Por
Jorge Marirrodriga *
Desde neitra, Siria
A
sólo pocos kilómetros de las modernas instalaciones de vigilancia
israelíes en las Alturas del Golán, Juan Pablo II recordó
la muerte acaecida ayer en Gaza de una niña de tres meses, tras
variar para ello el texto que tenía previsto pronunciar desde las
ruinas de la iglesia ortodoxa de neitra, localidad del Golán tomada
por Israel en 1967 durante la Guerra de los Seis Días y devuelta
a Siria siete años después, previa demolición de
todas sus viviendas. El Papa hizo un nuevo llamamiento a la paz en Tierra
Santa y al respeto de todos los gobiernos a los derechos humanos.
Siguiendo la tónica del viaje oficial de Juan Pablo II a Siria,
que concluye hoy, miles de personas recibieron ayer al Pontífice
esta vez en la ciudad fantasma de neitra, que desde que volviera a soberanía
siria en 1974 el gobierno no ha querido reconstruir como recuerdo a lo
que califica de crueldad del Estado de Israel. Desde la puerta de la Iglesia
ortodoxa, en pie pero con el interior totalmente en ruinas, el Papa, muy
cansado, pudo observar a lo lejos las instalaciones y antenas de vigilancia
del Ejército israelí en su frontera con Siria y ya en el
interior, junto a los restos del altar, pronunció una oración
por la paz compuesta por él mismo. Desde este lugar tan desfigurado
por la guerra deseo alzar mi voz y rezar por la paz en Tierra Santa y
en mundo, señaló.
neitra tenía en 1967 unos 53.000 habitantes, de los cuales el 40
por ciento eran cristianos de diversas ramas. Ese año fue ocupada
por Israel y restituida a Siria en 1974 tras un acuerdo alcanzado con
la mediación de la ONU. Yo ayudé a construir esta
iglesia con mis manos, y lo que encontré fue una iglesia saqueada
y totalmente en ruinas, señaló en un texto George
Muhassal, párroco ortodoxo del templo. ¿Cómo
pudo un ser humano hacer esto?.
Por la tarde, Juan Pablo II mantuvo un encuentro con los jóvenes
cristianos de Siria en una abarrotada catedral grecocatólica de
Damasco. Ustedes son la esperanza de la Iglesia, son mi esperanza,
señaló en medio de los aplausos, que redoblaron cuando añadió:
Son la esperanza de Siria y de la paz. El martes está previsto
que el Papa parta desde el aeropuerto de Damasco a Malta, isla en la que
naufragó San Pablo cuando era transportado a Roma para ser juzgado.
En lo que supone la última etapa de su viaje, el Pontífice
celebrará mañana una misa con la beatificación de
varios malteses y, tras varios encuentros con la jerarquía eclesiástica,
regresará a Roma.
En sus estancias en Grecia y Siria, Juan Pablo II no ha leído muchos
de sus discursos, sino que ha dejado que algún cardenal lo hiciera
tomando el Pontífice la palabra sólo al principio o al final.
A pesar de sus problemas físicos, el Papa, que este mes cumple
81 años, tiene previsto realizar viajes al extranjero, por lo menos,
hasta el año 2003.
No se ha diluido la polémica por el discurso pronunciado por el
Pontífice el pasado sábado en el aeropuerto de Damasco en
el que pidió el cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas,
lo que fue interpretado como una velada condena a la política israelí.
El portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro-Valls contestó
ayer a las críticas procedentes desde Israel a las palabras de
Juan Pablo II. Nadie puede buscar un significado distinto a la visita
del Papa, destacó Navarro Valls. El Papa ha visitado
Israel y ya ha dicho muchas cosas sobre el pueblo de Israel, añadió.
De esta manera, y por segundo día consecutivo, el Vaticano ha salido
al paso de las críticas por el tono antiisraelí que está
adoptando la visita del Papa a Siria, tono que se ha mantenido y
muy duro, por parte de las autoridades sirias, tanto por el presidente,
Bashar al-Assad, quien acusó a Israel de violar y profanar los
santos lugares, como por el muftide Damasco, Adman Koftano, para quien
con la formación del Estado de Israel no se quiere dejar
en paz ni a cristianos ni musulmanes. Navarro ya declaró
anteayer que las palabras de al-Assad eran cosa suya, pero
esta justificación no ha acallado las críticas.
Tampoco el acto de ayer en neitra estuvo exenta de polémica, y
se llegó a insinuar que la visita a la localidad destruida por
los israelíes formaba parte de las condiciones impuestas por el
régimen sirio para que Juan Pablo II pudiera visitar Siria. La
visita no ha sido impuesta, aseguró tajante Navarro Valls
junto a la iglesia ortodoxa en ruinas de la ciudad siria. La ciudad
no es una víctima de la guerra, sino una víctima de la paz,
que ya existía cuando fue destruida, y añadió
que el templo era un lugar de oración y por ello el Pontífice
se había acercado hasta allí.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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