MARCHAS
En el remolino central de las corrientes encontradas, asomó
ayer Domingo Cavallo para anunciar un nuevo ajuste, más acorde
con la ortodoxia de los mercados y con sus antecedentes
en el primer gobierno menemista que la publicitada imagen de neo-keynesiano
en la Alianza. Si en el pasado había aumentado el porcentual
del IVA, ahora extendió el impuesto a casi todas las actividades
que habían quedado exentas, con lo cual aumentará
los costos de empresas y consumidores. De paso, subió un
poco más el tributo a los depósitos y extracciones
bancarias, a la vez que bancarizó el sistema
de pagos y cobros en casi cualquier actividad, mientras debió
rendirse ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), al que fingió
ignorar en sus primeras semanas, para acordar un recorte presupuestario
superior a los mil millones de pesos. Estas y otras medidas, cuyo
detalle figuran aparte en esta misma edición, repiten con
exasperante monotonía la fórmula remanida: más
garantías y beneficios para los dueños de las finanzas,
para los acreedores de la deuda pública y para las mayores
corporaciones que pagarán menos impuestos por los bienes
de capital que importen con créditos a tasas bajas de sus
centrales en Europa y Estados Unidos. En cambio, el desempleo sigue
esperando en la cola de las prioridades que nunca llegan y los recursos
de las clases medias son tironeados otra vez hacia abajo por inéditas
obligaciones.
Otra constancia para los que alentaron expectativas en la coalición
con el más famoso ministro del menemismo: a los mercados
las consideraciones políticas o de prestigio les importan
poco si sus intereses particulares no son alimentados con la libra
de carne diaria. En lugar de anteojos a los operadores financieros,
especuladores incluidos, Cavallo debió llevarles ofrendas
que impulsen todavía más la concentración de
la riqueza en los reductos privilegiados. Después de muchas
horas de negociaciones con los banqueros logró reemplazar
a Pedro Pou por Roque Maccarone en el Banco Central, con lo que
parecía atenuar las presiones por la dolarización
completa de la economía nacional, pero la crisis política
nunca resuelta ahora le cuela por la ventana lo que no dejó
entrar por la puerta. Anoche, diputados menemistas formalizaban
un proyecto para reemplazar al peso por el dólar, consecuentes
con la posición de su caudillo, destinado sobre todo a presionar
sobre el Gobierno en una vasta operación a favor de la impunidad
garantizada para las corrupciones pasadas, presentes y futuras.
Cavallo todavía cabalga maniobrando, pero cada día
más condicionado por una realidad que se le escapa como arena
entre los dedos.
Hace menos de dos años, cuando el menemismo comenzaba a resignar
el tercer mandato se habló bastante del síndrome
Salinas de Gortari que los afligía a los que terminaban
la fiesta en el poder. Quedaba bautizado así el temor de
los salientes por eventuales investigaciones judiciales que pusieran
al desnudo las pruebas que faltaban para confirmar las extendidas
sospechas de negocios sucios sobre el esqueleto del Estado. Salinas
de Gortari fue presidente de México con muchos votos y cierto
prestigio de modernizador que, al final de su mandato, tuvo que
expatriarse antes que el brazo judicial lo alcanzara por las tropelías
cometidas durante su gobierno, en primer lugar por su propio hermano
que se enriqueció lavando dinero del narcotráfico.
Aunque no fue el único presidente en la región que
terminó en el exilio o en la cárcel por los mismos
vicios (Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Fujimori
en Perú, Fernando Collor de Mello en Brasil, entre otros),
debido a varias similitudes el caso del mexicano inquietaba al menemismo
más que ningún otro. El canibalismo interno del peronismo
hizo a un lado aquellas inquietudes, cada cual disputando la sucesión
en el posmenemismo. Hasta que esta semana aquel síndrome
regresó con la fuerza de un cachetazo inesperado, cuando
el fiscal Stornelli,siguiendo el rumbo de la Cámara respectiva,
incluyó a Menem en la sospecha firme de una asociación
ilícita con responsabilidad de jefe. El miedo, que no es
zonzo, obligó esta vez a las cumbres peronistas a dejar de
lado las trifulcas sucesorias para abroquelarse en la defensa de
las inmunidades, reales o imaginarias.
Un milagro, un milagro, repetía Lole Reutemann
ante los cronistas para explicar la convergencia de tantos opuestos
del peronismo en un solo acto y en una sola declaración,
concebidos con el exclusivo propósito de evitar que Carlos
Menem sea inculpado en el expediente judicial que investiga los
delitos cometidos durante el tráfico de armas a Croacia y
Ecuador. Ningún mano sucia se siente tranquilo
si el pescado se pudre por la cabeza, como solía decir el
General que era buen entendedor de estos espantos. Puede ser que
desde la posición del gobernador santafesino se vea llorar
a la Virgen, milagro repetido cada tanto en los tiempos que corren,
pero desde afuera lo que se vio era una corporación oligárquica,
fotografiada por Francis F. Cóppola, decidida a defender
con prepotencia la impunidad del Jefe como si fuera un derecho adquirido.
