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VINCULAN A MENEM CON UN SOCIO DEL TRAFICANTE DIEGO PALLEROS
Una prueba más en el expediente

Santiago Piaggio, ex yerno de Rubén Ormart �socio de Palleros�, habría reconocido que su ex suegro tenía una fluida relación con el ex presidente y su entorno. Ormart es un empresario que vive en Brasil. En 1998 fue citado a declarar en la causa y, aunque jura que nada tiene que ver con el affaire, nunca se presentó. El anónimo.

Por Eduardo Tagliaferro

El mismo día en que desde La Rioja, arropado con la bandera argentina, denunciaba que es víctima de una persecución política, en la causa por la venta ilegal de armas se recibían nuevos testimonios que involucrarían al ex presidente Carlos Menem. Frente a los investigadores judiciales, Santiago Piaggio, ex yerno del empresario argentino-brasileño Rubén Ormart –socio del traficante Diego Palleros en una de las empresas que intermedió en la operación–, habría reconocido que su ex suegro no era un desconocido para Menem. El dato sumaría nuevos interrogantes y mostraría que a pesar de la tradicional insistencia del ex presidente en que “si hubo un desvío de las armas lo realizaron los intermediarios”, algunos aspectos de la maniobra no podían serle desconocidos.
Ormart es un empresario con importantes relaciones en América latina y Estados Unidos y entre sus fluidos contactos figuran el banco libanés de París y el Audi. En reiteradas ocasiones señaló que es ajeno al affaire, pero cuando en 1998 fue citado a prestar declaración indagatoria ante la justicia Argentina, optó por no concurrir. El socio y compadre de Palleros siempre se jactó de sus vinculaciones con el entorno íntimo de Menem, hecho del que habría dado cuenta ayer su ex yerno.
Como si fuera poco, un anónimo sobre el que inicialmente deberán decidir el juez Jorge Ballestero y el fiscal Carlos Cearras (del cual ayer dio cuenta Página/12) relata un encuentro entre Luis Sarlenga y el ex presidente en la Quinta de Olivos cuando el ex ministro de Defensa Oscar Camilión le había reclamado la renuncia al entonces interventor en Fabricaciones Militares. El texto también da cuenta de un supuesto diálogo telefónico entre ambos en el que, luego de alentarlo a continuar con la venta de armamento a pesar de la existencia de las primeras denuncias públicas realizadas por el entonces senador Antonio Berhongaray, Menem le habría dado a Sarlenga una serie de recomendaciones.
Cuando se conocieron las primeras noticias señalando que parte de las armas que supuestamente habían sido vendidas a Venezuela mediante el decreto 103/95 terminaron en Ecuador (por entonces en guerra con Perú), la primera reacción del gobierno fue negar los hechos. En agosto del ’98, el ex ministro Antonio Erman González concurrió a la Cámara de Diputados para ser interpelado por la comisión de Defensa. Allí aseguró que el armamento había arribado a Panamá. Incluso dio fechas y nombres de puertos en los que habrían fondeado los buques de la empresa naviera Croatias Line.
A esa altura, los instructores tenían por probado que los buques transportando el armamento habían desembarcado su carga en puertos de la ex Yugoslavia. Menem había cambiado su discurso inicial. No negaba que el armamento hubiera aparecido en Ecuador o en Croacia, pero tomaba distancia afirmando que “si hubo desvíos fueron los intermediarios”.
El por entonces jefe del Ejército, general Martín Balza, también había concurrido en agosto del ’98 a testimoniar frente a los diputados. Insistía con que no era un “mafioso ni un delincuente” y que si el señor Luis Sarlenga había entendido que podía disponer del armamento del Ejército “era un problema suyo”. En esta época el discurso de Balza resaltaba que su fuerza tenía completo el stock de armas y que las que faltaban estaban en manos de Fabricaciones Militares en virtud de un convenio, al que Stornelli impugnó y lo consideró falso.
“¿Por qué hablaste con el Presidente por un tema que podés hablar conmigo? Si todo el material que quieran, siempre que sea beneficioso para la fuerza lo tenés a tu disposición”, fue, según la confesión judicial de Sarlenga, el pasado 6 de abril, la charla que habría mantenido con Balza.
La presencia de Balza y González en el Congreso era un intento de frenar lo que se venía. En esa época el fiscal preparaba la acusación contra Balza y su pedido de indagatoria como integrante de una asociación ilícita. La estrategia del fiscal no era pública, tan sólo la conocían su secretario y el procurador general de la Nación, Nicolás Becerra. Sin embargo, el gobierno estaba en guardia.
“Yo no me metí solo en esto. Me metieron”, alcanzó a declarar Sarlenga un mes antes de ser detenido por el juez en lo penal económico Marcelo Aguinsky. Corría octubre de 1998. El amigo de Eduardo Menem y ex titular del Banco de la Provincia de La Rioja era trasladado al escuadrón Buenos Aires de la Gendarmería y comenzó a recibir las primeras amenazas en las que le vaticinaban que correría la misma suerte que Alfredo Yabrán.
El gobierno que siempre manifestó que confiaba en la Justicia, perdió la línea y desde Inglaterra, el ex presidente, sugirió que “había que investigar al fiscal”. En esa época estaba lejos de preocuparse por su suerte, lo obsesionaba la citación de Balza y la figura penal por la que se lo acusaba: asociación ilícita. La misma que hoy podría llevarlo a testimoniar frente a Urso, con la posibilidad de quedar detenido.
“Tendría que revisar mis papeles para ver si alguna vez Estados Unidos me hizo alguna referencia al tema”, fue el último argumento de Menem. La frase lleva la implícita intención de mostrar que se trataba de una cuestión de Estado o de que está comprometido un estado extranjero para reclamar la competencia de la Corte Suprema y de su amigo el “Buby”, que no es otro que el presidente del más alto tribunal, Julio Nazareno.
Ahora, mientras se delinea una nueva estrategia jurídica, se sostiene que hay una cruzada política en contra del gran privatizador riojano. Atrás quedaron varios intentos frustrados para que el expediente recalará en la Corte. El juez Marcelo Aguinsky, el procurador Nicolás Becerra, y ahora distintos recursos de queja, fueron los peones que participaron de la avanzada.

