Por Silvina Friera
La presidenta de la Asociación
para la Defensa del Periodismo Independiente (Periodistas), Magdalena
Ruiz Guiñazú, eligió un artículo de Santiago
Cantón para presentar Ataques a la Prensa, informe 2001, en la
sala Leopoldo Lugones, en coincidencia con el Día Mundial de la
Libertad de Prensa. Los periodistas escriben sin parar, en diarios,
revistas, libros. Denuncian casos de corrupción. Critican a los
funcionarios públicos. Algunas veces se equivocan. La gente los
lee, los escucha, respeta y conoce los casos de corrupción porque
compran aquel diario en donde los periodistas escriben sin parar. El ciudadano
vive en democracia y por eso elige lo que quiere leer, pensar y decir.
En las elecciones emitirá su voto con la información que
recibió. La libertad de expresión molesta. La crítica
incomoda. Altera. Produce miedo, desconfianza y un periodista termina
preso por expresar sus ideas. O quizás hasta lo maten. Otros periodistas
se callan por temor, leyó Ruiz Guiñazú, acompañada
por el periodista de Página/12 Horacio Verbitsky y Nelson Castro.
Es cierto que nosotros elegimos lo que queremos en la democracia,
lo malo es que no podamos querer lo que elegimos, acotó Verbitsky
respecto al texto de Cantón, relator especial para la libertad
de Expresión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Inmediatamente,
el periodista de Página/12 explicó el caso paradigmático
contra la libertad de expresión que sufre el periodista Eduardo
Kimel, autor del libro La masacre de San Patricio, investigación
que desentraña la terrible matanza de los sacerdotes palotinos
durante la última dictadura militar. Kimel entre el público
fue sentenciado con pena de cárcel y el pago de una multa en un
largo juicio por calumnias e injurias. Periodistas presentó el
caso Kimel ante la CIDH y pidió que se aplicara la solución
amistosa.
En caso de un agravio o una ofensa, cometida por cualquier ciudadano,
sea o no periodista, contra un funcionario público, este funcionario
sólo podrá hacerle un juicio civil en el fuero que regula
las relaciones entre las personas, donde la sentencias judiciales obligan
a una reparación de tipo económico y no a la pérdida
de la libertad del que es vencido en el juicio, dijo Verbitsky,
y aclaró que esos juicios civiles eran los únicos admisibles.
A esta altura de la civilización contemporánea no
es aceptable que una persona pierda su libertad por decir o escribir algo,
reflexionó. En esos juicios civiles se invierte la carga
de la prueba. No corresponde a la persona que escribió o expresó
algo probar que dijo la verdad, sino que corresponde al ofendido probar
que mintió, precisó. No sólo debería
probar que esa afirmación era falsa, sino que la persona que la
hizo conocía que era falsa o al menos no hizo ningún esfuerzo
por descifrar su veracidad.
La solución, impulsada por Periodistas, fue un proyecto de ley
para despenalizar el delito de calumnias e injurias contra los funcionarios
públicos. Verbitsky recordó que en los últimos días
de la administración anterior, el ex presidente Carlos Menem suscribió
la solución amistosa y se comprometió a sancionar esta ley.
Los senadores José Genoud (UCR) y el justicialista Jorge Yoma firmaron
el proyecto de Periodistas y lo enviaron al Congreso y, posteriormente,
Fernando de la Rúa habilitó su tratamiento en el Congreso.
En eso estábamos cuando el entonces presidente de Periodistas,
Joaquín Morales Solá, destapó los escándalos
de los sobornos en el Senado y en esos meses la Corte Suprema condenó
a Eduardo Kimel, puntualizó. Actualmente el jefe de gabinete
de ministros, Chrystian Colombo intenta introducirle algunas mejoras.
Ya sabemos lo que quiere decir mejorar un proyecto en
la Argentina, ironizó Verbitsky.
Para Nelson Castro, la situación de hostigamiento a la prensa argentina
es permanente. Hay varias denuncias, sobre todo en el interior del
país, donde el poder político tiene un control mucho mayor
porque dispone demedios de comunicación. Además, las economías
dependen altamente de ese poder político, que cercena las condiciones
económicas de algunos medios y esto es un ataque directo a la libertad
de prensa, muy calculadamente realizado, advirtió Castro
y se refirió a la situación del periodista Marcelo Bonelli,
que publicó la declaración jurada del ex titular del PAMI
Víctor Alderete. Aunque el juez reconoció que lo publicado
era verdadero, Bonelli está con una sentencia judicial contraria.
En muchos estamentos judiciales hay un gran recelo del accionar libre
de la prensa, enfatizó.
