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Tiempos de vísperas

Un hecho histórico tras otro. La bronca de Colombo. La salida de Chacho y la sorpresa de los frentistas. Carrió y Alvarez: presente y futuro. El menemismo sigue armando su defensa. El vértigo y el gobierno.

Opinión
Por Mario Wainfeld

La empresa estatal española Aerolíneas Argentinas sigue en pleno conflicto gremial. Los jugadores de fútbol paran. Se acelera el desfile de figuras del peronismo por los Tribunales de Comodoro Py. Llegan las cajas enviadas desde Estados Unidos rebosantes de información sobre el lavado de dinero. El Frente Grande pasa del éxtasis a la agonía en cuestión de horas: las que median entre la jura de Juan Pablo Cafiero y la reaparición pública de Chacho Alvarez. Los menemistas reniegan de un par de astillas que alguna vez fueron de su palo: el juez Jorge Urso y el fiscal Carlos Stornelli. En la Rosada resoplan de bronca, si no de temor, cuando aparece su correligionaria Elisa Carrió.
Todo induce a pensar que vivimos tiempos de vísperas, que algo está por estallar, que tanta excitación derivará en algún cambio cualitativo, imposible de predecir porque la coyuntura actual no se deja comparar con precedentes históricos. Demasiada complejidad, demasiado vértigo, demasiado ritmo para que se sostenga indefinidamente, sobre todo si no parece haber nadie que gobierne.
La sucesión de imágenes tremendas a veces parece atenuar la conciencia de su gravedad.
Jorge Urso citando a indagatoria al ex presidente de la Nación por un delito común, que una inmensa mayoría de la sociedad seguramente da por probado.
Erman González, que fue ministro de lo que a usted se le ocurra –y en tiempos libres diputado o embajador– parece otro. Con aire vencido y desdichado fatiga Tribunales calzando zapatos sin cordones (acaso porque los que los tienen no se permiten en las cárceles), vagamente contento porque gambeteó la celda por cuestión de días, asediado por los movileros. Huérfano de otro apoyo que no sean su hija, su abogado y su secretaria de añares. Desconectado de su jefe Carlos Menem, de sus compañeros de gestión que sólo esperan que no hable o que –si habla– se autoinculpe sin salpicar hacia arriba.
Elisa Carrió acusando en público a Chrystian Colombo y asegurando que nunca más le dirigirá la palabra a Fernando de la Rúa a quien acusa de traicionar su confianza y el contrato electoral con los votantes de la Alianza.
Carlos Alvarez rompiendo (por enésima vez) su enésimo silencio dejando en el descampado a sus compañeros del Frepaso.
Domingo Cavallo, el que se burlaba de los mercados, hablándoles en su propio idioma. El de los mercados, se entiende. Sunday Horse apelando a un inglés fluido pero con pronunciación de inmigrante recién llegado a Nueva York. El inglés mal pronunciado, chanceó alguna vez Gabriel García Márquez, es el idioma internacional y Supermingo acudió a esa variante globalizada del esperanto para hacer público su pedido de tregua o su rendición definitiva. Pedido que vino de la mano con una carta de intención digna de José Luis Machinea o de Ricardo López Murphy mas no de un neokeynesiano engrupido como era Cavallo a mediados de abril: magra estimación de crecimiento, ajustazo e impuestazo.
¿Dónde quedaron las ambiciones de Mingo de llegar a Presidente previa escala en el Ministerio de Economía, de ser el ministro del crecimiento y la reactivación? Tal vez en el mismo limbo en el que moran las promesas de la Alianza de ser distinta, de cambiar el rumbo, de ser eficiente. O, tan siquiera, de ser Alianza. Ese limbo donde hace rato sientan sus reales los cantos de sirena de restauración social, revolución productiva y salariazo que entonó uno de los tantos sospechosos que hoy –antes que dedicarse a la política– vive y duerme con un ojo puesto en Comodoro Py.

