Por Alejandra Dandan
Walter es uno de los cientos
de desesperados que ayer buscaban en el viejo edificio del Plata el perdón
para sus infracciones de tránsito. Vamos a ser sinceros se
expide: el 90 por ciento de nosotros vino hoy para zafar.
Como el resto, fue pescado in fraganti por el sistema de fotomultas. Enterado
del fallo que declaró la ilegalidad del sistema, corrió
a conseguir el hiperpublicitado sello de eximición de penas, uno
de los iconos más buscado en las colas que trepaban del primer
piso al quinto. Todos sabían, por rumores cada vez más confusos
e insistentes, que el perdón duraría poco: el gobierno porteño
cree haber hallado la fórmula para cancelar la decisión
de la Justicia de Faltas. El lunes presentará una apelación
ante la Cámara Contravencional, que en marzo se pronunció
a favor de las fotos. La eventual marcha atrás, sin embargo, no
podrá revertir las eximiciones ya entregadas. Sí revertirá,
en cambio, las frenéticas carreras callejeras con las que los porteños,
con la falsa impresión de que no hay más multas, festejaron
la presuntamente corta vida del fallo.
Ni siquiera se respetaron los choferes de los móviles,
se desesperaba ayer a la tarde José Ibarzábal, gerente general
de una de las dos concesionarias del sistema de foto multas. Apenas conocida
la decisión del Tribunal de Faltas que eliminaba las condenas para
los excesos de velocidad y mal estacionamiento, los porteños no
sólo apretaron los aceleradores, también se despacharon
contra los inquietos agentes de control (ver aparte). El aumento del promedio
normal de infracciones diarias no fue, sin embargo, tan alto como sostuvo
el gobierno porteño. Para la Subsecretaría de Trasporte,
las multas subieron en un día 65,2 por ciento: de 7.500 diarias
se pasaron a 12.200. Pero las empresas dieron cifras menores: Rodolfo
Chávez, de Siemens Itron, aseguró a este diario que el aumento
rondó en un 25 por ciento, mientras que según Ibarzábal
el alza computada por Meller alcanzó 40 por ciento.
En tanto, dentro del viejo edificio del Plata, las noticias empujaron
a cientos de porteños dispuestos a aprovechar los días de
gracia logrados por la decisión de la Cámara de Faltas.
Hasta allí corrió Daniel cerca del mediodía con la
foto de su auto circulando, según la inquisidora máquina
de fotos, a 117 kilómetros por hora un día de marzo en Libertador.
No te miento: hace dos horas treinta estoy acá, decía
mientras consultaba con Federico García, el infractor de atrás,
si la espera había comenzado en el cuarto o quinto piso. La espera
aunque larga, se anunciaba merecida: Al menos eso me dijeron acá
dice Daniel que hoy lo firma el juez y listo, no se paga.
Esos eran los rumores y la causa por la que persistían en la espera
Roberta Trevisan, cazada por mal estacionamiento el 16 de marzo, y David
Levkov, indignadísimo por un sistema que lo obliga a avanzar a
menos de 80 kilómetros por la autopista. Por eso mismo aseguraba
no marcharse del edificio hasta enfrentarse al juez. Lo que no sabía
aún era que antes de eso debía sortear no una sino tres
larguísimas colas y el plantón en una sala de audiencias
donde esperar expediente y absolución. Tienen que esperar
ahora media o una hora para que les tomemos los datos, traigamos el expediente
y después se desestiman, repetía la empleada del juzgado
4 cada vez más acosada.
La medida rige hasta tanto un juez no dictamine la ilegalidad de
la disposición del Tribunal de Faltas, indicó a Página/12
para despejar tanta duda el secretario del Gobierno de la Ciudad Raúl
Fernández. Hasta que otro fallo no anule el de Faltas los jueces
de ese fuero administrativo seguirán absolviendo a los condenados.
Aunque el gobierno porteño ya diseñó al menos dos
estrategias para frenar y revertir una decisión que consideran
inconstitucional, Fernández reconoció que un eventual nuevo
fallo no modificará los sobreseimientos que tengan lugar en estos
días. Evidentemente eso es cosa juzgada pero quedará
la responsabilidad del que las firme, advirtió antes de aclarar
que los jueces de falta serán juzgados por llevar adelante la medida.
La tropa de jueces, en realidad, está en una encrucijada. Por mandato
de Néstor Losa, presidente de la Cámara a la que responden,
están obligados a firmar la eximición. Esto es un
fallo plenario y unifica criterios porque hasta ahora había jueces
que sobreseían y otros que sancionaban: la Cámara unificó
la desestimación y el sobreseimiento para siempre, en la medida
que las actas no se acomoden a las normas vigentes, insistió
ayer a Página/12 Guillermo Black, uno de los camaristas del Tribunal
de Faltas que denunció además una sucesión de presiones
y amenazas a lo largo del día para varios de los jueces.
Entre las estrategias preparadas contra ese fallo, evaluado por el Ejecutivo
como una rebelión ante la inminente disolución de ese fuero
prevista por la Constitución porteña (ver aparte), hay dos
a punto de concretarse. Por un lado se elaboró una apelación
para presentar el lunes ante la Cámara Contravencional de la Ciudad
que por una resolución del Consejo de la Magistratura es considerada
instancia superior jerárquicamente a la de Faltas.
En segundo término, el Ejecutivo acelera ahora la destitución
de los jueces y del mismo Tribunal y busca consenso para preparar
la restructuración integral del sistema, explicó Fernández.
Según el funcionario hay acuerdo con la Magistratura para implementar
un camino de resolución más ágil que evite demoras
y las colas de este sistema. El infractor que no acuerde con el
dictamen administrativo podrá recurrir al Poder Judicial para cuestionarlo,
indicó el funcionario.
