Por Luciano Monteagudo
Una vez más, la directora
iraní Samira Majmalbaf no pudo venir a Buenos Aires, pero su película
Pizarrones el plato fuerte de hoy en la competencia habla
magníficamente por ella. A diferencia de La manzana (presente en
la primera edición del festival) que partía de una realidad
muy precisa, aquí todo adquiere un carácter más abstracto,
a pesar de que, como suele ocurrir en el cine iraní, sus únicos
elementos son el paisaje y sus habitantes.
Un grupo de maestros atraviesa las montañas cercanas a la frontera
entre Irán e Irak con una sola pieza de equipaje, un enorme pizarrón
a sus espaldas. Es una zona de peligro y, cuando un helicóptero
los obliga a dispersarse, la película sigue a dos de ellos: uno
encuentra un grupo de niños dedicados al contrabando y otro una
caravana de ancianos de la minoría kurda, que intenta llegar a
Irak. Cada tanto se escuchan disparos y la amenaza invisible
está siempre presente, al punto que esos pizarrones a los que alude
el título del film tendrán múltiples usos. Servirán
de improvisado refugio antiaéreo, de improbable escudo ante las
balas, de camilla para los enfermos, pero también allí
donde no hay nada salvo polvo y piedras de techo, de pared, de puerta
y hasta de altar donde consagrar una boda. Se diría que la maestría
del film está en su rara potencia metafórica, capaz de extraer
de los elementos más concretos de la realidad una poesía
tan seca y austera como el paisaje que la inspira (Hoy en el Hoyts 10
a las 17.30 y mañana a las 18.45 en el Hoyts 11).
Otra mujer, la japonesa Naomi Kawase, aporta otro film de un rigor y una
belleza muy particulares: se trata de Hotaru, premiada por la crítica
en el último festival de Locarno. Ya en su primer largo, Suzaku
(exhibido en el Festival de Mar del Plata después de haber ganado
la Cámera dOr en Cannes 97), Kawase había demostrado
ser una cineasta fuera de norma, capaz de imprimirle a su film un carácter
personal intransferible, como si estuviera escribiendo su diario íntimo.
Tres años después, su segundo film viene a confirmar el
inmenso talento que ya era evidente en Suzaku, pero con una diferencia.
Mientras que aquel film era de una naturaleza reflexiva muy profunda,
reconcentrada, en Hotaru la directora da cuenta del universo interior
de su protagonista una mujer joven, en crisis con su vida
con una furia seca pero muy vital, que la hace abrirse hacia el mundo.
De un modo sutil, el peso de la familia y las tradiciones era uno de los
motivos centrales de Suzaku, y aquí en Hotaru se diría que
Kawase trata de resolver la eterna contradicción entre lo viejo
y lo nuevo, entre las raíces culturales y familiares y la experiencia
cotidiana contemporánea. Alguna vez le preguntaron a Kawase por
qué filmaba y contestó: Por miedo a la muerte, para
dejar algo detrás de mí, a toda costa. El lirismo
grave pero esperanzado de Hotaru expresa bien ese sentimiento (Viernes
a las 15.30 en el Hoyts 10 y sábado 28 a las 16.15 en el Hoyts
8).
Siempre dentro del marco de la competencia oficial, The mad songs of Fernanda
Hussein, opera prima del estadounidense John Gianvito, quizás quede
asociada en el futuro como la revelación de esta tercera edición
del Festival de Buenos Aires. Filmada durante un período de seis
años, con un presupuesto ínfimo y actores no profesionales,
The Mad Songs... tiene aquí su estreno internacional y acaso sea
la más independiente de las 200 películas del festival.
Independiente no sólo por la manera casi amateur, sin complejos,
con que Gianvito encaró su proyecto, sino también por la
independencia de criterio y la mirada ferozmente crítica con que
enfrentó un tema políticamente tabú: el frente interno
estadounidense durante la guerra del Golfo Pérsico. El eje es la
tragedia de Fernanda, una mujer doblemente marginada, por su origenchicano
y por haberse casado con un egipcio de apellido Hussein, lo que determina
que sus hijos, de 9 y 14 años, aparezcan asesinados por la sola
portación de apellido. Esta historia podría ser suficiente
para toda una película, pero Gianvito le suma la de un adolescente
decidido a librar una rabiosa lucha solitaria por la paz y la de un ex
combatiente que regresa trastornado por las masacres de las que fue testigo.
