Página/12
en Francia
Por
Eduardo Febbro
Desde París
Después de los sucesivos capítulos oscuros de la historia
francesa ligados a la Segunda Guerra Mundial y abiertos con los respectivos
juicios a criminales de guerra de la talla de Klaus Barbie y, más
recientemente, de Maurice Papon, Francia enfrenta desde hace dos meses
una espesura más oculta y más difícil de abordar:
los crímenes y las torturas perpetrados por el Ejército
francés durante la guerra de Argelia. Tema prohibido por excelencia,
tapado por una red silenciosa que nada había logrado romper, las
atrocidades cometidas en la guerra colonial de Argelia saltaron repentinamente
a la luz pública con la confesión de dos de los principales
protagonistas de la batalla de Argel: los generales Paul Aussaresses (82
anos) y Jacques Massu (92).
Las declaraciones de estos dos notorios militares difieren sin embargo
en el tono y la importancia. Mientras Massu manifiesta un franco arrepentimiento
y aboga por que Francia reconozca y condene la tortura porque
moralmente la tortura es algo feo, el segundo general hace
gala de los crímenes cometidos. La confesión de Aussaresses
parece una suerte de operación perfectamente montada en dos etapas:
en noviembre del 2000 admitió no haber respetado las leyes
de la guerra y haberse resuelto a practicar la tortura
y a llevar a cabo ejecuciones sumarias. Esta semana, Aussaresses,
que también está íntimamente ligado a los métodos
empleados por el Ejército argentino en la represión, acentuó
el escándalo publicando un libro completo con todos los detalles
de lo que puede considerarse como una suerte de industria del crimen,
la tortura y la desaparición de personas.
Una vez en la habitación y con la ayuda de los oficiales,
agarramos a Ben MHidi y lo colgamos de manera tal que pueda parecer
un suicidio. La prosa del veterano Paul Aussaresses no brilla por
su originalidad pero sí por su precisión cuando describe
las múltiples acciones ilegales que él y sus hombres protagonizaron
en Argelia. La escena expuesta aquí detalla el asesinato de uno
de los responsables del FLN argelino y no es más que una gota de
agua en la extensa descripción de los asesinatos premeditados organizados
por oficiales del ejército francés: torturas, ejecuciones
sumarias, asesinatos maquillados como suicidios, matanza de civiles y
utilización de helicópteros para arrojar detenidos con vida
a la Bahía de Argel son moneda corriente a lo largo del libro Servicios
especiales, Argelia 1955-1957. La guerra colonial dio lugar por
ambos bandos a las mismas atrocidades que más tarde los generales
argentinos cometerán durante el Proceso. Paul Aussaresses
es uno de los personajes clave de la batalla de Argel. En enero del 57,
Aussaresses llegó a la capital argelina convocado por el propio
Jacques Massu con el objetivo oficial de coordinar los servicios secretos
en Argel. Sin embargo, su verdadera misión consistió en
desmantelar las redes del Frente de Liberación Nacional argelino
y poner término a la ola de atentados que sacudían la capital.
Aussaresses no era cualquiera. Jefe del batallón de paracaidistas,
ex combatiente de Indochina, ex miembro del contraespionaje, héroe
de la Segunda Guerra mundial y fundador del brazo armado (Choc) de los
servicios especiales, el general tenía en su haber una historia
militar a la altura de la misión. Y Aussaresses la cuenta sin pelos
en la lengua precisando con gula diabólica y sin el más
mínimo arrepentimiento como sus comandos asesinaban, arrestaban
y torturaban de noche: La tortura es eficaz, la mayoría de
la gente no aguanta y habla. Después, la mayoría de las
veces los ultimábamos. ¿Acaso eso me planteó problemas
de conciencia? No, laverdad que no. En realidad, el militar francés
no hace sino confirmar con su testimonio lo que los historiadores ya habían
denunciado en su momento. La figura y los actos de Aussaresses aparecen
en numerosos relatos publicados en los últimos anos. Así,
en el libro La tortura en la República, el historiador
Pierre Vidal-Naquet lo presenta como el jefe de lo que conviene
calificar como un equipo de asesinos profesionales. Tuerto y sonriente,
Aussaresses se explaya en un sentido que torna acertados los peores calificativos
que se emplean contra su persona. Organizador y protagonista sin remordimientos,
el agente secreto cuenta así su primera experiencia de la tortura:
Era la primera vez que torturaba a alguien. Pero ese día
fue inútil. El tipo se murió sin decir nada. Yo no pensé
en nada. No lamenté su muerte. Si algo lamenté es que no
haya hablado antes de morir.
