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PANORAMA ECONOMICO
Por Julio Nudler

Un ministro más

Duró poco el Cavallo heterodoxo, aquél a quien los liberales le reprochaban no haber aplicado cortes significativos en el gasto público. Anoche, con sus nuevos anuncios, se mostró como otro ministro de Economía más que va a remolque de la recesión, dentro de la lógica inescapable del modelo, y necesita celebrar un armisticio con los mercados. Su paquete de ajuste responde, básicamente, a una sistemática caída de la recaudación impositiva, que asumió dimensiones dramáticas en marzo y abril, y que no puede desvincularse de una condición esencial: la economía no arranca. Las expectativas optimistas que creyó inducir el cordobés con su fama y su discurso no funcionaron. Frente a esto, y resignadas las primeras ilusiones, el mediterráneo opta por un camino que empieza por el ajuste fiscal, sigue por una dispensa del FMI que salve el blindaje y se coronaría con una reprogramación consensuada de una porción de la deuda, que todavía depende de las tasas de interés que reclamen los acreedores. En todo caso, alejar hacia el futuro una fracción de los vencimientos abrirá una oportunidad que sólo podría aprovecharse si la economía se lanzara a crecer vigorosamente. ¿Podrá hacerlo dentro de la convertibilidad, con este tipo de cambio? ¿Cuáles serían los motores de ese crecimiento?
Ayer, antes de viajar a Washington, Cavallo se despidió con un impuestazo que contradice las prioridades que había establecido un mes atrás. Ahora lo perentorio es recaudar, y para ello se extiende o aumenta el IVA para algunos sectores, se gravan las ganancias de capital (antiguamente alcanzadas por Eventuales) y se sube de 0,25 a 0,40 por ciento el impuesto a las transacciones financieras (ITF). Por todas estas vías se le quita dinero al sector privado y se lo desvía hacia el Estado para mostrar solvencia ante los acreedores, tratando de recuperar los niveles de recaudación presupuestados y no conseguidos en los hechos. El corte de 900 millones de pesos en los gastos sigue la misma lógica: cumplir con los números dibujados en diciembre.
Desde pasado mañana habrá que contar con precios más altos en los productos y servicios afectados por la generalización del IVA, aunque Cavallo lo haya descartado con un argumento de ocasión, diciendo que, de habérselo permitido el mercado, las empresas ya hubieran estado cobrándolos. De acuerdo a esa teoría, los precios son en todo momento todo lo altos que pueden ser. Pero si esto es así, ¿por qué esperar que bajen ante una reducción impositiva, como en el caso de los bienes de capital?
Respecto de éstos, incluyendo informática y telecomunicaciones, la disminución de la alícuota del IVA a la mitad profundiza una política de estímulo a la inversión que sólo alcanzará su propósito si se suman otros factores, el principal de los cuales es la recuperación de mercado, interno y externo, para la producción. Por ahora no se ve ningún indicio en esta dirección. Sólo aparece un creciente agujero fiscal a cubrir, que en pocas semanas saltó de los $ 2000 millones calculados por Ricardo López Murphy a los 3000 millones del primer Cavallo, que este mismo catapultó anoche a 4000 millones tras la desastrosa performance de abril, ya con él en el Gobierno. ¿Cuál será la cifra del próximo mensaje?
De la medida reactivadora más fuerte anunciada por el cordobés en su primer mensaje: la devolución a las empresas de unos $ 8000 millones adeudados por la AFIP por créditos fiscales, ya no hubo mención. Tampoco del blanqueo que, teóricamente, procuraría los fondos necesarios, porque es irrealizable. La esperanza queda colocada ahora en consolidar el retroceso iniciado el miércoles por el riesgo país, después del escalofriante pico de 1284 puntos, al pasarse de la lógica de la cesación de pagos a la de una reprogramación negociada, aunque también ésta implique admitir que la deuda es impagable.
El nuevo arreglo con el Fondo, el Banco Mundial y la banca privada internacional no exigirá solamente anuncios como los de ayer, sino la confirmación de aquella política de largo plazo que figura en los DNUfirmados por Fernando de la Rúa a fines de 2000 para obtener el blindaje. Aunque en lugar de José Luis Machinea esté Cavallo, habrá que resucitar la nueva reforma previsional en su versión más dura y abrirles a las prepagas el coto de las obras sociales (lo cual explica que aquellas sigan con el IVA al 10,5 por ciento y éste no suba al 21).
Ahora hay que preguntarse qué va a ocurrir si, tras el repliegue de Cavallo hacia la ortodoxia, la economía se niega a despegar. En los términos del ministro, si sigue importando deflación. El gran recurso a poner en juego en el futuro próximo es el megacanje de deuda, que ayudará a abrir espacio para una estrategia monetaria más expansiva, que pueda contrarrestar el efecto contractivo de la política fiscal. Todavía está por verse, en este sentido, hasta dónde está dispuesto a ir el nuevo presidente precario del Banco Central, Roque Maccarone.
Tampoco se vislumbra de qué manera, con una recaudación tributaria que se le va vaciando bajo los pies, podrá Cavallo cumplir con su propósito de reabsorber, vía reducciones impositivas, la sobrevaluación cambiaria del peso, que calculó benévolamente en un 20 por ciento. Se siguen prometiendo acuerdos sectoriales que incluirán desgravaciones, pero lo concreto es que de los anuncios de ayer debieron tacharse algunos beneficios para las empresas porque ahora la consigna ineludible es que los números cierren. Ni el Fondo ni los acreedores aceptan más que se los garrapatee en base a frívolos pronósticos de crecimiento.
Un dato elocuente es que mientras la Argentina mantiene oficialmente la ya increíble previsión de un 2,5 por ciento de crecimiento del PBI en este año, el Fondo acaba de bajarle su pronóstico a un intervalo de entre uno y 1,5 por ciento. Esto pesará en los números del nuevo acuerdo que debería lacrarse este fin de semana en Washington, obligando a apretar las clavijas fiscales. Atravesado ese túnel, la Argentina deberá reacomodar su deuda en una negociación que los banqueros ya lograron colocar en el terreno que prefieren. Que Cavallo insista en que lo verdaderamente importante no es la deuda sino crecer tiene, cada vez más, sólo la imponderable belleza de lo retórico.


 

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