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Un Gran Hermano
para el fútbol


Por Guillermo Blanco

En este fondo del mar en el que está hundido el fútbol argentino, el advenimiento de un hombre de ley como Rafael Bielsa a la temática deportiva no debería limitarse a la acertada invitación de la producción para el programa de TyC Sports “Código F” del jueves último. Ya mismo habría que poner un cartel de vereda a vereda con la inscripción “Bienvenido, Rafa”, y que su arribo a estos campos, donde el verde del césped ha sido tapado por una interminable capa de dólares de incierto destino, supere el de por sí valioso aporte dejado en un libro sobre su querido Newell’s, La vida en rojo y negro, construido junto al ex periodista deportivo Eduardo van der Kooy, hoy especialista en Política de Clarín.
Sería cuestión de ofrecerle al Gran Hermano del pragmático seleccionador Marcelo un lugar en el equipo de los de este lado, para que moviéndose con total libertad pueda complicarle la salida desde el vamos al conjunto de los otros, formado por elementos interesados más por su propio negocio que por el juego en sí.
Qué partidazo podría jugar este barbado y pujante leguleyo rosarino de 48 años (15/2/53), cuya obra La Justicia por su nombre debería invadir la mesita de luz de aquellos lectores ávidos precisamente de eso, luz. Y hasta más de un integrante del equipo de los de enfrente debería leer -aunque no sea su actividad preferida– algunos párrafos del mismo.
Por ejemplo:”En la Argentina, la tendencia general a la ilegalidad es fácilmente perceptible. Una cepa tenaz de situaciones de ilegalidad infecta las relaciones sociales, desde nuestra actitud frente al pago de los impuestos hasta el número ínfimo de casos de criminalidad que son resueltos, desde el menosprecio por las reglas que rigen el tráfico de los automotores y el de los peatones hasta la frivolización de las normas que gobiernan la producción de desperdicios y la contaminación del ambiente”.
“Al alterarse el cumplimiento de la ley, el funcionamiento de las instituciones y las directrices de conducta, se hiere la confianza; y sin ella, el resto de los seres humanos se vuelve más hostil y el mundo más ineficiente. Los amigos de Alejandro Mirabete escribieron una canción para él, llamada ‘El pibe alado’, que dice: ‘Ya no puedo sentirte (madre), pero puedo escucharte/ sólo sueña conmigo para que pueda abrazarte./ En el país de la impunidad se va pudriendo la sociedad/ que todo ignora y sólo dice ‘por algo será’”.
“A nuestro país le costó la guerra sucia aprender que el Estado también podía ser malhechor. Le costó la vida del soldado Carrasco desprenderse de un modo de servir a la patria obsoleto y con frecuencia vejatorio. Le costó la exhibición del juicio de María Soledad, y comprender la trascendencia de un tribunal imparcial y de ventanas abiertas el buscar la verdad en mejores condiciones. También deberemos rendir materias menos cruentas para recibirnos de usuarios.” *
Y ya que tenemos entre manos nada menos que un libro, escrito por un abogado probo y que parece del palo, qué mejor que dejar testimonio de algún parrafito más...
“Los males por los que muere una civilización –ha escrito Marguerite Yourcenar– no se relacionan sólo con los vicios, abusos o crímenes –que suceden en todas las eras– sino con males más específicos y lentos que hemos aprendido a reconocer.” Y enumera: la grandilocuencia que no es sino la imitación fraudulenta de un desarrollo, el derroche que insinúa unas riquezas que ya se han dilapidado, la desaprensión reemplazada por lapenuria ante la más mínima crisis, los autoelogios pomposos en medio de la mediocridad actual, el afán de sensacionalismo que provoca que momentáneamente triunfe la política peor, la escasez de hombres notables perdidos entre la muchedumbre de los groseros hábiles.
También hemos aprendido a reconocer el final de una época en la violencia con que se agravia a las instituciones, y en las rabietas que sobrevienen a la imposibilidad de lograr que ellas sigan sometiéndose a los apetitos del poder.
Qué lindo sería verlo a Rafael Bielsa como una especie de ombudsman de los ingenuos amantes del fútbol, una sonriente Elisa Carrió francotiradora en medio de las cajas llegadas el viernes desde Estados Unidos, un Farinello que le dé respuesta a aquella canción de la Guerra Civil Española que se preguntaba “cuándo querrá el Dios del cielo que la tortilla se vuelva/ que los pobres coman pan y los ricos mierda, mierda”, y que se juegue pase lo que pase. Qué lindo sería verlo al “boga” entrando por aquel sector de la cancha y descubriendo un negociado en el pase de Fulano; y yendo de un lado a otro para aportarle al equipo de los sin voz la posibilidad de que puedan conocerse las miserias rivales, amparadas a veces por una ejercitación tibia del periodismo. Intentando un ataque y demostrando –por qué no– que no todos los de enfrente son trigo sucio. Y prosiguiendo con el peligroso juego de los gerundios, a losque hay que aplicar con tanta precisión –como los abogados– leyes e incisos, este doctor que desde la Sindicatura General de la Nación aún tiene a muchos temblando, podría continuar el partido actuando de oficio (si es lo que le sobra), hurgando en un equipo de enfrente integrado por malabaristas de la calculadora.
Con la presencia estable de tipos necesarios como podría ser el Gran Hermano se podría intentar aclarar muchísimos temas, aunque todo quede en eso, nada más. A esta altura uno se conformaría con saber qué pasa, cómo es elnegocio, qué hay de sucio, hipócrita, desleal, inmoral (puede el lector continuar con más adjetivos). Cuántos verían con buenos ojos esta idea de que se acerquen al fútbol tipos válidos que vengan para aportar lo suyo en pos de un saneamiento ambiental tan necesario como aclaratorio. Y que puedan frenar la incontinencia de quienes llegan para usar esta sagrada actividad popular –una de las pocas hilachas de identidad que nos quedan a los argentinos– paraencontrar fama fácil y desde un sillón presidencial o de funcionario público relacionado con el deporte, seguir el atajo hacia otras actividades políticas planeadas de antemano.

* N. de la R.: También significa una claudicación más a nuestros derechos el impuesto reciente de Cavallo con respecto al fútbol, como lo han sido desde la noche de los tiempos el crecimiento de la violencia, el mareo producido por la cantidad de días y horarios distintos en que se juegan los partidos, y la falta de comodidad en los estadios, y hasta los espectáculos en sí, que han decaído en forma vertiginosa por culpa de la confusión e intereses puntuales reinantes.

 

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