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OPINION
La ilusión de un solo tiempo
Por Diego Bonadeo

Por historia y por horario, el clásico de la fecha fue Boca-Independiente. Porque desde que nació el profesionalismo en la Argentina en 1931, hasta ahora, jamás dejaron de enfrentarse oficialmente al menos una vez al año, y porque comenzó a las cinco y diez de la tarde, la hora estipulada cuando empiezan los fríos �y así debe decirse y escribirse, porque �el frío� jamás es singular�, para el penúltimo episodio de cada fecha, que como sucede habitualmente y así parece seguirá siendo hasta el 2014, a menos que algún allanamiento más lleve a alguna Sala �en lo posible que sea la Sala 2, la que impulsó al juez Urso a llevar adelante las denuncias del fiscal Stornelli� o al organismo defensor de la competencia, a revisar el ya casi longevo contrato de sociedad y monopolio entre la Asociación del Fútbol Argentino y Torneos y Competencias.
Sin embargo, la pirotecnia de la semana en cuanto al torneo pasó por el puterío de la lucha entre River y San Lorenzo por el primer puesto, como si jugaran entre sí y como si River no tuviera que jugar contra Newell�s y San Lorenzo contra Los Andes. El superfluo, frívolo e inocuo fárrago de chicanas, respecto de las debilidades anímicas del otro en circunstancias futbolísticamente decisivas, como si se tratara de un congreso de la APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) y no de un torneo de la AFA (Asociación del Fútbol Argentino).
La cuestión es que el clásico tuvo el atípico condimento de la falta de condimentos. Por lo menos, los fundamentales en cuanto a la pelea por los primeros lugares, cuando ya queda poco por andar de este olvidable Clausura 2000.
Sin embargo, desde el principio los condimentos los dio el fútbol de parte de los dos. Y todo estaba planteado para que fuese un gran partido. Incluso con los errores propios de las confrontaciones diferentes, derivados de quienes entienden de verdad el tan remanido �protagonismo� que lleva inexorablemente a tomar riesgos competitivos.
Ya a los 9�, un muy fuerte zurdazo de fuera del área del �Cuchu� Cambiasso obligó al rebote de Abbondacieri y Forlán de atropellada puso el 1-0. Pese a lo prematuro, el partido, más que Independiente, se lo merecían todos. Unos festejaban, otros sufrían, pero el disfrute por el juego estaba. Antes del cuarto de hora, penal de Bermúdez a Vuoso y Abbondancieri le tapa el tiro a Forlán.
Aunque Cambiasso por un lado y Gaitán por el otro eran los mayores generadores de fútbol, el partido no perdía atractivos, porque los dos encontraban socios dispuestos, en especial Vitali, Ríos y La Paglia. De a poco, Boca le fue llegando más a Independiente que Independiente a Boca y Boca de a poco también fue siendo más que Independiente. Curiosamente, sin embargo, Independiente parecía estar más cerca. Y así se fue el primer tiempo. También se fue yendo el partido.
Porque el segundo tiempo borró ilusiones y despertó realidades. Estábamos no más en el olvidable Clausura 2000. Y empezaron los pelotazos y los forcejeos. Con Boca mejor e Independiente llegando de a ratos. Con Ibarra y el mellizo Guillermo como artífices en la búsqueda de una manera diferente de jugar �por abajo� mientras los demás buscaban las cabezas eventualmente salvadoras de Bermúdez o Matellán. Y el único zapatazo de Ibarra en todo el partido dejó libre a Barros Schelotto para el empate a los �38 y la enésima gambeta encaradora del Mellizo provocó el penal que él mismo convirtió para ganar el partido en el descuento. Chau...


 

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