Si bien la confesión conjunta de los dos generales franceses corrió
el telón de un teatro que Francia se negaba a mirar de frente,
las declaraciones de Aussaresses van mucho más lejos de lo que
se suponía. No sólo por la amplitud de los crímenes
cometidos o por la confirmación de la cifra exacta de los desaparecidos
3024 entre las 24.000 personas detenidas en Argelino, sobre
todo, por la extensión de las responsabilidades al nivel político.
El general sostiene que el poder político de entonces cubría
esos crímenes y que incluso el difunto presidente socialista francés
François Mitterrand, Ministro de Justicia en el momento de la batalla
de Argel, estaba perfectamente al corriente de sus actos: La utilización
de la tortura estaba tolerada, e incluso recomendada. François
Mitterrand, Ministro de Justicia, tenía un emisario ante el general
Massu. (...) El nos cubría y tenía un exacto conocimiento
de lo que ocurría durante la noche. En el curso de las 196
páginas de Servicios Especiales, Argelia 1955-957,
las horas nocturnas parecen ser aquellas donde el horror se encarna y
bajo cuya protección Aussaresses se libraba a sus actividades secretas:
Durante el día, yo pasaba por un burócrata más.
Era la discreción misma. Fuera del entorno del general Massu y
de un puñado de oficiales, nadie sospechó nunca que yo era
el director de orquesta del contraterror.
Para muchos historiadores e intelectuales la hora de la verdad sobre la
guerra de Argelia ha llegado. Vidal-Naquet asegura hoy que la responsabilidad
del gobierno de la República de aquel entonces está claramente
establecida. Lo que se amplía con el libro de Aussaresses
es el campo de las responsabilidades y el trabajo de inteligencia que
consistió en ocultar a la opinión pública las atrocidades
cometidas para impedir la pérdida de la colonia francesa a la que
finalmente el general De Gaulle cedió la independencia
en 1962. La implicación personal en la tortura de muchos dirigentes
y militares de la República francesa es espeluznante, tanto como
lo es el recurso a ejecuciones extrajudiciales. En ese contexto, Aussaresses
no evita ningún escollo: Había que evitar que los
combatientes nacionalistas fueran juzgados por un tribunal, de lo contrario
habría habido demasiadas repercusiones internacionales. Que
una sociedad depositaria de la cultura de los Derechos Humanos tenga que
mirar sin vendas los horrores que ella misma cometió es un progreso
reconocido por todos. Así, Pierre Vidal-Naquet arguye que la liberación
de las lenguas significa una cosa asombrosa, algo que no hubiese
imaginado nunca. Tras un sueño prolongado, el dossier sobre la
guerra de Argelia sube bruscamente a la superficie. Esto se puede explicar
en términos casi freudianos: es el retorno de lo reprimido. Hay
hoy una ganas gigantescas de verdad. Pero lo sorprendente es que este
despertar sea tan tardío.
COMO
LAS TECNICAS FRANCESAS LLEGARON A LA ARGENTINA
Del
Plan Conintes al Proceso
Por
E. F.
Desde París
Las
fechas, los protagonistas, los textos, la ideología y los instrumentos
coinciden con una exactitud de cronómetro: los métodos empleados
durante la guerra de Argelia y los que se conocieron luego en la Argentina
durante el Proceso provienen del mismo palo o fueron perfeccionados a
partir de él: se trata de las enseñanzas que los oficiales
franceses que operaron en la batalla de Argel prodigaron en la Argentina
a partir de 1957. La demostración es aplastante y va desde los
viajes realizados a Buenos Aires hasta el perfeccionamiento de la picana
eléctrica. Utilizada en las comisarías argentinas a partir
de los años 30, la picana que se emplea a partir de los 60 es una
descendiente importada de la gégène francesa
popularizada por el ejército francés en sus
ex colonias.
Darius Rejali, profesor de ciencias políticas en el Reed College
de EE.UU., cuenta que a finales de los anos 80 casi todos los países
donde se practica la tortura mediante la electricidad son ex colonias
francesas o países donde esa práctica fue introducida por
la CIA, la agencia norteamericana formada a su vez en la escuela francesa.