No todo en el film tiene el mismo nivel de interés y sus casi tres
horas contienen cimas y mesetas, pero como totalidad uno no puede sino
sorprenderse ante la radicalidad de la propuesta, absolutamente infrecuente
en el cine estadounidense. Es particularmente lúcida la manera
en que el film de Gianvito desarticula el triunfalismo patriotero del
norteamericano medio, el belicismo y el racismo de una sociedad que pareciera
encontrar su razón de ser en la guerra. No confíes
en nadie que no esté enojado, dice una de las leyendas que
aparecen en el film. Y Gianvito parece alguien enteramente confiable:
su film parte de la santa indignación. (Ultima exhibición
mañana a las 11.15 en el Cosmos).
Para
ver hoy
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11.00: Vagón fumador
(Argentina), de Verónica Chen (Hoyts 8).
11.30: Die Bad (Corea),
de Ryoo Seung Wan (Hoyts 9).
13.30: Chungyang (Corea),
de Im KwonTaek (Hoyts 8).
14.15: El desencanto (España),
de Jaime Chávarri (Lorca 2).
14.30: Le fond de lair
est rouge (Francia), de Chris Marker (Lugones).
15.00: La perdición
de los hombres (México), de Arturo Ripstein (Hoyts 7).
16.30: La isla (Corea),
de KiDuk Kim (Hoyts 12).
18.00: La hora de los hornos
(Argentina), de Fernando Solanas (Lugones).
18.30: 25 watts (Uruguay),
de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll (Hoyts 11).
21.00: Sábado (Argentina),
de Juan Villegas (Hoyts 11).
21.30: 21.30: Bennys
Video (Austria), de Michael Haneke (Hoyts 6).
23.00: Chopper (Australia),
de Andrew Dominik (Hoyts 10).
23.15: La libertad (Argentina),
de Lisandro Alonso (Hoyts 11). |
Johnny
To, otra estrella oriental
Por
Horacio Bernades
¿Quién
es Johnny (o Johnnie) To? ¿El que pone su firma al pie de demenciales
comics cinematográficos, como The Heroic Trio y The Executioners,
ambas de 1993, donde tres superheroínas se alían para combatir
a un eunuco megalómano, en una imposible Hong Kong del futuro?
¿Tal vez el artesano anónimo que factura films de género
para la frenética industria hongkonesa, a toda velocidad y de a
uno o más por temporada, desde hace como veinte años? ¿Será
Johnny To, como afirman muchos, un verdadero autor que contrabandea
estilo, inquietudes políticas y hasta metafísicas bajo la
forma de policiales sofisticados y catárticos? Los fanáticos
locales se vienen formulando éstas y unas cuantas preguntas más
desde hace unos días, a partir de la retrospectiva que el III Buenos
Aires Festival de Cine Independiente le dedica a este hongkonés,
a quien muchos consideran el nuevo John Woo.
Lo que va a ser difícil es contestarlas todas. Cuatro películas
parecen escasas para empezar a conocer a un cineasta que ya tiene hechas
alrededor de treinta. Sobre todo, si dos de esas películas (Needing
you y Help!!!, ambas del año pasado) son comedias románticas.
Género que no parecería, a simple vista, el fuerte de quien
destaca, sobre todo, por su inusual tratamiento del formato de acción.
Más aún si esas comedias aparecen firmadas a cuatro manos,
por To y su socio y amigo, Wai Kafai, un dato que relativiza aún
más las condiciones de su posible autoría. Un par de cosas
son seguras, de todos modos: es tal la cantidad, variedad y disparidad
de su producción, que seguramente ni con una retrospectiva completa
pueda saberse del todo quién es Johnny To. Pero dos de las películas
que integran la muestra sí están, probadamente y de antemano,
entre lo mejor que haya filmado hasta ahora este cuarentón cuyo
verdadero nombre es To Keifung.
Los policiales que por estos días presenta el Bafici son Running
Out of Time y The Mission, ambas de 1999 y ganadoras de casi todos los
premios a la producción de ese año en Hong Kong. Que se
hayan estrenado con sólo dos meses de diferencia puede parecer
disparatado para los cánones occidentales de comercialización
cinematográfica. En Hong Kong, donde todo es furia y velocidad,
resulta de lo más normal. Lejos del modelo Poliladron,
Running Out of Time presenta un clásico enfrentamiento de ladrón
y policía, encarándolo como si se tratara de una batalla
de voluntades más que de capacidad balística (aunque no
faltan, por cierto, esas célebres orgías a tiro limpio que
son típicas del cine hongkonés). Cierto homoerotismo alla
John Woo podría entreverse en la mutua admiración entre
ambos pares simétricos, más confiados en su astucia y cerebro
que en sus músculos.
