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Bomberos, una especie en extinción

Los bomberos voluntarios, el 95 por ciento de todos los del país, sufren una crisis total: algunos hasta venden cuarteles para intentar sobrevivir.

Como los osos panda o los zorros aguará guazú, los bomberos voluntarios pueden pasar a ser una especie en extinción. Hoy son 60.000, pero de seguir así, como en los reality show, cada día serán menos. Profesan una llamativa vocación para los tiempos que corren: arriesgan su vida sin cobrar un peso. Sin embargo, están librados a su propia suerte, haciendo malabarismos para poder subsistir. La mayoría de los cuarteles está viviendo grandes crisis económicas. En Almirante Brown tuvieron que poner en venta dos cuarteles y un terreno y, por la falta de recursos, los bomberos tienen que salir a enfrentar el fuego con trajes obsoletos. En un cuartel de Ensenada, el destino jugó una broma macabra: durante dos años no tuvieron agua. En Quilmes arrastran una deuda con Edesur de 120.000 pesos y el orgullo del cuartel, un camión dotado de una escalera que vale alrededor de 300.000 pesos, está de adorno, ya que no se puede usar por problemas burocráticos. Cada cuartel tiene que generar sus propios recursos, que surgen de la buena voluntad de los vecinos o de los convenios que puedan firmar independientemente. En Florencio Varela dependen del juego: el convenio fue con el Bingo local.
Los voluntarios representan el 95 por ciento del total de los bomberos del país. El restante 5 por ciento lo componen los de Policía Federal, que cobran un sueldo por su trabajo. Pero, pese a ser voluntarios, tienen que cumplir con una serie de obligaciones. Cuando alguien llama a los bomberos, lo más probable es que los llame a ellos.
“Va a terminar siendo un servicio arancelado y va a caer la calidad, porque el que trabaja por dinero cumple su horario y se va, en cambio el voluntario está siempre”, arriesga un bombero del cuartel de San Vicente. Lo que se ve allí asombra: un camión reluciente, como listo para salir a prestar servicios. Sin embargo, la realidad es otra. El camión está en el garaje del cuartel, pero no pronto para partir. Antes hay que arreglarlo; el arreglo cuesta 40.000 pesos y el dinero no está. Carlos Antoniazzi, secretario general del Consejo Nacional de Federaciones de Bomberos, es tajante: “La situación es de desesperación y la emergencia es a nivel nacional”, alerta.
El colmo del bombero es no tener agua y no es un chiste para el destacamento de El Dique, en Ensenada. Allí estuvieron dos años pidiendo a Azurix, la empresa proveedora de la zona, que les instalara una boca de incendio. Recién lo lograron diez días atrás. Hasta ese momento, los bomberos debían recorrer 500 metros para pedir agua con alta presión a “una empresa amiga”.
Almirante Brown es, quizás, el caso paradigmático. Una asamblea realizada entre los socios, la comisión directiva y el cuerpo activo de bomberos decidió poner en venta los destacamentos de Longchamps y Claypole y un terreno en el centro de Adrogué. “Vendiendo alguna de las propiedades se sale del apuro, pero no es una solución para siempre”, aseguró el oficial Miguel Aréchaga, a cargo del cuartel central. Motivos para rezongar no le faltan: en el cuartel hay dos camiones cero kilómetros que no pueden ser usados porque están sin equipar y “ponerles todos los elementos cuesta entre 45 y 60 mil pesos”, se lamenta Aréchaga, y agrega: “Además hay cuatro unidades fuera de servicio porque no tenemos dinero para mandar a arreglarlas y los trajes que usamos son obsoletos”.
Antoniazzi cree que la causa es que “el problema no lo asumen los políticos porque no tienen inconvenientes: nosotros no cobramos, no protestamos, no paramos, estamos las 24 horas del día y los 365 días del año”. Hablan de la vocación de servicio como su mayor orgullo: “No exigimos sueldo, pero nos da bronca que nos tengan así”, protesta el bombero Dacuna, de La Matanza, de apenas 17 años.
Pese a la crisis, Claudio Schbib, jefe del cuartel de Quilmes, no tiene dudas: “El voluntariado no muere y la gran mayoría de la gente es solidaria. Pero falta sensibilidad en los que más pueden colaborar, que son las grandes empresas”. Schbib no oculta su enojo con Edesur, compañía a la que le deben 121.035 pesos, nada menos. Sin embargo, el cuartel deQuilmes es casi un espejismo. Moderno y muy bien equipado. “Todo gracias al trabajo de la comisión directiva”, asegura el jefe. Jorge Meijide es el presidente de la comisión y dice que las deudas con Edesur, Telefónica y Metrogas son contra la ley, y muestra el decreto 607/90, que estipula que “los bomberos voluntarios están eximidos de pagar los servicios básicos”. Si bien el decreto fue firmado cuando las empresas de servicios eran estatales, Meijide cree en su vigencia y no les teme a los cortes: “Muchas veces quisieron cortar, pero no se animaron”.
Las gestiones son múltiples para mantener en pie la institución. En Quilmes, aparte de la cuota que pagan los socios adherentes –vecinos o algunas instituciones–, los bomberos cobran un porcentaje de la alícuota que pagan los hipermercados del partido en concepto de tasa de seguridad e higiene y, por gestiones de los directivos, no pagan el agua. La perlita es un camión dotado de una escalera electromecánica donado por los bomberos de Barcelona y valuado en alrededor de 300 mil dólares. El 11 de noviembre del año pasado llegó al país y debió quedar estacionado en la Aduana durante cinco meses –por lo que la empresa Terminales Portuarias Argentinas les reclama 4235 pesos en concepto de almacenaje–, hasta que lo pudieron llevar al cuartel. Llevar, no usar. La Secretaría de Industria y Comercio no habilita la importación y nacionalización de vehículos usados, por lo que el camión está “interdictado y sin derecho a uso”, como se lee en una resolución de la AFIP.
En Florencio Varela, el cuartel vivirá del juego. A partir del mes que viene, los bomberos recibirán el 1 por ciento de la recaudación bruta de la sala de Bingo de la zona, más un canon fijo anual por cada máquina tragamonedas. Roberto Nakandakare, tesorero de la comisión directiva, estimó que “podemos asegurarnos unos 10.000 pesos mensuales que, sumados a los otros 5000 que recibimos por un subsidio municipal, nos permiten embarcarnos en la financiación para comprar nuevos equipos”.
A pesar de todo, los bomberos aseguran que siempre van a estar cuando los necesiten. Y no sólo para apagar incendios. Hay una innumerable cantidad de operaciones que realizan, hasta los más insólitos. Diego, de Quilmes, cuenta su anécdota: “Una vez una mujer nos llamó tres veces en el día porque su loro –sí, su loro– estaba en la copa de un árbol y no podía bajar. Las tres veces estuvimos ahí. Parece una ridiculez, pero las necesidades de los vecinos, para nosotros, son lo primero”. Aunque sea un loro.