La ropa sucia no se lava en casa
Suele atribuirse al peronismo, con sobrada razón, la proteica cualidad de ser al unísono oficialismo y oposición. La Alianza ha conseguidoparafrasear ese milagro. Es el suyo un gobierno pletórico de opositores y casi huérfano de oficialistas. Su lógica es centrífuga, enormes sus capacidades para enzarzarse en internas feroces, para triturar el prestigio de sus cuadros gobernantes, para fraccionarse. La investigación sobre lavado de dinero es un ejemplo cabal, pero también apenas un ejemplo más.
Los diputados Carrió y Gustavo Gutiérrez sostuvieron una cruzada bastante solitaria por años. Una trama que en sus albores parecía disparar sólo al corazón del menemismo y sus aliados en el sistema financiero. Pero la llegada de las cajas conteniendo documentación desató una fenomenal tensión dentro del gobierno, que seguramente no cederá –por decir lo menos– en los próximos días. Los investigadores vienen insistiendo en la posible existencia de pruebas que involucrarían en el affaire al actual jefe de Gabinete. La repercusión mediática de esas sospechas detonó el jueves y dio lugar a insistentes rumores acerca de la renuncia de Colombo, que fueron desmentidas por el Presidente.
Fuentes cercanas a Colombo niegan que haya existido un planteo explícito de renuncia pero asumen que el jefe de Gabinete estaba enojadísimo, por la falta de apoyo, de solidaridad y hasta de interés que encontró en el propio Gobierno ante lo que interpreta como una injusticia. “Menem defendía lo indefendible pero De la Rúa no defiende a nadie”, se quejó un integrante del gabinete.
La incomodidad de Colombo ante la denuncia vino a engrosar un malestar político creciente: viene acumulando bronca desde hace unos días, por la costumbre de Supermingo de no compartir sus decisiones y ni siquiera avisarlas. No es el único que se encona por esos manejos. “No nos enteramos del arresto de Emir Yoma, vaya y pase, es una decisión del Poder Judicial... pero que seamos los últimos en conocer las decisiones de Mingo es un exceso”, ironizaba con trazas de sarcasmo un importante integrante de la Rosada acerca de un gobierno que siempre parece estar a la zaga de los hechos, aun la de los decididos por sus integrantes. Colombo, por ejemplo, se enteró de la ampliación del IVA a los medios gráficos, casi al tiempo de firmar el decreto, en la tarde del viernes 27 de abril. Unas horas antes había representado al Gobierno en un encuentro internacional de representantes de medios donde –desprevenido del porvenir inminente– había elogiado la exención de impuestos que regía hasta entonces.
Si bien Carrió prorratea sus críticas sobre buena parte de la corporación política, Colombo está en el centro de su mira. Una dura pulseada, cuya tensión posiblemente crecerá en los días por venir.