The mission, por su parte, se acoge al modelo del film de gangsters, haciendo
eje en un cuerpo de cinco guardaespaldas convocados para proteger a un
mafioso. No falta quien le encuentre paralelismos con ciertos films del
japonés Kitano. Sobre todo Sonatine, de 1993. Como allí,
en The mission To subvierte las expectativas del espectador de género,
ya que los guardaespaldas no se ven enfrentados a la acción sino
a la inacción, mientras esperan que llegue la hora de las balas.
Cuando ésta llega, finalmente, To despliega un verdadero
tratado sobre cómo filmar tiroteos, según afirmó
un crítico hongkonés.
(The Mission podrá verse hoy a las 23.45 en la sala 9 del Hoyts,
y el domingo 29 a las 18.45, en la sala 10. Running Out of Time, el sábado
28, a las 21.30, en la sala 12 del Hoyts. Needing you se proyectará
el sábado a las 23.45, Hoyts 9, y Help!!!, el domingo a las 18.30,
Hoyts 10.)
DESPUES
DE LA RECONCILIACION
¿Cómo llora Jean Luc Godard?
Por
Martín Pérez
Tal como apunta
el director artístico del Festival Quintín, director
de la revista El Amante en su texto para el catálogo oficial,
no es fácil imaginarse a Jean Luc Godard llorando y menos
en pantalla, pero esto es lo que sucede en el film de su mujer.
¿Fue difícil llorar?, le preguntaron a Godard
en una entrevista para el periódico Liberation, en ocasión
del estreno francés de Después de la reconciliación,
cuarto opus de Anne-Marie Mieville. No, para nada, respondió
Godard. Yo lloro fácilmente. Aunque generalmente lo hago
de bronca. Un hombre llorando es algo así como un tabú en
la ficción cinematográfica. Pero a mí se me puede
hacer llorar en menos de una hora, dependiendo de cómo sea la discusión,
confesó el mítico director. A lo que su mujer añadió:
Conozco a Jean Luc desde hace treinta años y sé que
llora bien, así que no tuve que hacer nada. El guión decía
Robert llora, y él lloró.
Estrenado en Francia hacia fines del año pasado, Después
de la reconciliación es un film para cuatro personajes que se desarrolla
en tres actos. Y ya desde su prólogo en video queda en claro que
su autora no sólo es la mujer de Godard, sino también
su estrecha colaboradora cinematográfica desde mediados de los
años setenta. Nunca confíen en el que cuenta la historia,
sino en la historia, anuncia allí la voz de la propia Mieville
dando paso a los títulos, y recordando claramente esos aforismos
recordables que abundan en las películas de su pareja.
Muy hablada y casi excesivamente teatral, es verdad que el principal atractivo
de un film como Después... es ver en pantalla al cineasta que insiste
en encarnar al Cine con mayúscula. Y en ese sentido se puede afirmar
que la película no defrauda. Porque, más allá del
momento de su llanto, Godard aparece en Después... con los labios
llenos de frases sabias y filosas, y un aire entre impasible, resignado
e iracundo que -casi, casi emociona. Y eso no es nada. Tal vez el
mejor Momento Godard sea su cara de sorpresa con un dejo de comedia
muda cuando se queda mirando a un joven en patines que se cuelga
del auto que maneja su esposa. ¿Qué hace ese tipo?,
pregunta su personaje. Lo mismo que nosotros: se deja llevar,
es la respuesta.
No fue algo premeditado que Jean Luc protagonizase este film,
confesó Mieville. Pero cuando los actores en los que había
pensado para interpretar a Robert resultaron inaccesibles, él insistió
en participar. Intrigante film sobre parejas pero también
y principalmente sobre el verbo, la palabra, Después...
es, efectivamente, una obra que le calza a Godard como anillo al dedo.
Y que, más allá de los abundantes diálogos entre
sus personajes, está puntuada por intrigantes planos detalle de
plantas creciendo entre las baldosas y el asfalto urbanos. Fue lo
primero que rodé de este film, un año antes de terminarlo,
explicó Mieville. No puedo evitar pensar la difícil
sobrevivencia de estas plantas en medio de la ciudad. Metafóricamente
las veo como personajes del film, perdidos entre la gente que pasa.
(Después de la reconciliación se exhibe por última
vez hoy a las 23.15 en el cine Lorange. Tiene distribuidor en Argentina,
aunque no está asegurado su estreno comercial).
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