Por Claudio Zlotnik
El sueño de Fernando
de la Rúa de finalizar su mandato colocando a la Argentina en el
selecto club de países considerados investment grade
(grado de inversión) esta cada vez más lejos. Ayer, la calificadora
de riesgo estadounidense Standard & Poors volvió a bajar
la nota al país, por segunda vez en un mes y medio. Además
mantuvo la perspectiva negativa sobre la economía lo
que podría dar lugar a una nueva degradación. Tras los cambios,
la deuda de largo plazo pasó de B+ a B
y la de corto, que es la que preocupa a los inversores, de B
a C, tanto para los pasivos en pesos y en dólares.
De esta manera, la Argentina ahora comparte cartel con Ecuador, Indonesia
y Turquía, entre otros países que declararon el default
de su deuda. Y quedó peor que Bolivia, Líbano, Mongolia,
Islas Cook. Si se trasladara el ranking de S&P a un torneo de fútbol,
Argentina se fue al descenso.
La decisión de S&P, una de las calificadoras más importantes
del mundo junto a Moodys, era esperada por los financistas. No obstante,
la noticia profundizó la caída de las acciones que
terminaron con una baja del 3,4 por ciento y de los títulos
públicos. En este contexto, al que se suma el elevado costo afrontado
por Economía en la licitación de Letes (ver aparte), el
riesgo país se elevó 15 puntos, hasta los 990. Desde que
S&P le toma el pulso a la economía argentina, hace ocho años,
nunca antes la calificación había estado tan abajo. Y en
el último semestre la nota cayó cuatro escalones, algo que
nunca sucedió con otro país. Esta secuencia demuestra
la debilidad económica y las dudas sobre el repago de la deuda,
señaló a Página/12 uno de los economistas de S&P
que preparó el lapidario informe.
La disminución de las calificaciones refleja las presiones
provenientes del frente fiscal y del manejo de la deuda, a pesar de las
recientes medidas para promover el crecimiento económico,
suscribió la agencia en un comunicado. En otro párrafo agrega
que el éxito (del plan) está condicionado por el logro
de un ambiente político y económico más estable que
el actual. Las tensiones políticas han persistido desde que
asumió Domingo Cavallo. Para la calificadora, esta situación
amenaza el respaldo que el ministro requiere para llevar adelante
el ajuste.
En paralelo con la degradación a los títulos de deuda emitidos
por el Estado nacional, S&P hizo lo propio con las emisiones lanzadas
por bancos y empresas privadas.
La decisión de S&P ensombrece aun más el panorama económico.
En medio de la disparada de las tasas de interés, el castigo de
la calificadora coloca a la Argentina como uno de los países más
riesgosos del mundo para prestarle dinero ya que, en medio de la crisis,
podría declararse insolvente. Ante ese peligro, los fondos internacionales
vienen achicando en forma notable la cuota de sus inversiones en el país.
Y los que siguen financiando al Estado, como los bancos locales, lo hacen
a tasas ruinosas para la economía, tal cual lo definió
el propio ministro.
Bajo estas perspectivas, el equipo económico salió al cruce
de la calificadora. Están mirando una película vieja,
acusó Guillermo Mondino, jefe de asesores del Palacio de Hacienda,
y por esas cuestiones del destino hermano de una de las directoras (Diana)
de S&P en Argentina, que por ese parentesco ya no evalúa al
país. Mondino añadió, a modo de justificación,
que la situación está cambiando. Se han tomando muchas
medidas correctivas importantes, y el programa con el Fondo Monetario
es mucho más creíble. Al mismo tiempo, Mondino aseguró
que el megacanje de bonos que diseña Economía no corre
peligro.
Precisamente, la determinación de S&P no es más que
un emergente de lo que ocurre en el sistema financiero. La disparada del
riesgo país hizo volar las tasas de interés y cerró
los caminos de Economía para refinanciar la deuda en los mercado
internacionales. En el plano local, Cavallo tomó medidas para aliviar
el ahogo financiero como la reducciónde encajes pero
ello no alcanzó para bajar las tasas de interés. Y los bancos
se quedaron como los únicos prestamistas del Estado. El Gobierno
cerró un acuerdo con las entidades financieras para lanzar un megacanje
de títulos, por unos 20.000 millones de dólares, para desahogar
los vencimientos de corto plazo.
¿El anuncio del megacanje no alcanzó para impedir
la baja de la nota? preguntó Página/12 a Bruno Boccaro,
director de Calificaciones de Riesgos Soberanos de S&P, en Nueva York.