Los hombres de la foto son los que pretenden heredar el gobierno
en el 2003 sin cambiar los métodos de la década pasada.
En particular, el doble estándar en la aplicación
de la ley, uno para las personas ordinarias y otro para los que
tienen coronita. Son los mismos que repetían la sentencia
del Jefe, con cara de solemnes republicanos, cada vez que uno de
sus funcionarios era acusado de cometer corrupción: La
Justicia (así, con mayúscula) tiene la última
palabra. Ni eso, ahora, que están llamando a la propia
puerta.
Es posible que algunos de la misma foto crean que los tribunales
sirven al gobierno actual por las mismas razones que lo hacían
con el anterior, puesto que su concepción de la autoridad
les indica que la independencia de los tres poderes es una simple
fábula para contar en los parvularios. Sin embargo, hay evidencias
en contra de semejante prejuicio. Por citar una de las más
estridentes, ahí están los sucesos en el Senado nacional
por la compraventa de la Ley de Reforma Laboral. Sin agotar la indagación,
el Poder Ejecutivo prefirió aceptar la renuncia del vicepresidente
Alvarez, que exigía la renuncia de una media docena de senadores
radicales y peronistas, y más tarde facilitó la renuncia
del juez antes de que fuera sometido, él mismo, a una escrupulosa
revisión de sus ingresos y bienes. Tampoco la diputada Elisa
Carrió hubiera tenido que renunciar a la Alianza si el gobierno
nacional estuviera dispuesto a poner la lupa sobre asuntos que amenazan
con agregarle problemas, sobre todo si los inculpados son poderosos,
de esos pocos que para el Presidente forman el consenso indispensable
para la gobernabilidad. ¿Por qué lo harían
en contra de Menem, prominente miembro de la unidad nacional
que convocó De la Rúa, que representa a influyentes
núcleos del establishment y un sentimental cortejante de
una trasandina, pareja emblemática de la paz fronteriza lograda
en los hielos continentales?
Por gorilas y porque quieren desacreditar al peronismo de cualquier
modo, por eso lo atacan al Jefe, responderían los hombres
de la foto. Aún si así fuera, el actual Poder Ejecutivo
es incapaz de urdir tramas de esa complejidad, por diversas razones.
A propósito de esa imposibilidad, hay testimonios de analistas
que le desean lo mejor a la actual administración, sobre
todo en competencia con el peronismo, como el vicedirector de La
Nación: Se ha llegado a la paradoja de que sobre uno
de los Presidentes que ha ascendido al poder con mayor rigor intelectual
en su formación, se haga un debate sobre sus capacidades
para gobernar, escribió José Claudio Escribano
(21/4/01). Ahí no se termina la misma opinión: Al
examinar en De profundis a uno de los grandes personajes de Shakespeare,
Oscar Wilde decía de Hamlet que su problema estaba en dudar
de todo, incluso de sí mismo, y que sin embargo eso estaba
lejos de ayudarle, porque no provenía del escepticismo, sino
de una voluntaddividida [...] Hoy esto, mañana
lo otro y siempre la obsesión, el encadenamiento al detalle,
que lo lleva al Presidente a corregir de puño y letra esto
o aquello, al punto de extenuarse y distraerse de la búsqueda
de la dirección del camino.
¿Podría un Presidente extenuado y distraído
dejar que otros operen ataques de esta magnitud sin saberlo, con
su obsesión por los detalles? Sería lo mismo creer
que el voto aliado a Estados Unidos contra Cuba fue una decisión
en soledad del canciller Adalberto Rodríguez G. Además,
los hombres de la foto más pragmáticos se quejan en
los pasillos porque no encuentran, justamente, interlocutores válidos
para negociar estas situaciones. Extrañan a Corach, Bauzá
o Kohan, no tanto porque falten aspirantes a reemplazarlos, sino
porque nadie puede garantizar que la voluntad final sea la misma
a la noche que a la mañana. Antes, suspiran los nostálgicos,
las citaciones judiciales se arreglaban en la Casa Rosada. Ese tipo
de remembranzas calentó la garganta de más de uno
de los hombres de la foto para entonar la Marchita que no todos
se saben, de tanto que estuvo guardada porque no es cuestión
de andar repicando aquello de combatiendo al capital,
no vaya a suceder que algún banquero se lo tome a mal por
seguir el pie de la letra.
