Por Felipe Yapur
Más tiempo tardaron en
acordar el documento de seis párrafos que en realizar su demostración
de solidaridad con Carlos Menem. En diez minutos posaron para la foto
los ultramenemistas, once gobernadores peronistas menos el santacruceño
Néstor Kirchner y unos pocos legisladores que no comulgan con quien,
según ellos, es un perseguido luego de que el fiscal Carlos Stornelli
solicitara su indagatoria en la causa por la venta ilegal de armas.
Para que no se politice la justicia ni se judicialice la política:
solidaridad con el ex Presidente Menem, es el título que
quedó para el documento, por el que todos los justicialistas
unidos venimos a testimoniar nuestra solidaridad con el ex presidente
de la Nación Carlos Menem frente a la injusta situación
a que se lo pretende someter. También sostiene como algo
extremadamente grave que se intente imputar delitos a un ex Presidente
elegido democráticamente en dos oportunidades, sobre la base de
presunciones o meras sospechas. Y agrega: Pretender que todo
un gobierno al ejercer sus funciones puede constituir una asociación
ilícita es una aberración jurídica que encierra prejuicios
políticos incompatibles con una sana y democrática administración
de justicia.
Los menemistas vivieron como un éxito el acto político express.
Una vez más lograron convocar al peronismo una vez más alrededor
de la figura de Menem, quien agradeció a través de una carta.
Para sus adversarios, en cambio, fue una muestra del máximo acto
de la solidaridad que puede generar hoy el justicialismo. El presidente
Fernando de la Rúa, en tanto, quiso mostrarse comprensivo. Comprendo
sus sentimientos, dijo. Pero advirtió que la causa de las
armas no debe convertirse en un esquema de conflicto en la vida
institucional del país.
Toda la mañana les llevó a los organizadores negociar el
texto final del documento que había redactado durante la noche
anterior el gobernador cordobés José Manuel De la Sota,
elegido como cuidadoso y equilibrado para conseguir la firma
de los participantes. Pero los ultramenemistas Daniel Scioli, Martha Alarcia
y Javier Mouriño pugnaban, con el guiño de Eduardo Menem,
Eduardo Bauzá y Carlos Corach, por endurecer aún más
el texto. Ya que habían conseguido concretar el respaldo, no costaba
nada pelear por exaltar la figura del ex presidente, atacar al fiscal
Stornelli y augurar el peligro que significaba para la gobernabilidad
un avance sobre Menem y sobre otros ex funcionarios procesados. Pero no
tuvieron éxito por la resistencia que opusieron principalmente
Carlos Ruckauf y otros mandatarios provinciales como el jujeño
Eduardo Fellner.
Así como está no lo firmo, amenazó Ruckauf
sentado en el despacho del diputado bonaerense Eduardo Camaño.
Mientras leía y rechazaba los intentos de agregados del menemismo,
pedía que se dejara expresamente aclarado que se garantizaba
la gobernabilidad, la estabilidad democrática y el funcionamiento
de las instituciones. Su exigencia, entonces, se transformó
en el segundo párrafo del documento, con el apoyo de De la Sota
y Carlos Reutemann.
El título también concentró una batalla. El menemismo
insistía en su tesis: Solidaridad con nuestro ex presidente
y compañero Carlos Menem. Los no menemista pelearon y se
impusieron haciendo desaparecer el nuestro y compañero,
y antepusieron para que no se politice la justicia ni se judicialice
la política. Mientras esto ocurría, unas casi seiscientas
personas colmaban el salón destinado para el acto al tiempo que
diputados de extracción sindical convencían al ultramenemista
Roberto Roby Fernández de la inconveniencia de pretender
hacer ingresar al Congreso a un centenar de sus seguidores.
