Por Horacio Cecchi
La Banda del Guante Blanco,
acusada de vaciar cajas de seguridad bancarias sin dejar la menor marca,
empleó un método tan rudimentario como las mismas medidas
de seguridad que debía superar. Ayer, el comisario Carlos Sablich,
jefe de Delitos Complejos de la Federal, presentó en sociedad a
dos de los tres milagrosos aparatitos con los que los expertos vencían
las cerraduras de las presuntas cajas de seguridad. Lo más sorprendente
es que en uno de los golpes, en el Banco Nación, sucursal Azcuénaga
y Santa Fe, los del Guante Blanco ni siquiera usaron el aparatito casero
reproductor de combinaciones: abrieron la portezuela de la caja con un
vulgar destornillador de punta angosta, utilizándolo como palanca
en la hendija inferior de la puerta. Ayer, los bancos mantuvieron prudente
silencio. No fueron los únicos: también lo hicieron dos
de los seis detenidos indagados por el juez Roberto Grispo.
La investigación se inició en diciembre del 99, a
partir de denuncias de clientes del Banco do Brasil, ubicado en el microcentro.
El organigrama de la banda dibujado por los federales tenía tres
cabezas: el Turco Jorge Sleiman, el Viejo Horacio Rossi y el Flaco Tulio
del Zoppo. Como informó este diario, Sleiman y Rossi fueron detenidos
y ayer se negaban a prestar declaración indagatoria ante el juez
Grispo. Del Zoppo, uno de los prófugos, tiene su alcurnia: protagonizó
hechos semejantes hace unos 25 años, y con la actual banda había
extendido la variante en Uruguay. Vivía con una joven y hace poco
tiempo viajó a República Dominicana, de donde es oriunda
ella. Del Zoppo dio muestras de su nobleza: mientras vivía en la
Capital, envió suculentos giros a su suegra para ayudarla a salir
de pobre. Al mismo benefactor se lo ve en una filmación, saliendo
del Banco de Valores, del microcentro, con un pesado maletín.
Sustraían efectivo, en pocas ocasiones joyas, describió
Sablich. ¿Cómo sabían en qué cajas había
dinero? Previa inteligencia. Los investigadores determinaron que Tito
Rima, prófugo y afamado por el golpe al Banco Central de Santa
Fe en el 92, proporcionaba datos sobre la clientela y aportaba los
bancos que convenía golpear. Luego Sleiman, acompañado según
los investigadores por Isabel Martínez, observaban la seguridad
interna. De la mujer, sostienen que aguardaba en la puerta, mientras el
cabecilla observaba dentro. Buscaban sucursales con poco movimiento.
En las filmaciones se los ve mirando al cielorraso, buscando cámaras.
Según la investigación, Gustavo Monti se encargaba de entregar
los DNI robados para contratar una caja de seguridad y poder entrar sin
despertar sospechas. Además, proporcionaba el pulgar derecho: en
la mayor parte de los documentos, junto a la foto del colega de la banda,
aparece su huella digital. Damián Marranti investigaba si los verdaderos
dueños de los DNI tenían complicaciones con Veraz. Y Elba
Espósito, oficiaba de mai Coca a pedido de Sleiman, un devoto creyente
de los sacrificios umbanda. Roberto Prado, o pai Daniel Xango, fue liberado
por falta de pruebas.
Lo sorprendente es el método utilizado por la banda. Las puertas
de las cajas cuentan con dos cerraduras distintas. Una de las llaves queda
en manos del banco y sirve para abrir la primera cerradura de todas las
cajas de una misma sucursal. Tiene apenas tres combinaciones. Un
cerrajero que sabe del tema a simple vista puede detectarlas, memorizarlas
y copiarlas en su casa, sostuvo Sablich. La segunda llave queda
en manos de cada cliente y es diferente en cada caja. Son llaves parecidas
a una vieja Yale, con sólo seis combinaciones posibles. Durante
los allanamientos secuestraron seis unidades de este tipo, utilizadas
como matriz. Cada una de ellas tenía una de las seis combinaciones.
¿Cómo las obtuvieron? Las sospechas se concentran en el
cerrajero, aún prófugo, con presuntos contactos en la fábrica
de origen de las llaves bancarias.
Cada matriz estaba numerada. Un soporte de plástico con una aguja
era colocado en la cabeza de la llave. Al girar, la aguja marcaba sobre
un acrílico el lugar numerado donde se detenía el giro.
Tomaban nota y colocaban la segunda matriz. En 30 segundos obtenían
la combinación. En el Banco Nación, sucursal Azcuénaga
y Santa Fe, ni siquiera se tomaron ese trabajo. Con un destornillador
haciendo palanca en la base de la puerta, abrieron, dejando la cerradura
intacta. En el banco se enteraron cuando realizó la denuncia el
cliente. Como huellas, sólo dejaron un pequeño rincón
donde se había saltado la pintura.
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