 

Perseguido por la política

Ayer, el ex presidente Carlos Menem ofreció una conferencia de prensa en su casa de Anillaco para defenderse por las acusaciones sobre la causa de la venta ilegal de armas.
“Yo soy víctima de una acción persecutoria por parte de algunos sectores de la política argentina.”
“Hablar de una asociación ilícita y una venta ilegal de armas a dos países como Venezuela y Panamá, es una enormidad. Es la estupidez más grande que escuché en mi vida, no solo como político sino también como abogado”.
“Se están inventando una serie de situaciones inexistentes por lo que creo que esto terminará como corresponde. Pero el daño que quisieron hacer ya está hecho”.
“La venta de armas y no tráfico, como mal le llaman algunos, se realizó en forma totalmente transparente y legal. Para eso están los decretos correspondientes”.

 

OPINION
Por Miguel Bonasso

Menem, López Rega y el PJ

En abril de 1986, el prófugo José López Rega se presentó ante el juez Samuel Smargon de Miami, como “político retirado y perseguido”. Haciendo un cierto barullo con la cronología, el Brujo sostuvo en esa misma audiencia que antes de ser “político” y “perseguido” había revistado como “policía federal” y se había retirado de la repartición con el “grado más alto, el de comisario general”. Un “honor –dijo– que me hicieron las dos cámaras del Congreso bajo el imperio de la ley”. Más adelante, al borde del llanto, subrayó: “Yo fui un policía honrado por mi país. ¿Cómo voy a tener antecedentes criminales?”.
Olvidaba –entre otras muchas tropelías– el famoso cheque de la Cruzada de la Solidaridad, la compra de petróleo a Libia por un precio mucho más alto que el del mercado internacional y, sobre todo, los mil quinientos asesinatos perpetrados por la Alianza Anticomunista Argentina que lo empujarían a la extradición y a una celda de Villa Devoto donde moriría a causa de la diabetes y no de aquella “persecución” que lo obsedía.
Sin embargo, López Rega no mentía del todo cuando se refería a los honores que le había rendido el peronismo parlamentario en su momento de mayor poder, cuando era ministro de Bienestar Social, secretario privado de la Señora Presidente y “hombre fuerte” detrás del trono que silabeaba en el balcón los discursos que a renglón seguido vociferaba su jefa y amiga. Porque en el momento de mayor poder del secretario y mayordomo del último Perón, la casi totalidad de los dirigentes políticos y sindicales del justicialismo le rindió pleitesía y no vaciló en hacer de goma cualquier escalafón institucional para que el curioso personaje pudiera ascender de cabo a comisario general de la Federal.
La historia no se repite, pero el pasado ayuda a entender el presente. En la declaración del asesino vencido por el cansancio, el miedo y la diabetes, hay varios puntos en común con el grotesco espectáculo ofrecido estos días por funcionarios, legisladores y dirigentes justicialistas, reunidos en demostración de fuerza para presionar a la justicia y evitar que sea citado a indagatoria el ex presidente Carlos Menem. Una penosa demostración de “unidad” de la que solo estuvieron ausentes unas pocas figuras del peronismo: el gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner, su esposa, la diputada Cristina Fernández, el vicegobernador bonaerense Felipe Solá y, a último momento, el ex candidato presidencial Eduardo Duhalde.