Esto, más que el Salón Azul, debería llamarse
el salón de los próximos presos, graficó un
legislador bonaerense mientras se retiraba antes del acto. Adentro lucían
felices la ex secretaria de la Función Pública Claudia Bello,
el auditor general de la Nación Rodolfo Barra, pipa enboca, el
ex jefe de Gabinete Jorge Rodríguez luciendo una incipiente barba,
y los senadores Alberto Tell y Emilio Cantarero.
Con el documento consensuado, los protagonistas hicieron su aparición
en el acto con dos ausencias notorias: una sorpresiva, Eduardo Duhalde,
y otra esperada, la de Kirchner. Los gobernadores Ruckauf, De la Sota,
Reutemann, Fellner, Rubén Marín (La Pampa), Carlos Rovira
(Misiones), Julio Miranda (Tucumán), Gildo Insfrán (Formosa),
Angel Maza (La Rioja), Carlos Manfredotti (Tierra del Fuego) y Juan Carlos
Romero (Salta), más los diputados y senadores, y uno que otro colado,
se agolparon en el estrado ocultando los bustos dorados de Juan y Eva
Perón colocados especialmente.
Tras entonar la marcha partidaria, el titular del bloque de senadores,
José Luis Gioja, destacó la capacidad del PJ de unirse
ante la adversidad y hechos persecutorios a pesar de las sanas luchas
internas. Después el jefe de los diputados, Humberto Roggero,
leyó el documento que sorprendió a más de uno de
los presentes por su corta extensión. Incluso Gioja debió
iniciar el aplauso porque nadie se había dado cuenta de que la
lectura, y el acto, habían terminado. De nuevo la marcha peronista,
y luego la desconcentración.
Los menemistas se abrazaban como en las viejas épocas. Los otros
buscaban la salida lo más rápido posible. Esta fue
la última muestra de solidaridad que se verá hasta las próximas
elecciones internas, dijo un prominente diputado. Ruckauf, conocedor
de los pasillos del Senado, emprendió una veloz retirada. Sus allegados
reconocieron que no comparte la posición de Duhalde pero que ello
no significa un enojo. Sin embargo, legisladores bonaerenses aseguraron
lo contrario y explicaron la razón del faltazo: Hasta anoche
(por el miércoles) había confirmado su presencia. Pero cambió
de opinión después de que su esposa le dijera que no podía
estar con estos tipos, a quienes llamó impresentables.
El resto de los gobernadores fue hasta el despacho de Bauzá para
almorzar, aunque Reutemann apenas hizo una fugaz pasada. La idea del anfitrión
era conversar sobre el caso Menem. Pero, según comentó uno
de los comensales, a los mandatarios les preocupó más el
incumplimiento del gobierno sobre ayuda social y refinanciamiento de las
deudas provinciales. Es por eso, y no por la causa de las armas, que los
gobernadores pidieron a los senadores dilatar la aprobación del
pliego del nuevo presidente del Banco Central, Roque Maccarone.
A la noche, Menem agradeció en un texto titulado La Defensa
de la Investidura. Dijo que el asunto de las armas ha sido
propicio para la persecución y el escarnio del peronismo, calificando
al Estado mismo de asociación ilícita.
EL
GOBERNADOR KIRCHNER, CON VERGÜENZA AJENA
Una reacción corporativa
Por S.K.
El gobernador de Santa Cruz,
Néstor Kirchner, se confiesa con vergüenza ajena
por la reunión de apoyo a Carlos Menem organizada ayer en el Congreso.
Para este justicialista, los dirigentes de su partido deberían
haberse convocado por otros temas, no para decir que se puede juzgar
hasta cierto nivel, pero de ahí para arriba, no.
¿Por qué no fue al acto en el Congreso?
