Por
Cledis Candelaresi
A
los ojos del FMI, privatizar funciones de la Administración Federal
de Ingresos Públicos puede entrañar más costos que
beneficios. En un reciente trabajo distinguido con el sello de confidencial,
al que accedió Página/12, el Fondo Monetario Internacional
advierte sobre los riesgos de delegar en manos privadas la estratégica
función de cobrar impuestos y aconseja limitar una tercerización
a las áreas periféricas. El documento ahondará el
debate que desató en el seno del Gobierno la iniciativa de Domingo
Cavallo de confiar a empresas privadas la recaudación de tributos,
camino que ya comenzaron a transitar las principales provincias gobernadas
por la oposición.
Las reflexiones fondomonetaristas integran el apéndice del trabajo
titulado Argentina: nuevos desafíos para profundizar la Modernización
de la Administración Tributaria, redactado por John Crotty,
Juan Toro, Benjamín Schütz y Luis Pedroche. En su parte central,
el texto alerta sobre el débil control que ejerce la AFIP sobre
los contribuyentes y otras deficiencias operativas para combatir la evasión.
Pero lejos de postular la privatización como fórmula para
subsanar esos males aunque, al mismo tiempo, sin descartarla,
el FMI advierte sobre los límites y riegos que entraña una
eventual tercerización.
Privatizar la recaudación de impuestos no puede resolver
problemas de acatamiento fundamentales que existen cuando las leyes son
complejas y están redactadas de manera deficiente, cuando las facultades
de los agentes de ejecución se ven limitadas, cuando el respaldo
judicial al acatamiento impositivo es débil, y especialmente si
un país alberga una gran economía informal que el gobierno
no tiene voluntad política de combatir, alerta el Fondo.
Una advertencia similar reitera el documento en las Conclusiones. La
experiencia de todos los países muestra que el proceso de privatización
no es sencillo y a menudo no logra los incrementos en efectividad o eficiencia
buscados. A lo largo de varias páginas, los autores de Argentina:
nuevos desafíos... precisan sus reparos y recomiendan qué
privatizar y hasta dónde:
* Bajo la cuidadosa supervisión de la gerencia de la administración
impositiva puede resultar exitosa la tercerización del cobro
de impuestos en mora (ya vencidos) o de sistemas informáticos que
no entrañen el manejo de información confidencial. Pero
nunca la privatización de las responsabilidades centrales,
como liquidación, fiscalización y penalidades a quienes
incumplen.
* Los bancos suelen trabajar de un modo eficiente y efectivo
en la recaudación de impuestos, según demuestran acuerdos
instrumentados por países desarrollados. Pero esos mismos acuerdos
en países en desarrollo resultaron más problemáticos
debido a sistemas inadecuados utilizados por los bancos, la
débil supervisión y las sanciones inefectivas.
* Otro riesgo de una eventual privatización es el comportamiento
corrupto de los funcionarios responsables, que pueden buscar en
los contratos una renta personal, debido a los grandes montos que involucran.
O el apuro en concesionar los servicios, que puede inducir
a contrataciones poco ventajosas. El FMI alude expresamente al oneroso
contrato que la DGI había celebrado con la UTE IBM Banelco para
la recaudación de aportes a la seguridad social, rescindido por
el ex administrador Carlos Silvani.
* Las mejoras buscadas con una eventual privatización deben ser
detalladas y cuantificadas, sin utilizar los vagos términos de
sustantivo o sustancial aumento en la recaudación.
El contrato debe ser seguido por un funcionario de alto rango,
aunque, por el empleo de su tiempo, esto puede resultar oneroso
para la institución.
* Debe ser especialmente resguardado el secreto tributario y contemplada
su eventual violación, en caso de que la empresa privada tenga
acceso adatos confidenciales. Los empleados del contratista deben
ser sometidos a las mismas sanciones penales por violación de las
leyes de confidencialidad que los de la DGI.
Las recomendaciones del organismo multilateral están muy a tono
con lo que postulan algunos técnicos del gobierno, convencidos
de que sólo puede transferirse al sector privado un segmento específico
de la recaudación, pero nunca el sustancioso botín de los
ingresos totales de DGI y Aduana, próximos a los 50 mil millones
anuales.
La ley impone algunos límites a cualquier aventura privatizadora.
Una es la inviolabilidad del secreto fiscal, principio que podría
vulnerarse si se confía a una empresa privada la base de datos
íntegra de los contribuyentes. Otra es la propia Constitución,
que reserva al Estado la función de cobrar impuestos y de determinar
quién debe pagar y cuánto. Al margen de las advertencias
del Fondo, cualquier intento de transferir a manos privadas el cobro de
impuestos estará acotado por esas restricciones.
AFIP,
sociedad anónima
Por
C.C.
El
ministro de Economía y su equipo están dispuestos
a avanzar en una reestructuración de la Administración
Federal de Ingresos Públicos, que implicaría ceder
a manos privadas la tarea de recaudar, aunque con un alcance aún
no precisado. La iniciativa surge como políticamente viable,
ya que da cuerpo a una idea que estudia la Jefatura de Gabinete
desde hace meses e intenta a nivel nacional lo que se está
ensayando en el interior.
La iniciativa de Domingo Cavallo, sólo un capítulo
de la reforma estatal en ciernes, consiste en transformar la AFIP
en una sociedad anónima que luego se subdividiría,
según las funciones. La sociedad destinada a la cobranza
sería ofrecida al sector privado posiblemente por regiones,
para alentar la competencia. La intención cavallista no es
otra que reproducir el modelo que siguió el ministro en su
anterior gestión para privatizar Segba, tarea que entonces
fue encomendada al actual titular de Infraestructura, Carlos Bastos.
Con esa fórmula, Economía reservaría para el
fisco las indelegables misiones de supervisar y evaluar el comportamiento
tributario de los contribuyentes. Es más. Los cavallistas
aspiran a que la AFIP esté focalizada en esa tarea de control,
delegando los trámites de cobranza a bancos, empresas postales
o algunas firmas internacionales especializadas en la recaudación
de tributos. En rigor, la propuesta empalma con una idea que el
gobierno de la Alianza estudia desde hace tiempo, sin haber conseguido
hasta ahora una manera de tercerizar la recaudación con perspectivas
de eficacia y sin vulnerar la legislación vigente.
Mientras tanto, las provincias justicialistas hacen punta con iniciativas
privatizadoras. El gobernador de Córdoba, José Manuel
De la Sota, transfirió al sector privado el cobro de tributos
provinciales en mora, a través de un esquema que le permitió
conseguir 200 millones de pesos por anticipado (a cuenta de la futura
recaudación), conservando para la provincia su poder de policía.
Carlos Ruckauf seguirá un camino semejante. En el mismo acto
en que días atrás firmó con Economía
un acuerdo de ajuste fiscal, el gobernador se admitió dispuesto
a confiar la recaudación a quien recaude para la Nación.
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