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TACTICAS Y ANSIEDADES DE LA CARPA MENEMISTA
Cálculo, estrategia, temor

 

Entre la alegría por Erman y los temores por Emir, el círculo íntimo de Menem sigue con lupa cada gesto del juez Urso.

 

Por Miguel Bonasso

El 13 de julio puede ocurrir esto: Carlos (Menem) sonríe, se acerca al amigo (el juez federal Jorge Urso) y le susurra en la oreja: ‘Si yo voy a Marcos Paz (el penal), te llevo a vos conmigo’. Luego se pone serio y dice en voz bien alta, para que todos escuchen: ‘Su Señoría, aquí estoy a sus órdenes’”. Es una fantasía, claro, cuyo único valor radica en el hombre que la elabora y la suelta ante el cronista: un miembro discreto, pero influyente de lo que ha dado en llamarse La Carpa. La parábola contiene más de un significado, entre los que no cuesta destacar el despecho del que se siente traicionado por un magistrado designado por el gobierno menemista. Un despecho que esconde un análisis profundamente pesimista, tanto en el plano penal como en el político, que deslizará minutos después con amargura: “Desde que encanaron a Emir (Yoma) ya nada volverá a ser igual. Ni para él, ni para Carlos, ni para ninguno de nosotros”. Análisis que coincide con la apreciación de un funcionario muy cercano al presidente Fernando De la Rúa, que el viernes le confesó –en estricto off the record– a Página/12: “No estoy diciendo que me guste, porque sería muy jodido para la imagen del país, pero hay serias probabilidades de que Carlos Menem termine preso en la causa de las armas. No dudo que Urso va a seguir adelante”.
La charla con el augur menemista tiene lugar en una casa recoleta y confortable, y el cronista debe aguzar su oído fatigado porque la fuente informal enciende la radio y pone una emisora de frecuencia modulada que, según él, “neutraliza el láser” de los que cerca escuchan y graban. Al hombre se lo ve triste, cansado, quizás decepcionado. (“Ustedes los periodistas dicen que somos una mafia, pero la Mafia de verdad no se manda ciertas cagadas básicas: no hubiera dejado, por ejemplo, que (Luis) Sarlenga se quebrara porque no le pasaron las ciento cincuenta lucas que necesitaba para la fianza”.)
En otros momentos, en cambio, busca consolarse con datos de la realidad que trata de interpretar de acuerdo a sus deseos. Recuerda que el juez Urso citó a Sarlenga fuera de hora, “como hizo (Roberto) Marquevich con Samantha (Farjat)” y luego fue personalmente a la comisaría a llevar la orden, a las dos de la madrugada. Hubo saña evidente. Circo. Al Jefe, en cambio, lo cita con gran respeto y demora la concurrencia hasta el 13 de julio con la esperanza de que la Cámara, la Corte o Dios Nuestro Señor le saquen la papa caliente de la mano y no tenga que enfrentarse con Carlos. Es evidente que se demora porque está pateando para adelante”.
Un amigo del anfitrión, opina desde un mullido sillón: “Hubo circo porque Urso quería emitir una señal, marcar una frontera, un no retorno. Quemó las naves; eso está clarísimo”.
Por su parte el alto funcionario del actual gobierno interpreta la citación de Menem como una señal del juez, que quiso poner coto a las presiones. “Es como si dijera: ya está, ya lo cité, es irreversible.” Y aclara en voz baja: “Porque hubo presiones muy fuertes sobre Urso. Esto es cierto. Se han registrado llamados muy pesados”.
No piensa, como el menemista, que hay una demora intencional tendiente a darle tiempo a la defensa del ex presidente o a producir un per saltum a la Corte que –recuerda– ya fue intentado sin éxito por el Procurador Nicolás Becerra.
El encuentro con el hombre de La Carpa se produjo antes de que Erman González fuera citado por Urso y la fuente informal presumía –como casi todo el mundo– que “el Negro” podía “quedar preso”. Además, conocía el expediente, y debió reconocerle al cronista que el ex ministro de Defensa, Trabajo y Economía parece “más comprometido que otros”. Imagino su alivio cuando este viernes el poliministro pudo regresar a su casa, provisoriamente libre. Seguramente lo interpretó como una señal favorablepara Emir y Menem. Como lo interpretaron los defensores oficiales de los antiguos cuñados: el ex procurador Oscar Roger y el hipermediático Mariano Cúneo Libarona, que ahora deberán articular sus esfuerzos con otros abogados como el ex miembro de la Corte Mariano Cavagna Martínez y los dos jueces que abandonaron recientemente el cuestionado fuero federal, Adolfo Bagnasco y Gustavo Literas. A los que se sumará uno de los operadores políticos favoritos del Jefe: el veterano César Arias, de quien alguno de los abogados ha dicho en privado que puede ser “un eficaz auxiliar... del fiscal (Carlos) Stornelli”.
Todos ellos formarán una suerte de consejo que intentará coordinar una acción defensiva que hasta hace pocos días discurría por carriles separados. Roger con una estrategia de máxima tendiente a la nulificación de todo lo actuado por Urso; Mariano Cúneo Libarona con un planteo más modesto, más táctico: lograr que Emir Yoma espere el juicio oral en su casa y no en el penal de Gendarmería.
Mientras tanto, en el terreno político, algunos destacados operadores del menemismo, como Alberto Kohan y Eduardo Menem, han seguido batiendo el parche en torno a la supuesta “persecución política” que en caso de culminar con la detención del ex presidente, le causaría un grave daño a la vida democrática del país. Un slogan carente de fundamento histórico –tanto a nivel nacional como latinoamericano– que algunos dirigentes del Partido Justicialista (como Néstor Kirchner o Eduardo Duhalde) han puesto en entredicho. Ni en Brasil, ni en Venezuela, donde Fernando Collor de Melo y Carlos Andrés Pérez fueron enjuiciados cuando aún ejercían la presidencia se debilitó el sistema democrático cuando fueron removidos de sus cargos.
Acostumbrados a diez años de poder, los ultramenemistas no alcanzan a entender los signos ominosos de una decadencia que los deja sin aliados en Comodoro Py y, por lo tanto, expuestos a las inclemencias del expediente. Un dato que no debe pasar desapercibido para el político que mejor conoce a “los federales”: el ex ministro del Interior, Carlos Vladimiro Corach.

 

 

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