Un ministro más
Duró poco el Cavallo heterodoxo, aquél a quien los
liberales le reprochaban no haber aplicado cortes significativos
en el gasto público. Anoche, con sus nuevos anuncios, se
mostró como otro ministro de Economía más que
va a remolque de la recesión, dentro de la lógica
inescapable del modelo, y necesita celebrar un armisticio con los
mercados. Su paquete de ajuste responde, básicamente, a una
sistemática caída de la recaudación impositiva,
que asumió dimensiones dramáticas en marzo y abril,
y que no puede desvincularse de una condición esencial: la
economía no arranca. Las expectativas optimistas que creyó
inducir el cordobés con su fama y su discurso no funcionaron.
Frente a esto, y resignadas las primeras ilusiones, el mediterráneo
opta por un camino que empieza por el ajuste fiscal, sigue por una
dispensa del FMI que salve el blindaje y se coronaría con
una reprogramación consensuada de una porción de la
deuda, que todavía depende de las tasas de interés
que reclamen los acreedores. En todo caso, alejar hacia el futuro
una fracción de los vencimientos abrirá una oportunidad
que sólo podría aprovecharse si la economía
se lanzara a crecer vigorosamente. ¿Podrá hacerlo
dentro de la convertibilidad, con este tipo de cambio? ¿Cuáles
serían los motores de ese crecimiento?
Ayer, antes de viajar a Washington, Cavallo se despidió con
un impuestazo que contradice las prioridades que había establecido
un mes atrás. Ahora lo perentorio es recaudar, y para ello
se extiende o aumenta el IVA para algunos sectores, se gravan las
ganancias de capital (antiguamente alcanzadas por Eventuales) y
se sube de 0,25 a 0,40 por ciento el impuesto a las transacciones
financieras (ITF). Por todas estas vías se le quita dinero
al sector privado y se lo desvía hacia el Estado para mostrar
solvencia ante los acreedores, tratando de recuperar los niveles
de recaudación presupuestados y no conseguidos en los hechos.
El corte de 900 millones de pesos en los gastos sigue la misma lógica:
cumplir con los números dibujados en diciembre.
Desde pasado mañana habrá que contar con precios más
altos en los productos y servicios afectados por la generalización
del IVA, aunque Cavallo lo haya descartado con un argumento de ocasión,
diciendo que, de habérselo permitido el mercado, las empresas
ya hubieran estado cobrándolos. De acuerdo a esa teoría,
los precios son en todo momento todo lo altos que pueden ser. Pero
si esto es así, ¿por qué esperar que bajen
ante una reducción impositiva, como en el caso de los bienes
de capital?
Respecto de éstos, incluyendo informática y telecomunicaciones,
la disminución de la alícuota del IVA a la mitad profundiza
una política de estímulo a la inversión que
sólo alcanzará su propósito si se suman otros
factores, el principal de los cuales es la recuperación de
mercado, interno y externo, para la producción. Por ahora
no se ve ningún indicio en esta dirección. Sólo
aparece un creciente agujero fiscal a cubrir, que en pocas semanas
saltó de los $ 2000 millones calculados por Ricardo López
Murphy a los 3000 millones del primer Cavallo, que este mismo catapultó
anoche a 4000 millones tras la desastrosa performance de abril,
ya con él en el Gobierno. ¿Cuál será
la cifra del próximo mensaje?
De la medida reactivadora más fuerte anunciada por el cordobés
en su primer mensaje: la devolución a las empresas de unos
$ 8000 millones adeudados por la AFIP por créditos fiscales,
ya no hubo mención. Tampoco del blanqueo que, teóricamente,
procuraría los fondos necesarios, porque es irrealizable.
La esperanza queda colocada ahora en consolidar el retroceso iniciado
el miércoles por el riesgo país, después del
escalofriante pico de 1284 puntos, al pasarse de la lógica
de la cesación de pagos a la de una reprogramación
negociada, aunque también ésta implique admitir que
la deuda es impagable.
El nuevo arreglo con el Fondo, el Banco Mundial y la banca privada
internacional no exigirá solamente anuncios como los de ayer,
sino la confirmación de aquella política de largo
plazo que figura en los DNUfirmados por Fernando de la Rúa
a fines de 2000 para obtener el blindaje. Aunque en lugar de José
Luis Machinea esté Cavallo, habrá que resucitar la
nueva reforma previsional en su versión más dura y
abrirles a las prepagas el coto de las obras sociales (lo cual explica
que aquellas sigan con el IVA al 10,5 por ciento y éste no
suba al 21).
Ahora hay que preguntarse qué va a ocurrir si, tras el repliegue
de Cavallo hacia la ortodoxia, la economía se niega a despegar.
En los términos del ministro, si sigue importando deflación.
El gran recurso a poner en juego en el futuro próximo es
el megacanje de deuda, que ayudará a abrir espacio para una
estrategia monetaria más expansiva, que pueda contrarrestar
el efecto contractivo de la política fiscal. Todavía
está por verse, en este sentido, hasta dónde está
dispuesto a ir el nuevo presidente precario del Banco Central, Roque
Maccarone.
Tampoco se vislumbra de qué manera, con una recaudación
tributaria que se le va vaciando bajo los pies, podrá Cavallo
cumplir con su propósito de reabsorber, vía reducciones
impositivas, la sobrevaluación cambiaria del peso, que calculó
benévolamente en un 20 por ciento. Se siguen prometiendo
acuerdos sectoriales que incluirán desgravaciones, pero lo
concreto es que de los anuncios de ayer debieron tacharse algunos
beneficios para las empresas porque ahora la consigna ineludible
es que los números cierren. Ni el Fondo ni los acreedores
aceptan más que se los garrapatee en base a frívolos
pronósticos de crecimiento.
Un dato elocuente es que mientras la Argentina mantiene oficialmente
la ya increíble previsión de un 2,5 por ciento de
crecimiento del PBI en este año, el Fondo acaba de bajarle
su pronóstico a un intervalo de entre uno y 1,5 por ciento.
Esto pesará en los números del nuevo acuerdo que debería
lacrarse este fin de semana en Washington, obligando a apretar las
clavijas fiscales. Atravesado ese túnel, la Argentina deberá
reacomodar su deuda en una negociación que los banqueros
ya lograron colocar en el terreno que prefieren. Que Cavallo insista
en que lo verdaderamente importante no es la deuda sino crecer tiene,
cada vez más, sólo la imponderable belleza de lo retórico.
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