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QUE HARAN SHARON Y SU EJERCITO ANTE LA INTIFADA SIN FIN
“La guerra de desgaste continuará”

La �opción militar� entró en juego esta semana en Israel por primera vez en siete meses de Intifada palestina, mientras la intransigencia palestina negaba toda posibilidad de negociación y aseguraba a Ariel Sharon al frente del gobierno de unidad nacional. Pero es un juego de doble mano. Aquí, un experto de Oxford y un análisis de la Fuerza de Defensa Israelí explican por qué.

Página/12
en Gran Bretaña

Por Marcelo Justo
Desde Londres

Artífice de la invasión del Líbano en 1982, y responsabilizado de la masacre de refugiados palestinos ese mismo año, el primer ministro israelí Ariel Sharon asegura que está en favor de un acuerdo de paz con los palestinos si éstos abandonan la violencia. En diálogo con Página/12 Manuele Ottolengi, especialista de política israelí del Centro de Estudios de Medio Oriente de la Universidad de Oxford, examinó el perfil político del líder israelí.
–¿Es Sharon un halcón que, como Nixon con la China comunista, puede hacer la paz con el enemigo o es un duro a secas?
–Las dos cosas. Si ve la posibilidad de un acuerdo de paz, avanzará de lleno por esa vía. Si persiste la violencia, será mucho más duro que otros mandatarios israelíes en el pasado. Cuando Ehud Barak regresó de Camp David el año pasado con las manos vacías, Sharon no criticó tanto lo que había ofrecido como el modo en que había planteado la negociación. Sharon dijo que era absurdo empezar una negociación poniendo sobre la mesa la oferta final que uno está dispuesto a hacer. Es una cuestión metodológica: así no se negocia. Desde el punto de vista político y diplomático esto tiene sentido. La propuesta actual de Sharon es que los palestinos se queden con un 42 por ciento de Cisjordania y establezcan un estado palestino. Es mucho menos de lo que ofrecía Barak, que cedía casi un 97 por ciento de Cisjordania, pero no se trata del acuerdo final: es un punto de partida. Es cierto, sin embargo, que la opinión pública no está hoy dispuesta a apoyar una propuesta como la de Barak, debido a la violencia que hay, que polarizó a la sociedad israelí hacia posiciones mucho más duras. Lo mismo pasa con los palestinos. En este marco es perfectamente realista lo que propone Sharon: que haya un cese el fuego antes de empezar a negociar. Es difícil que haya negociaciones mientras ambas partes se están matando.
–El problema es que Sharon ha dicho cosas mucho más duras que esa crítica metodológica. ¿Qué piensa en concreto sobre temas clave para un acuerdo como el Estado palestino, la cuestión de los refugiados y los asentamientos judíos?
–Sharon no tiene problemas con la idea de un estado palestino, pero prefiere que los dos temas más polémicos de la negociación –refugiados y Jerusalén– sean postergados o desplazados hacia un comité internacional o algo similar que se pronuncie sobre el tema en unos cinco o 10 años. Esto despejaría el camino de obstáculos y permitiría llegar a un acuerdo interino entre las partes.
–Pero los palestinos aspiran a un acuerdo permanente y además Sharon dijo que Jerusalén no es negociable.
–Es cierto. Pero lo mismo sucedió con otros predecesores suyos, incluido el mismo Ehud Barak. Todos saben que para llegar a un acuerdo, se tiene que alcanzar algún tipo de solución sobre el tema de Jerusalén. En parte esta solución no haría más que formalizar una situación existente en el terreno. En significativas partes de Jerusalén Oriental, la soberanía israelí es una pura formalidad: el lugar está dominado por palestinos y está gobernado por ellos. El problema de Jerusalén no es la soberanía sino qué pasa con la Ciudad Vieja, con los lugares sagrados y con los barrios judíos construidos después de la ocupación de 1967.
–Más allá de las intenciones de Sharon, ¿qué margen de maniobra tiene?
–En una situación de guerra como la actual, Sharon no tendrá muchas dificultados para mantener un gobierno de unidad nacional. El problema seplanteará cuando haya negociaciones. Ahí tendrá que inclinarse hacia los sectores intransigentes o negociadores de su gobierno. Creo que todavía falta bastante para llegar a ese punto.
–Uno de los problemas para iniciar negociaciones es que ninguna de las dos partes puede dar el primer paso porque sería una señal de debilidad ante su opinión pública.
–Es uno de los más graves obstáculos. Se necesita alcanzar una fórmula por la que ambas partes aparezcan ganando. No es imposible. Por ejemplo, con el pedido palestino de que se congele la construcción de nuevos asentamientos. La demanda de propiedades en los asentamientos ha decaído muchísimo a raíz de la violencia y hay miles de casas vacías que nadie quiere comprar, a pesar de que son baratísimas. En vez de proceder a un congelamiento por razones políticas, Sharon puede decir que los congela por razones económicas. Se solucionaría el problema sin que nadie salga perdiendo.
–Tras el fracaso del proceso de paz de Oslo, ¿qué esperanzas puede haber de que un nuevo acuerdo tenga éxito?
–Es necesario saber si lo que fracasó con el proceso de Oslo fueron los principios o su implementación. El principio básico de Oslo es dos estados, dos pueblos. Ambas partes debían aceptar el derecho a la existencia del otro. Creo que hoy la mayoría de los palestinos e israelíes se preguntan si la violencia actual es un rechazo a la implementación de este proceso o a sus principios. Si lo que está en cuestión es la implementación, se puede solucionar. Si el problema son los principios del acuerdo, es irresoluble.
–¿Qué plazos tiene el actual gobierno israelí para reiniciar el proceso de paz?
–Formalmente el período de gobierno de Sharon termina en noviembre del 2003. Dada la naturaleza de la coalición y la fragmentación del parlamento, creo que el gobierno se dividirá apenas el proceso de paz tome vuelo. Pero para eso falta. Mi impresión es que la guerra de desgaste que está teniendo lugar ahora continuará durante bastante tiempo. Dentro de lo que se puede predecir, no veo ningún acuerdo de paz a la vista en este año.

La diplomacia del Papa

En su viaje número 93 fuera del Vaticano, luego del enésimo perdón de su Papado (esta vez, frente a la Iglesia ortodoxa), el Papa Juan Pablo II llegó ayer a Siria, donde fue recibido por el presidente Bashar al-Assad (foto). El líder sirio atacó a Israel y Juan Pablo II respondió pidiendo el cumplimiento de las leyes internacionales, pero enfatizó que debe haber comprensión entre judíos, musulmanes y cristianos ya que son “las tres religiones vinculadas a Abraham”. Por otro lado, el líder palestino Yasser Arafat aceptó parcialmente los resultados de la Comisión Mitchell, que responsabiliza por igual a palestinos e israelíes de la violencia actual en Medio Oriente, y pidió que se convocara a una nueva cumbre en Sharm el Sheij, Egipto, para analizar el informe. La primera cumbre, en octubre, falló en sus objetivos de pacificar la región. También ayer, y en represalia por los ataques a colonias judías, el Ejército israelí atacó un cuartel vacíos de los servicios secretos palestinos, y un francotirador israelí mató a un integrante de la organización fundamentalista Jihad Islámica en Belén.

 

 

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