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INVESTIGAN A LA POLICIA POR LA MUERTE DE DOS CHICOS
Ajuste de cuentas color azul

Los dos adolescentes fusilados en Don Torcuato tenían antecedentes. Sus familias apuntan a la comisaría 3ª. Allí, aseguran, eran habitualmente golpeados. Una fuente policial admitió a Página/12 que se están revisando patrulleros para ver si los chicos fueron �levantados� por la Bonaerense.
Nélida Ayala en el velatorio de su hijo Gastón Galván, �El Monito�, el chico acribillado. �No era dueño de cruzarse cuatro cuadras que ya iba adentro y lo golpeaban hasta que convulsionaba.�


Por Cristian Alarcón y Raúl Kollmann

En la calle Goyechea al 900, del barrio Bancalari, costado pobre de San Isidro, una jauría de perros callejeros ladra alrededor de un caballo demasiado flaco montado por un niño. Es casi en la puerta del velorio de Gastón Galván –“El Monito”–, el chico de 14 años que, junto a un amigo de 16, apareció muerto, atado y amordazado, con una bolsa de nylon en la cabeza y diez tiros en el cuerpo, en un descampado de José León Suárez. Su madre, Nélida Ayala, cuenta sus dos últimos años de vida, desde que a los 12 “agarró la bolsita” y comenzaron sus entradas en la comisaría 3ª de Don Torcuato. “No era dueño de cruzarse cuatro cuadras que ya iba adentro y lo golpeaban hasta que convulsionaba. En el último tiempo estaba amenazado de muerte. Yo creo que lo mató la policía, era de todo el barrio el que más odiaban los de la Patrulla de Calle de la 3ª”, dice. Cinco cuadras más allá habla el padre de Miguel Burgos –“Piti”–, el de 16, asesinado de seis tiros. “Para mí, al mío me lo hicieron porque iba con el Monito, con él era toda la pica.” A pesar del hermetismo de la fiscalía, a última hora una alta fuente policial le reconoció a Página/12 que ya fueron revisados los móviles de la seccional a la que apuntan las familias de los chicos.
El martes, Gastón se levantó a la una de la tarde. Se dio un baño y se despidió de Zunilda: “Mami, voy un ratito para el fondo”. Partió a dos cuadras, a la vereda de una casa en la que una señora vende sandwiches de milanesa. Ella no volvió a verlo. “Dicen que a las cinco y media lo vieron que iba en bicicleta con el Piti para el puente de la 202, donde compraban las latitas”, cuenta. Ese día no hubo más noticias de los dos amigos, juntos desde hacía por lo menos dos años, cuando el más chico, como ya le había pasado al más grande, se ató al Poxiran. Con ese olor anestesiante convivió y peleó hasta que terminó bajo el Puente Negro, en el límite descampado entre José León Suárez y La Horqueta, allí donde los sicarios fueron a dejarlo después de haberlo asesinado con una prolijidad sorprendente para tratarse de un ajuste de cuentas entre bandas de décima.
Zunilda jura que El Monito podía “colgarse de la bolsa” pero jamás dejaba de dormir en su casa. Por eso el martes se levantó preocupada. Alrededor de las cinco de la tarde le golpeó la puerta un amigo de su hijo que venía a buscar una bicicleta que le había prestado. “Averiguame algo”, le pidió ella, acostumbrada a los ingresos en la 3ª. “Hay rumores de que está preso”, dice que recibió como respuesta. Más tarde mandó al menor de sus seis chicos a comprar. “Se encontró con otros dos pibitos que sabían andar con ellos y vino a decirme: dicen que está preso.” Esperó entonces un llamado de la comisaría. Le había pasado la última vez que ella corrió a buscarlo. Cuando llegó, se lo habían mandado a casa. Nunca sonó el teléfono. Al poco rato vio en la televisión que habían encontrado los dos cadáveres. “Ahí se me cruzó la idea”, recuerda.
Zunilda llora sólo cuando se da cuenta, al ir relatando caóticamente y sin poder maniobrar con las fechas en su cabeza, confundida por la cantidad de veces en que los hechos se repitieron, de que la muerte de su hijo “estaba anunciada”. “El, de los 12 años hasta ahora fue maltratado por la policía. El una vez estuvo parado desde las 12 de la noche hasta el mediodía, cuando lo fui a buscar en la 3ª y me lo entregaron con las ampollas así de grandes en los pies. Durmió después un día entero del cansancio. Aunque nunca quería hacer la denuncia porque decía que ‘si los mando al frente, me matan, mami’.”
La historia de Gastón es una sucesión de entradas no sólo en la comisaría 3ª. Su propia familia reconoce que tuvo causas por robo y que ellos mismos le pidieron a la jueza Diana Beatriz Bocaccio de Pincardini que lo internara para que hiciera un tratamiento contra la adicción. Estuvo en una granja de San Miguel, en una cerca de Luján. Siempre se escapó. Nunca quiso denunciar a sus golpeadores. Pero su madre lo hizo ante Bocaccio de Pincardini, dice. Y él le contaba que los policías se lo cobraban: “Buchón, nos mandaste al frente con la jueza”.
Fuentes de la jerarquía policial de San Isidro aseguran que los dos chicos estaban imputados no sólo de un robo, sino también de un homicidio. Los antecedentes no se pueden chequear aún con la fiscalía porque el sigilo de los investigadores es absoluto. Hernán Suazo, vocero de las fiscalías de San Martín, le dijo a Página/12 que “el caso nos obliga a ser absolutamente cautelosos. Por el momento sólo podemos decir que no podemos negar ni la versión del ajuste de cuentas ni la de un escuadrón de la muerte”. Es que ayer, ésos eran los dos extremos de las especulaciones ante el caso. Lo cierto es que, más allá del silencio prudente de la fiscalía, las propias fuentes policiales le reconocieron a este diario que ayer el fiscal Héctor Hscebba visitó la comisaría 3ª y revisó los móviles. Existe la sospecha de que los chicos podrían haber sido “levantados” en uno de esos autos.
¿Por qué la policía puede haber querido matar de esa manera a dos menores que no eran ni de una gran banda, ni manejaban una porción del mercado drogas? La versión que la policía repite es la de un ajuste de cuentas. “¿Qué ajuste puede haber sido si ellos andaban todo el día con la latita?”, se pregunta ante este cronista Eduardo Salcedo, el padre de Piti. “Supongamos que es por un bardo con uno de acá. Bueno, lo cruzan y le dan un tiro, dos tiros. Pero ser animales como para que con las manos atadas atrás, le pongan como al mío uno en cada planta del pie, uno en el hombro, dos en la nuca y uno en la mejilla, eso no es de los que andan con la latita.” Salcedo dice que la pica –aunque no explica por qué– “era con el Monito”. “Acá está cantado para todo el mundo que algo tiene que ver la patrulla”, asegura. Dice que la última vez que su hijo salió de la comisaría “tenía directamente la remera manchada de sangre”. Y tal como piensan los Galván, cinco cuadras más allá de la miseria, “si eran otros pibes que los querían poner se hubieran defendido”, dice.