Un mero detalle sirve para establecer una de las numerosas relaciones
entre los hechos y las ideologías: entre 1960 y 1963, el general
francés Paul Aussaresses, el mismo que confesó el recurso
generalizado a la tortura durante la batalla de Argel, fue instructor
militar en la base norteamericana de Fort Bragg, Carolina del Norte, es
decir, la escuela de los paracaidistas norteamericanos donde se capacitaban
las fuerzas especiales antes de ir a Vietnam. El mismo Aussaresses
se acercó al año siguiente a América Latina para
ocupar el puesto de agregado militar francés en Brasil, donde permaneció
hasta muy entrados los 70. El periodista Eric Stener Carlson describe
con lujo de detalles cómo la gégène francesa y toda
la ideología que la acompaña llegó a Buenos Aires
a partir de 1957. Según relata Carlson, entre el 57 y el 60 una
misión militar francesa fue llamada por la Argentina para
evangelizar su ejército e iniciarlo a la tortura eléctrica.
Carlson es el autor de un documentado trabajo titulado A través
de un vidrio obscuro, reflexiones sobre la ideología de la tortura
francesa en la Argentina durante la Guerra Sucia, trabajo cuya veracidad
fue constatada independientemente por Página/12. El profesor Robert
A. Potash, autor de Army & Politics in Argentina 1945-1963 (Stanford
University Press, 1980) encontró textos escritos por militares
franceses y publicados en los anos 60 en la Revista de la Escuela Superior
de Guerra. Según Eric Stener Carlson, la tortura existía
antes de la llegada de la misión francesa pero esta influenció
la creación del plan argentino CONINTES (Conmoción Interna
del Estado), que es un plan para responder a una insurrección civil
contra el Estado. El investigador alega que la idea francesa
de subdividir el país en zonas y en subzonas sirvió de marco
estructural a la Guerra Sucia creando un clara cadena de mando militar
para secuestrar, torturar y asesinar miles de individuos que se encontraban
en el seno de la zona. De hecho, varios miembros de la misión
francesa estaban conectados con la OAS, la Organización del Ejército
Secreto que operó en Argelia con los métodos más
sucios de la guerra. Carlson demuestra así como los discípulos
del general Aussaresses influenciaron la utilización táctica
de la tortura.
Desde el punto de vista táctico, los documentos demuestran que
si bien la tortura existía anteriormente, la enseñanza más
provechosa que sacaron los militares argentinos es el aprendizaje de la
ideología de la guerra revolucionaria. En este contexto,
Carlson pone de relieve que muchos anos antes de que llegaran los
franceses, los argentinos habíandesarrollado su propia ideología
antisubversiva. Los militares argentinos no buscaban profesores entre
los franceses, sino más bien correligionarios capaces de reforzar
su visión del mundo. Los procedimientos argentinos reflejaban las
enseñanzas francesas reciclando nociones nacionalistas muy arraigadas.
La ideología de la Guerra Sucia es el resultado de una suerte de
fusión entre la visión importada de los franceses y la genuina
de los militares argentinos. Carlson arguye que esa fusión facilitó
la utilización masiva de la tortura durante la Guerra Sucia.
Los componentes centrales de esas ideologías conjuntas se encuentran
respectivamente en Argelia y en la guerra antisubversiva: La misión
bíblica del soldado, la naturaleza demoníaca del enemigo
y la inadecuación del sistema legal para resolver el conflicto
entre la misión bíblica del soldado y la naturaleza demoníaca
del enemigo. A través del ejemplo importado de Argelia, los
franceses le probaron a los argentinos que su visión del
mundo era correcta, asegura Carlson. Con todo, el autor destaca
una vez más que ello no implica que los argentinos hayan estado
en estado de dependencia completa frente a la ideología francesa.
Si los franceses no hubiesen ido a la Argentina, los militares de ese
país habrían torturado lo mismo porque el potencial local
era enorme. Un texto ilustrativo escrito por el coronel francés
Henri Grand DEsnon y destinado exclusivamente para las fuerzas militares
argentinas sirve para comprender mejor cómo y de donde los generales
argentinos perfeccionaron su intromisión en la vida civil. Grand
DEsnon afirma que la destrucción de la organización
político administrativa revolucionaria corresponde a la policía,
pero el ejército debe apoyar esa acción cada vez que los
métodos de la policía resultan insuficientes, situación
que se produce a menudo cuando la subversión se generaliza
(texto aparecido bajo el título Guerra Subversiva en
la Revista de la Escuela Superior de Guerra N 338, Julio-Setiembre de
1960. En suma, tanto Carlson como otros analistas destacan hasta qué
punto las prácticas argelinas y los métodos de observación
del territorio sirvieron de base o como elemento perfeccionador
a lo largo del Proceso de Reorganización Nacional.
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