Otra razón que desmiente las acusaciones de los supuestos
payadores perseguidos: los gobernantes de uno y otro partido se
necesitan, aunque compitan en las urnas, para resistir las implosiones
causadas por las consecuencias de tanta recesión y de tanto
trato desigual que cobra nuevas víctimas a diario. En palabras
de la diputada Carrió: ...El agotamiento del modelo
económico-social, el agotamiento de un modelo de concentración
del ingreso, con negocio ilegal, al que yo llamo capitalismo financiero
de exacción .-y éste es básicamente el mayor
problema que tiene hoy la Argentina-., han conducido a un estallido
del proceso de reconstrucción de la identidad social
[...] El único discurso que realmente puede traer consuelo
y paz es un proyecto alternativo que implique una gran fuerza social
transversal [...] La transversalidad puede llegar a
constituir una excelente síntesis de identidad cultural entre
vastos sectores que pertenecieron al radicalismo, al peronismo y
al socialismo. ¿Qué va a pasar con esto? Esto va a
provocar la eclosión de muchas de las estructuras más
esclerosadas de las oligarquías partidarias (FIDE:
coyuntura y desarrollo, marzo 2001).
Aunque a esa transversalidad le quepan varias definiciones, son
cada vez menos los que niegan tal posibilidad y apuesten al futuro
de las aristocracias partidarias. El sociólogo liberal Manuel
Mora y Araujo escribió un artículo en La Nación
(25/4/01) de sugestivo título .-Rumbo a nuevos alineamientos
políticos-. con este pronóstico: Estamos
asistiendo a un momento de gran dinamismo latente, por el momento
algo atenuado por la gravedad de la crisis económica y por
la inminencia de elecciones nacionales, previstas para mediados
de octubre próximo. Aunque en las apariencias hay turbulencias
macroeconómicas y relativa estabilidad política, tan
pronto la economía se tranquilice es posible que emerjan
las corrientes más impetuosas que están modificando
el mapa de la política en la Argentina.
Desde el mirador socialcristiano, emergen preocupaciones similares:
La clase política argentina, arrastrada por los juegos
de poder que ella misma ha dispuesto, vive su fracaso más
rotundo: llega a experimentar su impotencia para gobernar
[...] Con De la Rúa padecemos otro extremo: el de la
falta de firmeza política que sugiere una carencia total
de voluntad de gobernar. Al final de ese análisis,
el editorial de Criterio (IV/01), elaborado por el colectivo de
sus directivos, añade una propuesta: Hemos llegado
a un punto en que la figura de la pequeña coalición
representada por la Alianza debe dejar lugar a una auténtica
gran coalición (con el justicialismo) con vistas
a responder a la demanda de certidumbre yconfianza que la ciudadanía
exige [...] Cabe aclarar, sin embargo, que la gestación
y gestión de una gran coalición (de gobierno,
no electoral) no supone alentar un contubernio mafioso....
En esta aclaración se nota la diferencia con muchos de los
hombres de la foto, que ya no saben vivir sin el contubernio ni
se toman el trabajo de pensar la realidad para ofrecerle una salida
política, aunque fuera por aquello de robo, pero hago.
El escritor Jorge Asís, que está en la foto, ofreció
una conclusión que resume ese simplismo: Con ruido
de cebita no van a correr al peronismo, dijo, después
de autodefinirse como traficante de palabras.
El Gobierno, débil y acosado por la impopularidad combinada
con la impotencia para salir de la sombra húmeda de los
mercados, no parece en condiciones de resistir las penetraciones
mafiosas, pero, a la vez, si sacrifica la virtud, ya no le quedará
ni memoria de triunfos pasados para seguir aguantando. El Frepaso,
otrora guardián de virtudes, ha pasado a ser la cola del
barrilete gubernamental y al nuevo socio, Cavallo, le falló
el cálculo de cosechar votos posando de reformista convencido.
Los conservadores no sueltan así nomás la presa; tienen
dientes de mastines. La sociedad ya no disimula más el desencanto:
una encuesta reciente de Mora y Araujo indica que el 33 por ciento
es anti-modelo, el 19 por ciento quiere un capitalismo
nacional y el 21 por ciento la tercera vía,
dejando sólo al 27 por ciento de la población a favor
de lo que pasa. La encuesta es anterior al ajuste anunciado ayer,
pero no hay que ser muy listo para actualizarla. Mejor que los partidos
populares se hagan cargo de estos datos, en lugar de andar dando
espectáculo en nombre de causas que los llevan hacia la inevitable
destrucción y que los manos sucias vayan eligiendo
nuevas residencias en los paraísos donde ya reposan tantos
dineros sin explicación legítima o legal. Dejen la
Marcha para los que se la merecen y vuelvan a los textos originales
del fundador, donde encontrarán sentencias como ésta:
Todos los hombres son buenos, pero son más buenos si
se los vigila de cerca.
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