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el Kiosco de Página/12

Guantes blancos
Por Antonio Dal Masetto

Como todo el mundo estoy pasando por una mala situación económica. Me acabo de dar vuelta los bolsillos y tengo dos doradas monedas de 10, una plateada de 25 y un sol naciente de un peso. Ese es mi capital. Ya no se trata de que no llegaré a fin de mes, sino que no voy a llegar al mediodía y son las once de la mañana. Es un momento de grandes decisiones. Entre la correspondencia encuentro el último folleto de mi viejo conocido el licenciado Almayer, donde anuncia que acaba de inaugurar Guantes Blancos, Instituto de Orientación Profesional y Consolidación de la Familia. No se entiende muy bien de qué se trata, pero siempre que recurrí a Almayer me dio soluciones formidables. Decido visitarlo.
Está instalado en un edificio inteligente. Ascensores que le preguntan a uno cómo le va, le piden el piso y se despiden deseándole un buen día. Una rubia platinada patas largas, tradicional sonrisa de un millón de dólares, me ofrece un par de guantes blancos sobre una bandeja de plata. Me los pongo. Me guía hasta Almayer.
-.Qué alegría verlo, noto que se colocó los guantes, son importantes, ayudan a abrir la mente y a entrar en clima. ¿Qué lo trae por acá?
Le explico mi situación y mi ambición de meterles mano a los grandes negocios.
-.¿Con qué cuenta?
Comienzo a enumerar algunas de mis habilidades. Me interrumpe.
-.Me refiero a la familia. ¿Cuántos son? ¿Tiene esposa, hijos, tíos, primos, cuñados, yernos, suegras, suegros, viven sus padres?
-.Discúlpeme, licenciado, pero no entiendo la relación de la parentela con mi deseo de hacer suculentos negocios. Además yo soy más bien del tipo ermitaño.
-.Nada se logra sin un buen equipo. Guantes Blancos le brinda un curso de orientación muy eficiente, lo preparamos perfectamente para el éxito, pero la clave está en el grupo familiar, y cuanto más numeroso mejor. ¿Cómo anda con sus ex esposas?
-.Más o menos.
-.Pida perdón y mándeles rosas. En este momento usted tiene un solo objetivo, el triunfo. Para eso necesita un team de absoluta confianza.
-.¿Tengo que andar con todos los parientes alrededor mío? Hay muchos a los que no trago.
-.Le voy a explicar el concepto. Si usted forma un equipo con un grupo de asociados ocasionales corre riesgos. Siempre hay traiciones, deserciones, muchos que titubean, que carecen de decisión. No puede confiar en ellos. Para llegar a ser el que corta el bacalao va a necesitar apoyo económico, aliento, sostén afectivo, gente que promocione su imagen, leales que le cubran las espaldas, un tanque de ideas, buenas espadas que se ocupen de desbrozarle el camino. Y serán sus familiares los que aporten su parte de efectivo para la causa y le brinden sostén y contención. Recuerde que la sangre es más espesa que el agua. Usted será la punta blindada del ariete y encolumnado detrás suyo un ejército de amor familiar. Esto es eficaz en cualquier sitio y para cualquier objetivo. Sirve tanto para entidades de socorros mutuos como para templos religiosos, hospitales, clubes, asociaciones de amigos de lo que fuere, sociedades de beneficencia (ahí hay un campo maravilloso), fundaciones, sindicatos, partidos políticos, la presidencia de la nación. Cuando esté encaramado, ubica a sus parientes en los puestos claves, pone un primo acá, coloca un cuñado allá, mete un tío en otro lado, y así. Uno para todos, todos para uno. Y después a repartir.
-.Licenciado, en general las instituciones que usted mencionó ya tienen patrón.
-.No hay patrón que resista a una buena aplanadora familiar.
-.Está empezando a gustarme. Me parece que ya mismo arranco con el curso.
-.Una última recomendación: cuando esté arriba no descuide a ninguno de los suyos, no deje a ninguno solo, por más insignificante y papafritas que sea. Un pariente abandonado puede resentirse. Y un engranaje con un solo diente averiado puede causar estragos en la maquinaria más perfecta. Tómelo como una regla de oro.
-.Voy a tenerlo muy presente. Los voy a amar a todos por igual.

 

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