Negruras
El paso al costado de Chacho Alvarez, que abdicó de su jefatura
unipersonal en el Frepaso, muestra en su dimensión unos de
los fenómenos actuales del país y del mundo: la dificultad
extrema de construir liderazgos populares alternativos por vías
democráticas, sin que los poderes hegemónicos los
neutralicen o los absorban. A propósito, nadie habla ya de
la tan meneada tercera vía que entusiasmó
por un rato a los social-demócratas europeos. En el caso
particular de Alvarez, además de esa situación general,
influyeron sin duda otros elementos específicos, como la
decepción popular con la Alianza, su fracaso en desalojar
del Senado y de la política a los opacos y a los manos
sucias, su propia verticalidad en el mando que le evitaba
cuestionamientos internos directos pero, a la vez, le otorgaba la
máxima responsabilidad por lo que sucedía, o mejor
dicho, por lo que nunca sucedió: el cumplimiento de las promesas
electorales. Aunque se veía venir la abdicación, todavía
hay quienes se resisten a aceptar que el talento innovador, el carisma
mediático y la voluntad para la construcción de alternativas
hayan sido cualidades pasajeras o una ilusión sin fundamentos
duraderos. El futuro lo dirá.
Lo cierto es que la noticia es otro elemento que contribuirá
a la depresión generalizada, dándoles más empuje
a los augurios sobre el futuro del país que azotan el ánimo
público con versiones apocalípticas. Que el Gobierno
caerá antes de completar su mandato de cuatro años,
que Domingo Cavallo se inmolará en el cruce del fracaso en
su gestión con la desmesura de su temperamento, que si Carlos
Menem va preso los bandidos de cuello blanco harán frente
común en una estrategia de tensión para destrozar
a los partidos mayores si no hay pacto de impunidad, que la declinación
del Frepaso amputará la posibilidad de levantar una fuerza
alternativa de alcance nacional vaya a saber por cuánto tiempo,
que habrá más desempleo y menores salarios, que la
violencia de todo tipo destrozará cualquier posibilidad de
convivencia y cada núcleo social vivirá en espacios
insulares, que la incapacidad para encontrar un camino bienhechor
esterilizará la resistencia popular volviéndola inútil,
que los mercados son invencibles, que ser inviable es
el destino nacional. Algunos creen en este tipo de profecías
y otros las usan para intimidar y doblegar la voluntad ciudadana.
Eduardo Galeano lo explicó así: En el mundo
al revés, la libertad oprime: la libertad del dinero exige
trabajadores presos de la cárcel del miedo, que es la más
cárcel de todas las cárceles. El dios del mercado
amenaza y castiga; y bien lo sabe cualquier trabajador, en cualquier
lugar. El miedo al desempleo, que sirve a los empleadores para reducir
sus costos de mano de obra y multiplicar la productividad, es, hoy
por hoy, la fuente de angustia más universal. ¿Quién
está a salvo del pánico de ser arrojado a las largas
colas de los que buscan trabajo?. Así es, la universalidad
del flagelo aumenta la sensación de impotencia entre los
que se oponen a la cadena perpetua. También hay que decir
que la desgracia no es igual para todos los desamparados. No es
lo mismo ser desocupado aquí que en España, debido
a la incapacidad, la indiferencia o la codicia de los que pueden
influir en las políticas públicas en la Argentina.
El subsidio al desempleo de 380 pesos mensuales que, en su momento,
fue una iniciativa de la CTA ahora ya pertenece al sentido común
de las mayorías, al punto de convertirse en una suerte de
test para evaluar el sentido popular del Gobierno. Es la definición
obligada para cualquier discurso que se refiera al progreso y al
bienestar general.
Hay quienes quieren creer, todavía, que se puede quedar bien
con Dios y con el Diablo, con la justicia social y los banqueros,
al mismo tiempo. Es imposible, hay que elegir. Hasta Domingo Cavallo
fue disciplinado por los mercados y por el Fondo Monetario
Internacional, a los que pretendióningunear,
para que regresara a la ortodoxia del modelo que aparece
detrás de la hipócrita admonición sobre la
austeridad fiscal. Impuestos, rebaja de salarios y desempleo masivo
son ofrendas obligadas a los acreedores financieros. Ellos quieren
a López M. sin que les importe la opinión popular.
En esa morsa está apretado el Gobierno, que coincide con
la preferencia de los acreedores pero necesita juntar votos de los
ciudadanos para sobrevivir en el cargo público. La experiencia
de reunir los intereses de los más ricos con los votos de
los más pobres ya la desgastó Menem hasta el hartazgo,
como para que se pueda repetir mediante el trámite de frotar
la lámpara de Mingo. La contradicción entre el gusto
ajeno y la necesidad propia es la razón última de
las deposiciones gubernamentales, aún más que la ausencia
de liderazgo y autoridad, la psicología presidencial o la
influencia del pop latino de Miami en la percepción oficial
de la realidad argentina.
