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ETCHECOLATZ, ABSUELTO DE AMENAZAS
“Mucha indignación”

El juez Facciuto absolvió al
represor Miguel Etchecolatz del delito de amenazas contra dos jóvenes en
una plaza. �Decirle asesino a un
asesino es un derecho�,
dijeron los denunciantes.

Etchecolatz entró a un
patrullero sorteando insultos.
El policía está preso en su casa
acusado de robo de bebés.

El represor Miguel Osvaldo Etchecolatz fue absuelto del delito de amenazas. El juez Omar Facciuto consideró que no constituyó una falta haber intimidado a un grupo de jóvenes con un arma (que resultó ser de aire comprimido) en una plaza porteña. Antes de escuchar la sentencia, el ex director de Investigaciones de la policía de la provincia de Buenos Aires leyó un escrito de cinco carillas en el que se presentó como una víctima de sectores “apabullados por el fanatismo y atizados por el odio”. “Tenemos mucha indignación. Repudiar a un genocida, decirle asesino a un asesino es un derecho legítimo, no es una agresión”, dijeron a Página/12 Roberto Samar y Fernando Coppola, los jóvenes que habían denunciado al represor que cumple prisión domiciliaria acusada por el robo de bebés hijos de desaparecidos.
En enero de 1999 Coppola y Samar caminaban por la plaza Moseñor D’Andrea, de Córdoba y Anchorena, cuando vieron a Etchecolatz, que estaba paseando su perro. “Nos sumamos a un grupo que lo repudiaba porque estábamos en contra de que estuviera en la plaza. Pero él seguía con una sonrisa sarcástica como si nada hubiera pasado”, relató ante el tribunal Coppola, de 23 años. El represor fue insultado y su ropa fue manchada por los huevos que le arrojaron las personas que se juntaron espontáneamente en la plaza.
“¿Cómo esperaban que reaccionara, que huyera como una rata? no es mi estilo, ¿o arrodillándome pidiendo perdón?, no es mi estilo: no tengo perdones para esa gente”, dijo ayer Etchecolatz. Fiel a su estilo, el represor optó por sacar un arma e intimidar a los presentes.
El juez Facciuto coincidió con el fiscal Sebastián Randle, que había solicitado la absolución del comisario, ex mano derecha del fallecido Ramón Camps. Para Randle, Etchecolatz contestó a una “agresión ilegítima” de la que supuestamente fue objeto por parte de los jóvenes que lo repudiaron. Los abogados de la querella, Horacio Ravenna y Ernesto Moreau, ambos de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), anunciaron que apelarán la decisión judicial. “Este fallo demostró que existen bolsones de autoritarismo en la justicia. Está preso Emilio Alí y fue absuelto Etchecolatz. Una cámara dejó en libertad a los skinheads, pero también hay un juez que declaró la inconstitucionalidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final”, afirmó Ravenna a este diario.
Pese a que fue librado de culpa y cargo en esta causa, Etchecolatz seguirá cumpliendo con la prisión domiciliaria dictada por el juez platense Arnaldo Corazza. Este magistrado ordenó hace un mes la detención del represor por su responsabilidad en la apropiación de la hija de los desaparecidos uruguayos Aída Sanz y Eduardo Gallo. Durante la dictadura, el comisario tuvo bajo su cargo más de veinte centros clandestinos de detención. En 1987 la Cámara Federal lo condenó a 23 años de prisión al encontrarlo culpable de 96 tormentos, pero poco tiempo después fue beneficiado por la ley de Obediencia Debida. En libertad, se regodeó de sus crímenes en un libro, “La Otra Campana del Nunca Más” y se enfrentó con una de sus víctimas, el diputado Alfredo Bravo durante una emisión de Hora Clave. En ese mismo programa de televisión aseguró que hubiera sido “un privilegio” violar a una mujer.
“Como a los nazis, les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar”, se escuchaba en la sala de audiencias antes de que el juez comunicara su decisión. El canto subía desde los megáfonos de los militantes de partidos de izquierda y organismos de derechos humanos que esperaban en la puerta del tribunal en medio de un fuerte operativo de seguridad que incluyó el vallado de la zona cercana al edificio de la calle Lavalle al 1600 y medio centenar de policías.
Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, manifestó que la sentencia era “indignante, porque Etchecolatz no fue condenado por la impunidad que sigue esgrimiendo”. Cortiñas presenció la última jornada del juicio junto con otros miembros de dirigentes de organismos de derechos humanos, como Alba Lanzillotto, de Abuelas de Plaza de Mayo y el obispoAldo Etchegoyen, de la APDH. Angela Boitana, de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, calificó al fallo como “tremendo” y señaló que “tenía mucha fe en que el juez tuviera claros los hechos, pero ahora que falló a favor de Etchecolatz espero que se realice otra presentación en su contra ante la justicia”.

