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UNA INVESTIGACION SOBRE LO QUE ENSEÑA LA TELEVISION A LOS CHICOS
Aprendiendo de los Power Rangers

Un estudio entre chicos porteños
de sectores bajos mostró que hay quienes aprenden a usar los cubiertos por tevé. Qué debe hacer la escuela con los Pokémon, una telenovela o un reality show.

Los chicos de clases desfavorecidas miran una hora y diez minutos diarios más que el promedio.

Por Andrés Osojnik

¿Es posible aprender de los Power Rangers? ¿O de “El sodero de mi vida”? ¿Es posible que de lo que algunos llaman la caja boba y otros televisión basura los chicos aprendan? ¿Y que en los chicos de clases bajas ese aprendizaje hasta incluya la forma de sentarse a una mesa? Roxana Morduchowicz, especialista en medios y educación, investigó cuatro escuelas porteñas que reciben chicos de sectores desfavorecidos y estudió cómo se relacionan ellos con la televisión. El resultado derivó en el libro A mí la tele me enseña muchas cosas, que acaba de editar Paidós. Esos chicos no sólo pasan más tiempo frente a la pantalla que el promedio general (cinco horas frente a 3 horas 50). Lo que aprenden de la tevé, concluyó Morduchowicz, es proporcionalmente mucho más: hasta cómo usar los cubiertos. Así, la escuela no puede ignorar la tevé, advierte la investigadora. Y demuestra que los padres pueden acercarse a sus hijos a través de ella. Y que la escuela puede enseñar viendo “Expedición Robinson”.
“En sectores populares –cuenta Morduchowicz–, la televisión está prendida prácticamente todo el día. Cuando se apaga es por razones externas, porque la abuela tiene que dormir la siesta. Los chicos se despiertan con la tele y cuando se acuestan sigue funcionando, porque en muchos casos viven todos en una misma habitación. Y el padre o la madre siguen viendo una película o un programa.”
–Esto no es privativo de los sectores populares.
–Lo que es privativo es el lugar físico que ocupa. La televisión está (descripta por los mismos chicos) sobre la mesa, en el centro de la sala. A la noche, organiza la cena. Los chicos dicen “mi papá dice que no hablemos en la cena porque somos muchos y no nos entendemos. Nos dice que escuchemos al señor de la tele y después, en las propagandas, hablamos”.
–Eso ocurrirá también en una casa de clase media.
–No, en una familia de clase media la cena excluye generalmente la televisión. Hay estudios que muestran que en esos sectores la tele está en un mueble oculto, o rodeada de libros o discos, si es que está en el living o el comedor, cosa que no siempre sucede.
–Pero el televisor puede estar en el cuarto de los chicos.
–Eso se está estudiando en Estados Unidos, la “privatización” de la televisión. Los sectores medios de la Argentina van hacia eso. Pero en los sectores populares, la tele organiza la vida familiar porque la relación que se establece con ella es de menor culpabilidad e inhibición. En los sectores medios, la televisión hasta es una herramienta de disciplina: si no estudiás no ves tele; si te portás mal, no ves tal programa. En los sectores populares, las madres ven los programas con los chicos, lo que no significa que haya un mayor control. Ese chico es más desinhibido cuando habla de la tele que el de sectores medios, que aprende rápidamente que en la escuela, con la maestra, hay programas de los que no se puede hablar.
–El problema es con la maestra, no con los padres.
–Claro, en los recreos va a aparecer. Pero el de sectores populares sí lo va a hablar con la maestra porque no encuentra un motivo de culpa. La televisión en él desempeña una función compensatoria. Desde lo lúdico, porque no tiene otra actividad recreativa: no va al cine, no va al teatro, no hay videocasetera ni Internet. Desde lo recreativo, porque el barrio donde vive ofrece grandes inseguridades, con lo cual es muy difícil que los padres los dejen salir. Y desde lo educativo, porque los chicos de sectores populares depositan en la televisión muchas más expectativas como aprendizaje. Un chico de sectores populares puede decir, yo con los dibujitos animados aprendí a usar el cuchillo y el tenedor o a sentarme a una mesa. Son saberes y prácticas cotidianas inimaginables para chicos de sectores medios. Los chicos van a decir, “yo me entero cómo vive gente en otras partes”, “yo veo la tele para conocer el bosque y el mar”. Realidades a las que no accederían si no fuera por una pantalla, porque no pueden salir, porque se tienen que quedar cuidando a los hermanitos.
–¿Es una función compensatoria o en realidad es reforzar ese déficit?
–Es un gran debate. El hecho de que la televisión forme parte tan fuerte de sus vidas no legitima que todo lo que vean está bien. Pero los déficits que la televisión compensa son reales. Estos chicos están excluidos de la mayor parte de las expresiones y bienes culturales.
–¿Decir que compensa es decir también que educa?
