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PANORAMA ECONOMICO
Por Julio Nudler

Discursos y zancadillas

Marcar el número necesario para sumarse a la teleconferencia mantenida ayer de mañana por Domingo Cavallo con operadores financieros de Nueva York permitió vivir, a módico costo, una experiencia bastante monótona pero interesante al fin. Quien a esta altura ya sienta alguna fatiga de escuchar al mediático mediterráneo habrá disfrutado al menos al descubrir cómo expone los mismos argumentos en su inglés algo trabajoso, fonéticamente deficitario pero más que suficiente para expresar su visión. En algún sentido tranquilizador resultó comprobar que sostenía el mismo discurso, bueno o malo, que predica aquí cuando les habla a los argentinos. Quizá diga en privado otras cosas, pero públicamente no cambia una coma. Fuera de esto, no deja de resultar mortificante el espectáculo de un superministro del Gobierno, y tan luego un aspirante a presidente de la Argentina, rindiendo examen ante un grupo de administradores de capitales especulativos, que plantean las obvias preguntas que les dicta esa mezcla de codicia y cobardía que gobierna las finanzas. En la cuestión de fondo, sobresalió el énfasis con que Cavallo le restó importancia al déficit estructural en la cuenta corriente del balance de pagos nacional, situando casi toda la responsabilidad de la crisis en el déficit fiscal, como compartiendo al milímetro el diagnóstico de FIEL. El detalle no es banal, porque ese concepto es la base de toda una política económica. Por el momento, sin embargo, Cavallo se maneja con una mezcla bastante variada y contradictoria de medidas, que no responden a una definición precisa y coherente del problema a resolver.
Mientras tanto, hacia el interior del Gobierno sigue librando batallas con contrincantes que, en apariencia, se han alineado detrás de los objetivos marcados por Economía. Así, entre las sordas luchas internas sigue prácticamente hundido el proyecto cavallista de crear un Ministerio de Seguridad Social. La semana pasada se anunció casi formalmente que la correspondiente Secretaría pasaría a depender de la Jefatura de Gabinete, pero Fernando de la Rúa no firmó el decreto. Radicales y frepasistas aseguran, con convicción, que el traspaso no tendrá lugar. De modo que Seguridad Social permanece en Trabajo, bajo el mando de Jorge San Martino, en la Anses continúa como interventor Rofolfo Campero y el superintendente de AFJP sigue siendo Francisco Astelarra.
Sí hubo en Anses un cambio de gerencia porque Julio Páez, que provenía del Nación, renunció ante la imposibilidad de avanzar en la reestructuración que impulsaba. En su remplazo fue nombrado Douglas Lyal, un hombre trasplantado por la ministra Patricia Bullrich de la secretaría de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios al organismo que se ocupa de los jubilados. Lyal cuenta con el apoyo de las huestes de Melchor Posse, Leopoldo Moreau y el delarruista Alberto López Bujanda (es decir, las vertientes del radicalismo bonaerense), que ya en diciembre de 1999 se repartieron el poder en el organismo. Este grupo, que llegó a un acuerdo de convivencia con Bullrich, está resistiendo las presiones de Cavallo, que quiere trasladar a la órbita de la Jefatura de Gabinete tanto a la Anses como a la Superintendencia de AFJP, para que ese paquete sea manejado por Armando Caro Figueroa, vice de Chrystian Colombo.
La consecuencia práctica de la impasse es una paralización tal de la Anses desde marzo que casi no da de alta a nuevos jubilados. Nadie define tampoco cómo ni cuándo se implementará la decisión gubernamental, impuesta por Economía, de liquidar en doce cuotas, y no al contado, los retroactivos por la demora en el otorgamiento de beneficios. Como el retraso se dilata y afecta a un número rápidamente creciente de pasivos en lista de espera, se está acumulando una deuda considerable, cuya única virtud, al menos para Hacienda, es que no aparece explicitada en los números oficiales. Es uno de esos pasivos que se mantienen ocultos y saltan a la luz de tiempo en tiempo.
Como en la Anses hay una gerencia específica, llamada de Capitalización, creada para ocuparse de los trámites de las AFJP, y esagerencia opera con más agilidad que el resto de las dependencias, los afiliados al sistema privado consiguen ahora que les otorguen el alta jubilatoria con tardanzas menores a las padecidas por quienes vienen del reparto, que parecen merecer un castigo superior por haberse aferrado al Estado. De todas formas, la demora promedia, según estimaciones, unos ocho meses, aunque hay quienes toman con pinzas este dato porque conocen muchos casos en que las esperas llegan a prolongarse más allá de los dos años.
Como justificación del tremendo atasco de trámites, en la Anses adujeron que en los últimos meses les llegó un aluvión de solicitudes para anticiparse al recorte o la supresión de la PBU (Prestación Básica Universal) por obra de la nueva reforma previsional, que se pretendió instrumentar mediante un DNU (decreto de necesidad y urgencia) en diciembre. Pero nadie entregó precisiones sobre cuántos pedidos de jubilación ingresaron, y por ende se vuelve imposible cuantificar la deuda que está generándose por la parsimonia administrativa. Varias AFJP, ante la lluvia de cartas documento que reciben de sus afiliados, exasperados por la dilación, ofrecen comenzar a desembolsarles pagos parciales como anticipo sin esperar ni firma ni sello de la Anses, pero ello sólo cuando están seguras de que el beneficio será otorgado. Todo lo adelantado se descontará luego del retroactivo.
Mientras tanto, la reformulación de la reforma previsional sigue empantanada porque nadie sabe con quién corresponde discutirla. Todo lo que se sabe es que en los próximos meses el Ejecutivo enviará al Parlamento un proyecto de ley, según se establece en el memorando con el FMI. Pero el propio San Martino, como secretario de Seguridad Social y radical próximo a Ricardo López Murphy, ignora qué posición defender respecto de la PBU porque ni desde Economía ni desde la Rosada le bajan definiciones. Como la cuestión quedó excluida de los poderes especiales delegados por la Legislatura al Ejecutivo, no le será sencillo al cavallismo introducir las futuras jubilaciones en el exprimidor del ajuste, aunque no renunciará a lograrlo.


 

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