El matrimonio Kirchner, no sólo negó su presencia sino que manifestó “vergüenza ajena” por la comparación entre la persecución política que efectivamente sufrieron los peronistas tras los golpes militares de 1955 y 1976 y la “persecución” judicial que estaría sufriendo el ex presidente Menem por parte del fiscal Carlos Stornelli. Con toda justicia, Cristina Kirchner sostuvo que la comparación implica una falta de respeto para los fusilados de 1956 y los miles de desaparecidos que el poder militar secuestró y asesinó veinte años más tarde.
Como López Rega en 1986, Menem (y los corifeos del PJ) pretenden desvirtuar acusaciones concretas de la justicia por hechos delictivos efectivamente perpetrados (en este caso la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia), asimilándolas a una persecución ideológica y política de los “gorilas”. Astucia remanida de la que el ex mandatario abusa apoyado en la falta de memoria de la sociedad argentina.
¿Qué gorilas persiguen a Menem y el menemismo? No serán, sin duda, los Alsogaray (Alvaro y María Julia) que participaron de su gobierno, tan lucrativamente privatizador. Alvaro, en cambio, sí persiguió política e ideológicamente al verdadero peronismo (el que incomodaba a la oligarquía y el imperialismo) cuando puso su firma debajo de la del dictador Pedro Eugenio Aramburu en el célebre decreto 4161 que penaba con cárcel la simple mención de los nombres de Perón y Evita.No sería sin duda el fenecido almirante Isaac Francisco Rojas, a cuyo velatorio concurrió Menem, el mismo presidente que no concurrió al Congreso cuando se repatriaron los restos de un peronista leal y decente, llamado Héctor Cámpora. A quien las dictaduras militares de 1955 y 1976 investigaron infructuosamente en busca de un peso mal habido y tuvieron que reconocer, en el último caso post mortem, su absoluta inocencia.
¿De qué gorilas habla el Gran Hermano Eduardo? Que nunca fue peronista sino demócrata cristiano como Erman González. ¿Acaso de aquellos que lo nombraron funcionario de la intervención militar en La Rioja?
Algunas presencias en la foto familiar de apoyo a Menem podrían explicarse por las famosas carpetas, por ese resguardo informativo que los rivales políticos conservan de sus adversarios para usarlas como disuasor nuclear en el momento oportuno. Otras, como la de Antonio Cafiero, sólo pueden explicarse por el mismo fenómeno que produjo el ascenso de un cabo afortunado a comisario general. En abril de 1984, analizando la derrota electoral sufrida ante Raúl Alfonsín, Cafiero proponía con lucidez: “Todas estas evasiones, que rehúsan la sana autocrítica, que se refugian en la explicación pueril y acomodaticia y que nos incapacitan para engendrar una oposición basada en un proyecto alternativo al del oficialismo son otros tantos síntomas del agobio que nos invade”. Por esas mismas fechas, el justicialista chaqueño Adam Pedrini elevaba su renuncia como consejero superior a Isabel Perón y lo hacía con estos términos atinados: “La lealtad al ideario del General Perón (...) se ejerce y se practica aportando ideas, evitando la obsecuencia por antidoctrinaria, y aún criticando y discrepando (...). (Desde hace años) el peronismo no practica el debate esclarecedor que, reafirmando nuestra concepción ideológica, desenmascare a las ideologías desembozadas o sutiles de la dominación neocolonial”. ¿Por qué no se releen, muchachos?

 

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