Todavía no está claro cómo se hará la
operación, ni si será exitosa. El canje daría margen
de maniobra a la economía pero, por ahora, lo único que
sabemos es que la Argentina necesita crecer y encarrilar el desequilibrio
fiscal para asegurar el pago de la deuda. Las ideas de Cavallo son buenas
y tienen chances de éxito. Pero el ambiente político y económico
está más complicado que antes, y no hay seguridades de que
el ajuste se lleve a cabo. Los mercados ya perdieron la paciencia en la
Argentina porque no demostraron la capacidad suficiente para hacer el
ajuste y despejar las dudas del default.
Déficit fiscal
y exportaciones
Domingo Cavallo tendrá hoy otro día difícil
en los mercados. Anoche, cuando ya habían cerrado las operaciones,
Economía informó que el déficit fiscal de abril
ascendió a 907,1 millones de pesos. Si bien es un nivel algo
inferior al de febrero y marzo, lo deja casi sin oxígeno
para cumplir con la meta de déficit recientemente convenida
con el FMI. En este mes y el próximo el desequilibrio no
deberá exceder los 910 millones, monto que parece difícil
de lograr. Tampoco fue una buena noticia para Cavallo que en marzo
las exportaciones hayan caído un 6 por ciento. Las importaciones
también bajaron (3 por ciento). Y para terminar esa desalentadora
jornada, Cavallo se quedará sin el principal apoyo de Argentina
en el FMI: el número dos del FMI, Stanley Fischer, anunció
ayer que se retira del organismo.
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¿Cómo
lo están viendo?
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Miguel Bein.
Muy lento
La normalización financiera se está dando
más lentamente de lo que se esperaba. Algunos días
parece que la normalización opera a pleno, con caída
de la tasa de interés y del riesgo país y recuperación
de depósitos, y días después la tendencia vuelve
a cambiar. Un ejemplo es el resultado de Letes, el consenso de los
economistas esperaba una tasa por debajo del 11,5%, y el mercado
nos dio una sorpresa desagradable. La causa básica de esa
lentitud en la recuperación financiera hay que buscarla en
la economía real, donde todavía no se ve ninguna recuperación
sostenida. En principio, en abril, parece haber habido un deterioro
de los indicadores de la actividad económica no sólo
respecto a abril del año pasado, sino que respecto a marzo.
Alfredo García.
Muy difícil
Hay que recordar que las calificadoras de riesgo, como Standard
& Poors y Moodys, no previeron en absoluto la crisis
financiera asiática de 1997, con lo cual la validez de sus
métodos de análisis es bastante relativa. Manejan
un concepto limitado de variables financieras. Argentina está
en una situación igual de difícil que hace seis meses,
pero ahora es cuando S&P le baja la nota. El Gobierno está
por concretar el canje de deuda, un hecho importante, que justificaba
que la agencia esperara un tiempo. La disminución de la calificación
conspira contra el canje, porque encarece la tasa de interés
que tendrá que pagar el país a los acreedores para
que acepten intercambiar los títulos de deuda.
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DOMINGO
CAVALLO CONVALIDO UN 12,4 POR CIENTO ANUAL
Tasas recontra ruinosas
Domingo Cavallo ya no reta a
los banqueros por cobrar tasas ruinosas para el país
en las colocaciones de deuda pública. De aquella denuncia furiosa
de fines de marzo pasó a la estrategia opuesta, orientada a seducir
a los mercados con todo lo que tenga a mano, como subir impuestos, bajar
gastos y acordar un nuevo programa con el FMI. Pero el resultado sigue
siendo el mismo. Ayer tuvo que pagar una tasa del 12,4 por ciento por
la emisión de Letras de Tesorería por 350 millones de dólares
a 91 días de plazo. En la oportunidad que se enojó con los
banqueros había convalidado una tasa del 11 por ciento, y en ese
momento dijo que nunca más colocaría deuda a
tasas de interés tan exorbitantes. Ayer, lejos de recordar sus
palabras, consideró que las cosas en materia financiera están
mejorando.
Los bancos que exigieron una tasa del 12,4 por ciento son los mismos con
los que Cavallo negocia el canje de deuda. Por eso la emisión de
Letes era una buena prueba para ver en qué medida el Gobierno había
recuperado la confianza de los financistas. La colocación del mismo
título que debió realizarse hace dos semanas se tuvo que
suspender porque el riesgo país estaba holgadamente por arriba
de los 1000 puntos. En ese contexto de histeria financiera, Cavallo prefirió
pagar el vencimiento de Letes por 700 millones de dólares con recursos
del colchón financiero, esquivando el previsible cachetazo que
hubiera recibido de los mercados.