Porque me parece doloroso que los dirigentes del justicialismo,
supuestamente los más importantes, se autoconvoquen para tratar
un tema así y no lo hagan para debatir por qué se perdieron
las elecciones, cómo se pudo aprobar la nueva ley laboral, qué
ocurrió con el tema de los sobornos en el Senado. Tampoco para
hablar de lo que está pasando en Argentina, de los poderes especiales,
de tantos temas importantes sobre los que el justicialismo debería
ofrecer respuestas diferentes. Pero se autoconvocan por un tema de la
Justicia. Si alguien es citado ante la Justicia debe presentarse, y si
se siente discriminado injustamente, la misma Justicia provee elementos
para evitarlo. Si alguien es inocente, a la larga será declarado
inocente. Y si la justicia está contaminada, primero por el viento
de unos y después por el viento de otros, hay instituciones que
defiendan al acusado, que hacen posible que se remueva a un juez o un
fiscal. Ver esa foto, con dirigentes cantando la marcha, me dio vergüenza
ajena.
¿Usted piensa que sinceramente defienden a Menem, o que simplemente
quieren evitar que se investigue?
Somos gente grande... no quiero ser fiscal, ni imputar a nadie.
Quiero que reflexionen, que se den cuenta que la gente espera otra cosa.
Los dirigentes tienen que ir a la Justicia y hasta sufrir injusticias,
tienen que dar la cara. El acto fue una reacción corporativa. Con
ese criterio, mañana van todos los militares porque lo citan a
Martín Balza.
Esta reacción corporativa, ¿de qué corporación
es? ¿De la corporación política o la de los que pueden
ser llamados el día de mañana por un juez?
Creo que los dirigentes que vi allí, todos saben de qué
se trata. Es un tema de hace seis años, un tema bochornoso. Por
eso hay que dejar que la Justicia investigue y todo salga a la luz. Y
estos actos, por más que digan que no es para presionar, generan
condicionamientos.
¿Qué piensa del argumento que dice que un gobierno
radical no tiene derecho moral a investigar a Menem por sus actos del
55, 63, 66 y 76?
Comparar esto con el 55 y el 76, por mencionar lo más grave,
ronda el absurdo. Aquello son dos golpes feroces contra el pueblo argentino,
esto es una simple citación judicial contra un ex funcionario.
Si Menem es inocente, se dictaminará su inocencia. En este momento
hay garantías, hay un Consejo de la Magistratura que estos mismos
legisladores crearon: ¿no confían en él? ¿qué
mensaje a la sociedad es ése?
¿Y qué opina del argumento de que no puede calificarse
a un gabinete como una asociación ilícita?
No conozco la resolución de Stornelli a fondo, pero si hay
cosas que no son correctas, hay recursos judiciales para corregirlo. No
puede haber justicia calificada porque alguien ocupó una oficina
pública prominente. Ya citaron ministros y no hubo una reacción
de este tipo. Parece que estos dirigentes piensan que se puede juzgar
hasta un determinado nivel, pero de ahí para arriba, no.
HUBO
CLIMA FESTIVO EN EL ACTO
Una fiesta menemista
El Salón Azul del Congreso
ayer estuvo colmado por una mayoría de menemistas que vivieron,
a diferencia de sus adversarios y a pesar de la razón de la convocatoria,
una pequeña fiesta del reencuentro.
Aquellos viejos rostros. Mientras
ingresaban y se acomodaban como podían en las pocas sillas disponibles,
los menemistas se reconocían, se reían y se abrazaban, como
el petrolero Antonio Cassia con el senador Carlos Corach. En otro sector
conversaban el ex director de Prensa y Difusión Adalberto Díaz
García con Moisés Ikonicoff, mientras la siempre sonriente
Dolores Loly Domínguez saludaba efusivamente a cuanto
conocido se le cruzaba, que fueron muchos.
Primera fila. Eduardo Menem
y Eduardo Bauzá ocuparon junto a Corach la mejor ubicación
frente al palco donde se ubicaron los gobernadores y la conducción
de los bloques parlamentarios. El hermano del ex presidente estaba particularmente
excitado. Quería escuchar y ver a Humberto Roggero leyendo el documento,
para lo cual espantaba en persona a los fotógrafos que se interponían.
Cuando terminó, aplaudió a rabiar y entonó la marcha
peronista con entusiasmo.
