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Duras penas para taxistas que violaron y robaron

Un tribunal oral condenó a un taxista a una pena única de 25 años �sumó condenas previas� y a su acompañante a 18 años, por tres asaltos a bordo del auto. En el caso más grave, las dos pasajeras fueron secuestradas y violadas.

Los taxistas fueron juzgados
por tres hechos de 1999.

La mafia de los taxis cuenta ahora con un integrante menos en la calle: un taxista que, junto a otra persona, asaltaba a sus pasajeros, y en una oportunidad llegó a secuestrar y violar a dos jóvenes, fue condenado por un tribunal oral a 16 años y medio de prisión, pero dado que tenía condenas previas le impusieron una pena única de 25 años. Su cómplice, que habitualmente viajaba escondido en el interior del auto para sorprender a las víctimas, fue sentenciado a 18 años. Los dos fueron juzgados por tres hechos ocurridos entre agosto y octubre de 1999, ambos tenían antecedentes penales y habían salido en libertad unos meses antes de cometer esos delitos.
Las sentencias recayeron sobre Miguel Angel Borella, un taxista de 34 años, y su cómplice, Omar Ricardo Senillosa, de 45, quienes fueron condenados por “abuso sexual agravado por haber mediado acceso carnal y robo agravado por su comisión con armas”.
El más grave de los hechos lo realizaron el 30 de agosto de 1999, cuando violaron a dos mujeres jóvenes y las mantuvieron secuestradas por casi 9 horas. Las dos chicas tomaron un taxi a la salida de sus trabajos, y tras recorrer unas pocas cuadras, Senillosa, que viajaba escondido en el hueco del asiento del acompañante, las amenazó con un arma, en complicidad con Borella, el chofer del taxi. Las jóvenes estuvieron nueve horas a merced de estas dos personas, fueron obligadas a mantener sexo oral con ambos y a revelar la clave de sus tarjetas de extracción de dinero por cajeros automáticos, mediante la cual les robaron dinero.
Apenas tres días antes, el 27 de agosto, las mismas dos personas habían cometido un delito similar con otras dos jóvenes, aunque en ese caso no las violaron y las liberaron un par de horas después de cometer el robo.
Sus andanzas continuaron el 4 de octubre, cuando, con el mismo modus operandi, asaltaron a un periodista de la oficina de prensa de San Lorenzo. Los ladrones, disconformes con el dinero que llevaba encima, obligaron al joven a conducirlos a su casa. Una vez allí, despojaron de sus pertenencias a sus padres. Pero uno de sus hermanos, que estaba en la planta alta de la casa, llamó a la policía, que logró detenerlos.
El Tribunal Oral Nº 4 condenó a Borella –que tenía condenas previas y había salido en libertad el 23 de enero de 1998– a una pena única de 25 años de cárcel. En tanto, su cómplice, Senillosa –también con antecedentes y en libertad desde el 25 de enero del mismo año– fue condenado a 18 años de prisión.
Ambos fueron reconocidos por todas sus víctimas en rueda de presos, pero con una particularidad que resultó fundamental para que los jueces emitieran sus sentencias: una de las mujeres violadas recordó que uno de sus agresores tenía un lunar en la zona inguinal y un tatuaje en una de sus manos. La defensa de los imputados intentó deslindar responsabilidades de ambos sosteniendo que habían actuado bajo el efecto de las drogas ya que, según los testimonios, ambos inhalaban constantemente “un polvo blanco”. Pero los jueces no pudieron comprobar que se tratara efectivamente de cocaína y, a raíz de la forma en que se condujeron en los tres episodios, concluyeron que los condenados eran plenamente conscientes de sus actos y de la criminalidad que ellos implicaban.

 

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