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De aquel Pelusa a este Romy 

El astro de Boca no jugó ayer a causa del esguince de tobillo que todavía lo aqueja, y los que vieron el clásico lo extrañaron. Cómo lo van a extrañar cuando parta a Barcelona, siguiendo el mismo camino que transitó hace dos décadas un tal Diego Armando Maradona...  

Por Guillermo Blanco

 Cara redondita e ingenua, como extraída de un cuadro de Berni. Parece que el pibe Riquelme al final se va, y aquellos que apuestan a la pureza en el fútbol lo van a extrañar. Su destino es el aeropuerto El Prat, de Barcelona. El mismo escenario catalán que un mediodía de agosto del �82 recibió esperanzado a otro chico argentino que �vaya casualidad� también como Román tenía tatuado en el costado izquierdo de su pecho las camisetas de Argentinos y de Boca.
Hurgando en el mundo de las similitudes, podrán encontrarse varias, todas debajo de una central: la misma vocación futbolera nacida de una expresión genética inigualable, traída desde el fondo de los tiempos por los Sastre, Moreno, Pedernera, Rojitas, Ermindo Onega, Bochini, el Beto Alonso (y siguen las adhesiones...). Y va otra: el mismo orgullo villero no superado por el paso del tiempo.
Los une también el mismo sentimiento cebollita del cual el Pelusa Maradona bebió con los demás chicos de la categoría �60 y Román más de dos décadas después. Y hasta el mismo �orientador económico� que alguna vez tuvo Diego como �muletto� de Coppola: el ex gerente boquense Marcos Franchi es quien maneja con eficaz tacto los intereses riquelmeanos.
Acaso haya que criticarle a Franchi algún silencio excesivo cuando se produjo un ataque desmedido de artillería sobre las espaldas de su jugador al negarse éste a jugar por disidencias con el plenipotenciario Mauricio Macri, y alguna prensa le bajó el pulgar a la decisión del empleado sin poner en la balanza esto que surge ahora con los 26 millones de dólares envueltos en papel celofán por el Barcelona Fútbol Club.
Lindo chico este Riquelme. Sano hasta en la actitud topogigiana después de aquel rebote de penal ante River, sin recurrir a la bajeza de las manos a la altura del bajo vientre o cosas por el estilo. E ingenuo hasta límites increíbles en la vida cotidiana. Tanto que durante el acto del sorteo para el Mundial Sub-20, el jueves pasado, �entró� como un tiro libre propio cuando entre dos ex campeones mundiales juveniles, el Pelado Sergio García y el volante Esteban Cambiasso, le tejieron una broma singular.
Riquelme llegó sobre la hora al Hilton y ambos se le acercaron: �Cuando tengas que elegir una bola, agarrá la más fría porque así favorecerás el fixture argentino�, le pidieron, cómplices, el mundialista del �79 y el del �97. Y hasta el mismísimo José Pekerman entró en la joda, avalando el pedido y conteniendo la carcajada.
Obviamente, todas tenían la misma temperatura ambiente, pero lo cierto es que Román se comió el amague y si no se puso a revolver para buscar la más fría fue porque los ideólogos lo frenaron a tiempo.
Después, Riquelme le comentó a García que él lo iba a ver con su familia cuando el arquero actuaba en Tigre. �Yo tendría 7 años y vivía en esa zona�, le comentó. Por entonces García tenía una nutrida cabellera, recordó Riquelme como respuesta a la cargada.
Ese candor era el mismo que mostraba Diego Maradona cuando llegó al Barcelona y luego de una hepatitis comenzó a mostrar lo mejor de su fútbol, hasta que un hachazo letal del vasco Andoni Goicoechea le frenó el envión. Ojalá que esto no le ocurra a Riquelme, y que su paso por el Barcelona sea recordado por los silencios producidos por más de 100 mil espectadores cada vez que se apreste a meter un tiro libre. Por cada caño. Por cada pase milimétrico. Y por cada otra muestra de talento que lleva en sus alforjas.
También tendrá la oportunidad de mirarse en Maradona para saber qué jugada no hacer fuera de las canchas, para que su felicidad y la de quienes sienten como él perduren en el tiempo.

 

 

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