 


 

RELEVARON A UN SUBCOMISARIO DE SAN MIGUEL
Una baja debido a Los Polvorines

La masacre de Los Polvorines sigue dando tela para cortar: ayer se confirmó el relevo del titular de la subdelegación de Investigaciones de San Miguel, subcomisario Félix Guillermo Godoy, que de esta manera se convirtió en el primer policía separado de su cargo a raíz de la investigación del tiroteo producido en agosto de 2000, en el que murieron acribillados tres asaltantes y un policía. El director general de Investigaciones Judiciales, comisario mayor Amadeo D’Angelo, aseguró que la medida se tomó para “facilitar la investigación”. En la DDI de San Miguel estaba destinado el suboficial que denunció las irregularidades en el operativo de Los Polvorines.
La decisión de relevar de su puesto a Godoy, y trasladarlo a Campana, fue realizada “para facilitarle a la Justicia la investigación del hecho y permitir que los policías de esa dependencia declaren con total libertad”, afirmó el comisario D’Angelo, quien explicó que “siempre, en casos similares, se separa al titular para que los subalternos digan todo lo que quieran decir”.
El suboficial Adrián Montenegro, el primero que denunció que el tiroteo de Los Polvorines fue “armado” por altos jefes policiales para mejorar la imagen de esa fuerza, trabajaba en la misma dependencia de la que fue removido Godoy. Luego de las denuncias de Montenegro, comenzaron una serie de amenazas, de las que fueron víctimas el hermano del policía muerto en el tiroteo y el fiscal general de San Martín, Luis María Chichizola, a cargo de la investigación, entre otros.
Parecer que Godoy no sería el único removido: D’Angelo manifestó que “se analizan otros movimientos” y no descartó que pueda ser relevado también el titular de la Delegación de Investigaciones de San Martín, comisario inspector Pablo López.
El fiscal Chichizola no descartó la posibilidad de que en los próximos días cite a declarar a los cien policías que participaron en el supuesto enfrentamiento, muchos de los cuales ya habían prestado su testimonio el año pasado ante la fiscalía de San Martín. De todos modos, el fiscal descartó que vaya a citar al ministro de Seguridad bonaerense, Ramón Verón, ya que “por el momento no existen elementos que lo vinculen con la supuesta anormalidad del operativo”.

 

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