Cuando todo se reduce a las cualidades o defectos de una o dos personalidades,
la probabilidad de superar la coyuntura queda estacionada en un
callejón sin salida, sean en el gobierno como en un partido.
Tal vez una mirada más larga que la del día a día
permita obtener una visión más dinámica y,
a la vez, menos sujeta al puro voluntarismo, en lugar de caer en
la depresión de las profecías apocalípticas.
En menos de una década, los impulsos populares pusieron en
movimiento y empinaron fuerzas nuevas y en dirección contraria
al establishment. Crearon dos instancias sindicales distintas a
la única existente, como son la CGT de Hugo Moyano y la CTA
de Víctor De Gennaro, que han protagonizado, cada cual en
la medida de sus convicciones, actos de desobediencia o rebeldía,
apoyando además formas nuevas de lucha, como la Carpa Blanca
de los docentes, el piquete callejero y los escraches.
Alentaron al Frente Grande, luego Frepaso y más tarde Alianza,
subiéndolos a pulso a los niveles más altos del sistema
de representación, mientras desarticulaban las pretensiones
del menemismo a la perpetuidad. Formaron decenas de organizaciones
no gubernamentales, en las que trabajan numerosos contingentes de
voluntarios, dedicados sobre todo a la solidaridad con los excluidos
y desamparados, muchos de los cuales les deben la sobrevida en estos
infelices años. Metió en la cárcel o provocó
el enjuiciamiento de algunos jerarcas del terrorismo de Estado que
habían sido indultados y, aunque con exasperante lentitud,
la corrupción comienza a ser acosada por múltiples
voces. Argentina forma parte de un movimiento internacional contra
los violadores de derechos humanos y, de a poco, contra la riqueza
ilegítima, que está cambiando el panorama internacional
en estas materias.
Esta enumeración, aunque incompleta, alcanza para mostrar
la potencialidad disponible. Sin embargo, a pesar de ser bastante
no es suficiente. En primer lugar, porque algunas de esas fuerzas
emergentes, ante todo la Alianza, defraudaron las expectativas de
su construcción original. Casi diez años le llevó
a Chacho Alvarez la organización del Frepaso hasta la victoria
electoral de octubre de 1999 y, a partir de allí, el ejercicio
del Gobierno lo devoró en poco más de diez meses.
Durante el trayecto propuso con insistencia el reemplazo de la cultura
testimonial, que atribuía a la tradición de
la izquierda, por una cultura de poder que colocara
al movimiento popular en condiciones de hacer otro país
posible. Su actual retirada puede dar lugar a equívocos
y confusiones que trastoquen el pensamiento de los más golpeados
y radicalizados por la exclusión social. Las vías
de la violencia política han sido probadas sin éxito
a costa de muchas vidas, cuando el panorama internacional y regional,
a diferencia del que hoy predomina, prometía transformaciones
de vidas y sistemas. Aún con esa ventaja relativa, esa vía
llegó a un punto ciego y aunque la democracia tampoco ofrecióvictorias
sostenidas no ha llegado, ni mucho menos, a su propio agotamiento,
sobre todo en la conciencia pública.
Por lo pronto, porque algunas ideas del modelo hicieron
nido en el sentido común de las mayorías, por ejemplo
la inutilidad del Estado, el recurso de las privatizaciones a mansalva,
los altos costos de las instituciones políticas (son caros,
pero inútiles) como si el salario de hambre, el horario de
goma y el despido libre no fueran costos aún más altos
que los criticados (muchas veces con razón, cuando se hace
la crítica sin la malicia de los que desprestigian para eliminar
obstáculos a sus propios planes). El desconcierto provocado
por la frustración de esperanzas más las angustias
por la recesión renuevan expectativas que a simple vista
parecen el resultado de un ataque colectivo de amnesia o ejercicios
de fantasías, pero en todo caso no habilitan a nadie a pensar
en atajos que corten camino.
En una reciente encuesta de Graciela Römer y Asociados, los
resultados indican: El crecimiento de la imagen del ministro
Cavallo (47 por ciento de imagen positiva), los altos niveles de
adhesión que despertó su ingreso al gobierno de la
Alianza (65 por ciento) y los evidentes signos de esperanza en el
mejoramiento de la economía en el corto plazo (57 por ciento)
no parecen generar, sin embargo, expectativas en temas tales como
la disminución de la desocupación donde sólo
un 11 por ciento cree que podrá lograrlo, el mejoramiento
de la pobreza un 8 por ciento cree lo mismo y las mejoras
en la situación actual de la clase media (12 por ciento).