Después, comenzaron las preguntas del público vinculadas
con la profesión periodística, el hostigamiento a los periodistas
(con la especial preocupación de los numerosos estudiantes de periodismo
presentes), la política y las ventas de armas, entre otros temas.
La prensa le cae muy mal al gobierno nacional, le molesta mucho
a los funcionarios. El ex presidente de los Estados Unidos Richard Nixon
decía que los periodistas eran unos hijos de puta y si hubiera
podido los hubiera matados a todos, respondió Verbitsky.
El presidente De la Rúa se pone de malhumor cuando los periodistas
informan cómo llena el avión de zánganos para pasear
por Italia o hace referencia a las andanzas de Aíto y de la juventud
antoniana, concluyó.
De presidentes y ministros
En el transcurso de la charla, una señora tomó el
micrófono y le pidió a los periodistas que le explicaran
un poco la situación en el país, en la Cámara
de Diputados, en el Senado, hasta que se animó y preguntó:
¿Quién es el Presidente? Mientras todos
se reían, Verbitsky le contestó que el Presidente
es el marido de Inés Pertiné. Y enseguida
agregó: Su pregunta transmite el estado de perplejidad
generalizado de la sociedad. Domingo Cavallo está en el Gobierno
porque lo dejamos, cerca de la mitad de la ciudadanía estaba
de acuerdo en que volviese al Ministerio de Economía. Para
entender lo que sucede en la política tenemos que mirar lo
que pasa en la sociedad.
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MESA
REDONDA: LAS COMUNICACIONES EN EL SIGLO XXI
El futuro llegó hace rato
Por Karina Micheletto
Los semiólogos Eliseo
Verón y Oscar Steimberg, y el especialista en nuevas tecnologías
Alejandro Piscitelli, tres nombres que circulan con frecuencia en las
carreras de Humanidades se reunieron en la Feria del Libro para hablar
sobre un tema que prometía girar alrededor de cuestiones del futuro:
Las comunicaciones en el siglo XXI. Cada cual a su turno,
se encargaron de corregir el equívoco: el futuro ya llegó,
y dista mucho de ser cualquier cosa que se haya vaticinado sobre él.
La velocidad con que se están sucediendo las transformaciones en
el campo de las tecnologías de la información hace imposible
cualquier tipo de pronóstico, aunque sea a corto plazo. No
nos enseñaron a hacer profecías, advirtió Verón,
dedicado en los últimos años al estudio de los discursos
sociales en los medios de comunicación. Hace cincuenta años
pululaban los profetas profesionales, hoy han desaparecido, en parte porque
ninguno de ellos pudo sostener sus posturas, y celebro que haya sido así,
reflexionó. En cambio, prefirió hacer un análisis
respecto de los signos del pasado reciente en los que puede rastrearse
el inicio de las rápidos cambios actuales. Creo que los cambios
más importantes se dieron al nivel de la circulación de
los mensajes, afirmó el autor de La semiosis social. La
posibilidad de un soporte autónomo genera fenómenos de descontextualización.
Es interesante ver que, si bien lo que circula es lo mismo, es diferente
en todas partes. La sociedad se vuelve más compleja, contra todas
las teorías apocalípticas no deviene en uniformidad,
apuntó.
Piscitelli centró su atención en el transitado debate acerca
de la desaparición del libro en manos de las computadoras: El
libro ya ganó la batalla, después de quinientos años
de evolución es una forma perfecta. Elegir entre libros o computadoras
es tan absurdo como optar entre respirar y comer, afirmó
el autor de Ciberculturas. La idea no es oponer átomos a
bits sino recuperar las ventajas que tiene cada soporte: la pantalla tiene
ventajas que no tiene el libro físico: almacenamiento, provisión
interminable de información desde cualquier fuente, posibilidad
de acceso a la información en tiempo real, multimedia, etcétera.
El libro en papel es tangible, transportable, barato y confiable, y sobre
todo es muy familiar a nuestros usos y costumbres, enumeró.
En el mundo se producen por año la friolera de dos hexabites
de información, un número equivalente a tres mil millones
de CD Rom, es claro que el desafío es producir y navegar la información
optimizando las posibilidades que brinda cada soporte, concluyó
el comunicólogo. ¿Tiene este presente algo del futuro
que imaginábamos en el siglo XX? ¿Qué queda de las
utopías y de las contrautopías?, se preguntó
Steimberg. Hoy es difícil ser utópicos, pero también
es difícil ser apocalípticos, porque eso implica pararse
en un lugar de certeza desde el que se advierte la catástrofe,
opinó.
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