Producción: Hernán Fluk.

Un cuerpo de 60.000 hombres
El sistema de bomberos voluntarios en la Argentina está compuesto por 620 cuerpos, que suman un total de 60.000 personas que cumplen horarios y tienen reglas estrictas. Está contemplado bajo la figura jurídica de “entidad intermedia”, cuyo fin es organizar, capacitar y equipar a cada hombre de la fuerza. No sólo deben enfrentar incendios: también tienen responsabilidad sobre accidentes, catástrofes meteorológicas, derrumbes, derramamiento de sustancias tóxicas y rescates en accidentes de tránsito. Los voluntarios participan en el 95 por ciento de los operativos y el restante 5 por ciento lo llevan a cabo los bomberos de Policía Federal, que son rentados. Según un cálculo hecho por la Federación de Bomberos, estatizar la fuerza “rondaría los 100 millones de pesos por año para mantener los cuarteles, pagar sueldos, capacitar e invertir en equipamiento”.
La organización es por cuerpos (que pueden estar formados por uno o más cuarteles) que pertenecen a regiones y al mismo tiempo a federaciones provinciales, todos nucleados en el Consejo Nacional. Los cuarteles son instituciones semimilitarizadas y tienen una estructura orgánica piramidal.

 

Ideas para financiar los cuarteles
Los principales ingresos de los cuarteles provienen de la colaboración de los vecinos, ya sea a través de rifas o del pago de una cuota voluntaria que los convierte en socios adherentes. En general, los subsidios por parte de las empresas proveedoras de servicios brillan por su ausencia. Y los gastos se disparan. En Quilmes, por ejemplo, solamente en combustible para las unidades se gastan 1600 pesos por mes. Algunas intendencias aportan un porcentaje de algún impuesto, pero otras hacen oídos sordos a los reclamos.
En Almirante Brown, la Municipalidad aporta 10.000 pesos por año y hay un proyecto de 1998 para incrementar 50 centavos el impuesto municipal, “pero al día de hoy no tenemos novedades”, se lamentó Aréchaga, el jefe del cuartel, y agrega que “es difícil juntar más dinero porque la empresa vende las rifas, por contrato no nos permite realizar otras actividades para juntar dinero”. La explicación es irrefutable: “La gente que colabora es siempre la misma y, si pone en un lado, no pone en el otro”.
En ninguno de los cuarteles visitados los bomberos piensan en tomar medidas de protesta: “No podemos hacerle pagar a la sociedad con la incertidumbre de que no van a contar con nosotros. La gente colabora como puede y deben recibir el servicio que corresponde”, dice uno de ellos.
Para hacer frente a la crisis, el senador provincial Eduardo Sigal elevó al parlamento bonaerense un proyecto de ley para crear un fondo permanente de asistencia a los cuerpos de bomberos voluntarios de la provincia. El fondo estaría conformado por un impuesto que deberían pagar las empresas aseguradoras de riesgos, que ascendería a un 0,03 por ciento del total de los montos asegurados dentro del territorio provincial que, según sus cálculos, serían aproximadamente 9 millones de pesos al año.
Para Sigal, presidente del bloque del Frepaso, “las empresas aseguradoras son las más beneficiadas por la actividad de los bomberos” y aclara acerca de “la prohibición de que este gravamen sea trasladado a los costos de las pólizas de seguro”.

 

 

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