Por
Silvina Friera
El
sueño de la universalidad electrónica, de un mundo en el
que la humanidad toda participe del intercambio de ideas, genera temores
apocalípticos. Uno de ellos es la desaparición de la cultura
del libro. Pero el historiador Roger Chartier, director de estudios de
la Ecole des Hautes en Sciences Sociales y especialista en la historia
del libro y de la lectura, recuerda que revoluciones como la de Gutenberg
también fueron vividas como una amenaza, pero crearon oportunidades
y aperturas. De visita en la Argentina, ayer presentó en la Feria
Las revoluciones de la cultura escrita. Borges creía que
la desaparición del libro era imposible, recuerda Chartier
en la entrevista concedida a Página/12.
¿Cuáles son las principales diferencias entre los
hábitos de lectura que proponen el texto impreso y el electrónico?
Con un libro impreso se puede hacer una lectura discontinua, pero
lo que se impone al lector es la obra como totalidad. La lectura de un
texto electrónico es aún más discontinua porque va
de un fragmento a otro y lo más importante es que se trata de una
lectura que pierde la percepción inmediata de la obra como tal,
no hay ninguna necesidad de conocer la totalidad del libro. Los géneros
textuales que se han adaptado a la forma electrónica son los que
suponen una lectura intermitente como las enciclopedias o los diccionarios.
La Enciclopedia Británica tiene únicamente una edición
electrónica porque nadie la lee en formato impreso. Al lector de
la enciclopedia no le importa la coherencia. El gran desafío del
texto electrónico es cómo reconstruir dentro de esta nueva
técnica criterios semejantes a los que hemos utilizado en los textos
impresos.
¿Imagina tensiones entre estos formatos?
Hay un chiste sobre el texto impreso que dice que, si se hubiera
inventado después, sería un progreso porque se puede mover
muy fácilmente, no se rompe y al verlo tengo una idea inmediata
de la obra que contiene. En cambio, las pantallas no tienen este tipo
de méritos. Se puede romper, la lectura es más complicada
cuando las pantallas son de tamaños reducidos y existe la dificultad
de percibir la obra como una continuidad. Para relaciones más íntimas,
la carta manuscrita marca la presencia del escritor de una forma material
más directa que el texto compuesto tipográficamente o los
caracteres del teclado de la computadora.
¿Cómo afecta la revolución electrónica
en la evolución del idioma?
Hay una lengua dominante que es el inglés. La mitad de las
direcciones electrónicas están ubicadas dentro de países
de habla inglesa. La segunda lengua es el chino, con un 9 por ciento,
y la tercera, el japonés, con un 8. Lo que define las desigualdades
en el acceso a estas tecnologías es que el alemán, un idioma
minoritario, es más importante que el español. El 6 por
ciento de direcciones son de lengua alemana y 4 o 5 por ciento están
en español. La jerarquía de la lengua es como un espejo
de las desigualdades económicas, sociales y culturales. Sin embargo,
el inglés que se usa en la web utiliza abreviaciones, reduce y
simplifica el vocabulario. Introduce imágenes pictográficas,
como los smiles, esas pequeñas caras que sonríen o se enojan.
Se busca un lenguaje universal de las emociones. Hay lenguas que pierden
lo que las definen objetivamente, como el francés que usa acentos,
el español con los signos de interrogación o exclamación.
Esta es una tendencia contra la cual tenemos que resistir.
Entonces las generaciones futuras se van a educar con un idioma
totalmente desvirtuado...
Sí, un ejemplo es Estados Unidos. El inglés simplificado
y reducido se está imponiendo entre los jóvenes. Sólo
el 8 por ciento de los alumnos de los college aprenden un idioma extranjero.
La pluralidad lingüística no existe más en un país
en que los progresos del español no se incorporan al aprendizaje
escolar. Tenemos que luchar contra esta facilidad del texto electrónico
sin control, sin reglas. En nuestro mundo escribir una carta suponía
cierto modo de organización y presentación del texto.
Las ventajas electrónicas todavía pertenecen a una
minoría. ¿La tendencia es hacia la democratización?
Es la contradicción fundamental de este nuevo medio. Por
un lado, suponiendo que no hay problemas económicos de acceso,
la técnica permite mandar textos al mundo entero y constituir redes
de intercambio. Hay una potencialidad democrática representada
en el sueño de la Ilustración del siglo XVIII, de que cada
uno como lector y escritor era capaz de proponer ideas, de crear. Esta
visión idílica encuentra límites, porque no todo
el mundo tiene acceso a estas técnicas. Los riesgos de un nuevo
analfabetismo se perfilan detrás de esta desigualdad entre una
minoría involucrada y una mayoría que, aun sabiendo leer
y escribir, se quedaría afuera.
El texto electrónico produce un distanciamiento entre el
lector y el autor. ¿Qué opinión tiene sobre este
fenómeno?
Frente a un texto electrónico, el lector desempeña
un papel que no podía desarrollar con el formato impreso, puede
desplazarlo, recortarlo, reescribirlo, es una escritura que nunca se acaba.
El lector está dotado de una presencia y de un poder sobre el texto
que el autor debe compartir.
¿Qué ocurre entonces con los derechos de autor?
Si se mantienen estos textos maleables, lo que definía el
derecho de autor, el carácter singular de la obra, desaparece.
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