El Frepaso al Gobierno, Chacho a la oposición
“Lilita” Carrió prodigó dureza para referirse a Colombo y De la Rúa. El respeto y hasta el afecto los guardó para Chacho Alvarez. “Es una de las personas más buenas y decentes de la clase política argentina”, lo describió. Y prometió “vamos a tratar de construir un país para que pueda volver”.
En rigor, Alvarez no se fue del país ni –como bien analizó ayer en este diario Martín Granovsky– de la política. Tan solo (bueno, es una forma de decir) se distanció del gobierno, de la Alianza y del Frepaso, quizá en forma definitiva. Una decisión que –cual hiciera con su renuncia– no adelantó siquiera a sus más allegados. Sus, espaciados, diálogos con los dirigentes frentistas que le son más cercanos venían analizando “sincerar” su distanciamiento del “día a día” pero no adelantaban que –en vez de un distanciamiento previsible que hasta podía consensuarse– elegiría una fenomenal crítica a las andanzas del Frepaso, él incluido, desde octubre de 2000. Autocrítica que, bien leída entrelíneas, es más severa con su tropa que con él mismo (“no hice lo que sentía”, “me dejé llevar por las críticas socarronas”, “tuve una situación de tironeo que resolví mal”). El momento elegido por Alvarez para terminar de redondear su renuncia de hace seis meses es llamativo: precisamente cuando el Frente Grande volvió con todo al gobierno.
Cafiero juró el lunes como ministro de Desarrollo Social en un acto que –sin acomplejarse por la ausencia de Alvarez– tuvo un marco de euforia que los chachistas no compartían desde hace meses. El tono dominante en el Salón Blanco era el de la última oportunidad de diferenciarse desde el Ejecutivo, asumida con efusiva alegría por frentistas de todo pelaje: desde los más cercanos al oficialismo como Darío Alessandro hasta los más críticos como Marcela Bordenave.
También Marcos Makón tuvo un OK para reentrar, aunque su reingreso todavía no está cerrado, sujeto a un tira y afloja entre Colombo y Cavallo que se disputan el manejo de la Reforma del Estado.
Seguramente los más alelados por las definiciones de Alvarez son los -hasta ahora– más cercanos a él, incluidos Alessandro y Cafiero que militan con él desde hace tres décadas. Cafiero lo buscó denodadamente para pedirle su parecer acerca de la propuesta de sumarse al gabinete. Tras sudar la gota gorda consiguió su apoyo, tibio pero inequívoco. El jefe frentista también le recomendó “ayudar a Juampi” a Ricardo Mitre cuando éste le preguntó si acompañaba como jefe de Asesores al flamante ministro.
Desde su renuncia Alvarez intuye que viene diluyendo su mayor capital que es su relación casi inmediata con “la gente”, cuyo sentido común siempre supo interpelar. Su decisión íntima es volver a buscar esa empatía, que por años fue romance. Que haya elegido “volver a la gente” optando por el lugar de la oposición es todo un dato acerca de la viabilidad que Alvarez le diagnostica a la gestión Cavallo... o a la gestión De la Rúa.
“Ahora él está en un mundo y nosotros en otro”, describe, entre atónito y dolido, uno de los que compartían con él la mesa chica. “Fue sincero consigo mismo y terminó de hacer lo que ansiaba, pero nos dejó colgados del pincel”, pinta otro alto dirigente frentista. Mientras, tratan –sin especial éxito– de no deprimirse pensando qué saldo de poder les quedará para pujar dentro del gobierno o en el inminente tira y afloja con los radicales por la confección de las listas para las elecciones de octubre.
Tan llamativo como su alejamiento del Frente fue su acercamiento a Carrió. ¿Implicará esto una nueva dupla política? Es casi seguro que sí y que –en la compleja trama de la política nativa– será marcadamente opositora, bien mirada mucho más opositora que el PJ.
¿Surgirá una potente jugada electoral para octubre? Es temprano para dar una respuesta que no sea aventurada, hasta ahora no hay ningún acuerdo entre ambos. De hecho no se ven desde hace más de un mes ni han hablando más de una vez por teléfono en la última quincena. Por ahora (ver página 10) Carrió explica que no será candidata mientras presida la Comisión Investigadora. Y Chacho que no lo será, a secas. Pero el “no” de Carrió, según lo expresan sus propias palabras, no es definitivo y el de Alvarez podría tener eventuales variables si cambia las circunstancias o si un “operativo clamor” lo disuade.
Como fuera, quienes maquinan escenarios electorales no deberían dejar de sopesar uno inquietante para la Alianza: Carrió yendo “por afuera” con la compañía o alguna forma de apoyo de Alvarez. Un escenario que podría traducirse en la posibilidad cierta de que la coalición oficialista perdiera holgadamente en la peronista provincia de Buenos Aires y en la aliancista Capital.

Vísperas
Los tribunales, los medios, los debates políticos hablan de un país que produce más noticias que mercaderías. Que pone en el banquillo a losintocables de ayer pero no consigue modificar un ápice su herencia económica social. Todo se mueve muy rápido, pero hay datos muy graves inmutables. El vértigo de la política es totalmente asimétrico con el estancamiento de la economía. También es fenomenal la asimetría entre la velocidad de los acontecimientos y la lentitud de casi todo el gobierno. Un gobierno que suele enterarse por los diarios de la mayoría de las cosas que ocurren en días que combinan demasiada sorpresa y demasiado agobio.

 

 

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