 

OPINION
Por Enrique Samar *

El octavo día del mundo

Jóvenes cobardes”, dijo el abogado defensor Adolfo Casabal Elía. Todavía resuenan en mis oídos las palabras que retumbaron en la Sala de Audiencias. Casualmente se llama Adolfo. ¿Qué pretende? Provocarnos, pensé. Quiere que reaccionemos.
“Jóvenes cobardes”, dijo nuevamente, y casi lo logra. Me revolví en mi asiento. La bronca y la rabia eran insoportables. Quería tirarme sobre él, pero no sé cómo permanecí en mi lugar, en la primera fila de los asientos destinados al público.
Mi hijo Roberto pasó su mano sobre mi hombro.
Etchecolatz sonreía, como siempre. La abogada a su lado lo acompañaba cada tanto con la sonrisa burlona, o con la risa estudiada cuando escuchaba aparentemente un disparate.
Recuerdo ahora el diploma de Su Señoría colgado en la pared. Diploma del Ministerio de Defensa fechado en 1980. Sí, de la época de los milicos.
Me vienen a la mente los miles de compañeros, los amigos, Roberto Fassi quien escuchaba algunos de los poemas que yo escribía a los veinte, mi primo Bambocho Fernández Samar, él, que era más bueno que el pan, torturado y asesinado también en La Perla, el flaco Jorge Sanz compañero del Mariano Acosta que vivía en Barracas, asesinado por la espalda.
El fiscal Randle se pone de pie y con voz pausada dice que no puede realizar su alegato porque el ruido de la calle no le permite la concentración necesaria. ¿El ruido de la calle? Son los jóvenes que desde la vereda no se cansan de gritar que “a donde vayan los iremos a buscar”. Debe ser su conciencia, porque al rato pide la absolución. Fue una legítima defensa de las agresiones recibidas, dice.
“¿Acaso estos gritos no son amenazas?”, pregunta en voz alta el matón que tengo sentado atrás mío. Con bronca lo hago callar.
Sigue retumbando el bombo y los cantos. Me salgo de la vaina por gritar yo también asesino hijo de puta.
“Que se saque el pañuelo” dice otro matón a una Madre, envalentonado por los policías uniformados y de civil que hay por todas partes.
“Nunca me lo quitaron y nunca me lo van a sacar”, contesta Tatty.
La sonrisita sigue en su rostro. ¿Cómo no gritarle asesino al asesino, como hicieron Fernando y Roberto?
¿Pertenece a alguna organización de derechos humanos?, ¡¡¡le pregunta el abogado defensor a una testigo!!!
Basta ya. No aguanto más. Estos hijos de puta sonríen, interrogan, provocan cuando tendrían que estar hacer rato en una cárcel. ¿Quién puede creer que este asesino salió a la calle con una pistola de juguete, cuando tenía en su domicilio pistolas de verdad? ¿Cómo puede ser que tuviera en su poder armas de fuego?
“Siento especial reverencia por la justicia”, “me siento orgulloso de la institución a la que pertenezco”, dijo antes de que se conociera la sentencia. ¡Qué asco!
Recuerdo “El octavo día del mundo” de Raúl González Tuñón. Sí, el octavo día del mundo va a llegar, y va a llegar de la mano de jóvenes como Fernando y Roberto que tienen la capacidad de indignarse ante la injusticia, la valentía de no quedarse callados, de no mirar para otro lado, de pelear por lo que consideren justo, la valentía de no darse por vencidos, ni bajar los brazos.
Estoy orgulloso de vos, Roberto. Hay que tener coraje para gritarle asesino al asesino y para querellar a este condenado a 23 años de prisión por 96 tormentos y como responsable de 21 campos de concentración en la época de la dictadura, mano derecha del jefe de la Policía Bonaerense, general Camps.
El día octavo va a llegar, pero el “que rompa el silencio no va ser un verdugo, ni el que echa agua al vino, ni el que del hombre amarga la vigilia y el pan”... El día octavo no va a llegar de la mano de los que hablan del déficit fiscal, la gobernabilidad, los mercados y la puta que los parió. El día octavo va a llegar de la mano de las Madres que fueron y son ejemplo, y de la mano de los jóvenes que no se resignan y luchan para que “para todos sea el pan, la alegría y la luz”.
Vamos Roberto. Le hiciste honor a tu nombre. Roberto Fassi está presente en la sala, al lado nuestro.

* Padre de Roberto Samar.

 

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