�Hagamos un acuerdo en el que no nos pongamos de acuerdo y luego busquemos si estamos de acuerdo con nosotros mismos.� Esta podría ser la frase que resume las posiciones de Israel, la Autoridad Palestina y sus mediadores en las febriles negociaciones que, aunque no conducen a un final claro igual, extrañamente, avanzan. Ayer, el presidente egipcio Hosni Mubarak salió de una reunión con el canciller israelí Shimon Peres anunciando que había un acuerdo para el cese de la violencia entre ambas partes. Peres lo desmintió, el líder palestino Yasser Arafat se sorprendió y todo terminó en que los dos se envíen signos mutuos de distensión. Entretanto, la fuerza armada del movimiento de Arafat, Tanzim, rechazó ayer su disolución ordenada anteayer por su jefe.
Uno de los principales interrogantes en torno a la actual Intifada es cuánto quiere o puede controlar Arafat al pueblo palestino (ver entrevista en la otra página). Sobre el �querer�, parece que el líder palestino ahora no quiere dejar dudas. Luego del anuncio de la disolución del Tanzim, ayer ordenó el arresto del portavoz de la organización fundamentalista islámica Hamas, Abdel Aziz Rantisi, cuando hace no tanto tiempo, Arafat jamás desmintió las denuncias israelíes sobre varios terroristas de Hamas liberados de las cárceles palestinas.
Sobre el �poder�, Arafat efectivamente deja dudas. El Tanzim, conocido entre los palestinos como los Comités de Resistencia Popular, manifestaron ayer e un comunicado su voluntad de �continuar la lucha contra la ocupación israelí� y agregaron que no encontraban �ninguna justificación� a su disolución. Y el líder de Al Fatah en Cisjordania, Marwán Barghouti, dijo ayer que la intifada palestina continuará aunque los dirigentes lleguen a un acuerdo, y reafirmó que �cualquier gobierno que no lleve al fin de la ocupación no sobrevivirá�. Al menos por ayer, Israel pretendió acompañar los gestos de distensión de Arafat con otras tantas medidas conciliadoras. Según una fuente de la monarquía jordana, Peres anunció a su colega que Israel ordenó ayer �la reapertura del aeropuerto de Gaza, el aumento de los permisos acordados a los trabajadores palestinos en Israel y la mejora de las condiciones de los pescadores palestinos�.
De todos modos, hay que ver cuánto del núcleo duro de las negociaciones israelo-palestinas pueden avanzar. En el marco del plan jordano-egipcio de mediación, Peres primero viajó a Egipto para hablar con Mubarak y luego a Jordania para hacer lo mismo con las autoridades de su monarquía. La cuestión es clara y descansa en parte en el �poder� y el �querer� de Arafat. Israel quiere de dos a tres meses de interrupción total de la violencia para volver a la mesa de negociaciones. Esto es: un disparo de mortero más de una fuerza oficial palestina, un atentado suicida más, y todo vuelve a fojas cero. Los palestinos contraofertan tres semanas de tregua, quizás porque llegar a tres meses si un solo tiro sea casi una quimera. Quizás con Peres se pueda hablar más sobre plazos, algo que sabe el premier Ariel Sharon cuando insistió ayer que la interrupción de la violencia debe ser �total y permanente� para volver a la mesa de negociaciones.
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