Por Silvina Friera
Una vieja astucia del escritor
es lograr que una ficción sea creíble, que el lector sienta
que es real. El enigma en la literatura es algo más que un
mecanismo para mantener la tensión, es el centro mismo de la relación
entre la ficción y la verdad. Siempre hay una historia debajo de
las apariencias y narrar es reconstruir esa historia sepultada,
explicó el escritor Pablo de Santis en la mesa redonda La
narrativa que viene, en la que también participaron Leopoldo
Brizuela y los españoles Luis Magriyá (Los dos luises) y
Pablo DOrs (Las ideas puras), ganadores del primer y segundo premio
Herralde de novela 2000. Me gusta trabajar con las entrelíneas
de la historia, no sólo con la historia autorizada y escrita sino
también con la imagen que tenemos todos nosotros y, en especial,
la que tiene la generación de mi padre, subrayó Brizuela,
autor de Inglaterra, una fábula. Además de la juventud,
los une la idea de que la literatura está relacionada con el concepto
de invención, al margen de que a la hora de escribir, las búsquedas,
inspiraciones y caminos de estos cuatro narradores sean muy versátiles.
Estudiantes de letras, críticos y algunos lectores se mezclaban
entre el público que presenciaba el debate organizado por el Instituto
de Cooperación Iberoamericana y la Secretaría de Cultura
de la Nación en la sala Julio Cortázar. De Santis (1963),
autor de La traducción (1998), Filosofía y letras (1999)
y Teatro de la memoria (2000), entre otras, aseguró que en una
ficción siempre se espera la novedad, la sorpresa, y comparó
el enigma en la literatura con la imagen de la esfinge. Cuando Edipo
se enfrenta con el monstruo, este le propone un acertijo y de la respuesta
depende la salvación de Tebas. La esfinge propone un enigma, pero
ella misma es un enigma: interroga y es interrogada, precisó
el escritor, admirador de Franz Kakfa, Roberto Arlt, Adolfo Bioy Casares
y Jorge Luis Borges, entre otros.
Por su parte, Brizuela (1963) recordó que se aficionó a
los libros de Joseph Conrad y Jack London con la esperanza de conocer
el mundo de su padre, que era marino en YPF. Percibía todos
los silencios que había en esas novelas. Nunca los marinos de Conrad
se acuerdan de los hijos, nunca hay mujeres. Entonces después de
mucho tiempo me di cuenta que quería escribir con ese mismo estilo
una novela de aventuras pero protagonizadas por todos aquellos personajes
que nunca estaban en esos relatos, reconoció. Un escritor
no rompe la tradición, sino que acepta los silencios y los toma
como una llama que se va pasando de generación en generación.
Toda la narrativa del siglo XIX, Conrad especialmente, London, Dickens,
John Berger, y de la Argentina, especialmente Borges, son algunas de las
fuentes de inspiración de las que se nutre Brizuela. Cuando
estoy escribiendo algo nuevo experimento una sensación de gran
felicidad, confesó el escritor, que detalló cómo
surgió el último de sus cuentos. Cuando estaba investigando
para la novela Inglaterra... leyó una frase que lo inspiró:
Los indios yaganes nunca apagaban el fuego. Esto le quedó
dando vueltas en la cabeza hasta que los plasmó en un cuaderno
de un antropólogo, que a fines del siglo XIX y principios del XX,
trabajó con los indios en Tierra del Fuego. Las observaciones
y fragmentos son puras invenciones, aclaró Brizuela.
Los españoles también hicieron su aporte al debate, puntualizando
los motivos por los cuales escriben. DOrs (1963), ganador del segundo
premio Herralde, mencionó uno de sus cuentos, El Estreno
(del libro La amante eslovaca). Uno de los personajes de ese cuento, Milan
Kundera, descubre que durante una conferencia sobre su última novela
no puede pronunciar la palabra desesperación. Esta anécdota
parece verdadera, aunque no es histórica. Cuando escribo no pretendo
describir el mundo de lo real sino contar una realidad posible,
acotó DOrs, que admitió las influencias deHermann
Hesse, Kundera y Saramago en su escritura. Los extremos entre lo
trascendente y lo liviano, lo grave y lo grotesco reflejan muy bien la
ambivalencia en el ser humano. Estas situaciones ridículas crean
a los personajes, opinó DOrs. En cambio, Magriyá
(1960) dijo que el artista es el sacerdote de la verdad porque ve
lo que los demás no oyen, es la voz de la conciencia y la razón.
