Por Eduardo Videla
Como en las grandes ciudades del mundo desarrollado, la población de la ciudad de Buenos Aires envejece de a poco. La tasa de natalidad es cada vez menor y, como la de mortalidad se mantiene con pocas variantes, el crecimiento vegetativo de la ciudad ha caído al 2,2 por mil habitantes en 1999, cuando el promedio nacional es de 11,1. Hace un cuarto de siglo, el ritmo de crecimiento era el triple del actual. De acuerdo con las estadísticas, los barrios con mayor crecimiento vegetativo están en el sur de la ciudad: la Boca, Villa Lugano, Villa Soldati, Pompeya y Parque de los Patricios, en ese orden. La tasa es negativa en cinco barrios: Liniers, Mataderos, Villa Urquiza, Saavedra y Villa Devoto.
Según los últimos datos de la Dirección de Estadísticas y Censos de la ciudad, el crecimiento vegetativo de la población porteña ha caído drásticamente en comparación con la década del �70 y, en menor medida, con la del �80. Se define como crecimiento vegetativo a la diferencia entre la natalidad y la mortalidad en un determinado período, solo contando nacimientos y defunciones de personas radicadas en esa área. El dato, por lo tanto, no tiene en cuenta los cambios producidos por migraciones de uno a otro territorio.
El record de incremento en los últimos 30 años, para la ciudad, se marcó en 1975, con 6,5 por mil habitantes, tres veces más que el registrado en 1999. En 1971 había sido de un 5,2. La tasa fue bajando durante los años de la dictadura: del 4,8 en 1878 a 1,8 en 1983. En 1986 hubo un repunte, con 3,5 por mil, pero luego cayó en un pozo, entre el �92 y el �93, con el 1 por mil. Desde entonces, la recuperación fue leve, hasta llegar a la cifra actual.
En realidad, la caída del crecimiento vegetativo se da por la disminución de nacimientos. La tasa de natalidad en 1999 fue de 13,5 por mil habitantes, contra el 18,8 de 1975 y el 15,4 de 1986. La mortalidad, en cambio, se mantuvo con pocas variantes en los últimos treinta años: 12,3 en el 75, 11,3 en 1999.
No debe concluirse, con estos datos, que a lo largo de los años la calidad de vida no ha mejorado: al envejecer la población, va aumentando la proporción de personas de mayor edad, que de acuerdo con las reglas de la vida, es la que tiene más chances de morir. Por eso es que la tasa de mortalidad no ha disminuido, pese a que ha mejorado notoriamente la expectativa de vida, de 72,2 a 72,7 entre 1980 y 1991.
�El proceso de envejecimiento de la población es similar al que ocurre en las grandes ciudades del mundo, donde las familias cada vez tienen menor cantidad de hijos�, explicó a Página/12 el secretario de Salud porteño, Marcos Buchbinder. �La tasa de mortalidad también disminuye, aunque en menor medida, debido al aumento en las expectativas de vida y la disminución de la tasa de mortalidad infantil�, agregó el funcionario. En efecto, la mortalidad infantil en la ciudad cayó del 38,2 por mil en 1970 al 10,3 en 1999 (en el �80 fue de 18,9 y en el �90, del 16 por mil).
Para Cristina Cacopardo, directora de la maestría en Demografía Social de la Universidad Nacional de Luján, el envejecimiento de la población y el bajo crecimiento vegetativo son �tendencias que no se van a revertir sino que se van a profundizar, porque el fenómeno es propio de las grandes ciudades�.
Es una suerte de círculo vicioso: �Al envejecer la población, es menor la proporción de mujeres en edad fértil, respecto del total�, explica Cacopardo. A esa circunstancia biológica, debe añadirse una cuestión social y cultural. �La mayor participación de la mujer en el mercado laboral contribuye a retrasar el nacimiento del primer hijo y a limitar la cantidad de partos. Además, hay una mayor difusión de los métodos anticonceptivos que hace una o dos décadas, y el control social por parte de la Iglesia Católica es cada vez menor�, agregó. Las mayores posibilidades de estudiar o hacer una carrera profesional retrasan también la edad del matrimonio. Según las estadísticas oficiales, en la ciudad, la mayoría de las mujeres se casa entre los 25 y 29 años de edad. Entre 1980 y 1990 la mayor parte lo hacía entre los 20 y los 24. Esta postergación retrasa la aparición de los hijos y reduce el período fértil de la mujer.
No es ajeno a este fenómeno el interés de los padres por dotar a sus hijos de un alto nivel educativo. �Para lograr este objetivo, muchas veces creen conveniente limitar su descendencia�, explicó la especialista de la Universidad de Luján.
En cuanto a la comparación por barrios, en Monserrat se dio en el �99 un tasa de 23 nacimientos por cada mil habitantes, seguido por la Boca, con 18,9 y Pompeya-Soldati, con 19. En el extremo opuesto están Devoto, Villa Pueyrredón, Urquiza y Saavedra (ente el 10,2 y 10,7).
Las mayores tasas de mortalidad le corresponden a Mataderos-Liniers (17 por mil), Monserrat (16,6) y Barracas (15,9). Los menores, se dan en Villa Lugano (7,4 por mil) Núñez-Belgrano (8,8) y Palermo (9,3)
La Boca, en cambio, está al frente de los barrios con más crecimiento vegetativo, con 9 por mil habitantes, seguido por Lugano, con 8,9; Soldati-Pompeya, con 7,6 y Parque Patricios, con 7,4. En el polo opuesto, hay barrios con crecimiento negativo, como Liniers-Mataderos (-2) Villa Urquiza-Villa Pueyrredón (-1,9) y Villa Devoto (-1,1).
El crecimiento vegetativo de la población toma en cuenta solo los nacimientos y muertes de personas residentes en la ciudad. No considera el incremento de población originado en migraciones, que sumado al vegetativo indicaría el crecimiento global de la población. �A ese nivel el crecimiento también es muy bajo �concluyó Cacopardo�: mientras la zona sur recibe el aporte de inmigrantes internos y externos, en algunas zonas del norte la población emigra, especialmente hacia el norte del Gran Buenos Aires�.
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