–Es polémico, pero hay estudios que sostienen que la televisión es siempre educativa, porque modifica la relación de los pibes con el conocimiento. Hasta lo formal influye: el control remoto, el zapping, los cambios de planos favorecieron la manera en que el chico presta atención a lo que aprende. Que la televisión sea tan importante en la vida de estos chicos es una llamada de atención a la propia televisión, para que sus directivos la piensen con mayor responsabilidad social. Pero también es un alerta a la escuela, que puede explorarla, analizarla, interpretarla, cuestionarla, interrogarla. Lo único que no puede hacer es ignorarla.
–¿La escuela ignora la televisión?
–Históricamente la escuela tuvo una doble relación con la tele. De desconfianza, porque vio a la tele como un agente que destruye lo que con tanto esfuerzo construye la propia escuela. Entonces lo mejor es ignorarla. O de oposición, para defender a los chicos de los males que provoca.
–¿Ahora también sucede?
–Sí, pero ahora hay otra mirada, la idealizadora. Después de todo, es la democratización del saber, se piensa en algunas escuelas o docentes, es la posibilidad de acceder a todo para todos los pibes. La posición más realista debería ser: aceptémosla, pero a la mirada idealizadora digámosle, hay que verla, pero de manera crítica.
–Ni apocalípticos, ni integrados, para decirlo en términos de Eco.
–Sí, hay que pensar cómo se integra la televisión, porque ignorándola pasan escenas como éstas: el chico que cuando la maestra está explicando levanta la mano y dice sí seño, eso lo vi ayer en la tele. Cuando la maestra responde, sí, después nos contás, ahora quién quiere leer, quiebra esa relación, esa posibilidad de integrar lo que el chico trae de su casa, que generalmente tiene mucho que ver con la tele.
–¿Cómo se incorpora la televisión a la escuela?
–Tengo que tomar los documentales y programas educativos, pero si un chico ve una telenovela tengo que incorporarla como objeto de estudio. Y tantos otros programas y géneros que no gozarán de buena calificación de jerarquía, pero que son lo que los chicos ven.
–¿La escuela debe incorporar a los Power Rangers?
–En los dibujos animados se puede estudiar la manera de narrar, el contexto histórico. Otra cosa que podemos ver es hasta qué punto a los personajes de las telenovelas o los dibujitos les pasan cosas como a nosotros. ¿Los personajes tienen conflictos como nosotros? ¿Cómo se resuelven? ¿Igual que en la escuela? ¿En la escuela se resuelven los conflictos? Es necesario formar a los chicos en la lectura crítica, para que a la hora de construir sus propias imágenes puedan ser reflexivos.
–¿Qué aprenden los chicos de la tele?
–Los de sectores populares aprenden dos cosas de la tele. Como el resto, los saberes cognitivos, a través de los contenidos de los programas (cuando el chico dice yo aprendí sobre la contaminación del río, sobre los dinosaurios). El otro saber propio de los sectores populares son los saberes sociales, prácticas: aprendí a comer con cuchillo y tenedor. Un estudio francés demostró que los programas del tipo Beverly Hills les enseñó a los adolescentes a invitar a salir a una chica, a su iniciación afectiva. Acá dicen, yo aprendo a bailar, o a defenderme. Veo Karate Kid, para aprender a defenderme, en un medio donde la defensa es importante, porque por ahí es un barrio violento.
–¿Los chicos no aprenden, por ejemplo, a excluir viendo “Expedición Robinson” o los otros reality shows?
–Esos forman parte de los programas que la escuela debe enseñar a ver. Tienen la exclusión como sustento. Es toda una cultura de la exclusión, entonces acá hay un espacio para mostrar que no es la sociedad de la exclusión la que debemos fortalecer. Pero no apagando la tele sino viendo el programa es como se puede enseñar la integración.
–Es provocador decir que la tele educa cuando se habla tanto de los “efectos perniciosos” de la tele.
–Esto también es un gran debate. Durante décadas se habló de los efectos de la tele, qué les hace la televisión a los pibes. Ahora la pregunta es qué hacen los chicos con la tele, cómo usan lo que ven. Si fuera una cuestión de efectos, todos iríamos a comprar a partir de la misma publicidad o nos tiraríamos por la ventana mirando Superman. Lo que hay que decirle a la escuela es corrámonos de lugar, muchos programas son indefendibles, son malos. ¿Qué hacemos? Bueno, trabajar sobre la recepción de los programas. Pero con la tele, sin la tele no lo puedo hacer.
–Hay una campaña en estos días para apagar la tele una semana.
–Esto no fortalece la recepción crítica ni logra fortalecer el diálogo en la familia. En lugar de apagar la tele, por qué no hablar de lo que los chicos ven, recomendarles otro programa. ¿Por qué construir diálogos apagando la tele? ¿Por qué no proponer nuevos diálogos viendo la tele?
–Bueno, ya Susanita le dijo a Mafalda que había descubierto lo aburridos que eran sus padres el día que se rompió la tele.
–¿Por qué debe ser diálogo o tele? Por qué no ver un programa de adolescentes con los hijos y decirles ¿ustedes cómo se vinculan con los chicos o las chicas? Si veo Beverly Hills con ellos les puedo preguntar, ¿ustedes en una fiesta hacen lo mismo? Y a lo mejor me entero de cosas que de otra manera no me enteraría. Le tele puede fomentar el diálogo.

 

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