DETRAS
DEL VIDRIO, EL DEBUT DE SERGIO SCHMUCLER
El largo exilio adolescente
Por Karina Micheletto
Aeropuerto de Ezeiza, 1976.
Un chico de 17 años, militante de la UES, parte a México
con todos los miedos a cuestas. Detrás del vidrio que lo separa
de todo lo conocido comienza una historia narrada en primera persona,
en la que se va anudando la memoria en forma de cartas, anotaciones personales,
relatos de momentos decisivos y cotidianos, la marcha peronista, canciones
montoneras, el recuerdo del hermano muerto. Es la historia de Sergio Schmucler,
un cordobés de 41 años, guionista y director de televisión,
escritor de obras de teatro, cuentos y poemas, convertida en este caso
en su primera novela. En Detrás del vidrio, el libro que inaugura
las ediciones de Siglo Veintiuno de Argentina, Schmucler deja en claro
un aspecto fundamental: Me di cuenta que el exilio es el único
tema sobre el que puedo escribir. No puedo imaginarme escribiendo sobre
otra cosa, subrayó durante la presentación de la novela
en la Feria.
Estamos frente a un extraño libro, escrito fuera de la vida
habitual de la literatura, hecha dentro del territorio, definió
el sociólogo Horacio González, quien introdujo el libro
en la presentación. Creo que se sitúa en la primera
fila de la literatura argentina, y está en condiciones de desafiar
a todo lo que se ha escrito sobre el exilio, agregó. Tal
como apuntó González, en el relato de Detrás del
vidrio aparece el punto de vista de un adolescente que se asoma a la vida
política. Por eso es un libro confesional que, inevitablemente,
nos lleva a recordar la iniciación personal de cada uno, cosa que
no hacemos habitualmente, porque nos resulta pavoroso, señaló
el sociólogo.
Schmucler, que continúa viviendo en México, recordó
la forma en que comenzó a escribir la historia, cuatro años
atrás: Se hizo un encuentro de exiliados de Sudamérica
en México, y uno de los organizadores me pidió que escribiera
un texto acerca de lo que significa la experiencia de un exiliado adolescente.
Escribí ese texto y no pude parar. Tuve la sensación de
que las diez páginas que había escrito para el encuentro
eran mentirosas, relató el escritor. Sobre el final del libro,
Schmucler da testimonio de esa forma siempre presente del exilio: Regresé
a México, hace diez años. Vivo aquí. Nunca pude recuperar
nada; quedó un hueco para siempre. Un hueco que no se llena con
nada, que a veces parece no existir, pero que no deja de estar. Cada vez
que vuelvo a Córdoba siento que es como si fuera la primera vez.
Cuando regreso a México, siento una gran melancolía, que
a la vez me acuna. Algo allá me abisma, me despierta. Algo aquí
me serena, me cobija. Y a veces es al revés. Quizás, como
a veces he soñado, nunca salí de Ezeiza.
Los
duendes de García Lorca
Rescatar la lírica del
poeta y dramaturgo granadino y redescubrir el paralelo que existe entre
su poesía y su biografía son los objetivos que motivaron
a los alumnos del grupo de Teatro del Colegio Nacional de Buenos Aires
para darle forma a El Duende. La obra, dirigida por Orlando Acosta, está
estructurada en base a textos de Federico García Lorca incluidos
en Romancero gitano, Poema del Cantejondo y Poeta en Nueva York, aunque
también incluye fragmentos de sus obras de teatro, entre ellas
El amor de Don Perlimplín, con Belisa en su jardín, El maleficio
de la mariposa y Bodas de sangre. Las canciones de Manuel de Falla y el
propio Lorca, interpretadas por dos sopranos, acompañarán
a los actores. El Duende se presentará hoy a las 17 y el sábado
a las 21.30 en la sala Roberto Arlt de la Feria.
|