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el Kiosco de Página/12

Una síntesis argentina
Por Osvaldo Bayer

Mientras Etchecolatz, (a) el siniestro, sigue alabando en su jerga despótica los horribles crímenes del sistema azul y blanco de desaparición de personas, los sobrevivientes de aquella juventud de la dignidad, víctimas de la capucha y de la picana, siguen abriéndose camino con la constancia y la entereza.
En este caso se trata de mujeres. Ex prisioneras del horror, quienes apenas salidas de esa esclavitud superaron todas las vallas del pasado y se abrieron camino en la docencia, en la ciencia, en la literatura. Con las cicatrices en sus cuerpos y sus almas atravesadas por las torturas y las humillaciones, comenzaron a volar alto. Doloridas y zaheridas hasta el hartazgo, demostraron a sus ex verdugos que a ellas no las derrotaron, que están más fuertes que nunca frente a las miserabilidades de los obedientes debidos.
La constatación de esa realidad espléndida se la debemos al escritor y periodista Jorge Boccanera, quien en su investigación Redes de memoria (Desde la gente) hace desfilar a nueve ex presas del régimen ignominioso, en su vida actual, a un cuarto de siglo de ser prisioneras de los uniformados que utilizaron el poder para humillar para siempre a la República.
Esas mujeres sobrevivientes de campos de concentración y cárceles de la ignominia “amasan hoy una visión trabajada por una sobrevivencia con aspiraciones de futuro”, dice Boccanera, y agrega: “Están más cerca del futuro que del pasado”. Algunas obtuvieron licenciaturas y doctorados en diversas carreras, imparten hoy clases en universidades de países de América latina, Estados Unidos, Canadá y Europa y, además de ejercer múltiples labores pedagógicas, hay también reconocidas periodistas, dirigentes de organismos de derechos humanos, etc. No es un dato menor –agrega el autor– la mención de sus libros editados, premiados, traducidos; y también de aquellos textos suyos incluidos en antologías de autoras latinoamericanas, publicadas en Europa y Estados Unidos.
Mujeres que fueron golpeadas, violadas, humilladas, retenidas en celdas del asco, degradadas, lastimadas, por los dioses de botas y charreteras, hoy están allí como una realidad entera frente a los Etchecolatz histéricos que acompañados por matones de garrote quieren explicar razones para convencer de lo que ya jamás podrán vencer.
Esas mujeres salieron por su propia fuerza de la humillación llevando como “mascarón de proa la imaginación y la tenacidad de la vida”. Compárese la fuerza de estas mujeres con el baboseante ex general Suárez Mason que primero huyó a Estados Unidos y que, una vez detenido allá, trató de arrojar todas las culpas de sus crímenes a los “comandantes de cuerpos de ejército”; o ese Massera elucubrando enfermedades para que la sociedad culpable le tenga lástima; o ese Videla, rezando detrás de los postigos cerrados su rosario de escarnios y de muerte.
Los generales en sus residencias y los almirantes en sus countries: Alicia Kozameh fue prisionera política de 1975 a 1978. Estuvo encerrada en la Alcaldía de Mujeres de la Jefatura de la Policía de Rosario: pasó catorce meses sin ver la luz del sol. Es escritora, sus libros han sido traducidos al inglés y al alemán. En Estados Unidos estableció el Taller Hispanoamericano de Cultura. “En los primeros dieciséis meses que pasé con otras treinta compañeras de pabellón en el sótano de la Jefatura de Policía de Rosario estaba permitido leer y escribir sólo muy al comienzo. En el momento del golpe del ‘76 todo esto fue suprimido brutalmente. Recuerdo que un cuaderno en el que escribía poemas me fue quitado en una requisa. Al contenido lo salvé porque lo transcribí en papelitos de armar cigarrillos y los metí entre el cuero y el forro de unas sandalias.”
Después, con el sol y el color de la libertad, esos papelitos se convirtieron en libros. (“¿Vos con quién ibas esposada?: No recuerdo haber visto a nadie cerca de ti en ese momento. Pero lo que no olvido es que, llegadas a Devoto, Mercedes entró al pabellón que nos asignaron y vomitó hasta el corazón. Con eso mandó por las tuberías de las letrinas todo lo que se pareciera a un traslado de presas políticas y sus posibles implicancias. Admirable”.)
El vómito, hoy. Etchecolatz trata de explicar ante el juez la existencia correcta de las picanas eléctricas. Y Videla grita diez veces por noche: “No están ni vivos ni muertos, están desaparecidos”. Mientras Massera sigue pergeñando el crimen perfecto contra los maridos de sus amantes.
Marta Vasallo, hoy destacada periodista, en las horas de la ignominia se aferraba a los poemas que sabía de memoria. Estuvo en el Club Atlético: “Estábamos con los ojos vendados tiradas en el suelo, en boxes diferentes, esperando que vinieran a buscarnos, escuchando cómo se llevaban y traían a otros, y los gritos de los torturados”.
Cristina Feijóo, narradora varias veces premiada, fue secuestrada por la Triple A, en 1976, y permaneció presa bajo la dictadura de Videla hasta 1979. En octubre del ‘99 se reunieron más de 900 mujeres de distinto origen que estuvieron concentradas en Villa Devoto. Resolvieron publicar las cartas escritas por ellas. “Parece un despropósito elegir las cartas porque eran censuradas por el penal y por nosotras mismas –dice Feijóo– ya que se podría pensar que no narran lo que realmente ocurría. Sin embargo, es sobrecogedor leerlas. Surge la voz de lo silenciado, las relaciones con los hijos, cómo se deslizaba, en el tiempo detenido de la cárcel, la enfermedad, la desaparición y la muerte del tiempo del afuera, el que nunca dejaba de transcurrir. Describen los actos cotidianos: cocinar, limpiar, dormir, soñar, la enfermedad, la medida de la soledad en medio del hacinamiento y el peligro.”
(Ocho años después, el senador Fernando de la Rúa vota por obediencia debida y habla del ejército de la Patria y de San Martín. Hoy es el presidente votado por los argentinos.)
Sara Rosenberg estudió Arte y Literatura. Fue detenida cuando estaba embarazada de ocho meses. Su hijo nació en la cárcel. Fue trasladada a Devoto, donde permaneció con su hijo en un pabellón sótano con 30 mujeres hacinadas. En la cárcel, para desarrollar sus ideas artísticas sólo tenía un clavo para rayar la pared. Hoy enseña en España.
Alicia Partnoy estuvo largos años en campos de concentración. Hoy es profesora de la Universidad Loyola, de Los Angeles, Estados Unidos. Con las otras presas confeccionaban poemarios trenzando hilitos sacados de las toallas. Hoy Etchecolatz señala que era propaganda antiargentina que había que exterminar.
Se me acaba el espacio. Me quedan en el tintero mujeres de la altura de María del Carmen Sillato, María Branda, Nora Strejilevich. En sus cátedras, junto a sus libros miran la Argentina de Etchecolatz, quien hoy, ayudado por los fiscales, sigue gritando como un papagayo: subversivas, querían destruir a Dios, Patria y Hogar. Siempre acompañándose por sus garroteadores. Las ex detenidas lo miran con grandeza. Piensan en las otras mujeres como ellas que desaparecieron. De la Rúa siente uno de los máximos honores: tripula un avión de guerra y desciende por error en la mansión Seré, mientras el peronismo se moviliza por Menem. Una buena síntesis argentina.

 

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