Más que crédulos u olvidadizos, desesperados por la
ausencia de relevos adecuados. El movimiento popular carece de dirección
política con la convocatoria y la credibilidad general indispensables
para imponer un rumbo distinto a los asuntos públicos. Las
sociedades no forjan nuevas direcciones políticas a la misma
velocidad con que las anteriores se desgastan o se envician. Es
la ventaja relativa de los mercados que, debido al peso
específico de sus influencias en la toma de decisiones y
a la gravitación de su programa único en los partidos
mayores, no tienen obligación de sustituir liderazgos, ya
que no están sometidos al voto popular, y les basta con reemplazar
administradores o gerentes.
Así ocurre, por ejemplo, con la batalla con la corrupción.
¿Qué fuerzas los protegen que resultan tan inasibles
incluso cuando las evidencias son indiscutibles? Algunos dicen que
la impunidad es el resultado de una Justicia ineficiente o corrompida,
otros la atribuyen a complicidades recíprocas como sucedió
en el Senado nacional y también a las dificultades para reunir
evidencias con valor judicial. Todo eso y más puede ser posible,
pero hay otro dato que el senador estadounidense Levin lo resumió
así: Se calcula que una suma de entre 500.000 millones
y un billón de dólares, procedente de los medios de
la delincuencia mundial, se mueve a escala internacional y se deposita
en cuentas bancarias. La mitad de esa suma viene a parar a Estados
Unidos. Sumando la plata negra procedente de coimas, evasiones
fiscales y otras prácticas similares, expertos financieros
llevan esa cantidad total a tres billones (millón de millones)
de dólares por año. El profesor Jaime Petras sostiene
que sin esa lavandería más o menos clandestina la
capacidad de crédito del sistema financiero de Estados Unidos,
su influencia en el comercio internacional y la carga de su déficit
serían insoportables para la mayor potencia del planeta.
¿Está claro a quiénes hay que confrontar cuando
se intenta desalojar a la corrupción en todas sus formas?
Otro tanto sucede cuando se observa el panorama obrero. El poder
económico está más monopolizado que nunca,
pero los países y las personas compiten en lo que pueden:
a ver quién ofrece más a cambio de menos, a ver quién
trabaja el doble a cambio de la mitad. A la vera del camino están
quedando los restos de las conquistas arrancadas por dos siglos
de luchas obreras en el mundo. Galeano, autor de esta observación,
indica otrasdificultades para sindicalizar a los trabajadores. Por
un lado, el creciente número de trabajadores informales (en
negro, bah) en todas partes en la Argentina ocho de cada diez
empleos nuevos y, por el otro, en la industria posmoderna
el trabajo ya no está concentrado. Los contratistas
fabrican las tres cuartas partes de los autos de Toyota. De cada
cinco obreros de Volkswagen en Brasil, sólo uno es empleado
de la empresa. De los 81 obreros de Petrobrás muertos en
accidentes de trabajo en los últimos tres años, 66
estaban al servicio de contratistas que no cumplen las normas de
seguridad. A través de trescientas empresas contratistas,
China produce la mitad de todas las muñecas Barbie para las
niñas del mundo. Si a esto se agrega en la Argentina
la cantidad de desempleados, que en los viejos sindicatos perdían
la afiliación sindical junto con el trabajo, quedan en claro
algunas de las dificultades que enfrentan los organizadores obreros.
Pese a todas las dificultades, hay minorías que siguen empeñadas
en crear alternativas. La decepción con el Frepaso y la Alianza
los obligó a empezar otra vez desde abajo creando nuevos
focos, como el ARI (Elisa Carrió y el socialismo democrático),
el Frente para el Cambio (Alicia Castro y otros legisladores disidentes
de la Alianza) y el Polo Social encabezado por el cura Luis Farinello,
sin contar a los que intentan salvar lo que puedan del Frepaso,
cruzado ahora por las inevitables pujas internas en busca de ocupar
la silla vacía. No será de trámite fácil
y lo más probable es que surja una dirección partidaria
ampliada, no unipersonal como la que había con Alvarez, que
estará obligada a democratizar el debate interno para evitar
una implosión mayor. Sin la tradición de la UCR tampoco
están solos en la convocatoria que puede mantener agrupados
a las franjas progresistas de las clases medias ni a los trabajadores
con y sin empleo. A lo mejor, la reflexión colectiva, después
del paso atrás, sirve para dar dos pasos adelante. O, más
importante todavía, reforzar la convicción acerca
de la necesidad de abordar con energía la única fuente
de optimismo posible: la atención de la voluntad y los intereses
populares con la convicción de que las mayorías no
se ganan de una vez y para siempre. Esos tiempos también
pasaron.
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