Abrazo. Los pasillos del Senado
se vaciaban poco a poco. En el Salón Gris, donde se realizan habitualmente
las reuniones de labor parlamentaria, quedaban unos pocos legisladores
y sólo un gobernador, el cordobés José Manuel de
la Sota, que conversaba de cara seria con dirigentes de su provincia.
En ese momento, alguien le tocó el hombro al gobernador, que giró,
miró y cambió totalmente de rostro: ¡Compañero!,
exclamó. Y se abrazó con fuerza con Alberto Brito Lima,
el histórico líder de la derechista agrupación peronista
Guardia de Hierro.
Los trabajadores de Menem.
Llegaron sin bombos pero igual se hicieron notar. No eran muchos y por
lo tanto pudieron agruparse en un sector pequeño alrededor del
ex dirigente mecánico Raúl Amín, quien conversaba
con José Luis Lingeri, de Obras Sanitarias, con el titular de UPCN,
Andrés Rodríguez, con Oscar Mangone, de los trabajadores
del Gas, con el plástico Vicente Mastrocola, con Daniel Amoroso,
de Juegos de Azar, y con el telefónico Rogelio Rodríguez.
Era el bloque sindical del encuentro.
OTRAS
VOCES
|
Julio Bárbaro, ex diputado, ex secretario de Cultura,
ex dirigente del PJ: Ingresé al peronismo en el 68
y decido hoy separarme del mismo. Tuve el honor de ser diputado en
el 73, donde cometimos errores pero siempre guiados por el objetivo
de la Justicia Social, y decido distanciarme hoy, cuando parece que
sólo los une el temor a la justicia penal. Ante algunos fracasos
sentí dolor, pero hoy solo siento vergüenza. Comparar
al general Perón con Menem es tan absurdo como pensar que es
lo mismo confrontar con el poder económico para defender a
los humildes y al patrimonio nacional que asociarse a los poderosos
para empobrecer a los argentinos. No quiero pertenecer a un partido
que ha traicionado sus principios, y que además reacciona unido
frente a la justicia que, aunque tardía, castiga a los que
delinquieron y no se une frente a la injusticia que el mismo ayudó
a construir bajo el disfraz de la Globalización y la
modernización. Cuando algunos dirigentes hablan de persecución
política es simplemente porque están convencidos que
el delito es inherente a la misma. Las persecuciones políticas
honran a sus víctimas así como las judiciales las convierten
en despreciables para la sociedad. Comparar a Perón con Menem
es asumir que la traición ideológica es también
su traición ética. Marechal comparaba a la Patria con
una víbora que cambia de piel, y el menemismo es una degradación
de la sociedad que necesitamos superar para poder ingresar a una etapa
más digna.
Felipe Solá, vicegobernador bonaerense: Me duele
y me conmociona la convocatoria a indagatoria de Carlos Menem, pero
el peronismo no debe actuar de una manera corporativa. El ex presidente
debe ser tratado por la Justicia como un ciudadano más porque
la gente puede llegar a tener una interpretación negativa de
la actitud del peronismo: es peligroso que se ponga en tela de juicio
permanentemente a la justicia. Ahora todo pasa por la Justicia y no
hay que interferir, porque los temas jurídicos son de la justicia.
Gustavo Beliz, líder de Nueva Dirigencia: Me parece
una gran vergüenza lo que ocurrió en el Congreso Nacional;
fue una reacción corporativa que pretendía esconder
el accionar delictivo. Fue una reacción como de banda, una
actitud que no hace a la solidaridad peronista. La solidaridad peronista
es otra cosa, que es construida hoy por hoy en base a solucionar los
graves problemas de la gente: la desocupación y el hambre.
La solidaridad peronista es ser sensibles, tener compromiso y transparencia
y no actuar con la hipocresía de decir una cosa y vivir de
otro modo.
