misteriosas
prefieren las elipsis: Sabemos cómo frenarlas, pero no vamos
a avivar giles.
Todas, las bravas del fondo y las tímidas de la primera línea,
saben de qué se habla cuando se nombra al ataque. Alguna
vez pasaron por ese estado que varía según la involucrada.
Sus manifestaciones más comunes: hamacarse ensimismada durante
una hora, o golpear la cabeza contra una pared, o llorar mucho y sin consuelo
ante una imagen o una presencia de los Backstreet... o el más drástico:
la renuncia. Ximena se fue, hace unos días, víctima de la
renuncia, ese peligro al que todas temen. Lo describen, en la cola,
como un exceso o un arrebato. Llega en el momento de más pasión,
cuando sienten muy cerca el día D y ya no pueden esperar, o intuyen
que será demasiado, o todo lo contrario. Pero lo cierto es que
ya nadie sabe qué fue de Ximena, y las rondas de contención
contra la renuncia son cada vez más frecuentes, para
que ninguna imite a las desertoras. Cantan mucho (ahora lo hacen con Spanish
eyes, acompañando la voz de Howie), y el recurso es efectivo.
También la mención a fantasías.
Entre todas imaginan una escena, tan detallada que parece un anticipo
de algo que se viene, tan minuciosa que entusiasma: una multitud corea
junto a los cantantes (Que los cumplas, Florencia..., bien
demorado), una mamá se emociona desde el reparo de la tribuna,
una chica se olvida del año perdido en el colegio, del desprecio,
y el angelito rubio le regala felicidad, en un spanglish extraño.
Ahora, Florencia dice su deseo: Que el día del recital Nick
me cante el Feliz Cumple.
Los fans más
solidarios
El club de fans de los Backstreet Boys funciona desde el 97
a pocas cuadras de la Casa Cuna. La ubicación no es azarosa:
las fanáticas se dedican a organizar rifas, a juntar dinero
para comprar sillas de ruedas para niños, a armar colectas
para costear tratamientos complicados. Se reúnen, intercambian
figuritas, cantan los hits de Black and Blue y después hacen
lo que se debe: visitar a un nene internado o llevarle como regalo
el disco más reciente de la banda. Como si la pura devoción
a los ídolos musicales implicara cierta culpa, se diferencian
de otros clubes por esa vocación solidaria, que siempre busca
autoridad en el grupo, como si todo se tratara de responder a un
mandato de los cantantes, exactamente el que los reivindica como
algo más que caras bonitas. No importa que ellos nunca hayan
escuchado hablar de su club de fans argentino, y mucho menos de
una Casa Cuna o un Hospital de Niños. Sus fans siguen con
la teoría del deber impuesto. A ellos les hubiera gustado
que fuese así, repiten.
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Un catering muy discreto
Los integrantes de Backstreet Boys fueron fieles a su imagen de
chicos buenos y sanos entregaron a los organizadores locales del
show una lista de requerimientos de catering sin mayores excesos:
en su camarín no debe haber chocolates, caramelos ni comida
chatarra, pero sí distintos tipos de té
(hierbas, limón, peppermint, earl grey y ginger, entre otros),
agua mineral, gaseosas, jugo de naranja, de arándano y de
manzanas, leche de soja, mermelada de frutilla, manteca de maní,
cereales, miel, chicles y mentas. Durante la estadía de BSB
en la Argentina, la cocinera local estará supervisada por
dos chefs de la misma empresa de catering que vino a la Argentina
con los Rolling Stones. Además de sus propios camarines,
el requerimiento de Backstreet Boys fue de diez más para
instalar en cada uno de ellos a los músicos acompañantes,
el vestuario, las bailarinas y bailarines, un salón VIP,
un hospitality room, una oficina de producción, una oficina
de management y, los dos últimos, para cada una de las teloneras
del show. Una de ellas es Kristal y la otra es Polly Anna, hermana
del integrante del grupo Howie D.
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Cada
uno con su figurita
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A.J. es el favorito de
las del fondo, que no van con vueltas. De aspecto atlético,
mucho cuero y musculosas, el más fierita de los
Backstreet Boys convoca a las más osadas, las que confiesan
como la capitana: Lo espero con un forro al cuello. A.J.
sólo parece admitir ese tipo de pasiones o los más crudos
rechazos. Es asqueroso: fuma todo el tiempo, no se afeita nunca,
se viste mal, son los argumentos preferidos por las de adelante.
Nick, el pequeño
rubio, convoca a las quinceañeras. Interrogadas al respecto,
sus fans se sueñan en una escena romántica, nunca sexual,
y lo defienden a muerte de sus detractores. Si fuera
trolo, me gustaría igual dice María Laura,
total nunca va a pasar nada entre nosotros.
Kevin y Brian se mantienen
en un bajo perfil que les atañe a ambos por igual. Ninguna
fan los desacreditaría en público, pero tampoco son
objeto de grandes pasiones o fanatismos que impliquen omitir a los
otros tres del grupo para dar sus nombres. Carilindos y segundones,
esperan por su hora propia, pero las fans son claras: Cantan
bien, son lindos. Extremos como Lo amo se reservan
para otros.
A Howie se le brinda una
devoción particular: es el único que sabe hablar en
castellano, por su origen latino, y eso merece el respeto de muchas.
Hay quienes recuerdan su solo en Boca en el 98, cantando Ojos
españoles como el momento más importante de sus
vidas. Me merezco conocerlo, lo sigo hace seis años,
dice María Laura. |
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