RECORRIDA
CON UN MOVIL QUE SACA LAS FOTOS
Al grito de ¡alcahuetes!
¿Siguen sacando
fotos? ¡Los diarios dicen que no va más!, grita un
hombre desde la vereda. Los receptores del comentario son las dos personas
que operan uno de los móviles dedicados a sacar las fotos de la
polémica, los que tienen por trabajo escrachar a todos los autos
que estén mal estacionados. Al día siguiente de la decisión
de la Cámara de Apelaciones de Faltas de sobreseer a todos los
imputados, por considerar las actas incompatibles con la legislación
vigente, la confusión de los porteños se palpa en
la calle: la mayoría está convencida de que el sistema fue
suspendido. Página/12 viajó en uno de los móviles
de la empresa Meller y los epítetos escuchados que incluyeron
toda una gama de variados insultos funcionaron como un termómetro
de la reacción de la gente frente a este sistema.
El día después de la polémica decisión de
los jueces de faltas, la camioneta de la empresa Meller que junto
a Siemens Itron tiene a cargo el control fotográfico de infracciones,
dotada de una cámara, una laptop y comandada por dos empleados,
sigue con su rutina. Circula a paso de hombre, pegada a los autos que
están (mal) estacionados, a los que les toma una foto. La gente
lo ve pasar, y la mayoría pone cara de pocos amigos. Algunos osados,
verbalizan lo que piensan: ¡Alcahuetes!, grita uno desde
la puerta de su negocio, sobre la avenida Avellaneda, en Flores. También
están los que pierden los estribos: Una vez nos tiraron un
bulonazo, cuenta Juan, al volante del vehículo. Y otro
nos quiso pegar, agrega Gustavo, que opera la computadora.
Aunque ahora están más tranquilos desde que están
ellos, dice Gustavo, y señala al policía que viaja
en la caja de la camioneta, los insultos no decaen. El policía
sonríe, y diagnostica: La gente se enoja sin razón,
no conoce las reglamentaciones de tránsito. Lo cierto es
que hay muy pocos carteles que indiquen la prohibición de estacionar.
Curiosamente, donde el cordón está pintado de un amarillo
intenso, casi no hay autos parados.
Ahora el móvil cuatro circula por Donato Alvarez. ¿No
tienen otra cosa que hacer?, gritan desde un auto. Juan y Gustavo
miran de reojo al cronista y sonríen resignados: Ya estamos
acostumbrados a que nos digan de todo, dicen, casi a coro. Ya van
por la foto 643 del día, y siguen, casi como autómatas.
Hay autos que zafan del gran angular delator. Algunos por azar, ya que
están tan pegados a los autos de atrás y de adelante que
no se ve la patente. Otros no apuestan a la suerte. Son los que ya saben
que por ahí pasa la camioneta: baúles levantados para que
no se vea la chapa, patentes tapadas, conductores parados estratégicamente
para evitar que la foto revele los datos del auto. Las manifestaciones
de disconformidad van desde insultos hasta golpes en la camioneta. Pero
hay quienes recurren a la Ley del Talión: llegaron hasta a sacarles
fotos al móvil.
Se te acabó el curro, dispara un remisero, y Gustavo
piensa en voz alta: Ojalá la multa la cobrara yo, musita.
Sobre Trelles, los vehículos están estacionados uno tras
otro en la mano izquierda, y el jueves no había ninguno, aseguran
los operadores. Según sus cálculos, en un solo día
aumentó un 20 por ciento la cantidad de autos mal estacionados.
Casi todos los porteños recibieron con entusiasmo la noticia de
que están en capilla las multas fotográficas. Casi todos,
porque los que trabajan en eso están preocupados, como lo señalan
Juan y Gustavo: A nosotros nos jode porque es una fuente de laburo
dicen, con incertidumbre. Más ahora que conseguir trabajo
es tan difícil....
Producción: Hernán Fluk
Una transformación
difícil
La discusión por la eliminación de las multas esconde
un fuerte conflicto de poderes y la decisión sobre el control
de una nada despreciable caja de recaudación. En los últimos
días, el Ejecutivo porteño comenzó a darle
a forma a la norma constitucional que exige disolver la vieja estructura
del Tribunal de Faltas. Es por allí por donde se canalizan
actualmente las infracciones y la recaudación. La Constitución
porteña dejó una herencia aún irresuelta: el
traslado del Tribunal de Faltas al poder judicial porteño,
con su caja de recaudación incluida. A ese conflicto se suman
además los compromisos con las dos concesionarias del sistema
fotográfico. Cualquier suspensión podría acarrearle
al Estado porteño un juicio millonario.
El Tribunal de Faltas desaparece y sobre esto nadie tiene dudas.
El problema es disponer su reemplazo. De acuerdo a la Constitución,
Faltas debería funcionar bajo la órbita del poder
judicial aunque ese traslado se considera un problema por dos motivos.
En primer lugar, tal como ocurre ahora con las contravenciones,
las multas las cobraría el Poder Judicial. Pero además,
cada una de las multas se trasformaría en causas judiciales
con un procedimiento engorroso. Harían falta abogados para
la defensa de una violación de luz roja y las entrevistas
con los jueces estarían mediadas siempre por fiscales. Parte
de esta herencia irresuelta es la que está resolviendo ahora
el Ejecutivo que busca una fórmula para dejar a Faltas bajo
su órbita. Fue por esto que el secretario de Gobierno, Raúl
Fernández anunció ayer un mecanismo de reestructuración
del sistema que contempla una instancia de apelación judicial
(ver nota central).
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