Bloque de diputados del Frepaso: Hay que respetar plenamente
las normas constitucionales. Calificar las decisiones de la justicia
como ataque a las instituciones y a la actividad política es
presuponer que dicha actividad conlleva la impunidad. No puede haber
diferencias porque todos los habitantes son iguales ante la ley y
no están excluidos de esta norma los funcionarios públicos,
cualquiera fuera su jerarquía. |
DEBATE
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Paro de políticos
Por Raúl Kollmann
Mañana no voy a trabajar. El intento de tomarle declaración
a Carlos Menem es un ataque político y no voy a trabajar.
Esto es lo que hicieron en estos días los diputados y senadores.
Se pusieron de acuerdo en no sesionar porque un fiscal pidió
que declarase Menem como sospechoso por el tráfico de armas
y porque está investigando quién se quedó con
unos 60 millones de pesos en esa operación. Y no sesionaron.
No trabajaron.
No fueron sólo los peronistas. Aceptaron no sesionar integrantes
de casi todos los bloques y casi nadie alzó su voz para denunciarlo.
Funcionarios del Gobierno han dicho que están preocupados
porque el caso de las armas complica y desestabiliza.
Gente cercana a Domingo Cavallo ha sostenido públicamente
que la citación de Menem hace aumentar el riesgopaís.
Nadie insiste en que el ex presidente está sospechado de
ser el jefe de una banda que hizo millones lucrando con la guerra
de otros. Está preso Emir Yoma, su cuñado de confianza,
en cuya cuenta aparecieron 400 mil dólares que según
parece fueron una parte de la coima pagada por el envío de
las armas. Estuvo preso Luis Sarlenga, jefe de Fabricaciones Militares,
también hombre de confianza de Carlos Menem, y que mencionó
en su declaración una llamada al ex presidente y la frase
todos sabían que las armas iban a Croacia. Cuando
lo quisieron sacar del puesto, Menem ordenó que Sarlenga
era intocable. ¿Por qué no van a llamar a declarar
como sospechoso a Menem?
Ayer, el espectáculo siguió siendo dantesco: usaron
el Congreso Nacional y vinieron a Buenos Aires con dinero de los
contribuyentes para amenazar con que no van a permitir que el ex
presidente vaya a la cárcel. Fue directamente una patoteada
a un fiscal y a un juez que fueron designados por el menemismo y
que si no fuera por la presión de la Cámara Federal
hubieran seguido demorando una causa en la que se investigan delitos
cometidos hace más de ocho años. En el Congreso gritaron
que todo es una maniobra política. Pero toparon con un enorme
problema: no dijeron quién está supuestamente detrás
de Stornelli, no encontraron a nadie para acusar, no aportaron una
prueba, no refutaron las evidencias que hay en el expediente.
Lo que sucede en estos días es un paro general de los políticos,
una reacción corporativa escandalosa. No dicen: Corresponde
que vaya a declarar y si es sospechoso tendrá que bancarse
lo que venga. Como Emir, o como miles de otros sospechosos de a
pie que están en la cárcel. (Comentario aparte:
en ese caso Menem debería abandonar la vida que lleva, de
un lujo inexplicable). Lo que dicen es: No sesionamos, hacemos
un acto de protesta, advertimos que aumenta el riesgo país,
amenazamos con lo peor si lo tocan a Menem.
La enorme presión que puso la clase política es una
gigantesca maniobra que, para colmo, puede terminar en un triunfo.
¿Habrá fiscales y jueces que se animen ahora, con
toda la topadora multipartidaria en contra, a citar a Menem y encarcelarlo
si es lo que corresponde?
En términos de la calle el resumen es sencillo: los ex presidentes
no deberían tener coronita. Si son ladrones, tienen que pagar.
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La barra de Barra
Por Martín Granovsky
Un grupo de ex ministros, gobernadores, senadores y diputados
remataron
diez minutos de sano esparcimiento tratando de sonar tan poderosos,
plenos y vitales como Hugo del Carril. Hace mucho que no lo hacían.