Pero de ese momento hasta ayer Cavallo hizo cuatro movidas importantes,
buscando una tregua con los mercados: generalizó el
IVA y subió la tasa del impuesto a las transacciones financieras,
estiró a 1000 millones de pesos el ajuste fiscal, cerró
el nuevo acuerdo con el FMI, y, lo más importante, anunció
el megacanje de títulos de corto plazo por otros de largo. Todas
las medidas respondieron a las demandas de los financistas. Pero la vuelta
a la ortodoxia tampoco funcionó. La tasa del 12,4 por ciento que
pidieron los banqueros para comprar las Letes es la segunda más
alta para el plazo de 91 días desde la creación de ese papel.
Sólo hubo un registro peor -12,6 por ciento- en noviembre de 2000,
en medio de los rumores sobre la renuncia de José Luis Machinea
y del temor a la cesación de pagos. La escalada de la tasa en aquella
oportunidad se cortó con el blindaje financiero. Ahora nada parece
alcanzar.
En la última emisión de Letes, del 10 de abril, la tasa
había sido del 10,3 por ciento. A pesar del evidente deterioro,
Cavallo opinó que las cosas en materia financiera están
mejorando. No dijo dónde lo nota. Lo único que admitió
fue que en el exterior se han instalado expectativas muy negativas
con respecto a la Argentina. Pero consideró que esa situación
tiene mucho que con los errores de política económica
que se vienen cometiendo desde hace cuatro años y que nos llevaron
a una depresión económica.
Que el Estado se haya financiado a más del 12 por ciento fija en
un nivel altísimo el piso de la tasa para el sector privado. Además,
Economía resolvió no emitir Letes a 180 días y canceló
el vencimiento de ayer, por 350 millones de dólares, con recursos
del colchón financiero. Lo hizo para no convalidar una tasa todavía
mayor. Pero las empresas y los particulares quedan en una situación
difícil, que torna cada vez más lejana la posibilidad de
reactivación.
OPINION
Por Alfredo Zaiat
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¿Dónde
está la salida?
Las calificadoras se adelantan a los acontecimientos o llegan
tarde en sus evaluaciones del riesgo de un país? Siempre
llegan tarde, por lo menos con 20 días de atraso, dice
el integrante de un ex equipo económico. Pero lo cierto es
que en diciembre, luego del blindaje, y en marzo Standard &
Poors le bajó el pulgar a Argentina, acompañando
la corriente negativa que dominaba la plaza local. Ahora, pese al
anuncio del megacanje que alejaría el fantasma de la cesación
de pagos y del acuerdo con el FMI, S&P castigó nuevamente
el boletín de Argentina. En los hechos, las notas de las
calificadoras actúan como profecías autocumplidas,
al agudizar las tendencias, tanto para arriba como para abajo.
El sentido común indicaría que las expectativas de
cobrar la deuda, que es lo que evalúan esas agencias de riesgo
como S&P, han mejorado en estos días por el inminente
trueque de bonos. Pero lo cierto es que más allá de
la situación financiera inmediata, los evaluadores externos
del país observan un frente fiscal muy frágil, con
ingresos decrecientes y, por lo tanto, con probables dificultades
para pagar la deuda a pesar del megacanje.
La clave de lo que está pasando, siendo la nota de S&P
un tropezón más en esta caída, se encuentra
en que la economía está sumergida en un proceso destructivo
de deflación y recesión. Desde hace dos años
y medio, disparado por las devaluaciones de otros países
y por la caída de los precios de los commodities, Argentina
ingresó en un ciclo deflacionista reduciendo costos y bajando
el ingreso disponible de la población con el esquivo objetivo
de recuperar la competitividad perdida.
Los economistas saben que es muy difícil precisar cuándo
se termina ese ajuste deflacionario. Reacomodamiento de precios
relativos que los países normales lo hacen vía devaluación
de su moneda, evitando así la deflación. En el caso
argentino, además, se suma la inestabilidad del mercado laboral,
con salarios a la baja e inseguridad en la conservación del
puesto de trabajo. El consumidor se atrinchera entonces con la idea
de que su ingreso futuro será menor al presente, lo que deprime
aún más las expectativas.
La economía argentina está atrapada de ese modo en
un típico ajuste deflacionario que, por ejemplo, en Japón
ya va por 10 años de similar padecimiento. La diferencia,
que no es menor, es que la potencia asiática es acreedora
del mundo. Mientras que la que alguna vez aspiró a ser es
una deudora a la que buscan con diferentes salvatajes financieros
no dejarla caer, manteniendo igualmente la incógnita de si
será suficiente.
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Un
sistema rehén de lo que opinan las calificadoras
El monopolio de la calificación del riesgo
de la deuda soberana argentina está en manos de dos agencias.
Su particular relación con el sistema político local las ha convertido
en censores de lo que �se puede hacer o no� en materia de política
económica.
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Daniel
Marx, secretario de Finanzas. Intentó sin éxito
frenar la rebaja de la nota de S&P. Las calificadoras castigan
al sistema político sin palo ni piedra, pero a golpe de
mouse.
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Por Raúl
Dellatorre
Un extraño maridaje
es el que enlaza hoy, en Argentina, a las calificadoras de riesgo
con el sistema político, entendido éste como la constelación
de dirigentes, funcionarios, economistas del establishment y empresarios
con alguna cuota de influencia sobre el poder. En una especie de juego
de seducción mutua, a cualquier amonestación
de las calificadoras, el sistema político responde plegándose
al mandato de aquéllas: tal cosa no se puede hacer
porque sube el riesgo país, o se debe hacer esta
otra para mejorar la calificación. A su vez, las calificadoras
se dejan seducir por el sistema político, cuyos representantes
frecuentemente concurren a escenarios armados por aquéllas
para decir lo que los asistentes quieren escuchar y aplaudir. También
valen los mimos con esos miembros del sistema político que
mañana, con sus decisiones, privilegiarán el pago de
la deuda por sobre cualquier otro objetivo. Pero como en toda relación
de a dos, también es posible la traición y el dolor.
No son mucho más de una docena las calificadoras que periódicamente
le ponen nota a la deuda soberana argentina. Pero sólo
dos, las más antiguas, son las que concentran el peso de la
opinión sobre los fondos de ahorro o inversores de riesgo que
apuestan parte de sus carteras a la deuda de países emergentes:
ellas son Standard & Poors y Moodys. La voz de los
mercados, paradójicamente, está fuertemente monopolizada
para opinar sobre Argentina.
De acuerdo a un estudio realizado por el economista radical, Martín
Hourest, la base de calificación de estas agencias está
conformado por no más de 13 agregados macroeconómicos,
de una impresionante rusticidad, lo que define la forma bestial
en que lee la realidad el pensamiento único. Relaciones
sencillas tales como monto global de deuda contra PBI o contra exportaciones
anuales, tasa de inflación, crecimiento del PBI o PBI per cápita,
resumen la medición que las calificadoras hacen de la salud
financiera de un país. Ni siquiera se toman el trabajo
de elaborar coeficientes más sofisticados, como medir la volatilidad
de los capitales financieros, la necesidad futura de compra de divisas
en el mercado para pagar intereses, y consecuentemente el riesgo de
una corrida contra el peso, citó como ejemplos Hourest.
Los fracasos de las calificadoras en predecir las crisis de países
emergentes en la última década han mellado su prestigio
internacional, un dato que sin embargo no ha sido computado por el
sistema político argentino, que les sigue rindiendo un respeto
reverencial. El FMI, en un estudio reciente, mencionó como
probables causas de dichos yerros las falencias en los sistemas de
contabilidad pública de los países analizados, que habrían
inducido a error a los analistas, y la existencia de ponderadores
internos no mensurables, eufemismo que hace referencia a factores
políticos que podrían afectar a la economía.
La posterior inclusión de este ponderador de riesgo
le otorgó a las calificadoras el manejo de un indicador absolutamente
arbitrario y muy teñido por sus propias necesidades coyunturales.
Así, por ejemplo, una calificadora que viene de varios errores
sucesivos en sus pronósticos recomendando comprar títulos
que dieron pérdida tenderá a curarse en salud
siendo más dura en sus notas futuras. Y aunque los fundamentals
agregados macroeconómicos no lo justifiquen, podrán
echar mano al ponderador de riesgo político para
bajar una calificación. Es lo que le viene sucediendo
a Argentina, que cada vez que enfrenta una turbulencia política
o un ministro intenta una salida un poco heterodoxa (fuera del libreto
neoliberal), el riesgo país pega un respingo, aunque los fundamentals
no hayan cambiado, subrayó Hourest. Tantas prevenciones
de las calificadoras tras sucesivos fracasos estarían afectando
también la nota que hoy aquellas le asignan a Argentina.
Frente al anunciado canje de deuda, hay dos hipótesis
que explican el castigo de las calificadoras, refirió
Hourest. Una, es que si no castigan ahora al país y después
Argentina consigue un canje exitoso, deberían subirle la nota
desde un piso más alto y podrían quedar en off side.
La otra hipótesis es que las calificadoras, íntimamente
asociadas al funcionamiento del sistema financiero y bancario, estén
presionando para negociar alguna garantía de que dicho sistema
no pierda la renta extraordinaria que vino obteniendo hasta ahora.
Con una elevada dosis de discrecionalidad y una capacidad para opinar
altamente concentrada, las calificadoras logran manejar, a golpe
de mouse, al sistema político argentino, metiendo
miedo o respaldándolo, alternativamente. El fantasma
del mercado tiene cuerpo, intereses, un pasado cuestionable y hasta
contradicciones internas. Pero de este lado del mundo, se sigue viendo
nada más que una sábana inmaculada.
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