Ni siquiera en los últimos actos de Carlos Menem, el bombo
del Tula y los trompetistas consiguieron que la marcha peronista
se cantara completa. Pero ayer era necesario: cuando la política
se vacía es bueno recurrir a la liturgia de siempre, a los
mitos fundantes, a un espacio sin dudas que polarice cualquier análisis
y deje al ausente como traidor y al crítico como gorila.
De otro modo, ¿cómo conjugar intereses tan divergentes?
En el Congreso estuvieron los menemistas puros. Fueron porque quieren
al Jefe. Y ganaron. Por primera vez desde el triunfo electoral de
1995 unificaron al peronismo, menos Néstor Kirchner y Eduardo
Duhalde, detrás suyo.
Otros menemistas fueron porque quieren el Jefe libre.
Otros fueron por una ley elemental de la impunidad. Si un Jefe queda
preso, ellos también podrían quedar presos.
Muchos peronistas participaron del acto para no quedar como gorilones.
Otros, para no ser recordados como indiferentes frente a la suerte
de quien, como Carlos Menem, todavía es presidente del Partido
Justicialista.
Algunos buscaron establecer un precedente: no puede admitirse que
vaya preso el jefe del principal partido político.
Otro grupo temió quedar como timorato frente a la Alianza.
Senadores como Emilio Cantarero aprovecharon para recibir otro baño
de pureza. Primero fue Domingo Cavallo quien llamó a no judicializar
la política ni politizar la justicia. Hablaba,
precisamente, de los senadores sospechados de haber recibido coimas
para votar la reforma laboral. Ayer el PJ recogió los términos
de Cavallo en su título.
Carlos Ruckauf, Carlos Reutemann y José Manuel de la Sota
estuvieron para demostrar que no son menos peronistas que otros.
Que el otro. Que el Otro. Reutemann estuvo serio. De la Sota sonrió
para que las fotos lo inmortalizaran dichoso. Y Ruckauf pareció
recitar la marcha moviendo los labios, como cuando se canta el himno.
Hacia afuera del peronismo, Ruckauf, Reutemann y De la Sota no hicieron
negocio. La foto de ayer no cotizará bien en el mercado de
las imágenes políticas, ni siquiera entre quienes
ven a este gobierno como una constelación de ineptos que
el peronismo vencerá en el 2003. En cuanto a los tres gobernadores,
de donde presuntamente saldrá el candidato, quedaron sometidos
al chantaje impuesto por los menemistas: quien no fuese al Congreso
sería un traidor no solo a Menem sino al movimiento. Esa
es la razón por la que, hacia adentro del peronismo, los
tres grandes interpretaran que el negocio de la ausencia fuese menor
que el de la presencia, y pagaran el costo.
La euforia mayor, claro, corrió por cuenta de los menemistas
puros. Ellos y los corruptos de cualquier línea y partido
fueron los grandes triunfadores del día. En términos
políticos es absurdo que los menemistas sueñen con
mantener la gloria de ayer. Lo más posible es que el lunes
mismo todos traten de enterrar la foto y sigan matándose
en sordina. En términos judiciales, en cambio, el efecto
es mayor. Los seguidores de Menem lograron que todos hicieran suyo
el argumento de Rodolfo Barra según el cual la Justicia pretende
igualar al Estado con una asociación ilícita y, simplemente
por eso, baraja indagar a Menem. Sin duda el principal objetivo
de Menem y sus ministros en el Gobierno fue político. Quisieron
ganar el poder y conservarlo. Pero eso no obliga a dar por buena
la falacia de Barra, porque una asociación ilícita
bien puede superponerse parcialmente con la estructura del Estado.
Es natural que un partido político reaccione por espíritu
de cuerpo. Que haga catarsis y recupere tono muscular. El riesgo
es cuando la sociedad percibe que, entre elección y elección,
lo único
que da cuerpo al espíritu es la lucha por la impunidad
del Jefe. ¿O
habrá sido solo
una foto?
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